Arrepentimiento y perdón

Saludos a mis hermanas y hermanos anabautistas. Les agradezco la invitación y gracias por venir. Me siento honrado y feliz de estar juntos. Vivo sólo a 45 minutos de aquí, en una ciudad llamada Lancaster, que algunos quizá ya hayan sentido nombrar y donde muchos de ustedes permanecerán esta semana. Siento que verdaderamente puedo decirles, “¡bienvenidos!” Estoy muy contento que esta Asamblea se esté realizando en mi comunidad. Recuerdo cuando fui a Zimbabwe en 2003 a la Asamblea del Congreso Mundial Menonita, y la alegría de estar rodeado de un grupo de creyentes tan diverso. Viví dicha Asamblea como una reunión familiar.

Soy el hijo de Dale Ressler y Dorca Kisare, ambos criados en hogares de pastores menonitas: mi padre en el estado de Ohio en Estados Unidos, y mi madre en la región norte de Mara en Tanzania. Se conocieron siendo mi padre misionero en Tanzania. No sólo soy de origen birracial sino también binacional. Aunque esta categoría nunca aparece en los formularios del censo, me encantaría que algún día hubiera un casillero que dijera: “suba-luo-tanzano-estadounidense-suizo-alemán-anabautista-menonita”. Lo que quisiera que notaran es que allí incluí “menonita”. A algunos les gusta usar el término “menonitas étnicos”, refiriéndose a los descendientes biológicos de la región de Europa donde el anabautismo surgió originalmente. Aunque las raíces de mi padre se remontan a esa época, no así las de mi madre. Sin embargo, soy menonita étnico por parte de ambos.

Pese a las diferencias raciales y culturales en un trasfondo “suba-luo-tanzano-estadounidense-suizo-alemán-anabautista-menonita”, el mío está unificado no sólo en Cristo, sino en base a un determinado conocimiento de Cristo y al llamado de Cristo. En tal sentido, soy unicultural. Como Shant ya lo ha mencionado esta mañana, hay aquí mucha gente de muchos lugares. Quiero decir que tenemos muchos nombres de padres y muchos lugares de madres, pero todos compartimos una cosa: la historia y el pensamiento anabautistas. Somos todos étnicamente anabautistas porque llevamos esa versión de Cristo adondequiera que vayamos a visitar o a vivir, anabautismo que se convierte en nuestra nueva identidad fundamental.

Agradezco a la Comisión de Diáconos del CMM que me haya invitado a hablar hoy, porque es muy importante que nos centremos en este tema del mundo actual. Caminar con autonomía y en comunidad no es tarea fácil. El cristianismo enfrenta muchos desafíos en todo el mundo. En algunos lugares, se acosa y se mata a gente por su fe en Jesús. En otros, las iglesias se dividen porque no logran ponerse de acuerdo con sus hermanos creyentes, y, en algunos sitios, las puertas se cierran a medida que el número de creyentes disminuye y envejece. Me interesa saber cómo podría la iglesia anabautista recuperar la confianza y volver a ser audazmente profética.

Esta mañana he estado meditando sobre Mateo 23:1–29 (NVI).

“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!...” (v.13, 15, 23, 25, 27, 29). “¡Ay de ustedes, guías ciegos!...” (v.16).

Hermanas y hermanos, ésta es la iglesia actual. Muchos de nosotros nos hemos convertido en escribas y fariseos tan bien versados en las Escrituras de la Biblia que nuestras palabras carecen de significado. Por ejemplo, ser cristiano en Estados Unidos hoy día se relaciona más con la imagen que con la sustancia. Se debe sostener la visión correcta (popular). Se debe actuar de la forma correcta (popular). Se debe decir que se cree en las cosas correctas (populares). Lo que termina ocurriendo es que nos protegemos tanto a nosotros mismos como nuestro poder y privilegio, al crear un antagonismo entre nosotros y ellos. No permitimos lo novedoso y diluimos nuestra propia singularidad.

Muchos menonitas de Estados Unidos han abandonado el pacifismo, por querer adaptarse al cristianismo estadounidense. Así que guardamos silencio, pese a que nuestro país es el traficante de armas más grande del mundo, con el ejército más grande y con las políticas exteriores, económicas y ambientales más destructivas. El interior de la copa está sucio. Sin embargo, lo que se escucha desde los púlpitos y en las noticias es el pecado de los demás, cómo el exterior de la copa de los demás está más sucio que el nuestro.  

Con nuestras ansias de comodidad y poder, hemos convertido a la iglesia en una cuestión de individuos más que del Reino de Dios. Nos hemos olvidado que el pecado no es sólo algo personal sino que también concierne a toda la comunidad. Ay de nosotros que hemos elegido tomar el poder de Jesucristo y usarlo egoístamente para provecho propio, y excluir a quienes son diferentes a nosotros, para que podamos sentirnos más justos.

El rol de la Comisión de Diáconos es ayudar a nuestras iglesias a apoyarse unas a otras. Creo que la iglesia lo puede lograr mejor a través de la vulnerabilidad. Debemos apoyarnos mutuamente, no señalando los pecados ajenos, sino reconociendo los propios. Esto es difícil y no resulta natural sin que Jesús nos llame a hacerlo. Quisiera demostrarles e invitarles a que me acompañen. Sin embargo, arrepentirse no es sólo disculparse o buscar el perdón. El arrepentimiento es reconocer lo que he hecho mal, que he pecado, y optar por rechazar dicha acción, ese estilo de vida.

Los pecados colectivos que comparto por ser estadounidense son diferentes de aquellos que comparto por ser tanzano. No puedo disculparme por nadie sino por mí mismo, así que les invito a que piensen en la manera en que ustedes se han beneficiado injustamente.

Les invito a acompañarme cuando diga estas palabras: “Nos arrepentimos y procuramos el perdón. Señor, guíanos hacia adelante”.

Jesús, confieso que el capitalismo me ha beneficiado más que a otros y con demasiada frecuencia he desoído tu llamado a compartir mi abundancia con los que tienen menos. Confieso que esto es sólo por ganancia material sin importarme los que sufren.

Nos arrepentimos y procuramos el perdón. Señor, guíanos hacia adelante.

Jesús, confieso que hemos elegido destrucción en lugar de construcción: bombas en lugar de pan. He guardado silencio ante la violencia del Estado y de mis vecinos en contra de otros por temor a la incomodidad.

Nos arrepentimos y procuramos el perdón. Señor, guíanos hacia adelante.

Jesús, confieso que la iglesia me ha beneficiado cuando no acepta recibir a otros. Esto sólo debilita el Reino cuando hay quienes quisieran ser parte de él. Hemos elegido la comodidad en lugar de elegir a los hijos de Cristo.

Nos arrepentimos y procuramos el perdón. Señor, guíanos hacia adelante.

Jesús, confieso que la Biblia y la oración se usan en demasiadas ocasiones como armas para hacer más estrechas las puertas en lugar de ensanchar el camino. Hacemos que los que tienen preguntas difíciles esperen demasiado e ignoramos demasiado tiempo a los que nos envías para traernos mejor conocimiento.

Nos arrepentimos y procuramos el perdón. Señor, guíanos hacia adelante.

El mundo está cambiando rápidamente. La tecnología avanza a una velocidad increíble. Los países que alguna vez fueron poderosos ya no lo son tanto. Los sistemas de justicia y los sistemas económicos han visto que las grietas sobre las que fueron construidos se convirtieron en abismos. Con demasiada frecuencia, la iglesia cristiana en general sólo ha considerado el liderazgo como el medio para obtener poder político para luego imponer sus creencias sobre los demás. Y esto ha sido causa de muchos pecados en los que ha participado la iglesia, siendo quizá el más grande el colonialismo del siglo pasado. A medida que avanzamos en este nuevo siglo, debemos aprender a escucharnos unos a otros. Debemos valorar tanto al beneficiario de la misión como al misionero. Debemos aprender a crecer juntos. Espero ver cómo las iglesias crecerán unidas como iguales, en lugar de sembradores y sembradíos, cuyo poder e influencia son desiguales.

Siempre es un desafío el equilibrio entre autonomía y comunidad. A veces, se siente más natural hablar de autonomía versus comunidad. Pero crecemos a través de nuestra diversidad, y aunque sólo reconozcamos nuestra autonomía al ver lo diferente que somos respecto de la comunidad en general, la autonomía no tiene valor si no dejamos de priorizarnos como  individuos para que la comunidad se beneficie con nuestra singularidad. Esto es cierto, tanto para nosotros como individuos en nuestras comunidades eclesiales, como para nuestras iglesias particulares en esta Asamblea mundial.

Gracias por haberme invitado a hablar esta mañana. Asante sana. Mungu atubariki. En swahili quiere decir, gracias y que Dios nos bendiga.

—Kevin Ressler es de origen birracial y bicultural, hijo de madre tanzana y padre estadounidense. Tiene una Maestría en Teología, y un título en Estudios sobre Paz, Justicia y Conflictos.

 

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