• ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    Vislumbramos la iglesia universal

    Soy pastor de una congregación menonita del pueblo de Enkenbach, cerca de la ciudad de Kaiserslautern, en la región del Palatinado en el sudoeste de Alemania. Nuestra iglesia tiene 260 miembros y una concurrencia promedio de cien personas al culto dominical.

    La congregación fue fundada después de la Segunda Guerra Mundial por refugiados menonitas de Prusia Oriental y Occidental (actualmente Polonia), que tuvieron que dejar su tierra natal a causa de la guerra. (En cambio, otras congregaciones menonitas de la región del Palatinado datan del siglo XVII, cuando refugiados menonitas que huían de la persecución, emigraron de Suiza en busca de refugio.) En Enkenbach, jóvenes no alemanes que realizaban servicio voluntario en Europa a través del programa PAX del Comité Central Menonita -una iniciativa humanitaria de la posguerra-, construyeron casas aquí para refugiados menonitas a modo de asentamientos, haciendo posible que nuestra congregación creciera. La membresía actual está constituida por refugiados que llegaron a una joven edad o por la primera generación de alemanes del “Palatinado”.

    Nuestra congregación es una de las más numerosas de Alemania, mucho más que la congregación menonita de la Convención Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Gemeinden (sin contar las congregaciones más numerosas de trasfondo ruso-alemán).

    La congregación local cumple una función sumamente importante en la tradición menonita alemana. Los primeros anabautistas destacaban el papel fundamental de la congregación local, y este énfasis ayudó al movimiento a sobrevivir en tiempos de persecución. Sin embargo, a lo largo de los años, el congregacionalismo ha dado origen a ciertas debilidades, e incluso un sentido a veces demasiado grande de autosuficiencia. Por ejemplo, miembros de nuestra congregación se creen no sólo menonitas, sino “menonitas de Enkenbach”, y no les interesa tanto otras tradiciones menonitas. En sus comienzos, nuestra congregación tenía alrededor de quinientos miembros y en las décadas subsiguientes esta membresía numerosa mantenía muchos programas, tornando a la congregación bastante independiente de otros grupos menonitas. Esto ha cambiado en el transcurso de las décadas, debido a que ha disminuido el número de miembros. Aun así, persiste un verdadero peligro: la posibilidad de que las congregaciones se pierdan de vista, desarrollando una mentalidad de “somos quienes somos y los demás hacen de las suyas”.

    Afortunadamente, mucha gente de Alemania -incluyendo muchas personas de nuestra congregación- tienen una visión ecuménica. (Es probable que esto surgiera como resultado de la historia alemana, que abarca la principal escisión protestante-católica de la Reforma del siglo XVI.) Valoramos la estrecha colaboración con otras denominaciones a fin de dar mejor testimonio al mundo. En nuestro pueblo, mantenemos vínculos fraternales con congregaciones católicas y otras congregaciones protestantes (Iglesia Unida), albergando el espíritu de unidad de la iglesia cristiana.

    A la vez, nuestra congregación necesita entender que la familia anabautista-menonita es más amplia que nuestra congregación local. Esta visión más ampliada del mundo proviene de nuestra participación en el Congreso Mundial Menonita.

    La participación en el CMM ofrece varios beneficios concretos. Primero, ayuda a fortalecer nuestra identidad común como menonitas anabautistas. En nuestras congregaciones locales, organizamos dos pequeños grupos para leer y estudiar las convicciones compartidas del CMM, utilizando el libro Lo que juntos creemos, por Alfred Neufeld, de la Colección de Literatura Anabautista-Menonita Mundial. Actualmente, otro pequeño grupo le da lectura a otro libro de la Colección de Literatura del CMM: God’s Shalom Project por Bernhard Ott. Estos libros recomendados nos resultan muy útiles.

    Además, la participación en el CMM nos sirve para recordar que la familia anabautista-menonita ha crecido mucho más allá de las culturas étnicas alemanas (suizas o prusianas) de las que el anabautismo se nutrió inicialmente. Por ejemplo, celebramos anualmente el Domingo de la Fraternidad Mundial (WFS, por sus siglas en inglés) en nuestra congregación, y, por consiguiente, recibimos regularmente información interesante sobre la vida de hermanos y hermanas del CMM. Más aun, al celebrar cada WFS recolectamos una ofrenda especial para el CMM, además de lo que donamos a través de nuestra Convención para el Aporte Proporcional Justo del CMM. En 2012, cuando el Concilio General del CMM se reunió en Europa, invitamos a nuestros cultos a dos oradoras (teólogas/pastoras de Japón y la República Democrática del Congo). Esto fue algo singular y nos permitió vislumbrar el advenimiento de la tradición anabautista-menonita en un fenómeno multicultural mundial. En 2011, tuvimos la fortuna de recibir la visita de César García, secretario general del CMM, para dar una charla en nuestra iglesia sobre la labor del CMM, que nos ayudó a mostrarle a nuestra gente la realidad de la fe anabautista mundial.

    Asimismo, hemos sido afortunados de recibir a personas de América del Norte a través del Intermenno Trainee Program (Programa Intermenonita de Capacitación Práctica), una iniciativa de intercambio que convoca a jóvenes a vivir en Europa y obtener experiencia directa con la cultura e idiomas europeos. Además, hemos recibido a voluntarios paraguayos que han servido en nuestro medio; algunos, incluso, se han radicado aquí y se han casado.

    Más allá de las iniciativas en las congregaciones locales, un gran número de miembros que pudieron costearse los viáticos, asistieron a las Asambleas del CMM en India (1997), Zimbabwe (2003) y Paraguay (2009). En cada instancia, nuestra gente ha regresado enriquecida e impresionada, y han informado sobre sus experiencias.

    Sin duda, la interpretación bíblica de la Iglesia es más que sólo la congregación local. Cristianos de muchas tribus y naciones están unidas por algo más que sólo una identidad local. Desde una perspectiva bíblica, la Iglesia es una hermandad de creyentes que trasciende las categorías de nación, etnicidad y raza. Es un cuerpo universal (o católico, en el verdadero sentido de la palabra). Necesitamos al CMM para darlo a conocer y ayudar a que se viva su verdad a nivel de la congregación local. En definitiva, el CMM nos permite vislumbrar la identidad universal, incluso ecuménica, del Pueblo de Dios.

    Rainer W. Burkart es pastor de la Iglesia Menonita Enkenbach de Enkenbach, Alemania. Además, ha integrado el Comité Ejecutivo y la Comisión de Fe y Vida del CMM, y ha copresidido la Comisión Internacional de Estudio de la Federación Luterana Mundial/Congreso Mundial Menonita (2005-2008), que sentó las bases para la reconciliación entre luteranos y anabautistas.

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    La existencia interdependiente

    Cuando yo era niña, mi madre ya fallecida tenía una cocina con techo de pasto delante de una orundu, pequeña huerta con todo tipo de verduras. La orundu servía de “campo de prueba”, donde se podían plantar semillas nuevas para comprobar su poder de germinación y maduración. Tras pasar por esta prueba, el nuevo cultivo podía ser plantado en la puodho, finca más grande.

    Una orundu bien cuidada no era suficiente para la familia; pero la puodho se abastecía de la orundu de muchas maneras. Durante mi infancia, la familia se alimentaba de la orundu mientras esperábamos las cosechas de la puodho. La orundu era más fácil de cuidar ya que estaba más cerca que la puodho; ésta era más grande pero estaba lejos de la vivienda y exigía un mayor cuidado, aunque tenía mayores cosechas.

    Cuando pienso en la conexión entre la congregación local y la familia de la iglesia mundial, orundu y puodho constituyen símbolos contundentes. Aún más importante, las imágenes expresan la manera en que lo mundial depende de lo local y viceversa, lo que denomino la existencia interdependiente.

    Los términos “mundial” y “local” son intrínsecamente interdependientes, especialmente en la iglesia como comunidad de creyentes reunidos por su fe en Dios. Como pastora y representante regional del Congreso Mundial Menonita, son dos mis ámbitos de orundu: Eastleigh Fellowship Centre (EFC), pequeña congregación menonita al este de Nairobi, Kenia, y la comunidad menonita de África Oriental.

    En la congregación EFC, por ejemplo, adoramos a Dios mediante canciones de alabanza, oración, predicación, fraternidad, visitas, enseñanzas y clases de escuela dominical, en un contexto en el que la mayoría de la gente es de origen musulmán y somalí. Este contexto no constituye sólo un desafío sino que, a veces, es desgarrador. Aunque valoramos cómo está conformada nuestra región, reconociendo que todos los pueblos son fruto de la creación de Dios, en cuestiones de fe es necesaria la hermandad de una comunidad más amplia: una comunidad mundial que trascienda la localidad donde seamos minorías religiosas, una comunidad en la que nos vinculemos con hermanas y hermanos en Cristo de todo el mundo. Es posible que nuestra orundu se estanque si no nos nutrimos permanentemente del valor, consuelo y fortaleza de Dios mediante la existencia y aliento de la comunidad en su totalidad.

    Nuestras asociaciones regionales con la comunidad menonita de África Oriental facilitan nuestros vínculos mundiales. Compartimos a nivel regional para poder identificarnos mejor con la comunidad mundial y participar eficazmente en ella. Las reuniones regionales brindan una intermediación eficaz entre lo local y lo mundial. Obispos, directivos y varios departamentos de la Iglesia Menonita de Kenia y la Iglesia Menonita de Tanzania (Kanisa la Mennonite Tanzania) a nivel nacional, cumplen una función central en guiar a los/las creyentes hacia un objetivo común: ser el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27).

    ¿Cuáles son algunos de los beneficios que brindan estos vínculos entre las comunidades locales y la comunidad mundial?

    Un beneficio es la armonía. Desde la sociología, se ha definido el concepto del “otro” o la “alteridad” como la fuerza que divide a la gente. Esta alteridad no es innata sino construida. La gente decide qué es lo “diferente” y lo excluye. Esto podría ser muy destructivo para el cuerpo de Cristo. Como creyentes, compartimos la posibilidad de ser un cuerpo en Jesucristo, y ello debería ser nuestro eje central, independientemente de las diferencias geográficas, culturales o raciales, o en ocasiones, desequilibrios económicos y crisis políticas. Deberíamos abocarnos a iniciativas tendientes a eliminar las fuerzas de “alteridad” en la iglesia, a fin de que el “otro oprimido” pueda tener un lugar entre los cristianos como el “otro agraciado”. Por ejemplo, la existencia armoniosa de EFC con la comunidad predominantemente no cristiana no debería pasar desapercibida.

    Como iglesia mundial, acompañemos a los grupos minoritarios en las zonas donde el evangelio esté amenazado. Es hora de reexaminar la relación entre teología y economía. La iglesia mundial debería orientar sus objetivos hacia el bienestar de sus miembros. Se trata definitivamente de una enorme responsabilidad, aunque Jesús fue claro al decir que no era fácil entrar en el Reino de Dios (Mateo 18:3-4; Marcos 9:47; Lucas 18:24-25), pero que podíamos hacer todas las cosas por medio de Cristo (Filipenses 4:3).

    Otro beneficio es la identidad. Habiendo asistido y participado en numerosos foros del CMM, puedo atestiguar el enorme esfuerzo que se realiza para fomentar una identidad común. Es de vital importancia la elaboración de teologías y terminologías teológicas que promuevan la unidad en vez de la homogeneidad.

    Participar en foros de la iglesia mundial, nos empodera y, posteriormente, iremos sintiendo la necesidad de redefinir nuestras categorías sociales, a fin de reforzar la identidad común como cuerpo de Cristo. Una identidad común no nos impone la homogeneidad. En cambio, nos permite ir más allá de nuestras posturas cómodas hacia una hermandad valiosa y profunda. Cuando participamos juntos como comunidad mundial, podremos identificar y procurar redefinir verdaderamente nuestras categorías sociales.

    Los acuerdos, desacuerdos y negociaciones son elementos saludables en la redefinición de nuestra identidad. No deberíamos apartarnos de la hermandad por temor a estos conflictos saludables, porque sería equivalente a cerrar las puertas a la misma hermandad con Dios que quisiéramos desarrollar. En definitiva, modificamos nuestras conductas y autoimagen en base a nuestras interrelaciones y a las reflexiones que hagamos sobre estas interrelaciones.

    Para concluir, conforme se aproxima y hacemos los preparativos para la Asamblea del Congreso Mundial Menonita, no deberían subsistir puntos de vista progresistas, conservadores ni intermedios. En cambio, nuestro lema debería ser, “la hermandad del cuerpo de Cristo”. Necesitamos tanto orundu como puodho, local y mundial. Nos necesitamos mutuamente.

    Rebecca Osiro, pastora y teóloga, es la primera mujer ordenada para el ministerio de la Iglesia Menonita de Kenia. Es representante regional de África Oriental del CMM y miembro de la Comisión de Fe y Vida. Además, ha representado al CMM en el diálogo trilateral entre menonitas, católicos y luteranos.

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    Reunirnos nos fortalece

    Tuve la oportunidad recientemente de conocer las nueve convenciones menonita-anabautistas y de los Hermanos en Cristo de India y Nepal. Estas convenciones tienen congregaciones (incluyendo iglesias en hogares) en zonas mayormente rurales, donde las personas no cristianas son mucho más numerosas que las cristianas. La membresía es, con frecuencia, escasa. Las personas a cargo de la tarea pastoral son pocas; debido a las limitaciones geográficas y falta de recursos, no pueden visitar y brindar apoyo espiritual a cada miembro. En consecuencia, muchas de estas congregaciones han sucumbido al complejo de grupo minoritario, con una sensación de aislamiento, temor, desconfianza e incluso abandono.

    Ante tal situación, es difícil saber qué significa ser parte de una familia de Dios más amplia. Aunque dichas congregaciones saben a qué convención regional o nacional pertenecen, carecen de un espíritu de hermandad mundial.

    Dicha realidad me llevó a un reciente contacto con las convenciones de India y Nepal, junto con un grupo de líderes anabautistas mundiales: Madhukant Masih, nuevo director de Mennonite Christian Service Fellowship of India (MCSFI), una organización intermenonita que brinda un foro para las nueve denominaciones de la India afines a la iglesia menonita, a fin de que se vinculen para fraternizar y servir a la sociedad; Henk Stenvers, secretario de la Comisión de Diáconos del CMM; y César García, secretario general del CMM. Uno de los objetivos de nuestra visita era compartir información sobre MCSFI y el CMM, y explicar los distintos roles y programas de cada organización. Otro objetivo –y quizá el más importante– era ayudar a cada convención a comprender nuestra interconexión mundial, a fin de que entendieran que, a través del CMM, estamos vinculados como hermanos y hermanas en Cristo.

    Durante nuestra visita, observamos que muy poca gente conocía el CMM. (Las personas que sí lo conocían, habían asistido a la Asamblea del CMM en Calcuta, en 1997.) Comenzamos nuestra explicación partiendo del contexto local y pasando luego al mundial. Mediante estadísticas y fotografías explicamos la labor del CMM y cómo vincula las convenciones de todo el mundo a fin de fraternizar, adorar, testificar y servir. Conforme hablábamos, fueron prestando atención y mostrando aún mayor interés. Las personas que escuchaban se alegraban al enterarse de que pertenecían a una familia de Dios mucho más amplia. Hacia el final de cada visita, las convenciones locales querían saber cuándo sería la próxima visita. Tanto las iglesias muy numerosas como las menos numerosas deseaban conocer y fraternizar más con la comunidad cristiana de todo el mundo. Hubo quienes expresaron su interés de participar en la ‘Ofrenda de un almuerzo’ que se recaudará el Domingo de la Fraternidad Mundial. Conocer las necesidades de personas del resto del mundo impulsa incluso a la iglesia más pobre a querer compartir lo poco que tenga.

    En India y Nepal nuestras iglesias anhelan saber qué significa ser una iglesia de paz. El CMM ha brindado la capacitación y los recursos necesarios para responder a su inquietud. En octubre y noviembre de 2014, el CMM coauspició (con MCSFI y el Comité Central Menonita) una serie de talleres en nuestras convenciones, tendientes a fortalecer la identidad anabautista. Alrededor de quinientos pastores, pastoras y líderes –incluyendo los jóvenes– se beneficiaron de la excelente enseñanza brindada por líderes de la iglesia mundial. (Para más información sobre estos talleres, véase el número de febrero 2015 de Correo Noticias.) La tan necesaria comprensión del concepto de “paz con justicia” se está clarificando ahora en el contexto de pobreza, injusticia y violencia en el que se encuentran nuestras iglesias. Líderes de la iglesia local se han comprometido a extender las enseñanzas recibidas en estos talleres, compartiendo la verdad y sabiduría cristianas con un grupo más amplio de personas en las zonas rurales de las convenciones.

    La hermandad es otra necesidad que tienen nuestras convenciones. El ‘complejo de grupo minoritario’ de las iglesias ha sido a veces un obstáculo para el crecimiento espiritual. Sin embargo, los sentimientos asociados con este complejo parecen desaparecer cuando líderes y miembros de la iglesia descubren la comunidad anabautista mundial. Más y más, los/las creyentes saben que transitan un camino junto con hermanas y hermanos de todo el mundo, con el fin de conocerse, unir fuerzas y traer esperanza en medio de la desesperanza, injusticia y violencia.

    Invertir en la labor del CMM ha generado cambios positivos en la mentalidad, actitudes y acciones de las iglesias. Las personas que participan en el ministerio local deben continuar haciendo todo lo necesario para fomentar este nuevo espíritu de hermandad mundial.

    El CMM crea el ámbito en el que una diversidad de creyentes pueda reunirse para vincularse, aprender y compartir. En este contexto, llegamos a una comprensión más cabal de cómo Dios obra en todas las personas y en todas las circunstancias, brindando una comprensión más amplia de la acción del Reino de Dios en el mundo.

    Cynthia Peacock, representante regional de Asia del Sur en el CMM, preside la Comisión de Diáconos del CMM. Antes de retirarse en 2006, se desempeñó como trabajadora social del Comité Central Menonita durante 38 años.

  • Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

     

    Jesús de carne y hueso 

    (Darrell Winger, Canadá)

    Para las congregaciones de los Hermanos en Cristo (BIC, por sus siglas en inglés) de Canadá, el Congreso Mundial Menonita brinda la materialización de la verdad fundamental de que pertenecemos a una familia eclesial que se extiende por todo el mundo. Sabemos con certeza que quienes siguen a Jesús por doquier se transforman en un solo cuerpo por medio de la fe en él; sin embargo, podemos vivir esta gran verdad de una manera práctica dado que el CMM brinda “carne y hueso”. En tanto el CMM encarna la realidad de nuestra hermandad mundial por medio de Cristo, nuestras congregaciones BIC de Canadá se fortalecen de modo notable.

     

    Vislumbramos la iglesia universal 

    (Rainer W. Burkart, Alemania)

    A la vez, nuestra congregación necesita entender que la familia anabautista-menonita es más amplia que nuestra congregación local. Esta visión más ampliada del mundo proviene de nuestra participación en el Congreso Mundial Menonita.

     

    La existencia interdependiente 

    (Rebecca Osiro, Kenia)

    Cuando pienso en la conexión entre la congregación local y la familia de la iglesia mundial, orundu y puodho constituyen símbolos contundentes. Aún más importante, las imágenes expresan la manera en que lo mundial depende de lo local y viceversa, lo que denomino la existencia interdependiente.

     

    Reunirnos nos fortalece 

    (Cynthia Peacock, India)

    Otro objetivo –y quizá el más importante– era ayudar a cada convención a comprender nuestra interconexión mundial, a fin de que entendieran que, a través del CMM, estamos vinculados como hermanos y hermanas en Cristo.

     

  • Contexto del testimonio anabautista

    Estados Unidos se constituyó en 1776, como la primera república moderna. Sus fundadores creían participar de un experimento político innovador, que otorgaba una libertad de conciencia bastante amplia a diversos grupos cristianos. Por otra parte, era una nación en la que, hasta 1865, al menos doce de cada cien personas eran hombres y mujeres esclavizados/as de origen africano. Esta nación también ha sido forjada por inmigrantes; tal es así que actualmente personas de todo el mundo consideran que Estados Unidos es su hogar. Tiene una economía muy compleja, universidades de investigación muy reconocidas, una tradición de derechos civiles y un sector militar sumamente grande que interviene activamente a nivel mundial. Todo estos factores configuran el contexto en que viven cristianos y cristianas estadounidenses, incluyendo menonitas y otros anabautistas.

    Al igual que otros países, Estados Unidos es también una nación de mitos nacionales. Existe, por ejemplo, el mito del “crisol de culturas”, por medio del cual muchos estadounidenses creen que la asimilación es inevitable, favorable o ambas cosas. Quizá más importante haya sido el mito de la “ transcendencia individual”, la promesa de que la gente pueda dejar atrás todas las tradiciones y comenzar nuevamente, que el futuro es mejor que el pasado, y que lo nuevo equivale a algo mejorado. El pueblo estadounidense suele lidiar con el descontento dejando de lado un producto, grupo o situación y comenzando de nuevo, en vez de aferrarse a algo antiguo y abocarse a mejorarlo o adecuarlo. Esta fe ha inspirado a la sociedad estadounidense, influenciando incluso a las iglesias. Estados Unidos ha dado origen a un número inigualable de denominaciones e “iglesias independientes” de todo el espectro teológico.

    Dos grandes grupos

    Un modo de considerar a la comunidad anabautista de EE.UU. es, en términos generales, clasificándola en dos grupos: quienes se hayan integrado bastante a los patrones económicos y educativos convencionales, y quienes tengan rutinas diarias que los diferencian inequívocamente de sus vecinos. El primer grupo incluiría a la mayoría de los miembros de la Iglesia Menonita USA, la Convención de los Hermanos Menonitas de EE.UU., los Hermanos en Cristo (BIC) de EE.UU., la Convención Menonita Conservadora, etc. (Todas las iglesias enumeradas anteriormente son miembros del Congreso Mundial Menonita.) Dichas hermanas y hermanos, en general, procuran vivir su fe de manera que puedan marcar la diferencia en su contexto local, ámbitos que suelen ser urbanos y suburbanos, de profesionales de clase media. Estos menonitas y Hermanos en Cristo se informan habitualmente a través de fuentes convencionales de los medios de comunicación, poseen sus propios autos, creen que tener un buen desempeño académico es fundamental para el futuro económico de sus hijos/as, y presuponen que la atención médica existente debería ser mejor que la que disponían sus abuelos/as.

    En cambio, los miembros de las iglesias de los amish “Old Order” –el grupo más numeroso de congregaciones anabautistas de Estados Unidos–, como así también menonitas “Old Order” y un conjunto de grupos afines, generalmente no comparten estas presunciones y valores. Desde cómo se visten hasta cómo llegan al trabajo y qué expectativas tienen para sus hijos/as, tales anabautistas están deliberadamente alejados de lo que gran parte de la ciudadanía estadounidense cree que es fundamental para una buena vida. Decenas de miles se trasladan en carruajes de caballos a tiro, rechazan la educación superior y se niegan a confiar en planes de seguro comerciales.

    Existen, por supuesto, excepciones y variantes dentro de esta amplia modalidad. Es probable que miembros de grupos asimilados digan que van contra la corriente como pacifistas y como personas que defienden altos principios morales. Y algunos anabautistas “Old Order” se integran cada vez más a la economía del país. Aun así, lo primero que observadores de afuera reconocen son las diferencias que existen entre las personas que se han adaptado al modelo básico de la sociedad estadounidense –o, en el caso de nuevos inmigrantes y comunidades de minorías étnicas y raciales, que procuran lograr un mayor acceso a ese modelo básico–, y los denominados grupos “plain” (“sencillos”), que resisten de manera contundente los mitos nacionales de asimilación y trascendencia individual.

    Historias de inmigración y renovación

    Los menonitas llegaron primero en pequeños números a lo que posteriormente sería Estados Unidos en el siglo XVI. Hubo una oleada mayor de menonitas y amish emigrantes de Europa Occidental en el siglo XVII y principios de la década de 1800; y menonitas y huteritas del Imperio ruso llegaron en la década de 1870. Poco a poco estas iglesias germánicas se abrieron a personas de otros trasfondos, incluyendo pueblos indígenas, de cuya tierra había dependido el asentamiento de los menonitas. Leyes inmigratorias estrictas excluyeron a gran número de inmigrantes nuevos a mediados del siglo XIX, pero a partir de 1970 Estados Unidos ha recibido nuevamente a millones de inmigrantes cada década, incluyendo a menonitas de Asia, África y América Latina. Algunos inmigrantes anabautistas han llegado junto con sus convenciones de iglesias. Por ejemplo, el Sínodo de Jemaat Kristen Indonesia tiene actualmente ocho congregaciones en la costa oeste de EE.UU.; Amor Viviente, con sede en Honduras, cuenta con iglesias en varios estados del sur de EE.UU. Igualmente, cuando miembros mexicanos de congregaciones de la Evangelical Mennonite Mission Church (Iglesia Evangélica Menonita de Misiones), con sede en Canadá, emigraron a Estados Unidos, establecieron iglesias de EMMC allí (conocidas como Active Mission Conference [Convención de Misión Activa]).

    En Estados Unidos, los movimientos de renovación espiritual han generado también decenas de organismos eclesiales anabautistas nuevos. Los Hermanos en Cristo surgieron en la década de 1780, en la comunidad de menonitas de Pennsylvania que simpatizaban con el pietismo y la interpretación wesleyana de la santificación. A mediados del siglo XIX, el movimiento de renovación del “Old Order” enfatizaba las prácticas de la humildad y del contentamiento, junto con un enfoque comunitario de la fe y la creencia de que la disciplina de la iglesia fortalecía y no obstaculizaba el vínculo de una persona con Dios. En el siglo XX, la Convención Menonita Conservadora (CMC) experimentó una renovación cuando el activismo misionero del evangelicalismo estadounidense transformaba la herencia amish de CMC. Además, el pentecostalismo ha sido una fuente de empoderamiento espiritual para sectores del mundo anabautista de Estados Unidos.

    Paradojas del crecimiento

    Actualmente, el mundo anabautista de EE.UU. se está volviendo más urbanizado, étnica y racialmente diverso, al mismo tiempo que crece la población blanca en zonas rurales. Por un lado, el crecimiento de muchos organismos anabautistas se da en congregaciones tales como la Casa del Dios Viviente (BIC), de Pompano Beach, Florida, o la Iglesia Menonita Hmong de St. Paul, Minnesota. La mitad de las iglesias de los Hermanos Menonitas del país tienen un claro perfil latino, asiático-americano, eslavo o afroamericano. La Iglesia Calvary Community de Hampton, Virginia, cuya membresía es de 2.200 personas, en su mayoría afroamericanos, es la congregación más numerosa de la Iglesia Menonita USA.

    A la vez, el crecimiento numérico más grande del mundo anabautista de EE.UU. se da en los grupos menonitas amish y “Old Order”. Menonitas y Hermanos en Cristo de tendencia evangelical suelen desestimar el crecimiento de estos grupos dado que prácticamente proviene de su propia descendencia. Sin embargo, las iglesias anabautistas culturalmente conservadoras hacen un trabajo increíble de atraer y retener a la juventud. El número y crecimiento de dichas iglesias –aunque generalmente apartadas de la mayoría de los miembros menonitas y Hermanos en Cristo tradicionales– significa que la población anabautista de EE.UU., en su conjunto, es un poco más blanca y rural, en términos porcentuales, que hace treinta años.

    Realidades contemporáneas y ámbitos de testimonio

    1. Los anabautistas estadounidenses constituyen una pequeñísima parte de un país muy grande. Estados Unidos se posiciona como una superpotencia mundial, y sus decisiones económicas y militares afectan la vida de la gente de todo el planeta. Los anabautistas estadounidenses forman parte de este complejo superpoderoso, pero no concitan tanta presencia cultural como, por ejemplo, en Canadá, ni tienen tanta influencia económica o política como, por ejemplo, en Paraguay. A los menonitas a menudo les ha generado inquietud su relación con el Estado por el hecho de ser una muy pequeña minoría en el centro de un imperio de los últimos tiempos.

    Para algunas personas, incluyendo a miembros del “Old Order”, la mayor preocupación ha sido el poder coercitivo de asimilación del Estado. No sólo rechazan las muestras patrióticas y la participación militar, sino que (en la mayoría de los casos) la educación pública y programas de salud pública. A otros menonitas les inquieta profundamente el rol sobredimensionado de Estados Unidos en los asuntos mundiales y sus frecuentes aventuras militares en el extranjero, lo que suscita frecuentemente protestas públicas de algunos menonitas. De cualquier manera, el tamaño de la comunidad anabautista frente a la nación a menudo ha resultado en una postura defensiva o profética respecto a cuestiones públicas en vez de, digamos, procurar asociarse con organizaciones gubernamentales a fin de promover la visión anabautista del mundo.

    2. Los anabautistas estadounidenses viven en medio de la abundancia material. Independientemente de cuán cómodos se sientan identificándose como ciudadanos estadounidenses, muchos menonitas y Hermanos en Cristo están, en general, muy bien económicamente. La abundancia que caracteriza la vida de muchos menonitas se expresa positivamente a través de donaciones de caridad para causas de la iglesia o la sociedad civil, menonitas u otros. De hecho, estudios de filantropía suelen clasificar a los menonitas como donantes generosos en comparación con muchos otros cristianos de EE.UU. Además de donar a causas mundiales, los menonitas y Hermanos en Cristo asimilados también gastan más dinero en sí mismos, construyendo o renovando las estructuras de las iglesias, a menudo a un costo de millones de dólares o más por un solo proyecto.

    3. Sistemas legales y financieros previsibles en Estados Unidos le han permitido a los anabautistas crear aquí diversas instituciones, ya sean organizaciones misioneras y centros de retiros, o fondos de inversión y hogares de ancianos. La labor de estas grandes instituciones que cuentan con personal profesional, recibe mucha cobertura en la prensa menonita, aunque no debería eclipsar la multiplicidad de ministerios que funcionan con voluntariado y recursos limitados, y que le cambian muchísimo la vida a la gente. Por ejemplo, centenares de congregaciones menonitas y de los Hermanos en Cristo albergan centros preescolares y guarderías, administrados por mujeres que benefician a miles de familias por año, pero que no reciben la atención que reciben institutos terciarios y universidades menonitas.

    4. Los anabautistas estadounidenses viven en una sociedad pluralista que determina su culto y testimonio. En muchas iglesias anabautistas se cantan himnos y canciones contemporáneas compuestas por músicos protestantes y católicos. Paralelamente, se enriqueció el culto en gran número de congregaciones gracias al estilo y la espiritualidad del movimiento carismático. Otras congregaciones han adoptado el Libro Revisado de Lecturas Biblicas para el año litúrgico y el calendario anual de la Iglesia para ordenar su vida conjunta. Algunos promotores de la paz menonitas y Hermanos en Cristo colaboran con católicos y evangélicos para poner fin a la pena de muerte o apoyar a madres solteras. Aun otros se han sumado a grupos interreligiosos para encarar problemáticas del medio ambiente.

    5. Los anabautistas estadounidenses se vinculan al mundo de muchas maneras. Algunos vínculos se dan a través del trabajo o de la labor del Comité Central Menonita (MCC), la Asociación Menonita para el Desarrollo Económico o los Ministerios Cristianos de Ayuda. Otros vínculos surgen por medio de viajes, adopciones, matrimonio o albergando a estudiantes internacionales. Algunas congregaciones han establecido vínculos fraternales con congregaciones menonitas o de los Hermanos en Cristo de otras partes del mundo. Los anabautistas estadounidenses tienen mucho que aprender de la familia mundial de fe. Que la próxima Asamblea, Pennsylvania 2015, permita que se establezcan y prosperen aun más vínculos.

    Steven M. Nolt, profesor de Historia de Goshen College (Goshen, Indiana, EE.UU.), y coautor (con el canadiense Royden Loewen) de Seeking Places of Peace‚ÄîNorth America, el quinto y último tomo de la colección de Historia Menonita Mundial.

    Un “tabernáculo de la zarza ardiente” armado para reuniones de evangelización de los Hermanos en Cristo, en Leedy, Oklahoma, en 1919. Los Hermanos en Cristo representan una comunidad anabautista moldeada por numerosos movimientos de renovación espiritual. Foto gentileza de la Biblioteca y Archivos Históricos de los Hermanos en Cristo

    Michael Sharp, obrero del Comité Central Menonita (MCC), visita a Elizabeth Namavu y sus hijos como parte de su labor en la República Democrática del Congo. Muchos menonitas y Hermanos en Cristo de EE.UU. han entablado vínculos en todo el mundo, a veces mediante el servicio con el MCC. Foto: Jana Asenbrennerova

    Durante la Primera Guerra Mundial, muchos varones menonitas y Hermanos en Cristo fueron encarcelados por negarse a ser reclutados por el ejército, debido a su compromiso con el evangelio de paz. Véase aquí varios menonitas que cantan himnos en prisión. Foto gentileza de los Archivos de la Iglesia Menonita USA

    A principios de la década de 1950, mujeres de First Mennonite Church de Bluffton, Ohio, EE.UU., envasan carne para los programas de ayuda humanitaria del Comité Central Menonita para su distribución mundial. Foto gentileza de los Archivos de Bluffton University.

    Overflow, una banda de alabanza integrada por jóvenes de las congregaciones de los Hermanos en Cristo de habla hispana, de Miami, Florida y alrededores, toca en un culto de la convención de la iglesia en 2014. Un tercio de todos los Hermanos en Cristo de Estados Unidos habla español. Foto: Will Teodori/ BIC U.S. Communications

  • Tenía 17 años cuando el capitán del ejército me llamó al frente y me preguntó: “¿Qué harías si esta noche atacan este batallón? ¿Qué harías si alguien viene a dispararte?” “Yo oraría”, le respondí.

    En ese momento sentí un fuerte dolor en la cabeza. El capitán me había pegado con un golpeador de lira. La lira es un instrumento musical de metal que produce sonido cuando se lo golpea con un golpeador de fibra de vidrio. El dolor era muy intenso. El capitán volvió a preguntarme: “¿Qué vas a hacer si alguien te ataca y te golpea?” Yo le dije: “No voy a defenderme”. Él me golpeó otra vez. Nuevamente me preguntó: “¿Por qué quieres ser cristiano? ¿No vas a defender tu país?” “Yo sigo a Cristo porque he encontrado vida en Él”, fue mi respuesta.

    ¿Por qué estaba respondiendo así? En ese momento sólo tenía 17 años. Era una época de muchas dudas para mí. De hecho estaba viviendo una crisis espiritual al punto de casi perder mi fe. Había salido de mi iglesia, no tenía convicciones anabautistas, el servicio militar era obligatorio en Colombia y mis convicciones cristianas no eran tan fuertes como para ir a la cárcel por ellas.

    Caminemos sumando aprendizaje

    Creo que la razón por la cual tenía valor suficiente para responder como lo estaba haciendo la encontramos en un pasaje de la Escritura: Lucas 24. En este texto se nos relata la historia de dos discípulos que van camino a Emaús después de la muerte y resurrección de Cristo. “Caminar” en el evangelio de Lucas tiene un significado muy especial; tiene que ver con un modo de vida o conducta. Caminar en este evangelio se relaciona con discipulado.

    En Lucas muchas lecciones se aprenden en el camino. En esta ocasión los dos discípulos estaban discutiendo. Ellos no estaban de acuerdo. Jesús se hace presente en medio de la discusión y les pregunta: “¿De qué van hablando por el camino?” El verso 15 en el idioma original nos da la idea de una fuerte diferencia de opinión entre los dos discípulos.

    Caminemos pese a los desacuerdos

    ¿Es posible caminar juntos si no estamos de acuerdo? ¿Es posible vivir en una comunidad como la nuestra con tanta diversidad? Cuando observamos el mapa del Congreso Mundial Menonita notamos inmediatamente cómo el movimiento anabautista se ha esparcido alrededor del mundo. ¿Es posible caminar juntos en nuestra comunidad global cuando tenemos tantas diferencias culturales, teológicas y eclesiales?

    En el texto de Lucas, los dos discípulos que habían salido de Jerusalén estaban en profundo desacuerdo. Probablemente habían llegado al punto de cuestionarse si valdría la pena seguir juntos. Pero esa no es la forma en que Jesús quería que sus discípulos dejaran Jerusalén. Salir de Jerusalén, enfrentar nuestra misión y llamado es algo que no se puede hacer en división. Jesús quería que sus discípulos salieran de Jerusalén llenos del Espíritu para dar testimonio, y no en la forma en que estos dos discípulos lo habían hecho. Probablemente por eso los dos discípulos tenían que regresar a Jerusalén.

    “Si quieres llegar rápido, camina solo, si quieres llegar lejos, camina con otros”, dice un conocido refrán africano. Eso lo descubrieron los discípulos en el camino a Emaús. Es al final del viaje en comunidad, de caminar juntos a pesar de las diferencias, y justo después de celebrar la comunión, que los ojos de los discípulos fueron abiertos y su entendimiento de Cristo fue aclarado (Lucas 24:30-31). Como resultado ellos regresaron a Jerusalén en unidad.

    Caminemos de distintas maneras

    El tema de nuestra Asamblea, “Caminemos con Dios”, refleja varias lecciones que podemos aprender de este pasaje. Hemos querido mantener en cada idioma una idea diferente de lo que es caminar con Dios:

    Walking, la palabra en inglés, tiene que ver con una acción constante. Es un proceso que no tiene final, es continuo y por lo tanto requiere la vida entera. Al caminar con Dios necesitamos preguntarnos constantemente: “¿qué estamos dejando atrás? ¿Qué necesitamos llevar en este viaje?”

    Caminemos, la palabra en español, es una invitación. Se trata de una invitación a dejar los temores, a abrir el corazón para ser vulnerables. Este viaje requiere paciencia: necesitamos esperar a aquellos que no caminan tan rápido como nosotros y que están cansados. Si actuamos con individualismos e independencia y consideramos que no necesitamos ayuda, la tentación de separarnos será muy fuerte. Sin embargo, la invitación para caminar juntos sigue en pie.

    En marche, las palabras en francés, implican involucrarse completamente en este caminar. Seguramente habrá tensiones con otros caminantes, tensiones que producirán muchos sentimientos encontrados. Pero si caminamos totalmente comprometidos con Dios y con los demás, las tensiones o problemas que encontremos nos llevarán a ser transformados. Si no caminamos completamente comprometidos, esas mismas tensiones o problemas nos llevarán a la fragmentación.

    La siguiente parte de la frase with God/con Dios/avec Dieu, nos habla de la comunión con Dios. Es imposible caminar juntos si no caminamos con Dios. Estos discípulos en el camino a Emaús caminaban juntos a pesar de sus diferencias porque Dios estaba como centro en su caminar. Ellos descubrieron que la unidad no es algo que se logra milagrosamente al final; es algo que se construye en el camino. Dicha unidad trae una transformación que sólo puede encontrarse en comunidad.

    Cada día durante esta Asamblea reflexionaremos sobre diferentes momentos que advertimos en nuestro caminar con Dios. Como seguramente lo experimentaron los discípulos en el camino a Emaús, habrá momentos de duda y momentos donde estaremos seguros de ir por buen camino. Habrá momentos donde tendremos conflictos y habrá tiempo para reconciliarnos. Habrá momentos en los que querremos caminar solos en autonomía, pero habrá tiempos en los que reconoceremos nuestra necesidad de caminar en comunidad. Habrá momentos en donde necesitaremos recibir ayuda, y momentos donde estaremos listos para ayudar. Ésta es la vida del discipulado. Estamos en un proceso, no hemos llegado aún a la meta, pero estamos avanzando.

    Este pasaje me ayuda a entender por qué respondí al capitán del ejército como lo hice. A mi lado había otros cuatro soldados que también eran cristianos. No eran menonitas, no eran anabautistas. Pero cuando el capitán les hizo las mismas preguntas ellos respondieron que solamente obedecían a Jesús, y que no estaban dispuestos a matar para defenderse. Muchos de estos amigos míos estaban en el suelo debido al dolor ocasionado por los golpes recibidos. Así que pude responder como respondí porque había encontrado una nueva comunidad en ese lugar. Cuatro amigos con los que estaría listo para caminar en medio del sufrimiento, la violencia y la persecución. Cuatro amigos a quienes podría decir “caminemos con Dios” a pesar de nuestras diferencias. Y yo quiero decirles esta noche, “caminemos con Dios”, caminemos durante esta semana y durante los años que vendrán. ¡Bienvenidos!

    César García, disertante vespertino el martes 21 de julio de 2015, en la 16ª Asamblea, es secretario general del Congreso Mundial Menonita y reside en Bogotá, Colombia.

     

     

     

     

     

     

     

     

  • La misericordia del Espíritu Santo nos fortalece en nuestras pruebas

    “Alabado sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Pedro comienza su carta alabando al Señor, alabanza que es una celebración de la adoración. Dicha expresión de alabanza a Dios se encuentra frecuentemente en las doxologías, especialmente en los Salmos. Por ello, es probable que las primeras iglesias de Asia Menor hayan comprendido que Pedro iniciara su carta adorando a Dios.

    Pero esto me suena un poco extraño. Pensando en el trasfondo de esta carta, los cristianos de las iglesias de Asia Menor enfrentaban una situación de riesgo. Había una alta posibilidad de que ellos perdieran la vida a causa de la persecución que sufrían en todo el mundo. Pablo escribió su carta a los cristianos ante esta situación tan cruel. Sólo pregunto lo siguiente: ¿Cómo podemos alabar a Dios en una situación penosa? ¿Cómo pudo Pedro hacerlo? ¿Cómo pudieron comprender esta carta las personas de la iglesia primitiva?

    Cuando las circunstancias apremian

    Ciertamente, Pedro escribió esta carta a los cristianos. Confiaba en estas iglesias y respetaba a las personas que pertenecían a ellas. Conocía muy bien la situación apremiante de lágrimas y llanto. Seguramente esta carta les haya recordado que, como pueblo elegido de Dios,  “serían rociados con su sangre” (1:2).

    Pedro sabía que sus lectores conocían el significado de la sangre en la realidad inminente, porque mucha gente moría. Y, aún hoy día, sabemos que mucha gente sigue muriendo.

    Cuando enfrentamos una realidad inalterable y las circunstancias nos derrotan, aparece la lucha. Aferrados firmemente a nuestra fe, seguimos luchando. Esta lucha nos causa una sensación de ansiedad, inquietud y miedo. Nos deprimimos y nuestro corazón está abatido; nos volvemos temerosos.

    Esto nos sucede a todos, especialmente cuando vivimos momentos inciertos en  circunstancias apremiantes. Esta instancia es muy dolorosa porque la realidad nos desafía. Las preguntas nos hacen dudar y las dudas nos hacen abandonar nuestras convicciones. Luego nos deprimimos, y la autocompasión nos produce una sensación de desdicha. Nos  acobardamos y retrocedemos por el miedo.

    Fortalecer el corazón abatido

    Sin embargo, la Biblia dice, “…en su gran misericordia”. El carácter japonés kanji para la palabra misericordia (originalmente un pictograma del carácter chino), muestra a alguien que plancha un corazón encogido, utilizando una plancha antigua, y no la eléctrica moderna que usamos actualmente. Con esta plancha antigua, alguien “plancha” nuestro corazón “encogido” a una temperatura moderada, ni alta ni baja, sino la temperatura justa.

    Es la obra del Espíritu Santo. El Consolador fortalece una y otra vez nuestro corazón  abatido, con lo justo y necesario para la sanación y renovación de nuestro ser.

    Dios ha hecho esto con nosotros y continúa haciéndolo aún hoy. Y este Dios levantó a Jesús de la muerte.

    En el contexto del versículo de 1 Pedro, mucha gente moría. Y en el presente mucha gente aún sigue muriendo. Pero este Dios levantó a Jesús de la muerte entre los que morían. Jesús murió como muere cualquier otra persona, pero su muerte trasformó la muerte en victoria. (1Corintios 15:54-55)

    Ésta es la obra del gran poder de Dios. Y el poder de Dios obra en todos nosotros para proteger nuestra fe del peligro, y restaurar nuestra convicción en la gran misericordia de Dios.

    A veces decimos que tenemos fe. Pero la fe no es algo que tengamos dentro de nosotros desde un principio, ni es algo que nazca en el interior de nosotros. Más bien, la fe es algo que traemos a nuestras vidas desde fuera de nosotros mismos.

    Mediante la ayuda de Dios, tenemos la certeza de que todos hemos sido renovados al creer que Cristo fue resucitado. En el poder supremo de Dios podemos ver nuevamente una esperanza viva a través de la resurrección. Y en esta esperanza viva hay una vida que da vida verdadera.

    La luz de nuestra esperanza viva

    Pedro desea contarle a la gente de este gozo para que pueda salvarse a la luz de esta esperanza viva. Sabe muy bien lo desdichado que había sido. Por medio de la sangre de Cristo, Pedro halló algo que nunca había conocido. A través de la resurrección, Pedro se renovó a la luz de la esperanza viva. Descubrió que lo único que hay que hacer es vivir a la luz de esta esperanza viva. Como cristianos, ésta es nuestra esperanza en la salvación que será revelada en el último tiempo de Cristo.

    Entonces, Pedro pudo alabar a Dios. Nos parece escuchar su voz firme, alabando y cantando con lágrimas. Aunque Dios nos desafíe, le alabamos.

    Por supuesto, podremos tropezar con obstáculos y quizá algunas veces podremos caer. Pero nuestra fe nunca desaparecerá, gracias al escudo de Dios. No hay nada que pueda vencer este escudo. Nuestro Dios seca todas las lágrimas de nuestros ojos. (Apocalipsis 7:17)

    Una vez más nos parece escuchar voces de júbilo en esta carta. Y ahora también unimos nuestras voces para alabar y cantar, y así seguir a nuestro Señor Jesús.

    Padre Celestial y Señor,

    ten misericordia de este mundo,

    con tu constante amor y tu abundante misericordia.

    Restaura en nosotros el gozo de tu salvación

    y mantén en nosotros un Espíritu dispuesto.

    Permítenos desde ahora caminar nuevamente en la esperanza viva,

    para seguir como discípulos de Jesús nuestro Señor.

    Amén

    Yukari Kaga, de Japón, disertante vespertina el miércoles 22 de julio de 2015, en la 16ª Asamblea. Yukari es responsable de la pastoral de varias pequeñas congregaciones menonitas de Hokkaido. Además, es directora del Centro Misionero de Paz y colabora en el Centro Menonita de Educación e Investigación de Japón.   

     

  • Luz y esperanza para quienes andan en la oscuridad

    Nzuzi Mukawa  

    Actualmente, la seguridad del mundo está amenazada por conflictos internacionales, intertribales e incluso interreligiosos. En ocasiones, las fuerzas de seguridad tienen conflictos con la misma gente que se supone deben proteger. El terrorismo ha creado un clima de inseguridad a nivel internacional. Algunos países están siendo destruidos por guerras: por ejemplo, Ucrania, Siria y Yemen. Los movimientos político-religiosos como Al Qaeda, el Estado islámico y Boko Haram derraman sangre en nombre de la religión. Las opiniones y filosofías dividen a la gente y generan desunión en las familias.

    El conflicto debilita las unidades sociales básicas de una sociedad fuerte y equilibrada. Puede causar divorcios. Expulsa a los niños a la calle. Genera enemigos dentro de las familias; quiebra empresas y crea desempleo.

    La iglesia, desde sus comienzos, no ha estado exenta de conflictos, ya sea internos o externos. A nivel externo, la iglesia ha sido y sigue siendo víctima de persecuciones. Internamente,  siempre ha tenido que enfrentar controversias y conflictos jerárquicos. Por ejemplo, los anabautistas tuvieron que abandonar el movimiento de la Reforma protestante en el siglo XVI debido a un conflicto.

    Nuestro mundo, no importa cuán pacífico parezca, está dominado por conflictos. Ante esta situación, ¿cómo puede hoy en día la iglesia en general y los cristianos en particular, caminar hacia la reconciliación en este mundo contencioso? ¿Es posible que la iglesia y los cristianos promuevan la reconciliación en un mundo donde los conflictos están ganando terreno?

    Análisis de 1 Samuel 25:1-35

    El relato en 1 Samuel 25:1-35 nos brinda una historia que sirve de ejemplo para caminar hacia el conflicto, y desde el conflicto a la reconciliación.

    Al analizar este texto podremos determinar las implicancias prácticas que nos ayuden a captar el concepto de Dios sobre el conflicto y la reconciliación. 

    Caminemos hacia el conflicto (vv. 1-13)

    En los versículos 2 al 13 del relato en 1 Samuel 25, nos encontramos con Nabal, Abigaíl, David y sus mensajeros. Estos personajes aparecen en varios encuentros que conducen a una enemistad  que culmina en un conflicto.

    Nabal era un hombre muy rico que carecía de valores espirituales y fortaleza de carácter (vv. 2-3). En otras palabras, era un hombre duro, que carecía de bondad. La dureza de corazón de Nabal iba acompañada de malicia.

    Cuando David se enteró de que las ovejas de Nabal estaban siendo esquiladas, envió a algunos de sus siervos a pedirle ayuda a Nabal para el grupo de David que estaba en el desierto. Era un momento oportuno para que David pidiera ayuda, porque el día de la esquila era un día de alegría y festividades para los judíos.

    En su mensaje a Nabal, David le mostró bondad, gentileza y humildad. Era militarmente superior a Nabal, pero empleó una voz pacífica, apelando a sus sentimientos de gratitud. Le recordó que el grupo de David había protegido las ovejas de Nabal en el desierto.

    A pesar del esfuerzo de David para acercarse a Nabal con una actitud pacífica, Nabal responde a su bondad con dureza, a su cortesía con desprecio y a su confianza con arrogancia y odio (vv. 10, 11). La malicia de Nabal frente a la bondad de David lleva al conflicto (v. 13) porque David se enoja mucho y decide responder a la violencia de Nabal con violencia.

    De estos primeros trece versículos aprendemos que cuando se oponen  mentalidad y carácter, egoísmo e información, éstos son los factores principales que generan el conflicto en esta historia:

    • La dureza y malicia de Nabal se oponen a la buena fe y cultura de paz demostradas por David (vv. 6-8). Impulsan a ambas partes a caminar hacia el conflicto.
    • El egoísmo de Nabal lo lleva no sólo a negarse a compartir lo que tiene con los necesitados, sino también a negarse a reconocer y agradecer a quienes le han ayudado a proteger sus bienes. Es por ello que David se enojara tanto que decidió emplear la violencia para darle a este hombre una lección.
    • La comunicación entre David y Nabal fue manejada por los mensajeros, que también desempeñaron un papel activo en este conflicto. La forma en que comunicaron la información, y cómo la entendieron quienes la recibieron, también contribuyó a detonar el conflicto.

    Los factores que generan el conflicto en este pasaje son los mismos de la actualidad. ¿Cómo puede la iglesia promover la paz en tales circunstancias?

     

    Del conflicto a la reconciliación (vv. 14-35)

    En la segunda parte de nuestra historia comienza otra secuencia de eventos. Los actores principales son el siervo de Nabal, Abigaíl y David.

    La reacción de Nabal no deja a su equipo indiferente. Los siervos de Nabal desaprobaron la forma en que actuó, y esperaban que hubiera represalias de David y sus siervos. No era justo que su amo hubiera enviado a los hombres de David con las manos vacías después de que ellos habían sido hospitalarios con los siervos de Nabal en el desierto (vv. 15-16). Un hombre prudente, ve el peligro y se esconde (Proverbios 22:3; 27:12); este siervo ayudó a su señora a entender la situación. Le propuso una forma de eludir a su amo, cuyo carácter no le permitiría aceptar la reconciliación que traería paz (v. 17).

    Abigaíl prestó mucha atención y decidió caminar en medio del conflicto hacia la reconciliación. El proceder de Abigaíl en dicha situación demostró valentía, tacto y humildad (vv. 18-20). Su estrategia pacífica fue construida en torno a un equipo que bregaba por la paz (v. 19). Ella enfrentó el conflicto con un plan pacífico (v. 20), mientras procuraba superar los obstáculos a la paz (v. 19). Pidió perdón sin avergonzarse, y ofreció satisfacer las necesidades y calmar los ánimos.

    ¿Qué lección podríamos aprender de la forma en que esta mujer ejemplificó la resolución del conflicto, y de su proceder para lograr la reconciliación?

     

    Reconciliación: el camino a la resolución de conflictos

    Dios no quisiera que sus hijos se involucren en conflictos, sino que promuevan la paz (Ef 4:1-3) como lo hizo Abigaíl. Ella siguió el camino de la reconciliación que renuncia a la hostilidad, y restablece la civilidad y la comunión entre las partes anteriormente hostiles.

    La reconciliación es una necesidad apremiante en nuestro mundo. Es la necesidad de restablecer la comunión entre Dios y la humanidad (Ro 5:8-11; 2Co 5:18,19; Col 1:19-22), entre seres humanos (Ef 2:11-22), y de restablecer la armonía en toda la creación (Ro 8:18-22).

    La esperanza de nuestra reconciliación está enraizada en la obra de Cristo en la cruz, que borró la ira y el juicio de Dios sobre la humanidad. La cruz de Cristo brinda la reconciliación. Sobre la cruz, Cristo borró el acto que nos condenaba y triunfó sobre la hostilidad y todas las barreras culturales que nos separaban (Col 2:14,15) 

    La obra de la cruz nos da paz y justicia, que no es sólo para la iglesia sino para el mundo entero. Somos llamados no sólo a creer en la paz y la justicia, sino a aplicarlas a todos sin distinción ni discriminación, y promoverlas en el mundo entero mediante la proclamación de las buenas noticias   de salvación.

    Siguiendo el ejemplo de Cristo, la iglesia debe bregar por el amor, la paz y la justicia, a pesar del precio que se deba pagar (Is 11:1-5; 61:1-3; Lc 4:13, 19). La iglesia debe demostrar compasión  mediante su capacidad de ver y escuchar el clamor de los oprimidos, e identificarse con las causas justas. Sólo Dios nos reconcilia con él mismo, al sacrificar a Jesús en la cruz, eje central de la reconciliación.

    La reconciliación entre los seres humanos está arraigada en Cristo, quien es la paz del mundo (Ef 2:14-17), y la fuente de unidad para toda la humanidad (Jn 17:11, 22, 23).

    En lo que respecta a nosotros, el proceso de reconciliación pasa a través de la resolución de conflictos, no sólo a nivel personal, sino también a nivel étnico y tribal, y a nivel de la iglesia.

    Resolución de conflictos a nivel personal

    La Palabra de Dios nos enseña que la mejor manera de resolver conflictos es a nivel personal, e implica que confesemos a Dios los pecados de los que estamos conscientes (1 Jn 1:9-10; Sal 139:23-24); y que nos comprometamos a pedir perdón y a no repetir la misma falta (Ef 4: 32; Stg 5:16).

    Los Evangelios nos proponen cómo proceder:

    • Que oremos sinceramente a Dios y pidamos perdón;
    • Que hablemos a solas con la otra persona;
    • Que hablemos con la otra persona en presencia de dos o tres testigos;
    • Que hablemos con la otra persona ante la iglesia (Mt 18:15-17).

    Es necesario el deseo de honrar a Dios y amar al otro para que los conflictos se resuelvan (Sal 34:14). Debemos siempre buscar la ayuda divina y pedir sabiduría, autocontrol y las palabras adecuadas (Prov 16:32; Stg 1:5).

    Además, debemos seguir las reglas de la buena comunicación: escuchar al otro, decir la verdad, hablar de manera justa con amor, expresar claramente las ideas, hablar con integridad para la gloria de Dios y el bienestar del otro. El objetivo de la buena comunicación es la resolución de los problemas que generan conflictos. Finalizar la reunión con oración y palabras fraternas o bondadosas (Stg 3:13-18).

    Resolución de conflictos a nivel étnico, tribal y racial

    Los conflictos étnicos, tribales y raciales con frecuencia averg√ºenzan a la iglesia. Nuestro silencio parece ser una forma de complicidad, a tal grado que hoy sabios pensadores acusan a la iglesia de crear o de participar en esta clase de conflictos, tales como la historia y herencia del racismo y tráfico de esclavos, holocausto judío, apartheid, limpieza étnica, discriminación contra pueblos originarios, violencia interreligiosa, política y étnica, el sufrimiento de los palestinos, opresión de castas y genocidio tribal.

    Ante esta situación, convoco a pastores, líderes de iglesias y a lectores, a enseñar la verdad bíblica sobre la diversidad étnica, pero también a reconocer el elemento de pecado en esos grupos étnicos. En Cristo, todas nuestras identidades étnicas se subordinan a nuestra identidad como valores adquiridos en la cruz. En términos prácticos, la iglesia debe:

    • Priorizar la sanación y reconciliación: en caso de agresión, se permite la autodefensa, pero no el uso de violencia. Siguiendo el ejemplo de Jesús que no empleó armas cuando lo amenazaron, la iglesia debe seguir los pasos del maestro. Debe mostrar preocupación por sus enemigos (como se ilustra en la parábola del buen samaritano), y practicar la no violencia como la vía a la reconciliación.
    • Promover la justicia es una manera importante de reducir los conflictos étnicos y religiosos en el mundo. Para lograrlo, la iglesia debe comprometerse profundamente a enfrentar la injusticia, el etnocentrismo, el racismo y la opresión. Debe comprometerse con la reconciliación e identificarse con los oprimidos, promoviendo la justicia para ellos.
    • Desarrollar una iglesia inclusiva: la iglesia no puede ser un lugar para las divisiones étnicas y la discriminación racial; más bien, debe ser un espacio donde todos sean invitados y convocados a la comunión. Los líderes no deben ser elegidos en base a criterios que favorezcan la etnicidad o raza sobre la espiritualidad. La iglesia no debe tener una agenda étnica. Es una entidad de ‚Äúunidad en la diversidad‚Äù, donde todos los miembros son uno en Cristo como se enseña en Gálatas 3:28. La iglesia es un nuevo grupo étnico en el que existe protección mutua y seguridad para todos.
    • Tener principios cristianos que guíen nuestro enfoque respecto a la política y la administración de la propiedad pública: las opiniones políticas no deben definirse en base a prejuicios étnicos, tribales o raciales, sino a principios cristianos. Los cristianos que son políticos deben tratar a todos correctamente sin prejuicios basados en ideologías políticas o religiosas. Los políticos deben evitar el favoritismo étnico y el fanatismo religioso, que a menudo fomenta el odio.
    • Practicar el amor y perdonar a los enemigos: orar por los enemigos es una de las señales de obediencia y sumisión a Jesucristo. Debemos amar a los demás porque son creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 9:6; Stg 3:9). El perdón con frecuencia es muy difícil de otorgar, especialmente cuando somos víctimas de injusticia, odio y opresión. Pero debemos estar dispuestos a obedecer la Palabra de Dios.

    Resolución de conflictos en la iglesia

    El camino hacia la reconciliación requiere que la iglesia obedezca los principios de las Escrituras y los defienda ante el mundo mediante su estilo de vida. Debe mostrar transparencia al confiar en las enseñanzas bíblicas. La iglesia debe seguir contando con la ayuda de Dios de modo que pueda resolver los conflictos más eficazmente. Debe evitar la falta de respeto a sus propios documentos legales y jurídicos.

    La iglesia debe evitar el favoritismo. En este rol profético, debe estar atenta y activa a fin de:

    • Remitirse siempre a los preceptos, mandamientos y voluntad de Dios; y comunicarle al mundo estas cosas.
    • Descubrir la verdadera naturaleza de los problemas de la iglesia y del mundo, estudiando profundamente las causas, motivos, fuentes y orígenes tanto cercanos como lejanos, a fin de proponer soluciones sin tomar partido.
    • Buscar soluciones pacíficas y enfrentar las políticas pecaminosas de exclusión y marginalización. La iglesia debe priorizar los sistemas políticos que promuevan la unidad y reconciliación.

    La reconciliación del pueblo con la creación

    Debemos ser un pueblo que cuide de la creación, porque la reconciliación también incluye la creación. La vida humana y la creación están estrechamente unidas porque la tierra  cuida de nosotros (Gn 1: 29,30); la tierra sufre con nosotros debido a los pecados de la humanidad que ha tenido graves consecuencias (Os 4:1-3); la redención de Dios incluye la creación (Sal 96:10-13); todo fue reconciliado en la cruz (Col 1:15-23); y las buenas noticias incluyen toda la creación.

    A la luz de esta situación, la iglesia en general y los cristianos en particular deben estar a la vanguardia de los esfuerzos para proteger la creación. Debemos tener un gran deseo de vivir en un planeta verde, evitando el desperdicio de energía, reduciendo nuestro consumo de carbono, reciclando residuos en nuestro medioambiente y evitando la contaminación.

    En la misma línea, debemos apoyar las iniciativas políticas y económicas que protejan el medioambiente de toda clase de destrucción. Por consiguiente, debemos apoyar a los que han sido llamados y enviados por Dios con una misión especial para proteger el medioambiente, y desarrollar investigaciones científicas en las áreas de ecología y conservación de la naturaleza.

    Conclusiones

    En resumen, la violencia ha sido usada de muchas maneras distintas para resolver los incesantes conflictos en todo el mundo. Pero, la experiencia demuestra a lo largo de toda la historia que este camino no ha tenido éxito en aportar soluciones a los problemas del mundo. El camino de la violencia implica odio, ira y venganza en lugar de la resolución pacífica de los conflictos.

    Por cierto, la no violencia es la solución definitiva a los conflictos. Es el camino para resolver conflictos en las congregaciones locales.

    Cristo fue no violento cuando enfrentó conflictos. Por tanto, él nos define el modelo que deberíamos usar cuando resolvamos conflictos. Optar por el modelo no violento en el proceso de resolución de conflictos, como hemos descubierto en la historia de Abigaíl, no es sinónimo de aceptar pasivamente la injusticia y la agresión sin protegernos. Significa que no usamos la fuerza como medio para resolver conflictos.

    La iglesia debe oponerse activamente a los conflictos religiosos y étnicos. Y sólo el amor al enemigo y la determinación de no usar la fuerza o la violencia puede oponerse a los conflictos y enfrentar pacíficamente al enemigo. Esto es posible al eliminar las estructuras de injusticia, que deben ser reemplazadas con buenas estructuras centradas en Dios.

    La diversidad étnica es el don y el plan de Dios en la creación. Ha sido manchada y deformada por el pecado y orgullo humanos que producen confusión, contiendas, violencia y guerras entre naciones.

    Sin embargo, esta diversidad será preservada en la nueva creación cuando la gente de todas las naciones, de todas las tribus, de todos los pueblos y de todas las lenguas, sea reunida porque  conformará el pueblo que Dios ha redimido.

    Por el bien del evangelio, pido al cuerpo de Cristo, colectiva e individualmente, que se arrepienta y pida perdón en todos los lugares donde haya participado en la violencia, injusticia y opresión.

    Actualmente, la iglesia debe abrazar el gran poder de la reconciliación que se encuentra en el evangelio, y realmente aprender sobre él, porque Cristo no llevó nuestros pecados en la cruz solamente para que nos reconciliáramos con Dios, sino también para destruir nuestras enemistades, de modo que pudiéramos reconciliarnos unos con otros.

    Adoptemos un estilo de vida reconciliador al perdonar a aquellos que nos persiguen, y tengamos la valentía de exponer la injusticia que ellos han ocasionado a otros. Brindemos ayuda y hospitalidad a los que están del otro lado de un conflicto, y tomemos la iniciativa de superar las barreras a fin de lograr la reconciliación. Sigamos dando testimonio de Cristo en contextos de violencia, siempre dispuestos a sufrir, o incluso a morir, en lugar de participar en actos de destrucción o venganza. Comprometámonos con el largo proceso de sanar las heridas, convirtiendo la iglesia en un lugar seguro y sanador para todos, incluyendo a antiguos enemigos.

    Debemos ser una luz radiante y una fuente de esperanza. Debemos compartir este testimonio: ‚ÄúDios en Cristo, reconciliando consigo a todos los pueblos‚Äù. La cruz y la resurrección de Cristo nos otorgan la autoridad para confrontar los poderes demoníacos del mal que agravan los conflictos humanos.

    Nzuzi Mukawa, de la República Democrática del Congo, disertó en la Asamblea 16 el jueves 23 de julio de 2015. Nzuzi es responsable del equipo de la Misión de los Hermanos Menonitas del √Åfrica subsahariana, es profesor de Misiones y pastor adjunto de una congregación de los Hermanos Menonitas en la Rep. Dem. del Congo.

     

  • Aviso sobre el autor (abajo)

    Sigamos con ánimo: cumplamos la ley bidireccional del Reino

    Somos,  ante todo, una iglesia de paz porque somos  la iglesia de Jesús, y Jesús nos guía por el camino de la paz. Nos importa la justicia porque nos importa Jesús, y a él le importa la justicia. Nos importa la reconciliación y nos importa la Palabra de Dios impresa, porque quisiéramos conocer la Palabra de Dios en persona.

    Jesús está en el centro de quién somos. Y, a medida que sigamos manteniendo nuestras vidas centradas en Jesús, y seamos cuidadosos del mensaje claro y sencillo de Jesús, se lo devolveremos al resto del cuerpo de Cristo como un don que a todos nos hará más saludables. 

    El amor es el fruto del Espíritu

    Quisiera hablarles sobre el amor como se manifiesta en el fruto del Espíritu y otros pasajes del Nuevo Testamento. La obra del Espíritu en nosotros es la obra del amor. En la medida que obremos en contra del amor, obramos en contra del Espíritu en nosotros; en la medida que reconozcamos e identifiquemos el amor, avanzaremos en colaboración con el Espíritu Santo.  

    La mayoría de los estudiosos concuerdan que cuando Gálatas 5 enumera el fruto del Espíritu, no comienza sólo con el amor. El amor es el fruto del Espíritu y lo que sigue son ocho descripciones de cómo es el amor. Al igual que 1 Corintios 13, ésta es una lista representativa. El fruto del Espíritu es el amor, y empezarán a reconocerlo cuando vean alegría, paz, paciencia, amabilidad y bondad, mansedumbre y autocontrol.

    Con el tiempo, estoy cada vez más convencido de la centralidad del amor en nuestra adoración a Dios, y cómo Él nos llama a adorarlo amando a los que nos rodean. Es cada vez más importante  que lo identifique y me entregue a dicho amor como forma de adoración. 

    Mientras crecía, me parecía que era prioritario resolver adecuadamente mi relación con Dios. Esto lo hacía dedicándome más y más a centrarme en mi relación vertical. Cuando finalmente lo hubiese logrado, se produciría un desborde en la gente que me rodeaba. Aprendería a amar bien a los demás, pero antes era necesario asegurarme de estudiar las Escrituras en privado, orar en privado, meditar en privado. Puse énfasis en todo ello.

    El segundo mandamiento

    Conforme crecemos, nos motivan a tener esos momentos de expresión espiritual en privado, pero Jesús fue el primero que empezó a desafiarme a que fuera más allá. Cuando un líder religioso le preguntó cuál era el mandamiento más importante, Jesús le respondió uniendo en uno solo los dos mandamientos principales. El mandamiento más importante, en singular. Jesús dijo que era, amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, mente y fuerza. Imagino al líder religioso que había formulado la pregunta diciendo, muchas gracias, y a punto de irse. Luego, Jesús le dijo, y el segundo es similar.

    ¿El segundo? ¿A cuál? No había preguntado por los dos más importantes, había preguntado por uno. Pero Jesús no le daría sólo uno, y listo. ¿Cuál es el máximo mandamiento? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente…y, el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37–39).

    Y entonces Jesús dijo, “de estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (Mateo 22:40). Los une con una suerte de espiritualidad bidireccional que se eleva (extendiéndose hacia arriba), y se vincula (acercándose a la comunidad). Si nos olvidamos de vincularnos, no estamos  elevándonos verdaderamente. 

    Según Juan, el apóstol, “si alguien dice, ‘amo a Dios’ y aborrece a su hermano o hermana, es un mentiroso” (1 Juan 4:20). Juan no dice que está desequilibrado. No dice que es necesario que crezca su amor por su hermano o hermana, y no sólo que ame a Dios. No, afirma, si dices, amo a Dios, pero no amas a tu hermano y hermana, eres un mentiroso. Es necesario que los dos confluyan. No digas que amas a Dios y no amas a los que te rodean, quienes reflejan la imagen de Dios a su semejanza.

    Es como si Jesús supiera que el impulso religioso fuese priorizar tanto a Dios, que podríamos usar la religión como excusa para no amar a los que nos rodean.

    Jesús dijo, amarás al Señor tu Dios con todo lo que tengas. Esa es tu misión en la tierra. Pero sin un enfoque bidireccional, podríamos usar ese amor a Dios para justificarlo todo, desde matarnos a nosotros mismos y a los demás, torturar a gente, quemar a herejes en la hoguera, a incursionar en guerras no sólo contra otras religiones sino otras tribus dentro de nuestra propia religión. 

    Hay tanta conducta antiCristo en la que podríamos participar en nombre del amor a Dios, si eso fuera en lo que quisiéramos centrarnos.

    Y no sólo conducta violenta. Si nos centráramos tanto en Dios, hasta podríamos ignorar a los que están alrededor de nosotros.

    ¿Quién podría cuestionar el hecho de dedicarle más tiempo a Dios? Más tiempo para meditar, más tiempo para orar, más tiempo para estudiar; parece algo tan sagrado. Pero Jesús dijo, no lo permitiré. Van a amar a Dios y van a amar a su prójimo como a sí mismos, y si no hacen lo primero, mienten respecto a lo segundo.

    Más allá de la ética de una roca

    Mis hijas asistieron a un campamento diurno, al que también iban niños/as con capacidades intelectuales diferentes. Cuando las llevaba a la mañana y las retiraba a la tarde, aprovechaba esta experiencia del campamento de verano para reforzar lo que significaba amar como Jesús dice que hay que amar.

    Les dije a mis hijas, “quisiera que tomen la iniciativa para amar. El amor no es sólo no hacer cosas malas; amar significa tomar la iniciativa de hacer cosas buenas para los demás.”

    Intenté explicarlo de manera que lo entendieran. Ellas respondieron, “ah, sí, tenemos que ser respetuosas”.

    Es más que ser respetuosas, les dije. No se trata de que sólo sean gentiles. El amor va más allá de eso.  

    Me dijeron, “bueno, no diremos nada malo”.

    No se trata de que no sean malas, se trata de que hagan el bien. Se trata de ver a una persona sentada sola, al margen, y empezar a ser bondadosa con ella. Es ágape, una palabra griega que significa la opción de vincularte con alguien como algo valioso.

    Por eso creo que la bondad es el fruto del Espíritu, no la gentileza. Ser gentil significa no hacer cosas irrespetuosas, pero la bondad significa tomar la iniciativa.

    Les di un ejemplo. Cuando nos bajamos del auto, había una roca grande. “¿Esa roca ama a alguien?” “No, las rocas no aman”, respondieron. “Pero, ¿le está haciendo daño a alguien?,” insistí.

    Lo comprendieron. La roca no estaba siendo desagradable o irrespetuosa, no estaba ofendiendo a nadie, sólo estaba allí. Las rocas no hacen nada malo; tampoco hacen nada bueno.

    Ese verano elegimos el lema de la familia Cavey: “Sigamos con ánimo.” Vayamos más allá de la ética de una roca. Este es el amor que vemos en el fruto del Espíritu.

    Esto es lo que los anabautistas me han estado enseñando en estos últimos años.

    Un nuevo mandamiento

    No basta sólo con no ser malo; amar es priorizar el cuidado de quienes nos rodean. Se convierte en la forma en que adoramos a Dios, tal es así que en el Nuevo Testamento nos encontramos con que los apóstoles hacen algo fascinante. ¿Recuerdan la espiritualidad bidireccional?

    Justo antes de que en Gálatas 5 se enumeraran los frutos del Espíritu, Pablo, el apóstol, escribió: “porque toda la ley se resume en un solo mandamiento (5:14). Un solo mandamiento. Y luego enumera el segundo mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

    ¿Jesús no dijo que de estos dos mandamientos dependen la ley y los profetas? Pablo se refiere directamente al segundo. Hace lo mismo en Romanos 13:8: “Quien ama al prójimo ha cumplido la ley”. Pedro dice lo mismo en 1 Pedro 4:8: “Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados”. Santiago, el hermano de Jesús, lo denomina “la ley del Reino” (Santiago 2:8). 

    No hallamos ninguna otra referencia en el Nuevo Testamento en la que los apóstoles citen la ley bidireccional. ¿Por qué creían que tenían el derecho de corregir a Jesús? Cuando Jesús pronunció dichas palabras, se dirigía a alguien que aún no era discípulo, alguien que necesitaba el desafío de encontrarse primero con Dios.

    Pero, a sus discípulos que han expresado, “amamos a Dios y estamos dispuestos a lo que sea para seguirlo”, Jesús les dijo, así es cómo lo harán. Su vida será amar a los demás así como se aman a si mismos. En cuanto al resto del Nuevo Testamento, éste se convierte en el mandamiento que cumple la ley para nosotros.

    Eso es lo que Jesús le manifestó a sus discípulos en Juan 13. “Este mandamiento nuevo les doy, que se amen los unos a los otros.” No es nuevo como la primera vez que lo dije, sino nuevo por ser la primera vez que figura por sí solo. Les dijo a sus discípulos, no establezcan su amor a Dios como algo separado. Establecerán su amor a Dios al obedecer este nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros. Jesús dijo lo mismo en Juan 15:12: “Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”.

    El Jesús resucitado le dijo a Pedro, ¿me quieres, Pedro? ¿Realmente, me quieres? Bueno, si así es, apacienta mis ovejas (Juan 21:17). Esto se transforma en el énfasis renovado de Cristo.

    El culto fluye

    La parábola que Jesús contó de las ovejas y las cabras se puede resumir así: la manera en la que amamos, adoramos y servimos a Jesús es amando y sirviendo a la gente necesitada que nos rodea. Por consiguiente, no desglosemos “esto es el culto y esto es el servicio”, “esto es el culto y esto es evangelización”.

    Todo es culto. Adoramos cuando cantamos, adoramos cuando oramos, adoramos cuando nos retiramos de este lugar y cuando esta Asamblea hace tiempo que haya finalizado.

    El culto continúa, y fluye y fluye y fluye, en tanto nos vinculemos con los que nos rodean. Nuestra religión no es algo que conservamos dentro de un  lugar sagrado y un espacio santo con un sacerdocio santo. Nuestra religión es el vínculo. Se concreta en cómo amamos a los que nos rodean.

    Entonces, mis hermanas y hermanos, quisiera dejarles una última reflexión.

    La iglesia se convierte en un laboratorio para que experimentemos lo que significa amar a Dios amando a las personas que tienen ideas afines. Porque cuando salimos del lugar donde se reúne la iglesia y procuramos amar a la gente fuera de la iglesia, a veces la gente lo entiende y a veces no. A veces lo reciben como un don de Dios y a veces no. A veces nos vitorean y a veces se burlan. Pero la hermandad puede ser un espacio seguro donde podamos desarrollar nuestra capacidad de amar.

    “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4: 10).

    Administramos la gracia de Dios unos a otros. Él nos confía su gracia, repartiéndola unos a otros. Qué privilegio. Qué responsabilidad.

    Como evangélico occidental, sabía del sacerdocio de todos los creyentes. Entendí que como sacerdote, no necesitaba a nadie más, éramos sólo Dios y yo; y yo podría ser el sacerdote de mi propia relación con Dios. 

    Pero, creo que para un hebreo hablar del sacerdocio de todos los creyentes, no sería como individuos vinculados con Dios, sino como sacerdotes vinculados unos con otros. Confesamos nuestros pecados unos a otros. Administramos la gracia de Dios unos a otros. Dios te ha dado la gracia de alguna otra persona, y, a su vez, le ha dado tu gracia. Dios quisiera revelarte la verdad, y animarte y nutrirte con su gracia. Lo podría hacer individualmente, pero eso nos separaría.

    En cambio, Dios le da su gracia a alguien y dice, ahora, ve y encuéntrala. Y te da la gracia de ella y dice, únanse. Administren mi gracia unos a otros para que a medida que nos unamos y aprendamos a amar y servir los unos a los otros, vivenciemos cada vez más la gracia de Dios en nuestras vidas. Qué privilegio es ser sólo la iglesia.

    Por tanto, te animo a procurar tu gracia. Y a brindar tu gracia. Dando y recibiendo la gracia, desarrollaremos nuestra capacidad de amar y de amar bien.

    Y cierro con las siguientes palabras: Sigamos con ánimo. 

    Bruxy Cavey, de Canadá, disertó el sábado 25 de julio de 2015, en la Asamblea 16. Bruxy, pastor docente de The Meeting House, una de las iglesias más numerosas e innovativas de Canadá, es miembro de los Hermanos en Cristo, escritor y conferencista en todo el mundo.


    Aviso sobre el autor

    El orador plenario de PA 2015, Bruxy Cavey, renunció el 3 de marzo de 2022 a The Meeting House, Oakville, Ontario, Canadá y como miembro de Be In Christ Church of Canada, iglesia miembro del CMM. El Consejo de Supervisores de la congregación solicitó su renuncia luego de que una investigación realizada por un tercero determinara que tuvo una relación sexual que “constituyó un abuso de poder y autoridad de Bruxy”. La denominación Be In Christ ha eliminado las credenciales ministeriales de Cavey.

    Lea más:

    Pastor resigns, admits sexual misconduct | Anabaptist World (en inglés)

  • Lea los sermones nocturnos de PA 2015 dados por César García, Yukari Kaga, Nzuzi Mukwa, Wieteke van der Molen y Bruxy Cavey. Este material podría ser una ayuda para la preparación de la celebración del Domingo de la Fraternidad Mundial en su iglesia.

    Sermones nocturnos – PA 2015

    Caminemos con Dios (César García, Colombia)

    Ellos descubrieron que la unidad no es algo que se logra milagrosamente al final; es algo que se construye en el camino. Dicha unidad trae una transformación que sólo puede encontrarse en comunidad. 

    Caminemos con dudas y convicciones (Yukari Kaga, Japon)

    Ésta es la obra del gran poder de Dios. Y el poder de Dios obra en todos nosotros para proteger nuestra fe del peligro, y restaurar nuestra convicción en la gran misericordia de Dios.

    Caminemos en medio de conflictos y reconciliaciones (Nzuzi Mukwa, RD. Congo)

    Debemos ser una luz radiante y una fuente de esperanza. Debemos compartir este testimonio: “Dios en Cristo, reconciliando consigo a todos los pueblos”. La cruz y la resurrección de Cristo nos otorgan la autoridad para confrontar los poderes demoníacos del mal que agravan los conflictos humanos. 

    Caminemos con autonomía y en comunidad (Wieteke van der Molen, Paises Bajos)

    En comunidad, no podemos permanecer solos. El interés del grupo colisionará con el del individuo, causando fricción, dolor y frustración. Pero no tenemos otra alternativa. Ser humano es ser parte de una comunidad. No podemos sobrevivir solos.

    Caminemos dando y recibiendo (Bruxy Cavey, Canadá)

    Somos, ante todo, una iglesia de paz porque somos la iglesia de Jesús, y Jesús nos guía por el camino de la paz. Nos importa la justicia porque nos importa Jesús, y a él le importa la justicia.

     

  • Algunos recordamos que el término “anabautista” fue ante todo un insulto. Esta palabra, que literalmente significa “rebautizadores”, pertenece al arsenal de otros insultos que les fueron lanzados a nuestros ancestros, no por paganos o musulmanes, sino por otros cristianos en Europa. Nos decían, “entusiastas, herejes, sediciosos y blasfemos”. Nuestros antepasados respondían al trato que recibían, por lo menos de palabra. El líder anabautista George Blaurock dijo ante el tribunal: “El Papa y su séquito son ladrones y asesinos; Lutero y sus seguidores son ladrones y asesinos, y Zwinglio [y sus colegas] son ladrones y asesinos de Cristo”.

    Este tipo de lenguaje no era nuevo para los cristianos en el siglo XVI. El lenguaje y las actitudes violentas también impregnaron la comunidad en la cual había nacido Jesús. En su Rollo de Guerra, los esenios del primer siglo, quienes se retiraron al desierto para formar una comunidad pura, describieron sus expectativas de una gran guerra en la que Dios los dirigiría contra sus enemigos: “El primer ataque de los Hijos de la Luz será realizado contra las fuerzas de los Hijos de las Tinieblas”. Con frecuencia se compara este texto con I Tesalonicenses 5:5, en el que el apóstol Pablo llama al pueblo de Jesús “hijos de luz”. Ahora bien, generalmente I Tesalonicenses no se considera fuente de enseñanza en cuanto al conflicto dentro de la iglesia. Los estudiosos de la Biblia que procuran mayor claridad respecto a esta cuestión suelen recurrir a I Corintios. Dicha carta plantea múltiples cuestiones problemáticas: creyentes que se denuncian ante los tribunales, gente que argumenta que el matrimonio es malo, miembros ricos de la comunidad que comen en exceso en la Cena del Señor, y, si la resurrección es realmente el núcleo central de su fe.

    O recurrimos a Filipenses, donde Pablo presenta a Cristo, quien tomó la naturaleza de esclavo, como nuestro modelo. Luego, Pablo nos insta a “tener esa misma manera de pensar”, y luego, a dos mujeres líderes en la congregación a que “se pongan de acuerdo”. O recurrimos a la gran carta a los Romanos, en la que Pablo procura ayudar a los creyentes judíos y gentiles, a quienes no conoce, a que se den espacio entre ellos a pesar de las muchas diferencias.

    Pero, ¿y I Tesalonicenses? Ciertamente, esta primera carta no fue una respuesta a los conflictos entre los creyentes de Jesús. De hecho, el tema principal de la carta parece ser que ellos esperaban tan fervientemente el inminente regreso de Jesús que los asuntos de la vida cotidiana parecían de poca importancia, hasta que murieron algunos creyentes. Pero incluso aquí, en medio de todo el fervor escatológico, la importancia de la vida comunitaria diaria de los creyentes constituye el núcleo básico de las convicciones de Pablo.

    Algunas de las imágenes de la Tesalónica de Pablo podrían haberles parecido familiares a los moradores del desierto de Qumrán, porque, como ellos, estaba usando los escritos del Antiguo Testamento para reflexionar sobre “el día del SEÑOR”. Pero Pablo tiene un enfoque diferente al del Rollo de Guerra de Qumrán. Para los miembros de la comunidad de los Rollos del Mar Muerto, los líderes corruptos de Jerusalén y sus brutales amos romanos representaban físicamente a los “hijos de las tinieblas”. Pablo reconoce la realidad del poder de las tinieblas en la sociedad al señalar que, “la gente que se embriaga se emborracha de noche” (v. 6). Él critica directamente a las tropas romanas que mantienen la “paz y seguridad” (v. 3). Pero para Pablo, ser “hijos de luz” es una tipificación de la comunidad, en medio de las fuerzas de oscuridad, que no son personas sino poderes. En ese mismo contexto, los seguidores de Jesús bien pueden esperar el día del SEÑOR con confianza, sin violencia ni temor.

    Pablo sabe que los profetas del Antiguo Testamento, refiriéndose al día del Señor, con frecuencia definen a Dios como guerrero. En Isaías 59:17, Dios se pone la “rectitud/justicia como coraza”, el “casco de la salvación”, “vestiduras de venganza”, y “mantos de celo”. Según Tom Yoder Neufeld, quien hablara ayer, las vestiduras de guerra de Dios demuestran la respuesta de Dios a la injusticia.

    En tal caso, las imágenes de “mantos de celo” representan la pasión necesaria para responder a situaciones de profundo sufrimiento humano. Al mismo tiempo, Pablo reconoce que el celo, o la pasión, incluso en procura de lo que es bueno, puede ser malo. Pablo podría haber estado pensando en el “celo de Finees”, quien mató a un israelita y a su esposa extranjera (Números 25). Quizá reflexionaba sobre la matanza de los profetas de Baal por parte de Elías. (Como la bendita memoria de Millard Lind nos lo ha recordado, aunque Dios le ordenara a Elías que desafiara a los profetas de Baal, Dios no le ordenó que los matara.) Pablo sin duda incluyó su propio pasado en dicha oscura compañía y, ciertamente recordó el asesinato de Esteban: “En cuanto al celo, [fui] perseguidor de la iglesia” (Filipenses 3:6).

    Según gran parte de nuestro análisis de los contextos políticos, económicos, culturales y religiosos en que vivimos, el pueblo de Jesús es semejante a los autores del Rollo de Guerra. Sabemos que los tiempos son sombríos. Sin embargo, al describir las cosas particulares que suceden en nuestras comunidades y nuestro mundo, la mayoría estaría de acuerdo en que los acontecimientos del mundo, o incluso los acontecimientos en nuestras iglesias, no parecen seguir el plan de Dios. Los creyentes de Tesalónica es probable que tuvieran vivencias de su mundo de una forma parecida. Así que es muy significativo que en esta carta, Pablo describa al pueblo de Dios, más que a Dios mismo, poniéndose una armadura. Ahora somos nosotros los apasionados, los henchidos de celo, que ingresamos al mundo donde Dios nos ha puesto. La imagen verbal de Pablo sobre la armadura cristiana tiene una sorprendente perspectiva en relación a su fuente en Isaías 59. En efecto, nos ponemos esta armadura, pero en vez de “vestiduras de venganza” y un “manto de celo”, lo que los seguidores de Jesús se ponen parecen las virtudes destacadas en I Corintios 13: la “coraza de la fe y del amor, y por casco la esperanza de salvación”.

    Entonces, de qué manera esta carta a los tesalonicenses—una de las primeras escritas por Pablo—nos brinda una guía para vivir como hijos de luz, especialmente cuando estamos en desacuerdo. Sabemos en qué momento vivimos. No importa qué más se podría incluir en nuestras creencias y prácticas; sabemos que es hora de que los seguidores de Jesús se encuentren en lugares donde la oscuridad sea una amenaza, ya sea con víctimas de violencia racial, religiosa o sexual; donde estén aquellos atrapados por el aplastante peso de la pobreza o de los demonios del abuso de sustancias psicoactivas. Debemos estar presentes incluso con la gente sentada junto a nosotros en la iglesia, ávida de una experiencia más profunda con Dios ante el trabajo excesivo, el entretenimiento excesivo o la comida excesiva. El consejo de Pablo parece sencillo: “Anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo” (v. 11).

    Uno de los propósitos fundamentales del Congreso Mundial Menonita ha sido que los miembros de nuestra familia cristiana de fe se edifiquen mutuamente. Pero todos sabemos que en muchas ocasiones y lugares no lo hemos cumplido muy bien. La selección del lugar para la primera Asamblea del CMM en el Sur global generó cuestionamientos importantes sobre la conveniencia “política” del lugar para una reunión del CMM. La presidencia del CMM, reunida en 1969 en Kinshasa, Rep. Dem. del Congo, confirmó los planes para realizar la Asamblea de 1972 en Curitiba, Brasil. Motivados por el deseo de realizar la próxima reunión en el “Tercer Mundo”, los miembros de la presidencia consideraron que una reunión en cualquier país de América del Sur, África, o Asia “significaría que las condiciones políticas y de otra índole serían diferentes de aquellas que generalmente prevalecen en Europa o América del Norte”, y que tales diferencias, “no se consideraban insalvables”. Sin embargo, a fines de 1969, un dossier presentado al Papa Paulo VI por sesenta líderes eclesiales europeos, reprobaba la tortura y represión de disidentes políticos en Brasil. En respuesta, los luteranos cambiaron su sede para la reunión mundial en 1970 de Brasil a Francia, y los menonitas de los Países Bajos comunicaron públicamente la posibilidad de que no enviaran delegados a la Asamblea de 1972 si se realizaba en Curitiba.

    A lo largo de 1971 y hasta la Asamblea de Curitiba en julio de 1972, se dio un debate por medio de cartas al director, comunicados de prensa y declaraciones oficiales del CMM sobre la acción apropiada a realizarse, que fue difundido a través de las páginas de publicaciones menonitas norteamericanas. Un grupo menonita internacional se reunió en Curitiba en enero de 1971, y anunció la continuidad de los planes para realizar la Asamblea allí. Además, el grupo comunicó que las autoridades brasileñas le habían informado acerca de las reglamentaciones vigentes respecto a las discusiones políticas durante la Asamblea. El secretario ejecutivo del CMM comentó, en aparente acuerdo con dicha prohibición: “Hablar de política sería (para la mayoría de los menonitas de todo el mundo) vulnerar los propósitos fundamentales del Congreso Mundial Menonita”. Los menonitas de América del Sur estaban de acuerdo, calificando los informes sobre la represión como “propaganda y medias verdades inspiradas por los comunistas”. Varios meses después, y en respuesta a un informe oficial del CMM, un profesor menonita canadiense comentó irónicamente que tampoco se harían presentaciones sobre “el señorío de Cristo, dado que siempre ha sido claramente una categoría política”. Un escritor de Ohio pronto criticó la opinión del profesor, calificándola de “extrema”.

    Las respuestas oficiales del CMM respecto a la controversia se esforzaban por defender la idea de una reunión “no política”. Sin embargo, en el transcurso del debate, el llamado a fraternizar con hermanas y hermanos, parecía un argumento más convincente a favor de la reunión en Brasil. El presidente de la Convención Menonita de América del Sur dijo que aquellos que querían retirarse de Curitiba no manifestaban un “espíritu fraterno”, mientras que el secretario ejecutivo del CMM señalaba que los menonitas sudamericanos, “anhelan nuestra fraternidad y aliento”. Un escritor, al reflexionar previamente sobre el tema elegido para la Asamblea, “Jesucristo reconcilia”, extendió un llamado a los menonitas de todo el mundo a que derribaran las barreras entre ellos mediante expresiones prácticas de los vínculos que los unían, siendo éste un llamado indirecto a participar en la Asamblea.

    En la redacción del material elaborado para la propia Asamblea de 1972, aún se sentía el escozor de las heridas causadas por el conflicto. Refiriéndose a Curitiba como la “ciudad sonriente”, el folleto del programa preparado por los menonitas brasileños describía las atracciones turísticas de la ciudad, y mencionaba brevemente la llegada a Brasil de menonitas provenientes de Rusia, en 1929 y 1930. El folleto del programa además afirmaba que, “por primera vez los menonitas realizarán su Asamblea en un país perteneciente al llamado ‚ÄòTercer Mundo‚Äô,” y agregaba: “Los que vivimos en Brasil no tenemos conocimiento de un gobierno ‚Äòcorrupto‚Äô, ‚Äòterrorista‚Äô o ‚Äòabusivo‚Äô.” El mensaje oficial de la Asamblea, sin embargo, reconoció indirectamente los cuestionamientos que habían sido planteados respecto a la reunión en Brasil: “Como seguidores de Jesucristo, levantamos una voz profética contra todo ejercicio de represión violenta, persecución y encarcelamiento injusto, tortura y muerte, especialmente por razones políticas… Como menonitas, que en su historia han vivido lo que representa la persecución, creemos que el agradecimiento por una vida tranquila y sin perturbaciones no puede llevarnos a que cerremos los ojos a las muchas injusticias inherentes a las estructuras sociales y económicas del mundo actual”.

    Aunque esta tensión entre menonitas se resolvió sólo parcialmente, en otras partes de nuestra historia y en la historia de los ancestros cristianos de otras culturas, las historias de edificación mutua se tejen como diminutas hebras de oro en el tejido de los problemas institucionales. Estas historias nos señalan algunos caminos, no fáciles ni sin obstáculos, sino lugares para subir por senderos escarpados y pedregosos, en medio de conflictos profundos y no resueltos.

    Uno de estos ejemplos es el de Hilda de Whitby, una abadesa inglesa del siglo VII. Desde el principio, había grandes discrepancias entre los cristianos respecto a cuándo celebrar la resurrección del Señor. Algunos cristianos honraban sus orígenes en el judaísmo, mientras que otros se negaban totalmente a celebrar la Pascua judía el mismo día que se celebraba la Pascua [cristiana]. Muchos cristianos celtas, enraizados en su propio calendario ancestral, establecieron la fecha de la Pascua judía de acuerdo con sus antiguas costumbres. Pero recibieron presiones por parte de los dirigentes de Roma, que insistían en que la Pascua [cristiana] nunca pudo acontecer en la Pascua judía.

    Se realizó un sínodo decisorio en el monasterio de Hilda en 664. Aunque Hilda favorecía el calendario celta, la perspectiva romana fue dominante. El liderazgo de Hilda fue una razón importante por la que los cristianos celtas aceptaran la decisión romana, aun cuando se contraponía a sus creencias y cultura. Asombrosamente, después de la reunión, Hilda siguió siendo recordada como una líder respetada y consultada por todos, incluso aquellos que discrepaban con ella. Hilda estaba motivada por el mandamiento, “edifíquense unos a otros”, aun cuando diera lugar a perspectivas distintas a las suyas.

    Más de mil años después, algunos cristianos de Estados Unidos empezaban a tomar conciencia sobre su complicidad en el tráfico de esclavos en el Atlántico. Los cuáqueros, al igual que los anabautistas, protestaron contra la coerción del Estado y el uso de la violencia, pero tenían también entre sus miembros quienes poseían, compraban y vendían esclavos. John Woolman, un comerciante cuáquero, escribió en su diario en la década de 1750, sobre el extenso y penoso debate en su comunidad de fe en relación a este asunto.

    Según Woolman, “el asunto de la tenencia de esclavos me pesaba mucho”, a sabiendas de que algunos colegas cuáqueros poseían esclavos. Así pues, Woolman asistió primero a la Reunión Cuatrimestral de los Amigos de Philadelphia y luego a la Reunión Anual. Aunque el lenguaje de Woolman suena pesado y florido, escuchar sus palabras directamente también nos ayuda a comprender la importancia de este proceso: “En esta Reunión Anual se consideraron varios asuntos de suma importancia y, hacia el final lo referente a las personas que compran esclavos. Durante varias sesiones de dicha reunión, mi mente estaba frecuentemente protegida por la oración silenciosa, y podría decir con David, ‚Äòque las lágrimas fueron mi pan de día y de noche‚Äô. El asunto de la tenencia de esclavos me pesaba mucho, ni tampoco encontré alguna oportunidad para hablar directamente de cualquier otro asunto antes de la reunión”.

    Sin embargo, finalmente Woolman habló sin reservas: “En las dificultades que nos acompañan en esta vida, nada es más precioso que la apertura de la manifestación de la verdad interior; y es mi ferviente deseo que en este importante asunto podamos sentirnos verdaderamente honrados al ser bendecidos con un entendimiento claro de la verdad interior, y que podamos seguirla; esto podría ser de mayor provecho para la Sociedad que cualquier médium sin la claridad de la sabiduría divina. El asunto es difícil para quienes tengan esclavos, pero si dejaran de lado su egoísmo, y llegaran a desprenderse del deseo de obtener fincas, o aun de apoderarse de ellas, cuando la verdad exige lo contrario, creo que se allanaría el camino de tal modo que sabrían cómo conducirse en medio de dichas dificultades”.

    A pesar de tal desafío a los intereses económicos de los cuáqueros esclavistas, en la reunión no se pudo resolver el desacuerdo. Pero sí se pusieron de acuerdo en formar un grupo de Amigos que visitaran a sus hermanos y hermanas que fueran dueños de esclavos. En 1758, los cuáqueros de Pennsylvania, “establecieron como un acto de inconducta involucrarse en el tráfico de esclavos”. Y aunque continuaron debatiendo durante décadas la cuestión en sus reuniones, los cuáqueros desempeñaron un papel cada vez mayor en el movimiento abolicionista.

    A partir de nuestro pasado, profundos desacuerdos que llevaron a la separación de los anabautistas de las iglesias patrocinadas por el Estado en Europa, todavía dificultan nuestras relaciones con otros cristianos. Pero ahora estamos conversando con antiguos enemigos cristianos sobre los asuntos que hace quinientos años solían separarnos violentamente. Los teólogos del CMM, junto con teólogos luteranos y católicos romanos, mantienen actualmente diálogos sobre el significado del bautismo. Ser anabautista aún significa, para la mayoría de nosotros, ser bautizados cuando tengamos la edad para comprender el compromiso que asumimos. Un participante menonita señalaba: “Todos procuramos repensar los temas en términos del siglo XXI, no sólo del siglo XVI… [Todos] somos conscientes de que sólo a través de la obra del Espíritu Santo es que este diálogo nos aproximará más a la manera de pensar de Cristo”.

    Cuando analizamos el pasado, o las iglesias muy lejos de nosotros, quizá pensemos que sus conflictos sean ridículos. ¿Será que la fecha de la Pascua realmente tiene importancia? ¿Será que el bautismo por aspersión o inmersión realmente tiene importancia? Cuando surgen preguntas respecto a quién puede ser ordenado pastor, o si los miembros pueden prestar servicio en las fuerzas militares, o si hablar en lenguas determina nuestros cultos, o quién está a cargo de los ingresos provenientes de las propiedades de la iglesia, o qué idioma tendrían que hablar los líderes, es mucho más complicado.

    Actualmente, algunos líderes menonitas del Congo les enseñan a sus hermanas y hermanos a cimentar su labor en la paz con Dios. Dichos líderes requieren dos disciplinas en su labor: “la disciplina del discernimiento”, y una “vida Cristocéntrica radical”. Algunos líderes de Estados Unidos llaman a avanzar como “una comunidad unificada aunque diversa”, “unificada debido a la centralidad de la persona de Jesucristo”, y negándose a “permitir que nuestras discrepancias tengan el poder de provocar divisiones entre nosotros”.

    El apóstol Pablo nos dice que sabemos en qué momento vivimos: es hora de que [los hombres y mujeres] del pueblo de Dios en Cristo Jesús sean los hijos de luz en nuestro mundo. Sus palabras referentes al fin de los tiempos no son un llamado al temor, a la violencia ni a la división. Él quisiera que todas sus iglesias hagan lo que él está haciendo: edificarse mutuamente. Se vuelve incluso más insistente sobre este aspecto en la sección del pasaje que sigue: “Vivan en paz unos con otros…. amonesten a los holgazanes, animen a los desalentados, sostengan a los débiles y sean pacientes con todos. Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no sólo entre ustedes sino a todos. Estén siempre alegres, oren sin cesar” (I Tesalonicenses 5:13‚Äì17). En muchos contextos del mundo menonita, en lugar de continuar lo que hemos venido haciendo, nos vemos tentados a pelearnos, dividirnos, y hablarnos con un lenguaje duro y violento. Es hora de tomar en serio el consejo de Pablo y las singulares historias cristianas que hemos escuchado. Nos recuerdan que podemos “edificarnos unos a otros”, aun en medio de las desgarradoras diferencias de la vida.

    Ojalá que podamos aproximarnos más al corazón pastoral Cristocéntrico de Pablo y a aquellos que escucharon su llamado, a fin de que nuestra luz como hijos de Luz, haga un aporte significativo, hoy, este año, y mientras Dios nos convoque a su misión en esta tierra.

    —Nancy R. Heisey, profesora de Estudios Bíblicos e Historia de la Iglesia en Eastern Mennonite University, y presidenta del CMM de 2003 a 2009.

  • Tom: Caminamos con Dios tanto con dudas como con convicciones. Ambas son parte de nuestro camino de la fe. Después de todo, tal como nos lo recuerda Hebreos 11:1, “la fe es la certeza de las cosas que se esperan, la convicción de las cosas que no se ven”. Según las palabras de Pablo en 1 Corintios 13:12, si es que vemos algo, es “como por un espejo, indirecta y borrosamente”. Así es la fe: consiste en dudas y convicciones.

    Rebecca y yo abordaremos este tema a partir de ámbitos muy diferentes, ya que Rebecca es oriunda de Kenia y yo de Canadá. Estamos aprendiendo que ésta es la mejor manera de profundizar nuestras convicciones: escuchar la palabra de Dios desde distintas perspectivas y distintos contextos de vida.

    Rebecca: En mi idioma, la palabra para expresar ‘duda’ es kiawa. Los luo de Kenia emplean kiawa en una situación cuyo proceso o resultado final es incierto. A falta de una traducción clara y directa, kiawa significa sencillamente “puede ser”. No es necesariamente negativo ni positivo.

    Las dudas están determinadas por el contexto. Se ha acuñado la frase, jakol kudho (el quita-espinas), junto con kiawa, para afirmar lo positivo y neutralizar los aspectos negativos de las dudas en nuestro viaje. El término jakol kudho (el quita-espinas), se refiere literalmente a quien quita la espina del pie del viajero. Como concepto, el término se refiere a un asistente, facilitador o compañero.

    En mi país, caminar a través de bosques y matorrales todavía es algo común, sobre todo en medios rurales. No se trata de un paseo corto, sencillo y placentero, sino de un camino lleno de incertidumbres y peligros. No se pueden evitar ataques de inadaptados sociales y criminales, clanes y tribus hostiles, reptiles venenosos, animales salvajes o arbustos espinosos. En dichas circunstancias, sería comprensible que uno dudara de llegar a salvo a su destino.

    En este entorno, aun los pinchazos menos peligrosos requieren algún tipo de asistencia, ya que las espinas generalmente se clavan profundamente en la carne. El quita-espinas acompaña e interviene ante el peligro, siendo útil en circunstancias tanto tranquilas como peligrosas: brinda seguridad, comprensión y orientación al viajero, según la situación lo requiera.

    Igualmente, la característica dual de kiawa (duda) es representada en la traducción de la Biblia a la lengua luo. En Mateo 14:31, por ejemplo, Jesús le preguntó a Pedro por qué dudaba. Allí dudar no era algo elogiable. La traducción literal al luo es, “¿Por qué agregaste la duda?” Es una reprimenda.

    Por otro lado, en Hechos 12:11, en la historia del encarcelamiento de Pedro, al traducir ‘duda’ al luo se convierte en algo positivo: “¡Ahora sé en verdad!”, en vez de, “¡Ahora sé sin lugar a dudas!” Las traducciones de Mateo y Hechos se correlacionan con el uso cultural de la ‘duda’, que puede ser una reprimenda o un elogio.

    Pedro estaba profundamente dormido, pese a que aguardaba el momento de su ejecución al día siguiente en una cárcel fuertemente custodiada (Hechos 12:6). Esto es paradójico. ¿Podría haber sido un acto de fe que Pedro aguardara tranquilamente estar con Cristo, según escribe Pablo en Filipenses 1:21: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”? El camino de la fe de Pedro en la tierra estaba por concluir de manera terrible, y, sin embargo, dormía profundamente, el sueño profundo propio de alguien que no dudaba de su destino.

    Para mi tribu luo, la aparente tranquilidad de Pedro ante el desastre que lo aguardaba, se podría captar mejor mediante la siguiente frase: wuoth gi jakok kudho, que significa ‘caminar con el quita-espinas’. Pedro debe de haber estado caminando todo el tiempo con jakol kudho, su compañero y facilitador. El quita-espinas estaba junto a Pedro por medio de Rode, la niña criada (v.13), del grupo de oración (v.5 y 12), y del ángel de Dios (v.7). Varios aspectos de jakol kudho nos acompañan hoy día, listos para dar respuesta a nuestras necesidades si sólo pudiéramos ser escuchas activos.

    Kwame Wiredu, escritor africano, señala acertadamente que la filosofía y pensamiento africanos se transmiten oralmente por medio de proverbios y del folclore. Al igual que en los Evangelios, encontramos el uso idiomático del oído y la escucha: “el que tiene oídos… que oiga…” En Hechos 12:7 y 8, jakol kudho se le apareció a Pedro, lo tocó y le habló. El rol de Pedro fue ser un escucha activo y obedecer: “Levántate pronto…. Vístete y ponte las sandalias…” Pedro luego siguió a jakol kudho (el ángel) desde la cárcel hacia la libertad.

    Jakol kudho (el quita-espinas), se convierte en la frase proverbial mediante la cual el aspecto dual de kiawa (duda) se armoniza. La posibilidad de que esté presente la duda en el wuoth (camino), es sustituida por las convicciones plenamente esperanzadoras.

    Con jakol kudho, la manera de emplear kiawa implica convicciones firmes. Jakol kudho interviene en situaciones difíciles para permitirle al caminante tiempo para expresar cualquier cuestión y poder responder consecuentemente. Esto es semejante a la demora en la ejecución de Pedro, dándole tiempo a los hermanos para que oraran por él insistentemente. Así como la obediencia total de Pedro ante cada indicación dada por el ángel (v.7–10) apuntaba a lograr su libertad, así también un forastero estaba en deuda con un jakol kudho a fin de lograr resultados positivos. Hace falta la oración ferviente o la fraternidad de una comunidad de fe y la obediencia de los fieles que procuran obtener la intervención de Dios.

    En tanto el forastero y el jakol kudho emprenden su viaje, sus familiares se dedican a la invocación de los poderes supernaturales. No dejan nunca de recitar las palabras para asegurar un seguro retorno, tras lo cual se realiza una ceremonia comunitaria de acción de gracias. En Hechos 12, la hermandad de creyentes aún estaba conmovida por la pérdida de Santiago, y por tanto oraban permanente y fervientemente (con compasión) por Pedro. La oración comunitaria o colectiva es de fundamental importancia en nuestro camino de la fe.

    Actualmente, la iglesia se encuentra en medio de fuerzas que amenazan su propia existencia, de la cual proviene su crecimiento numérico y espiritual. Ésta, a su vez, está fuertemente custodiada por sistemas económicos y sociopolíticos que perpetúan la hegemonía cultural en detrimento de la armonía y tranquilidad de la sociedad en su conjunto. Es necesario la invocación constante e intensa de Jesucristo a fin de que nos pueda facilitar y liberar por medio del Espíritu Santo.

    Jesús, el mayor jakol kudho, siempre intervendrá dado que intercede por nosotros ante el Padre (Hebreos 7:25).

    Dediquémosle esta semana a la oración, en agradecimiento y súplica. Dios, a través del CMM, nos ha brindado un foro para fraternizar. No es el momento de ser críticos ni de distanciarnos unos de otros.

    En 1 Corinthians 11:18, Pablo advirtió sobre las divisiones en la iglesia, dirigiéndose especialmente a quienes (cuya facción o modalidad litúrgica) tienen la aprobación de Dios (v.18). Es el momento para la oración de intercesión por nuestros/as hermanos/as cristianos/as que sufren debido a su fe, tales como los objetores de conciencia; por quienes languidecen en la prisión de la pobreza; por quienes están amenazados por la fuerte presencia del secularismo y radicalismo religioso, etc. Es hora de que nuestra teología ayude a constituir el bienestar socioeconómico global en nuestro esfuerzo por establecer una iglesia mundial de “paz justa”.

    Cristo, el mayor jakol kudho, nos acompaña incluso cuando parece no haber una salida. No olvidemos que está más oscuro justo antes del amanecer. Con jakol kudho, las dudas no son más que oportunidades para las convicciones. Dudar es saludable, pero no cuando causa divisiones entre nosotros en lugar de reunirnos para seguir indagando, revisando y analizando, en un ambiente fraternal. La duda es un elemento de la fe, dado que al dudar surge la pregunta, y en la búsqueda llegamos a la verdad. Jakol kudho nos guiará a la seguridad desde la cárceles custodiadas (Hechos 12:6), acompañándonos en el camino (v.11, 12 y 17).

    Tom: Rebecca, me hago eco de tus reflexiones. Para quienes somos del Norte del mundo las dudas son inevitables, y como dices, con frecuencia son buenas y necesarias. La duda nos mantiene en estado de alerta frente al peligro, e incluso la desconfianza a las falsas certezas es algo bueno. Cuando anhelamos respuestas sencillas, dichas “dudas buenas” pueden evitar que tengamos una fe “ciega” e impedir que nuestras

    convicciones se endurezcan y nos volvamos insensibles, incapaces de responder a las cuestiones complejas de la fe y el discipulado. Estas dudas son esenciales a las convicciones que surgen de la fe, no del temor.

    Pero, también existen dudas que han dejado rastros de devastación en las iglesias del Norte del mundo. Permítanme mencionar sólo algunas de las espinas en nuestro camino:

    En tanto sufrimos mucha pobreza y racismo en el Norte del mundo, la riqueza y el privilegio son dos de las espinas más peligrosas. Si la pobreza y la opresión constituyen la prisión de muchos del Sur del mundo, como dice Rebecca, demasiados de nosotros estamos encarcelados dentro de la fortaleza de nuestra propia riqueza, privilegio y poder. Solemos considerarlos “bendiciones”, y entonces, como Israel, transformamos a Dios en un becerro de oro de la prosperidad, la codicia y la violencia. ¡Deberíamos‚Äîno, debemos‚Äîdudar de este dios! No es de extrañar que muchos se aparten indignados, y rechacen dicha fe.

    El conocimiento, la ciencia y la tecnología‚Äîtambién supuestas “bendiciones” de nuestra cultura‚Äînos llevan a la ilusión de que somos artífices de nuestro propio destino. Como es de esperar, un Dios innecesario tiene poco sentido, impulsando a muchos a dejar la fe totalmente.

    Ése es nuestro mundo. ¿Y la iglesia? ¿Y nuestra fe? Hay muchas más espinas allí. Por ejemplo, confesamos que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero dicha convicción se ve alterada al pensar que tenemos que ser especialistas para encontrarle sentido, o ante la dificultad de acordar qué es lo que dice, o al escandalizarnos por la manera en que vemos cómo otros la utilizan. Sólo pensemos en nuestra lucha actual en el Norte del mundo respecto a la sexualidad. Entonces, la duda fácilmente da lugar a la indiferencia, e incluso al desprecio. Muchos de nosotros hemos dejado de leer la Biblia del todo. Así, las dudas llevan a la negligencia, y la negligencia nada menos que a la pérdida colectiva de la memoria.

    Para algunos, la fuente más perjudicial de las dudas es, paradójicamente, la iglesia misma. Nuestra complicidad de larga data ante la esclavitud, el colonialismo y con las acciones genocidas en contra de pueblos originarios, nos atormenta hasta el día de hoy. Sólo en el siglo pasado, millones de cristianos han matado a millones de cristianos. Destruimos insensiblemente la creación de Dios igual que los demás. ¿Es posible que éste sea el cuerpo de Cristo, a quien un Dios bondadoso envió para salvar al mundo, y no para condenarlo?

    Nuestras propias congregaciones pueden hacer tambalear nuestras convicciones, o porque son demasiado cerradas y temerosas, o porque son demasiado abiertas e imprudentes. Y en términos más cercanos, alguien de la iglesia a quien usted admiraba como maestro y ejemplo de vida, pudo haberle hecho daño. El daño y la traición han llevado con demasiada frecuencia a las dudas que quebrantan las convicciones y destruyen la fe.

    En esos momentos resulta tentador señalar a los demás. Aunque, para ser sincero, a mí también me resulta tan difícil creer, amar, perdonar, compartir el Evangelio, compartir mis bienes, solidarizarme con quienes sufren, promover la paz, bregar por la justicia. ¿Dónde está el poder transformador del Espíritu en mi vida? ¿Es mi propia fe una ilusión? Yo mismo me convierto en la fuente de mis dudas.

    Este tipo de peligros convierten nuestro camino de la fe en una lucha por sobrevivir, al igual que cualquier espina o animal salvaje.

    Entonces, ¿cómo caminamos, no sólo con dudas, sino también con convicciones firmes y enérgicas?

    Las palabras que leemos al principio de Hebreos 11 son realistas respecto a la fe: la fe es la certeza de las cosas que no podemos ver (v.1). “Por fe andamos, no por vista”, nos recuerda Pablo en 2 Corintios 5:7.

    Pero Hebreos insiste en que hay alguien que nos acompaña en el camino de la fe: Jesús. ¡Vemos a Jesús! (Hebreos 2:9), el “autor de nuestra fe”, según Hebreos 12 (v.2), nuestro jakol kudho, como expresó Rebecca, siendo él probado de la misma manera que todos nosotros (Hebreos 2:14–18).

    Sí, algunos días todos vamos en la misma dirección, cantando las mismas canciones, como aquí en esta Asamblea. ¡Alabado sea Dios! Otras veces, andamos a los tropezones, procurando brindarnos apoyo mutuo o muy probablemente discutiendo qué camino seguir. Junto con Tomás, el Incrédulo, preguntamos: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo, pues, podemos conocer el camino?” (Juan 14:5). ¿Recuerdan cómo respondió Jesús? “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (v.6). Él es nuestro autor. Es Dios quien camina con nosotros con dudas y convicciones. Ésta es seguramente la convicción más fundamental que necesitamos: no que nosotros caminemos con Dios, ¡sino que Dios camine con nosotros!

    Dios también camina con nosotros en la propia Biblia que tantos problemas nos da. Allí está la base en la que se apoyan nuestras esperanzas y convicciones. Por medio de la larga historia de Israel y de los primeros seguidores de Jesús que narra la Biblia, es que conocemos a un Dios que camina con nosotros, al hijo de Dios que nos enseña cómo caminar, a un Espíritu que nos anima y empodera; y, conocemos las convicciones respecto a nuestra identidad, nuestro llamado, nuestra misión. No osemos desperdiciar tan preciado don.

    Mas, la Biblia también es Dios quien camina con nosotros de otra manera, muchas veces con brutal sinceridad, expresando nuestra propia lucha con la duda. La historia de Job ha consolado a innumerables personas que luchan con fe ante el sufrimiento incomprensible. El himnario de los Salmos de Israel contiene gritos de ira, resentimiento, lamentos y desconcierto. “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, palabras del Salmo 22, pronunciadas por el propio Jesús en la cruz. Cuántas veces he transformado mi propia oración desesperada en la respuesta del padre que le ruega a Jesús que sane a su hijo. Cuando Jesús le pregunta, “¿Crees?”, él responde, “Sí, Señor, creo; ayúdame en mi incredulidad” (Marcos 9:24).

    A veces nuestra fe es poco más que la duda expresada sinceramente a Dios. Aunque, al fin y al cabo, es la fe: ¡la fe como la confianza más profunda expresada en la más oscura de las noches!

    La Biblia quizá no sea siempre un mapa claro o una luz brillante, pero es siempre un fiel testimonio de un Dios que camina solidariamente con nosotros aun cuando no veamos nada, recordándonos que no somos los primeros para quienes la fe es una lucha.

    ¿Y la iglesia? Por supuesto que la iglesia probará nuestra fe. Después de todo, ¡tú y yo estamos dentro de ella! Pero así como la iglesia pone a prueba nuestra fe, es la creación de Dios: la obra de arte de Dios en desarrollo; somos un pueblo que camina y aprendemos a caminar todos juntos. Compartimos convicciones y compartimos dudas. Cuando Pablo les dice a los gálatas que deben sobrellevar mutuamente las cargas, esto incluye seguramente cargar la frágil fe. Nos lamentamos unos con otros cuando las dudas nos abruman y se debilita la fe. Nos alegramos cuando se fortalece la fe. Agradecemos a Dios por quienes tienen fe y convicciones firmes. Los necesitamos en el camino de la fe.

    Sólo piensen en sus hermanas y hermanos de hace mucho tiempo y aquellos que les acompañan en el camino. ¡Muchos están aquí, junto a ti, desde todas partes del mundo! Son ejemplos de testimonio valiente y gozoso, amor paciente, perdón sobrecogedor, pasión por la justicia y la paz. Te sostienen cuando estás débil; te toman de la mano cuando no ves el camino. Son el cuerpo del quita-espinas. No, tú eres el cuerpo de Cristo, ustedes, todos juntos somos Dios quien camina junto a nosotros con fe, dudas y convicciones. ¡Demos gracias a Dios!

    Rebecca: Finalicemos así como comenzamos, con palabras de Hebreos, esta vez del capítulo 12:

    “Levanten las manos caídas y las rodillas paralizadas, y hagan sendas derechas para sus pies, para que lo que es cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.

    Sigan la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.

    Miren bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios.” (Hebreos 12:12–15)

    Amén.

    ‚ÄîRebecca Osiro, pastora de la Iglesia Menonita de Kenia, Congregación EFC, Nairobi, Kenia, fue elegida vicepresidenta del CMM en las reuniones del Concilio General en 2015. Tom Yoder Neufeld, profesor menonita de Biblia, ahora jubilado, reside en Waterloo, Ontario, Canadá.