Una noticia alentadora sobre el cuidado de la creación es que hay un número cada vez mayor de buenas organizaciones y sitios web con excelentes recursos.
El Grupo de Trabajo de Cuidado de la Creación del CMM recomienda especialmente los siguientes sitios como punto de partida para investigar los recursos disponibles:
El Proyecto de Reducción (Drawdown Project), y el Proyecto Regeneración (Project Regeneration) son buenas fuentes para una variedad de soluciones prácticas climáticas y de sostenibilidad.
“El Señor atiende al clamor del hombre honrado, y lo libra de todas sus angustias. El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza.” (Salmo 34,17-18)
Señor, en tu misericordia, ¡escucha nuestro clamor!
El 30 de marzo del 2023, el bombardeo aéreo militar de un pueblo en el estado de Chin en Myanmar mató de una docena de habitantes, incluidas varios miembros de la iglesia Bíblica Misionera, que es miembro del CMM y las dos hijas del pastor. Muchos aldeanos resultaron gravemente heridos, incluyendo al pastor local. Oremos por consuelo para los afectados. Oremos porque se ponga fin a la violencia.
El Espíritu de Jesús nos llena de poder para confiar en Dios en todos los aspectos de la vida, de manera que lleguemos a ser hacedores de paz que renunciamos a la violencia, amamos a nuestros enemigos, procuramos justicia, y compartimos nuestras posesiones con los necesitados. —Convicciones Compartidas 5
“Felices aquellos a quienes escoges y los llevas a vivir cerca de ti, en las habitaciones de tu templo.” (Salmos 65,4 DHH)
La “pausa para orar” de la congregación menonita de Châtenay-Malabry (París, Francia), surgió como parte de los preparativos para la Semana Santa de marzo/abril de 2021, en medio de la pandemia del COVID-19. Fue iniciada por nuestra ex pastora Silvie Hege, cuya modalidad era la siguiente: una reunión semanal de una hora durante la hora de almuerzo, de 12:30 hs. a 13:30 hs., por medio de Zoom. Este encuentro virtual se llevaría a cabo todos los viernes. desde el inicio de la Cuaresma hasta la Pascua.
Hacer una pausa
Fue una oportunidad para hacer una pausa en nuestra jornada y en nuestra semana, para renovarnos y ser llenos del Espíritu, para caminar con Jesús. Fue un momento para ayunar para quienes así lo deseaban, un momento reservado solo para nosotros, un momento para compartir. La pausa para orar nos permitió realmente sentirnos cerca de Jesús en este momento y cerca unos de otros, unidos por el sacrificio de Jesucristo en la cruz.
Cuando terminó la Pascua de 2021, nos fue imposible concluir esta cita divina, este encuentro semanal con el Padre que tanto bien nos hace.
Entonces asumí la responsabilidad de dirigir este momento de oración, que continúa hasta el día de hoy –incluso durante las vacaciones–, turnándonos si es necesario para guiar las oraciones.
Aunque por conveniencia se cambió el día de los viernes a los miércoles, hemos mantenido el principio original: hacer una pausa a la hora del almuerzo (de aproximadamente una hora y quince minutos) para estar con nuestro Señor, descansar en Su santa presencia y mediar en la brecha.1
Alabanza, adoración y agradecimiento
Durante nuestros encuentros, la lectura de al menos un pasaje bíblico nos permite contemplar a nuestro Dios y orar basándonos en su Palabra. Entonces alabamos y adoramos a Dios, agradeciendo e intercediendo por el mundo, por las peticiones de oración compartidas en nuestra iglesia de Châtenay-Malabry y en este grupo de oración.
Todos los miembros de la iglesia son bienvenidos. El enlace para conectarse es recordado y compartido cada semana a través de los diferentes canales de comunicación de la iglesia. El número de participantes no es muy grande, pero las bendiciones de Dios inmensas; muchas oraciones han sido respondidas.
Hay un número reducido de personas que asisten fielmente a las reuniones, lo que las convierte en un espacio privilegiado donde se establece la confianza, permitiéndonos compartir temas de oración que no siempre podemos expresar los domingos frente a toda la congregación.
Cada tanto, tenemos la alegría de contar con la presencia inesperada de alguien a quien el Espíritu Santo ha guiado para vincularse, a veces de manera muy particular.
Esta “pausa” nos ha permitido ver tantas respuestas y tantas señales de Dios, que ha reforzado la idea de que Él ha estado presente con nosotros en todo este tiempo.
Cada encuentro es un verdadero momento de renovación. Ya sean dos, cuatro o seis personas conectadas, nos sentimos privilegiados de poder participar de este momento de oración, como está escrito en el Salmo 65,4.
Una restricción que resultó ser un beneficio
La idea de este momento de oración virtual a través de Zoom, probablemente no hubiera surgido sin el COVID-19. Este modo de encuentro que inicialmente podríamos haber considerado como una restricción, un obstáculo, resultó ser una verdadera ventaja porque así podíamos participar dondequiera que estuviéramos: desde la casa, la oficina, nuestro lugar de vacaciones, con la única condición de tener acceso a una conexión a internet. Dios verdaderamente hace que todas las cosas obren para el bien de quienes le aman.
En nuestra asamblea local, la pausa para orar es la única reunión semanal aparte del culto. Damos gloria a Dios verdaderamente por esta oportunidad adicional de comunión fraternal y por todo lo que hemos vivido desde el principio durante estos tiempos plenos de bendiciones.
Las dificultades son grandes, pero quisiéramos seguir mediando en la brecha, para que el Señor actúe en las naciones, en nuestras vidas, en todas las situaciones que atravesemos, a fin de que podamos ver la manifestación de la gloria de Dios.
—Nicole Djuissi, miembro del equipo pastoral, líder de las reuniones virtuales de oración y también de un grupo que se reúne en casas. Trabaja como gerente de proyectos digitales. Tiene dos hijos de 13 y 17 años.
1Salmo 106,23; Ezequiel 22,30, Isaias 11-12
Canadá
Las Escrituras cobran vida de manera nueva cuando las leemos a cielo abierto.
Frases como, “el cielo proclama la gloria de Dios” (Salmos 19,1), “todos los árboles del campo aplaudirán” (Isaías 55,12) y “pero que fluya como agua la justicia” (Amós 5,24), adquieren un significado más profundo cuando reflexionamos sobre la creación como participantes en la alabanza o heraldos de la sabiduría de Dios.
Igualmente, Jesús enseñó al aire libre. A menudo se refería al entorno natural (agua, vides, rocas, pájaros, flores, etc.) para brindar una perspectiva sobre su ministerio y el reino de Dios.
El Espíritu de Dios está continuamente activo en el mundo que nos rodea. Dios se esconde a la vista de todos, y en Burning Bush estamos afinando nuestros sentidos para ser más conscientes de la presencia viva y la inspiración de Dios entre nosotros.
Reunidos y arraigados
La Iglesia Burning Bush Forest tuvo sus comienzos en una epifanía inesperada a fines de 2014. Se recibió una semilla de inspiración, se plantó, permaneció inactiva por un tiempo, luego germinó y echó raíces en nuestro primer culto oficial en marzo de 2016. La idea básica que fundamenta quiénes somos y lo que hacemos es que adoramos al aire libre, todo el año, no solo en medio de la creación, ¡sino con la creación! Nos comprometemos con la tierra de Dios como nuestro lugar de culto, como una extensión de nuestra comunidad de creyentes, y como uno de nuestros líderes de adoración.
Este tipo de culto, invitando a las personas al aire libre a conectarse con el Creador y la creación, parece resonar en muchas personas en una era de diversas crisis ambientales.
Nuestras reuniones son generalmente pequeñas e íntimas (generalmente entre diez y treinta personas).
A medida que nos vamos arraigando, nos integramos de cuerpo entero en el lugar donde estamos reunidos, por medio de nuestros sentidos.
Nuestras reuniones incluyen las Escrituras y la oración, pero no un sermón tradicional. A los participantes se les da tiempo para “recorrer y reflexionar” (generalmente treinta minutos), procurando prestar atención al modo en que perciben la presencia de Dios, que se “expresa” de una variedad de formas.
Hay tiempo para compartir en ronda.
Los niños tienen la libertad de explorar y dar rienda suelta a su curiosidad, y participar junto con sus padres y toda la comunidad. Se valoran sus ideas que, a menudo, son profundas.
En última instancia, adorar al aire libre nos ayuda a tener un sentido más profundo de pertenencia a la “comunidad de la creación” de Dios. A lo largo de los años, nos hemos reunido en diferentes parques públicos de la ciudad. Elegimos como punto principal uno con arroyo y un bosque nativo. Al regresar siempre al mismo lugar, hemos aprendido a conocer los nombres y características de los árboles, las plantas, los pájaros, animales e insectos que nos rodean. Nos hemos visto inmersos en los ritmos de las estaciones a medida que se manifiestan. Hemos aprendido sobre el desapego, la abundancia, interdependencia, muerte, renovación y resurrección, todo inscrito en la creación para que lo veamos.
Modelo práctico
Como ya teníamos un modelo bien establecido de reunirnos deliberadamente al aire libre durante varios años antes de que llegara la pandemia de COVID-19, no sentimos las restricciones tan dramáticamente como otras congregaciones que tuvieron que cerrar las puertas de sus edificios por un tiempo.
Pudimos continuar nuestros cultos con solo algunos ajustes menores, como usar una herramienta de registro en línea (Eventbrite) para pedirles a los participantes que se inscribieran con anticipación. Esto nos permitió mantenernos dentro de los límites permitidos de participantes en cada reunión y, en caso de que fuera necesario, tener información de contacto. También mejoramos nuestro boletín electrónico, agregando más recursos para el compromiso personal y crecimiento espiritual en casa.
En Burning Bush, no decidimos experimentar con la adoración simplemente para ofrecer algo nuevo y diferente, o para descubrir cómo comportarnos en otro contexto. Seguimos la guía de Dios para volver a vincular el corazón, la mente y el alma con la amada comunidad de la creación, lo cual es algo nuevo y a la vez antiguo. Ha sido un camino de renovación y transformación, enraizándonos en la gran visión de Dios de shalom para toda la creación.
—Wendy Janzen, pastora de Burning Bush Forest Church e integrante del equipo ministerial de Mennonite Church Eastern Canada; el ministerio de Wendy se caracteriza por inspirar y motivar a cuidar el medioambiente. Reside en Kitchener, Ontario, Canadá.
República Democrática del Congo
Gloria sea dada a nuestro Señor y Salvador Jesucristo por sus buenas acciones. Por la gracia de Dios, en el Congo la pandemia ha sido menos cruel que en otras latitudes. Entonces, más allá de las lecciones de higiene impartidas regularmente a la población por las autoridades político-administrativas y sanitarias, no hubo nada que vinculara a largo plazo la pandemia con el culto.
Ante la severidad de las medidas sanitarias, ningún tipo de reunión era posible. Sin embargo, se invitaba a los cristianos a reunirse en sus respectivos hogares y algunos líderes visitaban a los fieles y oraban con ellos.
Durante la pandemia se nos pidió que redujéramos la duración del culto para evitar los contagios, y esta práctica continúa hasta ahora.
Para darles la bienvenida a los visitantes solíamos darles abrazos, pero con la llegada de la pandemia esta práctica fue abolida. Ya no abrazamos a los visitantes. Al final de cada culto, teníamos la costumbre de darnos la mano entre hermanos y hermanas, pero esto ya no se hace. Estas no son mejoras, sino solo cosas que han cambiado.
Con las medidas sanitarias promulgadas por el gobierno, particularmente el cierre de iglesias y la prohibición de reuniones, el contacto entre los niños era inexistente. Esto afectó mucho las relaciones entre los fieles y debilitó considerablemente la comunión fraternal. (Hay que aclarar que dicha situación duró únicamente unos cinco o seis meses.)
Lo que más nos hizo falta en nuestro culto durante la pandemia fue la imposibilidad de reunirse de los hijos de Dios y sus consecuencias, como la ausencia de intercambio espiritual y material, y no poder ofrendar a Dios.
La CEM celebra el Domingo de la Fraternidad Anabautista Mundial con bombos y platillos durante un gran culto dominical que reunió a trece parroquias en el distrito de Mbujimayi. Foto: Jean Felix Cimbalanga
Al haber sido alteradas todas las actividades de los miembros, lo único que era posible para los fieles era la intercesión. En efecto, los hijos de Dios que se habían acostumbrado a reunirse para la oración en familia, oraron por los demás y por el fin de la pandemia. Cuando se levantaron las medidas restrictivas, todas las actividades de la iglesia se reanudaron normalmente.
Es importante enfatizar que, aunque la pandemia fue grave y peligrosa, nuestra comunidad no fue afectada o sacudida hasta el punto de impactar negativamente en la organización del culto. Agradecemos al CMM por haber brindado a nuestras comunidades, a través de la Misión Intermenonita de África (AIMM en inglés), la posibilidad de informar a sus miembros sobre el COVID 19 y las actitudes a adoptar para evitarlo.
Durante nuestros cultos de alabanza, la pandemia nos ayudó a comprender mejor la vulnerabilidad humana y confiar siempre en Dios. Aunque ya lo hacíamos antes de la pandemia, ahora se ha reforzado con la pandemia y somos más conscientes de la necesidad de orar por la sanación de los demás.
Gracia y paz del Señor.
— Pastor Jean Félix Cimbalanga, presidente de la Comunidad Evangélica Menonita (CEM). Felo Gracia, miembro del Concilio General de la Comunidad de Iglesias de los Hermanos Menonita del Congo (CEFMC). Ambos líderes contribuyeron sus reflexiones a este artículo.
Corea del Sur
Corea del Sur tuvo mucho éxito al responder a la pandemia, especialmente durante las primeras etapas. El virus fue contenido y las tasas de mortalidad fueron bajas, aunque el gobierno se abstuvo de emitir medidas drásticas como confinamientos o cierres de negocios.
Sin embargo, la comunidad protestante fue muy criticada en Corea por su conducta durante los primeros días de la pandemia. Tradicionalmente, una iglesia surcoreana realiza en promedio alrededor de diez cultos por la semana. Las iglesias coreanas le dan mucha importancia al culto presencial público, lo cual hizo que la pandemia del COVID-19 fuera particularmente difícil. Muchas reuniones presenciales continuaron abiertamente o en secreto. Los videos de cristianos infringiendo los códigos de salud pública e ignorando los datos científicos en nombre de la “fe” se volvieron virales. Ya en la década pasada el público consideraba que la iglesia de Corea del Sur era egoísta y ultraconservadora, lo cual llevó a la gente a pensar que era perjudicial para la sociedad.
Las megaiglesias pudieron prepararse para los cultos virtuales. Con abundantes recursos, crearon modalidades de adoración en línea que eran aun más sistemáticas que los formatos no virtuales y llegan a más personas que antes. Pero para las iglesias pequeñas y medianas que dependen de las reuniones en persona, una gran parte de sus congregaciones no regresó a los bancos.
Iglesia Menonita Paz y Gozo
La Iglesia Menonita Paz y Gozo está ubicada en la zona rural de una pequeña ciudad llamada Nonsan, en el centro de Corea del Sur. El lugar está un poco aislado y la mayoría de la congregación vive en los alrededores de la iglesia o en los pueblos cercanos.
Nuestro culto dominical tuvo que llevarse a cabo en línea durante unos meses al comienzo de la pandemia, y luego de manera presencial con restricciones: no comer juntos; usar mascarillas; distanciamiento en los asientos, etc., cumpliendo las normas gubernamentales. Los hermanos y hermanas que vivían en los alrededores tenían que trabajar y comer juntos incluso entre semana; por lo tanto, se seguían reuniendo pero tomaron medidas para limitar el contacto con el mundo exterior tanto como fuera posible.
Al ingresar a la “nueva normalidad” después de la pandemia, la mayoría de las iglesias coreanas han reclamado la “reactivación del culto presencial”. En la Iglesia Menonita Paz y Gozo, todos tenemos un sentido de pertenencia y solidaridad sin importar dónde estemos. La cuestión de que si el culto presencial es la manera “verdadera” de adorar no fue un problema tan grande para nosotros. Cuando nos tuvimos que reunir en línea debido a las circunstancias, simplemente discutimos cómo podíamos servir a los más necesitados.
Por ejemplo, cuando tuvimos casos confirmados entre nosotros o en nuestro pueblo, poníamos los suministros y alimentos necesarios frente a la puerta de las personas que estaban en cuarentena. También comenzamos a grabar los cultos de la iglesia y a subirlos al grupo SNS (servicio de redes sociales) de la iglesia. Queríamos compartir la Palabra y darle continuidad al contexto congregacional para los hermanos y hermanas que no podían asistir al culto. La reunión semanal de todos los miembros donde se discuten y deciden todos los asuntos de la iglesia se lleva a cabo en línea durante la semana.
La verdadera adoración
Incluso cuando uno está completamente aislado del mundo entero, aun así se puede adorar a Dios a solas. Los encuentros más significativos de Abraham y Jacob con Dios tuvieron lugar cuando ambos estaban solos.
La Iglesia Menonita revela su fe en Dios a través de las relaciones que fomenta con sus hermanos, hermanas y vecinos; por lo tanto, la comunidad eclesial es de suma importancia. Sin embargo, el COVID-19 no es un fenómeno único. La codicia humana es cada vez mayor y toda la creación sufrirá.
Pero incluso entonces, no hay razón para temer o desesperarse. No trataremos de huir de la adoración, ni de soltarnos el cordón de tres hilos con el que Jesús nos ató, sean cual sean las circunstancias. Si los domingos ya no están disponibles para adorar, simplemente adoraremos otro día. No buscamos excusas para no adorar, sino que buscamos diferentes maneras de hacerlo.
La Iglesia Menonita Paz y Gozo procura asegurarse de que la voz de todos se escuche en el culto de nuestra iglesia. En lugar de un sermón, el facilitador invita a todos a compartir sus puntos de vista sobre la Palabra de Dios (los miembros se turnan para desempeñar dicho papel). Durante la semana se comparten versículos bíblicos, preguntas y comentarios relacionados con el texto para que los hermanos y hermanas que participen en el culto puedan preparar su reflexión e interpretación. La adoración está llena de vida y cada vez más personas están dando los pasos necesarios para convertirse en miembros plenos de la iglesia. Está la posibilidad de que cada persona aporte al esfuerzo de la congregación de poner a Jesús en el centro de la paz y la reconciliación, de una manera menos autoritaria y más comunitaria.
No estamos a la espera del culto de la iglesia porque es cuando y donde nos encontramos con Dios: estamos a la espera para que podamos escuchar las historias de cómo nuestros hermanos y hermanas han encontrado a Dios en sus vidas. ¡Cuán precioso es el momento en que vemos cómo se iluminan los rostros de los demás al compartir nuestras historias de acción de gracias! ¡Cuán precioso es el momento cuando cantamos al unísono las mismas canciones de alabanza! ¡Cuán precioso es el momento en que todos o cualquiera de nosotros ofrece la oración común que refleja nuestra fe comunitaria! ¡Gracias a Dios que tenemos a nuestros hermanos y hermanas en la fe!
Las pandemias tienen sus raíces en la codicia humana y, por lo tanto, pueden regresar en cualquier momento y de cualquier forma. No sabemos qué destrucción podrían generar los deseos descontrolados de la humanidad, pero la Iglesia Menonita Paz y Gozo seguirá el camino hacia una comunidad de paz, donde amemos a nuestros hermanos y hermanas y pongamos a Jesús en el centro.
Las mismas preguntas que la gente plantea en Juan 4:20-23, se escuchan en la iglesia hoy día: “Nuestros antepasados adoraron aquí, pero ustedes dicen…” El lugar y el formato no son importantes. Las respuestas de Jesús son las mismas, en aquel entonces y aun ahora: “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”.
— Yongha Bae, secretario general de la Iglesia Menonita de Corea del Sur. Este artículo fue traducido del coreano al inglés por Hakjoon (Joe) Ko.
Petición urgente de oración
“Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia” (Salmo 46,2).
Oremos por los miembros de la iglesia anabautista-menonita en Malawi y Mozambique que se han visto afectados por el ciclón Freddy, una tormenta tropical de duración excepcionalmente larga que azotó la región durante más de cinco semanas con fuertes lluvias y vientos.
En Malawi, el agua arrasó con las casas, carreteras, postes de electricidad y puentes. Los miembros de la Iglesia Hermanos en Cristo de los distritos de Blantyre, Phalombe y Mulanje están desplazados: las condiciones de hacinamiento, la falta de alimentos y la falta de instalaciones sanitarias amenazan con empeorar el brote de cólera.
En Mozambique, las casas derrumbadas obligan a las personas en Milange, Tete y Mocuba a refugiarse en las instalaciones de la iglesia de los Hermanos en Cristo o en las escuelas locales.
Las instalaciones de la iglesia se han derrumbado en Tete y Alto Mulocoe y la casa del pastor del distrito se derrumbó en el distrito de Sena.
“Les pedimos que continúen orando por nosotros. Dios está a cargo de nuestras vidas”, expresa Mubecane Filipe Manharage, obispo nacional de la Iglesia de los Hermanos en Cristo en Mozambique.
El Espíritu de Jesús nos llena de poder para confiar en Dios en todos los aspectos de la vida, de manera que lleguemos a ser hacedores de paz que renunciamos a la violencia, amamos a nuestros enemigos, procuramos justicia, y compartimos nuestras posesiones con los necesitados. —Convicciones Compartidas 5
Ecuador
Actualmente, hay tres iglesias menonitas nacionales en Ecuador, de las cuales una es miembro del Congreso Mundial Menonita. Conforman un grupo pequeño de iglesias interrelacionadas que encarnan la fe anabautista en un país mayoritariamente católico.
Pasión por compartir las buenas nuevas
En la década de 1980, CMC (conocida también como Rosedale y que en ese entonces se llamaba Iglesia Menonita Conservadora), envió a obreros para compartir el evangelio en Ecuador.
Todo comenzó en Guayaquil, la segunda ciudad más grande de Ecuador. En tanto Elam y Doris Stauffer invitaban a los vecinos a su casa, se fueron estableciendo relaciones y así comenzó un culto dominical. La primera congregación de la Iglesia Evangélica Menonita Ecuatoriana (IEME) se estableció alrededor de 1983, en Guayaquil. Esta congregación llamada Jesús, el Buen Pastor, constituye una presencia evangélica importante en el país.
Por la misma época, un deslizamiento de tierra que arrasó con varias comunidades cerca de la ciudad costera de Manta, llevó a que menonitas canadienses y estadounidenses brindaran asistencia humanitaria. Robert y Mirella Miller supervisaron la reconstrucción de unas 150 a 200 viviendas para familias que fueron reubicadas. Este ejemplo de “buenos anabautistas ayudando al prójimo”, causó una impresión positiva en la población local. Nuevas iglesias se fundaron en Manta, Guayaquil y Portoviejo.
Fruto de un evangelista
“Nuestra iglesia es fruto de Henry Klassen”, afirma Manuel Aguagallo de la Iglesia Cristiana Menonita de Ecuador (ICME). Henry Klassen, de Gospel Missionary Union (actualmente llamada Avant), ministró entre los pueblos indígenas quechua en la década de 1990, en Riobamba y Guayaquil. Ya sea a pie, en auto o incluso a caballo, iba de comunidad en comunidad predicando y brindando consejo. Era conocido por transportar un proyector para mostrar películas evangelistas.
Hoy día, Monte Horeb y El Pilar de la Verdad en Riobamba, Estrella del Sol en Guayaquil y Camino de Salvación en Quito, conforman una pequeña asociación. De 2010 a 2017 fue un período de consolidación, continuando la relación con los colaboradores menonitas. En 2017, adoptaron una confesión de fe menonita, seguido por un período de crecimiento.
La iglesia como refugio
En la década de 1980, la Federación de Iglesias Evangélicas Indígenas del EcuadorFEINE, procuró la formación teológica de sus pastores. Como resultado, la ahora llamada Red Menonita de Misión envió obreros para establecer relaciones y apoyar la capacitación teológica. Primero, Mauricio y Sara Chenlo, argentinos capacitados en el Seminario Bíblico Anabautista Menonita, y luego los menonitas colombianos César Moya y Patricia Ureña, fomentaron la enseñanza anabautista. Lo que actualmente es la Iglesia Cristiana Anabautista Menonita de Ecuador (ICAME), comenzó con estudios bíblicos en las casas, en Quito, capital de Ecuador.
Con los ojos y el corazón abiertos a su vecindario, los miembros de la iglesia ayudan a las personas que buscan refugio tras haber emigrado de otros países. El ministerio infantil es una gran parte de la labor de la iglesia, la cual tiene un estilo de liderazgo radical con un equipo pastoral integrado por cuatro mujeres.
El vínculo con otros organismos anabautistas
El Proyecto de Pueblos Refugiados y Migrantes de ICAME de la Iglesia Menonita de Quito, apoya a personas desplazadas. Foto cortesía de Iglesia Menonita de Quito
Los vínculos con la familia anabautista más amplia son concretos a través de la ayuda material del Comité Central Menonita (MCC, por sus siglas en inglés), la ayuda financiera y los obreros misioneros de la Red Menonita de Misión y la Conferencia Menonita de Central Plains, así como el acompañamiento de la IMCOL de Colombia.
Durante la pandemia, Doris Espinoza (ICAME) cuenta que, “pudimos compartir lo que recibimos del MCC (pavo enlatado, edredones, kits escolares)”.
Los líderes de ICAME se acercaron para preguntarles a otras iglesias sobre sus necesidades y dieron generosamente de la ayuda que habían recibido. “Fue una manera de unirnos para compartir y ser una comunidad como ejemplo del reino de Dios en la tierra”, expresa Doris.
ICAME preparó pequeños kits para compartir con personas que ha pasado por momentos difíciles. La iglesia distribuyó setecientos kits para personas que no tenían ni un kilo de arroz o papas.
En mayo de 2022, los tres grupos de la iglesia anabautista realizaron un retiro.
“Fue una oportunidad de conocer que había muchos más menonitas en nuestro país”, comenta Fabián Buenaventura (IEME).
“Sabemos que existen diferencias”, señala Doris, pero centrarse en lo que tienen en común permite que las tres iglesias aprendan unas de otras. Al hacerlo, estamos en mejores condiciones de llevar el mensaje del reino de Dios a los demás.
Esperan oportunidades futuras para construir lazos entre hermanos y hermanas anabautista-menonitas.
“Todo ello ha sido una gran bendición”, afirma Fabián.
Vivir plenamente la identidad anabautista
En un país católico, los menonitas son diferentes porque el bautismo viene después de la declaración de fe en Jesús.
Como seguidores de Jesús, los menonitas “no vamos simplemente a la iglesia a adorar. Somos obedientes a la Palabra del Señor”, explica Vilma Cuji (ICME).
“Seguimos a Jesús en nuestra práctica, no como una declaración escrita sino como una forma de vida”, afirma Fabián. “Esto nos identifica en nuestras comunidades. Es necesario encarnar la misión. Si no la vivimos plenamente, somos solo una denominación más.”
“Somos constructores de paz”, dice Vilma. “Creemos que es mejor resolver los problemas. Creer en Jesús tiene prioridad sobre nuestras identidades externas.”
Las iglesias menonitas se han esforzado por dar una respuesta holística. No solo con las palabras del evangelio, sino también a través de comedores y guarderías, escuelas y una fundación para niñas que se criaron en la calle. “Reflejamos a Jesús en nuestra vida, en nuestras acciones. Somos las manos y los pies de Jesús para un mundo que necesita con urgencia escuchar un mensaje de esperanza”, declara Ángel Castro León (IEME).
Una manera en la que ICME vivió plenamente las convicciones de paz fue durante un paro nacional, brindando refrigerios y compartiendo alimentos a quienes llegaban a Quito desde las provincias.
El anabautismo afecta las estructuras y ayuda a transformar la sociedad para que sea más empática, menos desigual.
“Somos una iglesia de paz pero es imposible hablar de paz cuando no hay justicia, cuando hay violencia, pobreza, desigualdad. Jesús enseñó acerca de un reino donde todos los seres humanos pudieran tener una vida más plena”, afirma Alexandra Meneses Andrade (ICAME).
“Nos enfocamos en estar en la comunidad, no en ser una iglesia cerrada”, dice Doris.
Las iglesias viven plenamente el evangelio como un mensaje holístico: no solo se trata de salvar el alma sino el bienestar de la persona en su totalidad.
“No se puede hablar de seguir a Jesús si estamos en las nubes, si no estamos inmersos en la realidad de la sociedad”, explica Doris.
Desafío y oportunidades
Los líderes de la iglesia lamentan que la sociedad ecuatoriana se haya vuelto violenta y corrupta. Muchas personas se sienten desesperanzadas.
Tener una identidad de paz puede llevar a la iglesia a callar, a ocuparse de sus propios espacios. No obstante, el desafío de la iglesia es estar presente en la sociedad, hablar de la violencia con un mensaje de reconciliación y unidad entre las iglesias, dice Alexandra.
“Pongamos todo lo que hemos aprendido al servicio de la sociedad para que podamos hacer un aporte a la paz integral en Ecuador”, propone Alexandra.
“Dondequiera que haya una iglesia, podemos anunciar que Jesucristo es el Señor, no como una religión, sino como un Dios de esperanza, un Dios que transforma vidas, un Dios que da nuevas oportunidades, un Dios que nos dice que nada es imposible para Dios”, expresa Fabián.
Iglesia Evangélica Menonita La Paz, Manta, Ecuador. Foto: Henk Stenvers
Colaboradores de este artículo: Ángel Castro León, pastor de la Iglesia Dios Viviente de Guayaquil; Fabián Buenaventura García, presidente de la Iglesia Evangélica Menonita Ecuatoriana (IEME); Manuel Aguagallo, pastor y representante de la Iglesia Cristiana Menonita de Ecuador (ICME); Vilma Cuji, de Caminos de Salvación (ICME); Doris Espinoza, representante legal de la Iglesia Cristiana Anabautista Menonita de Ecuador (ICAME); Alexandra Meneses Andrade, secretaria general de la Iglesia Cristiana Anabautista Menonita de Ecuador (ICAME).
“Al compartir la historia de la iglesia global, podemos expandir el concepto de comunidad. En el proceso de encontrar un entorno centrado en Jesús, no un entorno centrado en el ‘yo’, podemos derribar muros”, dice Kkhot-Ip Bae.
Esta persona cristiana menonita de Corea del Sur es la representante de Asia en el Comité YABs.
Únase a nosotros presencialmente o a través de una transmisión en vivo desde South Abbotsford Church, B.C., Canadá para escuchar estas historias de la iglesia global el 25 de marzo del 2023 a las 6:30 p.m. Hora de verano del Pacífico (1:30 a. m. 26 de marzo UTC)
Renovación 2028 constituye un conjunto de eventos a lo largo de diez años, para conmemorar el quincentenario de los comienzos del movimiento anabautista.
El evento local de este año se lleva a cabo solo en Inglés.
El obispo Simon Okoth de la Iglesia Menonita de Uganda, expresa que, “el CMM reúne a personas de diferentes orígenes culturales en una sola canasta”.
Un encuentro casual en el aeropuerto, permitió a Simon Okoth llevar esa mezcla cultural a las congregaciones menonitas de su país.
Partiendo de Semarang después de la Asamblea, Rashard Allen reconoció a Simon Okoth por su gafete de identificación del evento, y Simon Okoth reconoció a Rashard Allan, director de música y adoración de la Iglesia Menonita de Neffsville en Pensilvania, EE. UU., quien formó parte del conjunto internacional de la Asamblea 17.
Simon Okoth quien reconoció a Rashard Allen desde el escenario, cuenta, “me conmovió la forma en que cantaba y la forma en que el coro internacional presentaba sus canciones”.
La conversación entre ambos, en la sala de embarque terminó con una invitación a Uganda.
Así fue como, a través de WhatsApp, el líder de la iglesia de Uganda y el director de adoración estadounidense hicieron planes. En enero de 2023, Rashard Allen (doctor en estudios de adoración del Instituto Robert E. Webber para Estudios de Adoración) conduciría dos seminarios de tres días para las congregaciones menonitas en zonas rurales de Uganda.
Rashard Allen, dice que, “la adoración es una conversación santa”. Su objetivo era ayudar a los participantes a “hacer un plan de adoración, para que las congregaciones adoraran con mayor comprensión e intención”.
En cuanto a esto, Simon Okoth, manifiesta que, “la gente estaba orgullosa como menonitas de ver a un menonita de una tierra lejana que venía a unirse a ellos en adoración, en compañerismo y para guiarlos en la comprensión de la adoración”.
Rashard Allen, expresa, “me llamó la atención la fe de la gente…. Y por su talento en términos de ministerio y musicalidad”. Con unos pocos parámetros, los participantes se separaron en grupos para componer una canción a partir de un salmo. “Las canciones con las que regresaron fueron notables: eran canciones que podían comenzar a usar de inmediato en sus iglesias. Ver esto, fue una bendición maravillosa para mí”.
Allen, también dio conciertos de música sacra afroamericana, y cuenta que, “fue una gran bendición, poder compartir esa parte de la diáspora africana”.
En un servicio de adoración en Uganda, cantar puede tomar más de una hora al comienzo y otro período al final. Simon Okoth, expresa que, “es el momento en que nos encontramos, esto es lo que afina nuestra mente y es el canto, lo que nos sujeta al sentimiento de Dios”.
En una congregación, las personas hacen coincidir su canto con instrumentos de fondo de un teléfono celular conectado a un altavoz. En otra, un preadolescente talentoso proporciona un kit de batería, una melodía y una línea de bajo desde un teclado. Rashard Allen, declara que » es como si hubiera estado allí durante 20 años». Otra congregación canta a capela con acompañamiento de tres grandes tambores.
En este sentido, Rashard Allen, cuenta que, “es bastante llamativo para mí, la sensación de alegría que traen cuando cantan y bailan. Ellos cantan en 3 o 4 idiomas diferentes: conocen las canciones, conocen el significado y cantan con entusiasmo”.
Por otro lado, Simon Okoth, declara que, “el CMM está haciendo un buen trabajo cuando nos reúne. Podemos estudiar la cultura, interactuar y vincularnos libremente”.
De igual forma, Rashard Allen, afirma, “estamos impresos de manera única con la imagen de Dios, entonces, para que podamos experimentar la plenitud del reino de Dios, necesitamos conocernos unos a otros tanto como podamos”.
Así mismo él agrega, “me encanta que el CMM considere a todos como iguales: no hay jerarquía, no hay sentido de paternalismo o condescendencia”. El CMM conecta a las personas, ayudando a crear oportunidades para “intercambios interculturales, cantando las canciones de los demás, no solo exportando las canciones de [una] cultura; además de compartir mutuamente unos con otros.”
Rashard Allen, expresa que, cantar del cancionero internacional en 15 idiomas diferentes en la Asamblea es “una parte de cómo debe ser el cielo. Obtenemos una comprensión más profunda de las culturas de los demás… lo que es importante para ellos en su fe… lo que experimentan a través de sus canciones”.
Así mismo, Simon Okoth, manifiesta que, conocer a menonitas de todo el mundo a través de los eventos del CMM “trae a nuestra mente la unidad en la creación, a pesar de que vivimos en diferentes lugares geográficos, hablamos diferentes dialectos o lenguas, Dios sigue siendo uno. Reunirnos en el CMM es una forma de confirmar que somos una buena creación de Dios”.
Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos. Iban vestidos de blanco y llevaban palmas en las manos. (Apocalipsis 7,9 DHH)
La primera vez que vi una película de terror fue una noche en una iglesia. Tenía unos ocho años cuando mi madre me llevó al estreno de una película cristiana sobre el libro de Apocalipsis. Esa noche casi no pude dormir. Soñé que Cristo había venido por su iglesia y que yo me quedaba para sufrir lo que sería la Gran Tribulación.
Hay diferentes miradas sobre el libro de Apocalipsis. Algunas de ellas, bastante aterradoras, infunden temor a la gente. Otras, según la opinión de algunos predicadores, utilizan este libro como una bola de cristal para descubrir el futuro y explicar los acontecimientos respecto al fin de la humanidad. Innumerables películas y libros se han nutrido de dichas maneras de entender este tipo de literatura.
Otra opción es considerar el libro de Apocalipsis como la visión de Dios para la creación. Como tal, este libro muestra la voluntad de Dios para la humanidad y nos invita a vivir nuestro presente de acuerdo con dicha voluntad. A lo largo del libro de Apocalipsis se nos pide, se nos llama a ser señales del reino de Dios aquí y ahora.
Hablando de la visión de Dios, de la invitación de Dios, la declaración de visión del Congreso Mundial Menonita (CMM) afirma:
El Congreso Mundial Menonita está llamado a ser una comunión (koinonía) de iglesias afines al anabautismo, vinculadas entre sí en una comunidad mundial de fe para fraternizar, adorar, servir y testificar.
Según nuestra visión del CMM, la adoración es uno de los propósitos de ser un solo cuerpo, de disfrutar de una comunidad mundial de fe, de ser una comunión mundial. En ese sentido, coincide con el énfasis que el libro de Apocalipsis le da a la adoración en un ámbito multicultural. La frase “de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos”, aparece varias veces en Apocalipsis en el contexto de la adoración. En el CMM, quisiéramos ser un anticipo del futuro de Dios al ser, aquí y ahora, una comunión mundial que adora a Dios en medio de la diversidad cultural y lingüística.
El tipo de adoración ejercida en una comunidad tan diversa debe estar centrada en Jesús. Esto nos permite valorar la diversidad multicultural sin privilegiar una cultura determinada, sino otorgando el mismo valor a todas las culturas e idiomas. Dicho tipo de adoración no suprime ni ignora las diferencias. Celebra la diversidad multicultural. Esa ha sido y sigue siendo nuestra experiencia, nuestro llamado y nuestro desafío en el CMM.
Dado que la adoración es un tema tan destacado en los círculos del CMM, este número de Correo (el primero solo en formato digital) la aborda desde diferentes perspectivas. Concretamente, se refiere a los desafíos y perspectivas de varios miembros de nuestra comunión mundial cuando el COVID-19 impulsó a sus congregaciones a volver a concebir el culto comunitario, una experiencia que también enfrentamos mundialmente debido a la imposibilidad de realizar encuentros mundiales en persona.
¿El culto en línea reemplaza las liturgias presenciales? Esta y otras preguntas que surgieron a raíz de la pandemia podrían ayudarnos a continuar nuestra conversación a fin de responder al llamado de Dios a adorar multiculturalmente y, al hacerlo, dar testimonio al mundo de un Dios que celebra y hace posible la diversidad cultural.
— César García, secretario general del CMM, oriundo de Colombia, reside en Kitchener, Ontario, Canadá
Nunca nos imaginamos que la llegada de la pandemia y sus secuelas afectaran tanto nuestra vida y la vida de nuestras instituciones. La iglesia no pudo abstraerse de haber vivido una realidad llena de dificultades que, a la fecha, aún marca el rumbo de la “nueva normalidad”. Como iglesia, igual que la sociedad, debimos aprender a reinterpretar nuestra realidad para comenzar a improvisar creativamente a fin de responder a las demandas de la familia, la iglesia y la sociedad. Fue un tiempo de muchísimo aprendizaje en el camino, pero también de muchas pérdidas e incertidumbre.
La respuesta creativa frente a la pandemia
Dejamos de reunirnos por un tiempo y nuestra comunión se fortaleció, porque de forma creativa la comunión se hizo presente.
Ahora comenzamos a descubrir el poder de las comunicaciones virtuales, especialmente puestas en manos de personas jóvenes con criterios de fe bien formados, que nos ayudaron a plantar lo que al principio parecía imposible. Volver al culto en medio de la pandemia y desafiando los inconvenientes de tiempo, espacio, distancia y presencia nos acercaron asertivamente, recreando un culto que de otra manera hubiese sido imposible realizar.
No todos los hogares pudieron hacerlo, pero hubo personas que se arriesgaron y visitaron personalmente, otras a través del teléfono, etc. Los pastores menonitas se aventuraban por los caminos rurales visitando a distancia a los miembros, cuidando su distancia oraban y les leían la Palabra.
La improvisación creativa y el amor por el Señor, hicieron que muchas mentes sortearan los problemas y acercaran a las comunidades al acto de adoración al Señor. Aleluya.
¿Qué aspecto tiene el culto anabautista después de la pandemia?
Creo que el ejercicio litúrgico fue lo que más se afectó, porque la mayoría de las personas percibieron el culto a través de sus pantallas y esto creó una distancia natural entre los participantes. Hoy habrá que volver a trabajar para reconectar el tema de la comunión del Espíritu, para catalizar la fuerza de nuestras relaciones. Hay que recordar que la pandemia y sus secuelas afectaron la parte presencial del culto en la iglesia. La pandemia provocó pérdidas y nos causó dolores, pero no nos derrotó. Descubrimos que la iglesia supo expresar y vivir la resiliencia como cuerpo de Cristo.
La comunión de los santos
Aprendimos que más allá de nuestras estructuras eclesiales, existe el cuerpo de Cristo, que es quien vive la comunión de los santos. Es cierto que la pandemia nos alejó, nuestras relaciones naturales dejaron de ser, y participar de un culto era una especie de “observar a distancia”. Las iglesias que han trabajado mucho en la importancia de vivir una experiencia comunitaria más allá de las circunstancias, tuvieron mejores elementos para mantener viva la comunión.
El culto se sostiene y mantiene del Espíritu de Dios, el cual se hace presente por la sinergia que produce la conjunción de nuestra esperanza, fe y presencia, haciendo viva la comunión que trasciende tiempo, distancia y lugar. El culto trasciende nuestras barreras, porque no depende de nuestra fuerza, sino del poder de la gracia y amor de Dios, quien promueve la comunión de los santos, la comunidad de Espíritu.
Aunque no podían encontrarse o verse presencialmente, siempre supieron que no estaban solos ni solas, porque las intercesiones, oraciones y rogativas estaban presentes por el amor de una comunidad guiada por el Espíritu, que le dio sentido de comunidad al culto a distancia. La importancia de la solidaridad comunitaria, la experiencia de vivir el seguimiento a Jesús en condiciones muy difíciles fue lo más aleccionador porque nos impulsó a ser más que creativos.
Culto como expresión litúrgico-profética
El pastor Donald Munachoonga de la Iglesia de los Hermanos en Cristo de Chilenje, Zambia, predicando. Foto: Donald Munachoonga-Chilenje BIC
El culto anabautista siempre se identificó por ser un culto donde se encuentra la fe y la vida. Tuvieron muy claro la importancia del culto como encuentro entre el Dios de la vida y su pueblo. El culto siempre alimentó la esperanza y espiritualidad de un pueblo en sufrimiento. Es por ello, como sostiene el profesor Amós López: El culto siempre deberá ser una experiencia de adoración en Espíritu y en verdad. “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad…” (Juan 4,23-24).
La adoración en espíritu y en verdad es la esencia de una espiritualidad litúrgica que sabe que es profética. Amos López sostiene que el ser humano no es una dualidad sino una unidad, “no ‘tiene’ cuerpo y espíritu, sino que ‘es’ cuerpo-espíritu y desde su totalidad se expresa y realiza, con palabras y gestos”. Por lo tanto, nuestros cultos no deben estar dirigidos al “alma” de las personas. Elaborar un culto sin que éste afirme la vida es una experiencia subjetiva que rompe con la visión profética del mismo.
El ejemplo más claro está en el mismo Señor Jesús: la resurrección se dio en su cuerpo, pero también en su espíritu, dándole un contenido liberador que transforma la realidad por muy dura que esta sea, y señala nuevos caminos y horizontes para proyectar la vida digna y en abundancia. Es por eso que sostenemos que la fuerza de nuestras relaciones es por la operación de la comunión como ministerio del Espíritu y no por la fuerza de la costumbre.
Ahora que estamos volviendo a lo presencial, las iglesias tenemos la gran oportunidad de reimaginar nuestro quehacer litúrgico-profético. El culto hoy necesita ser un espacio sanador, vivificador, un espacio que una, un espacio que nutra, un espacio que produzca esperanza. Por lo tanto, el culto nunca debe perder su dimensión litúrgico-profética; estos elementos en su contenido son los que le dan consistencia y sentido al culto. Es litúrgico porque el culto siempre apuntará con sus contenidos litúrgicos a que sea conocida la voluntad de Dios a través de su Palabra, el canto, etc. Y es profético porque siempre apuntará a dar a conocer el propósito de Dios en medio de las circunstancias. Véase al pueblo de Israel como paradigma de esto.
Culto como expresión del amor comprometido y solidario
Somos seres creados para amar, por lo que nuestras potencialidades deben encaminarse hacia la práctica del amor, de la misericordia, de la justicia. Por ello es que el profesor Jaci Maraschin entiende que el don mayor es el cuerpo propio, ya que solo a través de él podemos amar. El Apóstol Pablo, por su parte, sostiene que el mayor don al que debemos aspirar debe ser el amor, y esta afirmación se sitúa en el centro de su discurso acerca de los dones espirituales en la primera carta a la iglesia de Corinto. Aquí se presenta esa unidad indisoluble de gesto, sentido teológico y la actitud de vida que ese gesto provoca. Es decir, un culto que afirme la vida y la vida en abundancia. Si bien estuvo limitada la presencia física, el amor trasciende esa dimensión de forma creativa. Hubo muchas pérdidas, vidas, empleos, recursos, y todo esto en su conjunto afectó la vida de la comunidad. Pero, qué especial saber que en medio de la pérdida, se podía escuchar una voz, recibir un aporte, compartir una comida a distancia, como expresión de amor de Dios.
¿Qué queremos decir cuando decimos “culto”?
Sabemos que existen muchas aproximaciones al tema del culto. En nuestro caso vamos tras los pasos del profesor Nelson Kirst, quien sencillamente nos dice que el culto: Es un encuentro de la comunidad de fe con el eterno Dios de la vida. Claro, encuentro que es posible no porque la comunidad lo quiera, sino porque Dios en su gracia y amor nos lo permite. Por eso no debemos percibir el culto como una rutina religiosa establecida. El culto como encuentro debe ser preparado, anhelado, deseado y disfrutado por una comunidad que sabe que se encontrará con el Dios de la vida y éste con su comunidad. Es por eso que establecemos tiempos, ritmos, espacios, para el encuentro. Además, se encuentra la comunidad con la misma comunidad.
Encuentro que tiene lugar y sentido, no porque al abrir el templo Dios está sentado arriba esperando, sino porque cada uno de los participantes trae consigo mismo la presencia del Espíritu de Cristo, quienes al encontrarse hacen posible entonces que el Espíritu se haga presente, bendiciendo, sanando, perdonando, transformando. Es decir, el culto comienza en la casa.
Somos responsables de la preparación del encuentro con Dios, con todo nuestro corazón, toda nuestra creatividad, toda nuestra disposición y todos los dones que nos ha dado para ponernos al servicio de los demás. El culto es de la comunidad de fe. Es por eso que vemos que este encuentro no es responsabilidad solo del pastor, o los músicos, o los encargados. Es responsabilidad de toda la comunidad de fe. El culto es parte vital de sus vidas y afectará la visión de su experiencia cotidiana.
El carácter específico de un culto
Bailarines litúrgicos de JKI en la Asamblea 17, en Indonesia. Foto: Tiz Brotosudarmo
Cada culto tiene sus propias características.
Las lecturas bíblicas propuestas para el culto son el eje que le da orientación a la forma litúrgica, porque es la palabra de Dios la que orienta los contenidos del culto.
En los cultos de hoy, el canto y la música son un 65% del contenido del culto. Además, ya vimos que la música y el canto están al servicio de la naturaleza del culto. Por lo tanto, los miembros de los grupos musicales, directores o ministros de alabanza deben saber que el culto no les pertenece a ellos, sino a la iglesia como comunidad de fe. Y que ellos y ellas están al servicio de las necesidades reales y sentidas de la comunidad. Deben recordar que los cantos son teología hecha música y, por lo tanto, estos cantos afirman verdades y principios que sustentan la fe.
El culto debe ser inspiración para el servicio. Por eso es importante la dedicación, terminar el culto con una nota propia como, “Sí envíame a mí”, todos y todas dispuestos a servir solidariamente a la iglesia del Señor.
En fin, el culto nos debe perfeccionar para adquirir una forma de ser como Jesús, quien vino a servir y no a ser servido.
Conclusión
Lo que nos ocurrió durante la pandemia nos dejó grandes lecciones que debemos atesorar. La pandemia fue una especie de lección escatológica para una iglesia acomodada.
Es a través de la pandemia que hemos aprendido a percibir que la iglesia debe estar atenta, alerta y dispuesta a acomodarse al signo de los tiempos; y debe romper con las zonas de confort, para poder responder a una población que estuvo sufriendo, esperando, confiando y resistiendo en el nombre de Jesús, y seguir animando la vida y la fe del pueblo.
La iglesia aprendió que es vulnerable, y que necesitamos siempre de la gracia, amor y bendición de Dios. Que nuestras expresiones siempre deberán ser expresiones de humildad que rompan con toda la jactancia de vernos como una superpotencia. Siempre debe ser una iglesia que sabe que se sostiene en la gracia y amor de Dios.
Aprendimos también a ser altamente creativos e improvisar cuando hubo que hacerlo. Por lo tanto, esto nos ha enseñado que los modelos fijos o rígidos en un momento dado, tienen que ceder porque las circunstancias demandan otra cosa.
Que Dios siga orientando nuestros pasos y que su gracia y amor no nos falte nunca.
‚ÄîJosé Rafael Escobar Rosal
Notas bibliográficas sobre los autores mencionados en el trabajo:
Amós López Rubio, Doctor en teología por el Instituto Universitario ISEDET, Buenos Aires y pastor de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba (FIBAC).
Nelson Kirst, Doctor en teología y autor del libro Culto Cristiano. Historia, teología y formas. Serie Colmenas.
Jaci C. Maracshin, fue profesor emérito de la Universidad Metodista de San Pablo y autor del libro, La Belleza de la santidad.
César A. Henríquez, M.Lic. en teología por el Seminario Evangélico Asociado y en el área de Biblia en la Universidad Bíblica Latinoamericana. Pastor ordenado de la Iglesia Evangélica Libre de Venezuela.