Oraciones de gratitud e intercesión

  • Amenazado de muerte por un grupo de Freedom Fighters (Combatientes por la Libertad) cuando tenía 19 años de edad, Danisa Ndlovu confiesa que siente que pudo haber nacido “para un tiempo como este.”

    “Por alguna razón yo estaba cantando una canción gospel con una voz muy fuerte esa mañana mientras caminaba hacia el río. Cuando me di cuenta de que los que estaban junto al camino eran de la milicia y que estaban armados hasta los dientes, seguí cantando, aunque sabía que estaba en peligro. Sentí que Dios estaba conmigo. Y cuando los combatientes me ordenaron entrar en su círculo y luego comenzaron a amenazarme, les dije que me podían matar.”

    El miedo quedó atrás aquel día para el joven de Zimbabue.

    El momento se convirtió en piedra angular para Danisa, quien se convertiría en obispo de la Iglesia de los Hermanos en Cristo de Zimbabue en el año 2000, cuando el país se veía afectado por la escasez de alimentos y combustible, la corrupción y un gobierno aparentemente indiferente, una epidemia de SIDA y una inflación de más de 1.000% al año.

    A pesar de estas circunstancias devastadoras, Danisa y los otros 29.000 o más Hermanos en Cristo en Zimbabue, invitaron al Congreso Mundial Menonita a celebrar su Asamblea de 2003 en la ciudad de Bulawayo. “Necesitábamos el aliento y el consuelo de nuestros hermanos y hermanas de otras partes del mundo,” reflexiona Danisa ahora, al anticiparse a “PA 2015,” la próxima Asamblea del CMM que se celebrará en Harrisburg, PA, 21-26 de julio, 2015.

    Elecciones a temprana edad

    Danisa, uno de ocho hijos, creció mayormente bajo el cuidado de su abuela ya que ambos padres necesitaban trabajos bien remunerados. “Mi abuela tuvo una gran influencia en mi vida y en mi fe. Me llevó a la iglesia y a la escuela dominical, las cuales siempre han sido parte de mi vida.”

    Asistió a la escuela primaria y secundaria de los Hermanos en Cristo en Zimbabue y fue bautizado mientras estaba en la escuela secundaria.

    Pero durante su adolescencia fue a vivir con su tía en una zona donde no había iglesia. “Me involucré con algunos chicos. . . fue un punto bajo en mi vida. Sin embargo, a mediados de los años 70, después de que regresé a casa, tenía tal hambre y sed de Dios que pensé que podría morir.

    “Había evangelistas itinerantes en aquel entonces, y le pregunté a mi madre cuándo vendría el próximo a nuestra zona. Realmente pensé que no podía esperar. Estaba pasando por una gran sequía, una absoluta falta de esperanza.

    “Cuando volví a dedicar mi vida a Cristo un Viernes Santo en 1976, el evangelista me preguntó si me gustaría ir a una escuela bíblica. Cuando le dije que mis padres no contaban con los recursos, me preguntó de dónde había sacado Pedro, el discípulo, los recursos para pagar sus impuestos. ‘De la boca de un pez,’ contesté.

    “Me dijo que fuera a la escuela bíblica, y me fui sin dinero. Esa experiencia me enseñó a orar. Fijé un lugar de oración. Y el dinero para pagar las matrículas llegó. Y así es como he vivido mi vida.

    Danisa manifiesta su desconfianza en el evangelio de la prosperidad. Dice, “Promete que todo va a salir bien y estará bien. Pero eso no es verdad. Seguir a Cristo tiene su costo. Habrá sacrificio. Sin embargo, descubrí que habrá suficiente para suplir nuestras necesidades.

    “Cuando terminé la escuela bíblica, pero sin un sentido claro de lo que debía hacer, me sentí muy desanimado y tan solo. Le pedí a Dios que me ayudara a entender lo que estaba pasando, y un día oscuro en el parque, descubrí el Salmo 37:7 – ‘Guarda silencio ante el Señor. . . y espera pacientemente en Él.’

    “Me levanté de un salto, tomé mis cosas, y me fui a casa, donde les dije a todos que iba a ser un evangelista.

    “Un ministro me dijo que me veía muy pequeño y muy joven, pero dije, ‘Yo quiero ir.’ Con el tiempo me uní a un programa en donde pude ministrar y visitar las iglesias como evangelista itinerante.

    “Fue un tiempo de tensión, y el país estaba inestable. Los Freedom Fighters siempre estaban tratando de reclutarnos. Oré para que alguien pudiera reemplazarme en caso de que me mataran.

    “Sentí que Dios me protegía. Un día estaba sentado solo en la iglesia. De repente, cuando estaba sentado leyendo la Biblia, entró un grupo de soldados, todos completamente armados. Podrían haberme torturado o interrogado, pero sólo pasaron por una puerta y salieron por la otra. Nunca entablamos palabra.”

    Influencias del liderazgo

    Danisa no solo aprendió sobre la fe y el no tener miedo desde joven, sino que también aprendió sobre el liderazgo. “Parte de esto vino del entrenamiento, parte vino de observar a los demás, y parte vino de decidir de forma consciente lo que quería ser y hacer. Mi padre era un líder de la comunidad y fue de influencia para mí.

    “Cuando era joven y trabajaba en una librería Cristiana, el gerente me preguntó, ‘¿Eres hijo de un hombre de edad?’ Le pregunté por qué había dicho eso. Me dijo, ‘La forma en la que muestras respeto, te presentas, y tratas a otros me hace pensar que es así.’”

    Durante los tiempos más difíciles en Zimbabue, mientras presidía el funeral de numerosas víctimas del SIDA y proporcionaba guía a los miembros de la iglesia en la búsqueda de hogares para los innumerables huérfanos, Danisa, junto con su esposa, Treziah, se disciplinaron a dar gracias por todo lo que podían.

    Se conocieron en la escuela bíblica donde ambos eran estudiantes. “Tuvimos una relación seria desde el principio, pero caminamos juntos durante 11 años antes de casarnos, debido a nuestra educación y algunas cuestiones de familia.

    “Cuando pasé por tiempos de tensión y de desafíos como evangelista, Treziah y mi mamá estaban orando por mí. Tuvimos una jornada de fe similar como pareja.”

    Danisa y Treziah son padres de tres hijos adultos jóvenes – las hijas se llaman Thinkgrace y Trustworthy, y el hijo se llama Devotion. “Sus nombres reflejan nuestra gratitud y lo que queríamos recordar sobre lo que estaba sucediendo en nuestras vidas cuando cada uno nació,” dijo Danisa con una sonrisa.

    Él ha obtenido fuerza y perspectiva de su familia cuando la vida en Zimbabue como líder de iglesia ha sido casi aplastante. “Siempre que estoy en casa, tan a menudo como sea posible, reflexiono sobre el día con mi familia. Compartimos abiertamente sobre lo que nos hace feliz o no nos hace feliz. ¡Cantamos juntos, repasamos el día, y nos animamos o regañamos unos a otros!

    “Cuando estoy enfrentando decisiones, le digo a mi familia cuales podrían ser los diferentes resultados. Esta noche que acostumbramos tener juntos la encuentro muy relajante y alentadora.”

    Eligiendo ser agradecido

    Ya sea que se enfrente a factores imponderables en su país o en su iglesia local, o los riesgos de la planificación de una Asamblea del CMM en los EE.UU., Danisa tiene el mismo enfoque. “Para mí es una cuestión de confiar en las promesas de Dios y creer en las Escrituras. No se nos ha dicho que todo irá bien. He aprendido a no quejarme sino a ser agradecido. En lugar de preguntar, ‘¿Por qué, Dios?’ Doy gracias por el amor y la presencia de Dios.

    “Encuentro poder en agradecer y alabar en lugar de insistir en las respuestas. Hay poder en la creencia de que Dios está aquí conmigo. Cuando enfrento retos en mi liderazgo, elijo no concentrarme en las cosas que me desaniman. Me concentro en el poder de Dios y digo, ‘Camina conmigo.’ Esto no es vivir en negación, lo cual es canceroso. Puede que no tenga las respuestas, pero creo que Dios las tiene.”

    Danisa, Presidente del Congreso Mundial Menonita desde el año 2009, en un viaje reciente a los EE.UU. habló con franqueza pero con cuidado acerca de sus esperanzas para PA 2015. “Cuando la iglesia mundial se reúna el próximo verano en Harrisburg, espero que la experiencia sea una ventana, abra los ojos para que todas las iglesias que asistan puedan ver más allá de sí mismas. Todos estamos tentados a creer que la iglesia comienza y termina en nuestro propio grupo.

    “Observo que las congregaciones en América del Norte están cómodas y relajadas y parecen sentir que tienen todo más o menos bajo control. Pero como iglesia mundial, somos una familia. Y no es una cuestión de que algunos de nosotros ‘tenemos’ y otros ‘no tienen.’ Nos pertenecemos el uno al otro. Mantenemos relaciones.”

    El regalo del Congreso Mundial Menonita

    Nada supera, dice Danisa, el pasar cinco días y medio como una familia mundial, en el “espacio neutral” que el Congreso Mundial menonita ofrece durante sus Asambleas. Ese espacio no pertenece a ninguna iglesia o agencia. Es un lugar donde las iglesias pueden tratarse entre sí con verdadera reciprocidad, mientras disciernen, adoran, sirven y tienen comunión juntas. Danisa asistió a su primera Asamblea del CMM en 1984 in Estrasburgo, Francia. Él era el miembro más joven de la delegación de Zimbabue.

    Espera con ansias presidir la Asamblea de PA 2015, donde un coro de Zimbabue espera cantar en los servicios de adoración. (“Estamos orando para que a todos se les conceda una visa,” comenta él.)

    “Una Asamblea del CMM es una regalo para todos nosotros. Al estar juntos, vamos a sentir lo que es recibirnos unos a otros. Somos parte de un cuerpo viviente, y a veces tenemos que estar en el mismo lugar para poder mirarnos a los ojos. Cuando estamos en presencia unos de otros, esperamos la respuesta de la otra persona. Eso es mostrar un interés real. Cuando nos reunimos y hacemos el esfuerzo de ver y escuchar a los demás, empezamos a sentir los sentimientos más profundos de la otra persona.

    “El mundo es demasiado pequeño para vivir de manera aislada unos de otros – geográfica y teológicamente. Cada una de las 101 iglesias nacionales que forman parte del CMM traen algo propio de sí mismas. Apreciemos nuestras diferentes tradiciones mientras que también trabajamos juntos.

    “En América del Norte, el Señor les ha dado el privilegio de tener al mundo en su continente – con su gran diversidad internacional dentro de sus iglesias. Mi esperanza es que PA 2015 haga que las iglesias quieran trabajar juntas más.

    “Cuando nos reunimos como pueblo de Cristo, debería poder plantar mi vida en tu vida. Eso es lo que significa ser vulnerable, ver al mundo de una manera diferente, de pertenecer a Dios y el uno al otro como una familia de fe.”

    Artículo de Phyllis Pellman Good de Lancaster, PA, escritora y editora para el Congreso Mundial Menonita. Fotos de Merle Good.

    Danisa Ndlovu
  • El poder en el liderazgo de la iglesia: En busca de un compromiso común para edificar juntos la iglesia

    Como comunión mundial de iglesias afines al anabautismo, compartimos el común compromiso de edificar juntos la iglesia. A la vez, reconocemos que la iglesia necesita líderes que se hagan responsables de guiar el rebaño. En medio de esta similitud, reconocemos que el poder se ejerce de diferentes maneras en diversos contextos del liderazgo de la iglesia. En el presente número de Courier/Correo/ Courrier, escritores de toda nuestra hermandad consideran distintas maneras en que los anabautistas abordan cuestiones de poder en el liderazgo de la iglesia, las luchas y desafíos, y también las bendiciones y beneficios.

    No así con nosotros

    El anabautismo surgió en la vida del cristianismo en Corea del Sur hace menos de dos décadas. En 1996, un grupo de cristianos de ideas afines –que compartía una visión emergente del anabautismo– rompió un vínculo de larga data con las iglesias de origen, que eran principalmente protestantes. Tras mucho tiempo dedicado al estudio intensivo de la Biblia y a la investigación de la historia y teología de la iglesia, descubrieron que lo que querían era establecer una nueva iglesia fundada en el Nuevo Testamento.

    Una cosa era romper con las iglesias principales, y otra muy distinta era iniciar una nueva iglesia. El anabautismo todavía tenía mala reputación en ese momento, y aceptar su visión era como ir contra la corriente de la tradición predominante. Desde una perspectiva más contracultural, su objetivo era retornar a los comienzos de la iglesia del siglo I.

    Desde entonces, la red anabautista de Corea del Sur ha crecido gradualmente, conforme la gente es atraída a un nuevo concepto de lo que significa ser iglesia.

    Quizá algunos preguntarán: ¿por qué estas personas de ideas afines tendrían que abandonar sus iglesias de origen e iniciar un nuevo movimiento de la iglesia? Mientras que muchas cuestiones produjeron divisiones, una de las cuestiones clave –quizá el factor más decisivo– era cómo interpretaban la propia naturaleza de la iglesia.

    Para ellos, la iglesia no era una denominación institucionalizada, que en sí misma genera una estructura de poder inevitablemente desigual. En cambio, concebían la iglesia como el cuerpo de Cristo, donde el poder se comparte igualitariamente entre hermanas y hermanos.

    El poder es algo que los seres humanos desean naturalmente. A través de la historia, nadie se ha librado de la atracción del poder. Incluso Jesús fue tentado por Satanás para usar su poder. De igual manera, no han sido eximidas las personas que pertenecen a la iglesia; de hecho, muchos líderes de la iglesia están tentados a ejercer su autoridad para dominar a otros.

    Esto es exactamente lo que le ocurrió a los discípulos de Jesús hace dos mil años. Debatían quién era el mejor de todos. Y dos de ellos en particular, Santiago y Juan, solicitaron un lugar especial, uno a la izquierda y otro a la derecha de Jesús en su gloria (Marcos 10:37). Hasta su madre quería que Jesús les concediera poder: “Manda que en tu reino uno de mis hijos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda”. (Mateo 20:21). Tales pedidos inquietaban a los otros discípulos, impulsándoles a tratar indignamente a Santiago y Juan; con razón discutían por tal motivo.

    Finalmente, Jesús los reunió y les dijo: “Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños, y los que tienen algún puesto hacen sentir su poder. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, que se haga servidor de todos; y el que quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos. Porque ni aún el Hijo del Hombre vino para que lo sirvieran, sino para servir y dar su vida como precio por la libertad de muchos” (Marcos 10:42-45).

    Es penoso ver que los cristianos a veces también ansían poder y fama a fin de mantener el estatus quo. Esto lo afirmo no porque sea mejor que los demás, sino porque también estoy tentado desde lo más profundo de mí a ambicionar el poder terrenal, salvo que sea controlado por el Espíritu de Dios. Lamentablemente, muy poca gente reconoce la influencia corruptora del poder, y muy pocos se dan cuenta del uso indebido de dicho poder por los así llamados “líderes” de la iglesia.

    A uno le gusta que lo llamen “líder.” Todos tendemos a ambicionar dicho título, y el poder y fama que éste implica. Pero lo que procuramos no es el tipo de poder que enseña el mundo, sino el poder que recibimos de Dios desde nuestra debilidad, reavivado por el Espíritu de Dios que nos empodera. Es el poder de ser servidor, no líder. Es el poder de ser humilde, no controlador. Es el poder de amar a nuestros enemigos, no de matarlos. Es el poder de dar nuestra vida por los demás, así como nuestro Señor vino a dar su vida como rescate por muchos.

    No caigamos en la trampa del diablo, quien nos convence de encontrarnos en una mejor posición sólo como un premio de Dios. El costo del discipulado no conlleva tal recompensa. En cambio, ofrece una copa y una cruz: “La copa que bebo, también la beberán ustedes, y serán bautizados con el mismo bautismo que estoy recibiendo; pero no depende de mí que se sienten a mi derecha o a mi izquierda, sino que les será dado a aquellos para quienes ha sido preparado” (Marcos 10:40).

    Que Dios nos conceda poder liberarnos de las expectativas de la sociedad, y depender de su poder aun en nuestra debilidad.

    Kyong-Jung Kim se desempeña como representante regional del noreste de Asia para el CMM. Desde 2004 se ha desempeñado como director del Centro Anabautista de Corea, un ministerio de las iglesias anabautistas de Corea del Sur.

  • El poder en el liderazgo de la iglesia: En busca de un compromiso común para edificar juntos la iglesia

    Como comunión mundial de iglesias afines al anabautismo, compartimos el común compromiso de edificar juntos la iglesia. A la vez, reconocemos que la iglesia necesita líderes que se hagan responsables de guiar el rebaño. En medio de esta similitud, reconocemos que el poder se ejerce de diferentes maneras en diversos contextos del liderazgo de la iglesia. En el presente número de Courier/Correo/Courrier, escritores de toda nuestra hermandad consideran distintas maneras en que los anabautistas abordan cuestiones de poder en el liderazgo de la iglesia, las luchas y desafíos, y también las bendiciones y beneficios.

    Más allá de la dominación y el control

    Cada tanto me solicitan que haga un aporte a líderes locales, iglesias y organizaciones cristianas en cuanto a cómo lograr mayor fidelidad como cuerpo diverso y reconciliado, conforme a la intención de Dios. Hace algunos años habría respondido centrando mis energías en reafirmar la visión de la comunidad cristiana según el Nuevo Testamento, en la que cada barrera ha sido derribada, primero entre judíos y gentiles, y por lo tanto entre cada barrera social existente, incluyendo nuestras divisiones raciales actuales. Podría haber comenzado señalando cómo el evangelio describe las implicancias radicales de la iglesia como una nueva sociedad muy diversa, en la que las viejas identidades de relaciones y redes son reconfiguradas por la obra de Jesús.

    Teológicamente, aún creo que esto es verdad. Aunque, tal aplicación parecería omitir algunas de las fuerzas específicamente históricas y actuales que están presentes en la mayoría de las iglesias de Estados Unidos, y a las que raras veces se hace referencia.

    ¿Será posible que nuestro principal problema no radique solamente en las diferencias y divisiones étnicas y culturales en Estados Unidos? ¿Será posible que el verdadero quid de la cuestión gire en torno a cómo se ha desplegado históricamente el poder entre cristianos en la iglesia y la sociedad en general?

    En Estados Unidos, la iglesia nunca se ha arrepentido plenamente ni se ha apartado de la dominación racial que formaron sus prácticas y teología desde el siglo XVII. Claro que la esclavitud ha sido abolida formalmente, y su implementación posterior fue totalmente estigmatizada, pues ante la mera mención la mayor parte de la sociedad responde negativamente. No hace falta gran valor para examinar la historia de la esclavitud (cristiana) de los Estados Unidos de 1619 a 1865, y denunciar a la vez su incongruencia con las enseñanzas de Jesús.

    Sin embargo, en la mayoría de las comunidades cristianas de Estados Unidos que se reúnen bajo el señorío de Jesucristo, todavía se necesita gran convicción para tratar con paciencia y honestidad temas tan sensibles, como las prácticas de la dominación blanca. Hasta el presente, tales prácticas se siguen dando en y por la iglesia, testimonio que escandaliza al mundo. La esclavitud ha desaparecido, pero la lógica del razonamiento racial que produjo el dominio y control de los blancos en las reuniones cristianas (y más allá de dicho ámbito), se mantiene intacta.

    Debemos considerar por qué la iglesia estadounidense –incluyendo el anabautismo– no ha tenido la capacidad de entender el hecho de que el racismo es, en gran medida, un asunto teológico y del discipulado, aquejado por el despliegue de poder en la iglesia, e inconscientemente justificado por una mirada racial.

    A muchos grupos cristianos les encantaría ser comunidades caracterizadas por una gran diversidad, que manifiesten la reconciliación que Dios ha logrado en Jesucristo. Sin embargo, pocas iglesias han estado dispuestas a abandonar el poder y control que gobiernan sus comunidades. Fundamentalmente, cuando personas “diversas” entran en estas comunidades “acogedoras”, deben convertirse teológica, cultural y socialmente a las normas establecidas. Como se suele decir, “la manera blanca es la correcta”. Estas normas no constituyen valores cristianos puros, ajenos a las normas sociales y culturales; no obstante, a menudo son empleadas y justificadas como si lo fueran.

    En vez de practicar kenosis (Filemón 1:5-11), que sería despojarse de poder personal y animarse a una vulnerabilidad mutua con cristianos oprimidos y marcados por su raza para que pueda darse un encuentro de transformación mutua, el grupo dominante y controlador predomina sobre los demás. Siempre ha existido la tentación de cometer el error de preservar suficiente poder y control sobre las minorías raciales, lo que niega la posibilidad de una auténtica reconciliación, tantas veces deseada. La reconciliación va más allá del hecho de que entidades diversas compartan un espacio cada domingo de mañana. No ha habido reconciliación donde continúen la dominación y el “señorío”. Cuando a las minorías raciales, que han sido históricamente aplastadas y excluidas por las prácticas de poder dentro de la iglesia, no se les da un lugar a la mesa, y cuando el poder para tomar decisiones no se comparte de forma vulnerable, no puede haber una verdadera reconciliación. Cuando la voz del menos poderoso no tiene prioridad, y cuando la entidad local no está dispuesta a privilegiar su voz, el Reino de Dios no reina plenamente entre nosotros.

    Al no tomar en cuenta la dinámica del poder que opera en las relaciones raciales en las comunidades anabautistas de Estados Unidos, fallamos en diagnosticar por qué fracasamos en avanzar más allá de un patrón estancado de conformismo racial, sin dar testimonio de cómo cedemos al poder de Dios en medio de nuestras debilidades humanas en esta área. En las comunidades anabautistas de Estados Unidos necesitamos ir más allá de la dominación y el control, hacia la solidaridad y reciprocidad de manera despojada.

    Ha llegado el momento de reevaluar nuestra teología y nuestras prácticas, a fin de encarnar fielmente el camino de Jesús en una sociedad que establece diferencias en función de la raza. Probablemente, las congregaciones anabautistas sean más propensas que la mayoría a comprender que no debemos dominar o tratar con prepotencia a los demás. Pero debemos actualizar esta teología en respuesta a nuestras iglesias y denominaciones dominadas y controladas por blancos.

    ¿Cuál sería el resultado si las bibliotecas y púlpitos anabautistas, en vez de estar dominados por autores y oradores blancos, adoptaran y bregaran por la totalidad de los dones de la iglesia, especialmente los de aquellos que han sido históricamente dominados y marginados? ¿Cómo podrían nuestras iglesias hacer visible el Reino de Dios ante un mundo que nos observa, siguiendo creativamente la guía de un movimiento cristiano profético, integrado por los vulnerables e indefensos de nuestro día?

    ¿Podría ser que nuestros cultos comunitarios se vieran enriquecidos a partir de nuestra solidaridad cotidiana y convivencia junto a personas que han sido marginadas sistemáticamente a causa de su raza? ¿Cómo el anabautismo contemporáneo, que surgió en el siglo XVI como un encuentro visible de discípulos comprometidos con seguir a Jesús –en su mayoría oprimidos económicamente– podría renovarse por medio de un renunciamiento a la dominación blanca, al control y al “señorío” sobre otros? ¿Cómo se podría procurar el shalom y bienestar de aquellos dentro y fuera de nuestras comunidades cristianas?

    Drew G. I. Hart se autodefine como anabautista negro; es blogger de MennoNerds y ex pastor de la Iglesia de los Hermanos en Cristo de Harrisburg (Pennsylvania, EE.UU.). Es estudiante de doctorado, cuyo trabajo de investigación se centra en la teología negra y el anabautismo.

  • En busca de un compromiso común para edificar juntos la iglesia

    Como comunión mundial de iglesias afines al anabautismo, compartimos el común compromiso de edificar juntos la iglesia. A la vez, reconocemos que la iglesia necesita líderes que se hagan responsables de guiar el rebaño. En medio de esta similitud, reconocemos que el poder se ejerce de diferentes maneras en diversos contextos del liderazgo de la iglesia. 

     

    No así con nosotros (Kyong-Jung Kim, Corea del Sur)

    Quizá algunos preguntarán: ¿por qué estas personas de ideas afines tendrían que abandonar sus iglesias de origen e iniciar un nuevo movimiento de la iglesia? Mientras que muchas cuestiones produjeron divisiones, una de las cuestiones clave –quizá el factor más decisivo– era cómo interpretaban la propia naturaleza de la iglesia.

    Para ellos, la iglesia no era una denominación institucionalizada, que en sí misma genera una estructura de poder inevitablemente desigual. En cambio, concebían la iglesia como el cuerpo de Cristo, donde el poder se comparte igualitariamente entre hermanas y hermanos.

     

    ¿Maldición o bendición? (Doris Dube, Zimbabwe)

    Por tal motivo, he experimentado tantos estilos de liderazgo como número de líderes que me han ministrado. Desde mi postura como una hermana más, todos los líderes tienen poder y el poder del liderazgo puede ser positivo o negativo. Los líderes –que son seres humanos falibles– marcan la tónica en aquellos que les siguen por la manera que ejercen el poder.

     

    Más allá de la dominación y el control (Drew G. I. Hart, EE.UU.)

    Debemos considerar por qué la iglesia estadounidense –incluyendo el anabautismo– no ha tenido la capacidad de entender el hecho de que el racismo es, en gran medida, un asunto teológico y del discipulado, aquejado por el despliegue de poder en la iglesia, e inconscientemente justificado por una mirada racial.

     

  • Actualmente, la comunidad de iglesias afines al anabautismo se extiende por todo el planeta, e incorpora a personas de muchos trasfondos culturales, étnicos y políticos. Somos, sin duda, una comunidad muy diversa. Disfrutamos y nos enriquecemos cada vez que nos reunimos.

    Aun así, surgen a veces algunos interrogantes que nos resultan irritantes. La diversidad representa también un desafío. ¿Hay límites a esta diversidad dentro de la familia anabautista mundial?

    A fin de reflexionar sobre tal desafío, primero es necesario aclarar cuál es nuestra identidad, lo que a su vez plantea un desafío en sí mismo. Al querer explicar quiénes somos, generalmente relatamos nuestra historia. ¿Cuáles son los pilares que nos sostienen? Incluso las comunidades menonitas cuya genealogía no se remonta a los anabautistas europeos del siglo XVI, hacen referencia a esa historia, porque en algún momento adoptaron el relato como parte de su propia identidad. Y aunque tengamos una mirada crítica de esta historia, nos sirve igualmente como punto de referencia para explicar quiénes somos y procurar algún tipo de orientación en cuestiones de identidad y diversidad.

    Anabautismo de la primera época: nacido en la diversidad

    El anabautismo nunca ha sido completamente homogéneo. La diversidad ha representado un desafío dentro del movimiento anabautista desde sus inicios en la era de la Reforma. Dicho movimiento no comenzó con una sola interpretación del nuevo rostro de la iglesia, sino que elaboró distintas ideas, inmerso en las luchas de diversos contextos de Europa. Lentamente, surgieron principios unificadores que brindaron la posibilidad de fortalecerse mutuamente frente a la iglesia dominante de la Edad Media.

    Si bien compartimos la visión clave de reformadores como Lutero, Calvino y Zwinglio la convicción de que somos salvados por la gracia sólo mediante la fe– dichos anabautistas adoptaron una interpretación más radical de la iglesia como una comunidad de fe no conformista de creyentes comprometidos. La expresión más clara de dicha convicción era el bautismo de los creyentes, una acción radical basada en una confesión de fe individual, surgida del libre albedrío. Esta comunidad emergente rechazaba la idea de que la autoridad del Estado o de la Iglesia prescribiera cierta interpretación de la fe. En cambio, optaron por un modelo del “sacerdocio de todos los creyentes”, no jerárquico y sin credos.

    A medida que el movimiento crecía, se hizo evidente que sólo una estructura congregacional de la iglesia sería la apropiada. Sin el liderazgo jerárquico de sacerdotes y obispos, la congregación participaría de lecturas bíblicas conjuntas y el intercambio de conceptos como medio para discernir la voluntad de Dios. Cómo seguir a Cristo –expresado con claridad en el Sermón del Monte– se convirtió en su mayor inquietud.

    Sin duda, el hecho de reclamar esta libertad de conciencia y de fe representó una amenaza a los poderes existentes de la Iglesia y el Estado. Muchos anabautistas de la primera y segunda generación sacrificaron sus vidas en pos de dicha libertad.

    Una historia de discordias y divisiones

    Todo ello es parte de nuestra historia comúns como anabautistas. Determina nuestra identidad como individuos y congregaciones en diferentes contextos, como también nuestro modo de ser iglesia juntos.

    Y aunque al principio el movimiento anabautista unía a individuos y grupos que tenían ideas diversas y complementarias de cómo practicar la fe cristiana, surgieron discrepancias. Nuestra historia también está marcada por discordias y divisiones, etapas difíciles de nuestra historia que sería necesario que volviéramos a considerar. Con una mirada retrospectiva, podríamos observar que tales discordias contradicen las afirmaciones de fe de nuestros primeros hermanos y hermanas.

    Por ejemplo, disputas sobre la cantidad de agua para usar en el bautismo, o qué tipo de música emplear en los cultos, fueron motivos suficientes para separarse y condenarse mutuamente. La conducta patriarcal, el abuso por descontrol del poder, la victimización de individuos y la estigmatización de grupos enteros como “herejes”, son tan parte de nuestra historia como la de otras iglesias.

    La incapacidad de estar a la altura de las preciadas convicciones teológicas de los primeros anabautistas, puede causarnos desilusión. Aunque sigamos afirmando, como lo hicieron nuestros fundadores, que el modelo congregacional que considera el bautismo de creyentes como fundamental, proporciona la mayor diversidad posible dentro de la iglesia –dado que considera al individuo digno de toda confianza y respeto– sin embargo, parecería que hemos fracasado sistemáticamente en comprobar que dicho modelo fuese válido y viable.

    La diversidad en el anabautismo contemporáneo

    Actualmente, nos encontramos en el Congreso Mundial Menonita, la comunidad mundial de iglesias afines al anabautismo. Es aquí que hemos aprendido a respetar y valorar la diversidad. Diferentes expresiones culturales, múltiples identidades étnicas, lecturas bíblicas y teológicas contextualizadas, diversas y auténticas maneras de celebrar el amor de Dios, todas constituyen la riqueza de dicha comunidad. Hemos aprendido a recibir esta diversidad como un regalo de Dios desde que comprendemos, ahora más que nunca, que la diversidad y la unidad no son contradictorias, sino dimensiones complementarias de ese singular movimiento creativo de Dios. El CMM es, ante todo, el ámbito en el que damos gracias y disfrutamos de esa riqueza juntos.

    Sin embargo, existe el riesgo de que esta celebración de la diversidad se vuelva muy superficial, como una experiencia turística, una “unidad barata”. En la medida que la diversidad de la familia mundial no desafíe al poder de la iglesia local, sería fácil aceptar toda clase de opiniones.

    ¿Estamos dispuestos a permitir que los demás dentro de la familia mundial desafíen nuestras creencias tradicionales? ¿Estamos dispuestos a tolerarnos (soportarnos) unos a otros? ¿Cambiaríamos cierta opinión o conducta, si los demás se ofendieran por ello?

    Me imagino el CMM como un ámbito en el que podamos discernir juntos los límites de nuestra diversidad, en el que seamos responsables ante los demás. Dicha tarea podrá ser a veces difícil, frustrante, incluso dolorosa. No obstante, si no estamos listos para ese desafío, se nos escapará la clave de una verdadera comunidad de fe en Cristo: “una unidad costosa”.

    Practicar la diversidad

    Ciertamente, tales sentimientos -aunque profundos- deben ser también posibles de llevar a la práctica. ¿Cómo se transita hoy en día la complejidad que presenta la diversidad? Es decir, cómo sería practicar este proceso de discernimiento mutuo en relación a los límites de nuestra diversidad? ¿Cómo nos haríamos responsables unos de otros?

    Para responder a estas preguntas, podría ser útil plantear dos preguntas interrelacionadas.

    ¿Cuáles son las cuestiones que atentan contra la unidad?

    ¿Cómo determinaremos cuáles serían las cuestiones que deben mantenernos unidos? Para los profetas del Antiguo Testamento, los límites de la diversidad se fijaron cuando una condena o conducta resultó en blasfemia. Cuando alguien cuestionaba la singularidad y unidad del único Dios –el Dios que liberó al pueblo de Israel del cautiverio y la esclavitud– los profetas reclamaron una clara e inequívoca confesión. Lo mismo es cierto en cuanto a los relatos del Nuevo Testamento: cuando se cuestionaba el señorío de Cristo, parecería que la tolerancia no fuera una opción.

    En términos teológicos, a este enfoque se le denomina status confessionis, situación en la que peligra confesar a Cristo.

    ¿Cómo se abordan las cuestiones que atentan contra la unidad?

    En el presente, a los menonitas se los conoce y respeta como una de las iglesias históricas de paz. Al enfrentar los desafíos de la diversidad dentro de la iglesia, este enfoque no violento para la resolución de conflictos ha constituido un principio rector desde los comienzos del movimiento anabautista. Sin embargo, no podríamos pretender ser expertos en mediación cuando se trata de conflictos internos. Igualmente, si sostenemos la convicción clave de que Jesús llamó a todos sus discípulos a ser promotores de la paz y procurar primero la rectitud del reino, la característica de ser una iglesia de la paz justa debe determinar la metodología al tratar nuestras propias diferencias.

    Las preguntas fundamentales a plantear en un conflicto serían entonces las siguientes:

    • El tema que está en juego, ¿es realmente una cuestión de status confessionis, o podríamos tolerar el hecho de que el otro también sostenga que actúa conforme a lo que las Escrituras le dicen?
    • ¿Cuál es la perspectiva de los más vulnerables o discriminados sobre este tema?
    • ¿Se está victimizando a alguien en este conflicto, y si así fuera, cómo podríamos terminar con tal victimización?
    • ¿Nos estamos presentando como víctimas de este conflicto de manera inapropiada, y si así fuera, cómo podríamos encaminarnos?
    • ¿Estamos respetando el hecho de que todos los involucrados fueron y siguen siendo creados indestructiblemente a imagen de Dios, aunque difieran nuestras opiniones o conductas?

    Quisiera creer que la iglesia de la paz justa implica un enfoque profundamente humilde: saber diferenciar siempre la verdad absoluta, que está solo en Dios, de todas nuestras aproximaciones a dicha verdad. Si sumamos dicha humildad a la manera ambiciosa de ser iglesia de la paz justa, no sólo podría crecer la credibilidad de nuestro testimonio de paz, sino que también descubriríamos nuevamente la capacidad de Dios de tolerar (sobrellevar) nuestras diversidades.

    La comunidad celebrante, reunida en nombre de Dios, constituye el ámbito fundamental para practicar la responsabilidad mutua. El Congreso Mundial Menonita tiene el potencial para crecer y convertirse en dicha comunidad.”

    Fernando Enns, director del Instituto para la Teología de Paz de la Iglesia (Peace Church Theology) de la Universidad de Hamburgo (Alemania), y profesor de Paz (Teología y √âtica) de Free University de √Åmsterdam (Países Bajos).

  • Como los menonitas (y otros anabautistas) de todos los países del mundo, los menonitas canadienses están enraizados en su nación e inmersos en su historia. En términos mundiales, Canadá es un país muy grande, extendiéndose a lo largo de 7.000 kilómetros desde el Atlántico al Pacífico, hasta el Ártico. También es uno de los países más ricos del mundo, con un importante sistema público de educación y salud. Es mayoritariamente de habla inglesa, con fuertes vínculos históricos con Gran Bretaña, aunque tiene un importante sector de habla francesa en Quebec. Como una sociedad formada por colonos –inmigrantes agricultores, especialmente en Ontario y el oeste de Canadá– también tiene una larga historia de encuentros con pueblos originarios, a veces violentos.

    Dada su base bilingüe, históricamente Canadá ha sido tolerante con culturas minoritarias y, especialmente en el último tercio del siglo XX, recibió a un gran número de nuevos inmigrantes del Sur global. En la actualidad, sólo las dos terceras partes de los 35 millones de habitantes de Canadá aún se definen como cristianos (casi el doble de católicos que de protestantes). Ocho millones de canadienses manifiestan no tener ninguna religión; un millón se define como musulmán; otro millón practica religiones que provienen de la India (hindúes y sijs); e igual número practican el budismo y judaísmo (ambas religiones con 300.000).

    Los menonitas –que han sido contabilizados entre 127.000 (miembros de las iglesias menonitas en 2010) y 175.000 (autodefinidos en el censo de Canadá de 2011)– constituyen una pequeña minoría dentro de Canadá. Son también un grupo muy diverso, ya que más de veinte denominaciones se autodenominan “menonitas”. 

    La Iglesia Menonita y los Hermanos Menonitas

    Los grupos más grandes son los Hermanos Menonitas y la Iglesia Menonita, con aproximadamente 38.000 y 32.000 miembros respectivamente. Están también entre los más urbanizados de los menonitas canadienses, y se destacan por atraer grandes grupos de canadienses no menonitas, como también inmigrantes chinos y latinoamericanos.

    La historia de las congregaciones de los Hermanos Menonitas se remonta a 1860 en Rusia, cuando rompieron con los menonitas tradicionales, enfatizando una fe personal y distinguiéndose por el bautismo por inmersión. La primera congregación de los Hermanos Menonitas se estableció en Canadá en 1888 como un puesto misionero. No obstante, la convención canadiense de los Hermanos Menonitas se mantuvo reducida hasta 1923, cuando empezaron a llegar a Canadá inmigrantes que huían del comunismo en la Unión Soviética.

    La historia de las congregaciones de la Iglesia Menonita es más compleja, conformándose con la fusión de dos denominaciones en 1999, popularmente denominadas “Convención General” (en inglés “General Conference”, GC) y Menonitas antiguos (en inglés “Old Menonites”, OM). Los Old Menonites se constituyeron luego de la llegada de menonitas al Alto Canadá (posteriormente Ontario) desde Pennsylvania, primero en 1786, y en números muy superiores a partir de 1800. Si bien en los comienzos del General?Conference en 1860 existía una congregación en Ontario, la presencia permanente del GC en Canadá comenzó con la fundación de la Convención de los Menonitas en Canadá en 1903, que tomó impulso con la inmigración de menonitas provenientes de la Unión Soviética en las décadas de 1920 y 1940. Dada su diversidad, las congregaciones de la Iglesia Menonita destacan la unidad y fraternidad en la diversidad, así como los programas de justicia social, especialmente vinculados al Comité Central Menonita (MCC).

    Otros grupos anabautista-menonitas de Canadá

    Varias denominaciones de mediana dimensión, que suman entre 4.000 y 6.000 miembros, realzan una amalgama del anabautismo y protestantismo evangélico. La Iglesia de los Hermanos en Cristo surge de la migración al Alto Canadá que ocurrió a fines del siglo XVIII, conformada por menonitas estadounidenses provenientes de Suiza y el sur de Alemania. La Convención Menonita Evangélica (en inglés, Evangelical Mennonite Conference, EMC) y la Convención Menonita Evangélica de Misiones (en inglés, Evangelical Mennonite Mission Conference, EMMC), son grupos que provienen de la migración ruso-holandesa de la década de 1870, y ambos fueron marcados por el evangelicalismo de mediados del siglo XX. Dichos grupos son conocidos por su obra misionera en el extranjero y su apoyo al MCC.

    Quizá sea curioso que diecisiete denominaciones menonitas de Canadá –conformadas por más de 30.000 miembros– representen grupos “Plain” u “Old Order”. Por lo general, estos grupos no se unen al Congreso Mundial Menonita. Se destacan por su estilo de vida sencillo, la no conformidad y el aislamiento social, evidenciado en su vestimenta sencilla, que incluye pequeñas cofias blancas que cubren la cabeza para las mujeres, y camisas de manga larga, abotonadas hasta el cuello, para los hombres. Alrededor del 20 por ciento de estos grupos “Plain” son los llamados menonitas de “caballo y buggy”.

    Canadá constituye también la sede de dos convenciones evangélicas (anteriormente Hermanos en Cristo Menonitas y Hermanos Menonitas Evangélicos, hoy denominadas Iglesia Misionera Evangélica de Canadá y Hermandad de Iglesias Bíblicas Evangélicas respectivamente), que han desistido del nombre menonita. Asimismo, Canadá es la sede de grupos vinculados a los menonitas, como los huteritas y un pequeño número de Amish.

    Instituciones menonitas en Canadá

    Como en otros lugares, la comunidad menonita canadiense se ve fortalecida por una amplia variedad de instituciones. De hecho, es muy posible vivir en contextos mayormente menonitas –especialmente en zonas rurales y ciudades como Kitchener-Waterloo (Ontario), Winnipeg (Manitoba), Saskatoon (Saskatchewan) y Abbotsford (British Columbia). Muchos niños menonitas asisten a escuelas primarias y secundarias privadas. Los jóvenes cuentan con educación religiosa y general en numerosas instituciones anabautista-menonitas de educación superior, en particular, Canadian Mennonite University de Winnipeg, Columbia Bible College de Abbotsford y Conrad Grebel University College de Waterloo. Las familias jóvenes pueden obtener fácilmente préstamos de una docena de instituciones de crédito con fuertes raíces menonitas, siendo la mayor de ellas, Steinbach Credit Union de Manitoba, con un activo de cuatro mil millones de dólares. También cuentan con seguro contra incendios por parte de empresas administradas por menonitas; la más histórica es Mennonite Aid Union, que operó de 1866 a 2002. Asimismo, en años anteriores los menonitas han contado con una oferta de paquetes turísticos, tal como el Crucero del Legado Menonita, para organizar sus vacaciones, aunque “Viajar a lo menonita” también ha sido muy popular.

    En varias ciudades, los menonitas pueden buscar información genealógica en los archivos menonitas o rememorar viejos tiempos en alguno de los museos. Muchas veces los testamentos y legados se gestionan por medio de la Fundación Menonita de Canadá. Además, los ancianos pueden acceder a geriátricos menonitas en muchas comunidades. A modo de ejemplo, Menno Terrace East en Abbotsford, consta de 95 suites en un edificio de seis pisos y un centro de atención de salud. Varias comunidades cuentan con cooperativas de sepelios o funerarias privadas pertenecientes a menonitas.

    Los menonitas de Canadá se han centrado cada vez más en las instituciones nacionales para apoyar sus misiones. Irónicamente, mientras los menonitas canadienses se han abierto al mundo, se han vuelto más centrados en su país, escindiéndose de las instituciones estadounidenses. En 1963, por ejemplo, se constituyó el Comité Central Menonita (MCC) Canadá, diferenciado de la oficina central del MCC en Akron, Pennsylvania, EE.UU., más apto para brindar una “voz unificada para los menonitas canadienses”. En 1967 se creó la Sociedad Histórica Menonita de Canadá para fomentar una identidad histórica unificada, especialmente por medio de los tres tomos de la colección histórica, Menonitas de Canadá, iniciada por Frank H. Epp. La unificación continental de las entidades de los “menonitas antiguos” (Old Mennonites) y de la Convención General (General Conference) a fin de formar una Iglesia Menonita unificada en 1999, conllevó desde su misma fundación una nueva división, a lo largo de la frontera de Canadá y EE. UU., dando origen a la Iglesia Menonita Canadá, junto a su contraparte de Estados Unidos. Situaciones similares se dieron respecto a los Hermanos Menonitas, la Convención Evangélica Menonita, los Hermanos en Cristo y otras convenciones.

    La creación del Comité Central Menonita Canadá permitió también el desarrollo de un vínculo muy estrecho con los gobiernos provinciales y federales. En 1975, por ejemplo, MCC Canadá abrió una oficina de promoción en Ottawa, con el objetivo no sólo de obtener beneficios del gobierno, sino también de definir políticas públicas. De hecho, se ha reconocido la apertura de los menonitas canadienses a trabajar con agencias gubernamentales. El Banco Canadiense de Granos y Alimentos (Canadian Foodgrains Bank), fundado por el MCC, se inició en parte debido a la contrapartida de fondos aportados por el Gobierno federal. Asimismo, un número cada vez mayor de hombres y mujeres menonitas se han desempeñado en el Parlamento federal y las legislaturas provinciales de Canadá.

    Temas del menonitismo canadiense

    Con el tiempo una variedad de temas han llegado a distinguir la identidad de los menonitas canadienses. Por ejemplo, han creado vínculos con menonitas de otras partes del mundo para construir una sólida comunidad mundial. Han constituido organizaciones binacionales, como MCC después de 1920, Mennonite Disaster Service después de 1951 y Mennonite Economic Development Associates después de 1952. Históricamente, los Hermanos Menonitas y la Iglesia Menonita han mantenido lazos estrechos con las misiones norteamericanas, especialmente aquellas en el Congo, la India y América Central. Entre los misioneros canadienses se destacan Susanna Plett, quien inspiró a toda una generación de misioneros de la Iglesia Evangélica Menonita cuando partió a Brasil en 1942, sin el apoyo de la iglesia. Quizá quien obtuvo más reconocimiento mundial fue Jacob Loewen de Abbotsford, un misiólogo de los Hermanos Menonitas, destacado por sus ideas en cuanto a la autocrítica y el liderazgo autóctono. Los Equipos Cristianos de Promotores de la Paz han transformado la manera en que los jóvenes menonitas canadienses enfocan los temas del pacifismo y la no violencia. Las iglesias canadienses han apoyado plenamente el Congreso Mundial Menonita.

    Los menonitas canadienses también han adoptado nuevas maneras de expresarse. Tradicionalmente, han sido cantantes; Benjamín Eby produjo el primer himnario canadiense en la década de 1830, y músicos como Ben Horch de Winnipeg, elevaron la música al nivel de los coros comunitarios y orquestas. También ha habido escritores, entre ellos varios autores reconocidos nacionalmente; Peace Shall Destroy Many, escrito por Rudy Wiebe en 1962, aún es aclamada como una obra pionera. Las películas “menonitas” también se han vuelto populares: por ejemplo. And When They Shall Ask, que relata los sufrimientos en la Unión Soviética, ha atraído a miles de espectadores. Por último, han surgido numerosos recursos por internet, incluyendo la Enciclopedia Mundial Menonita Online (GAMEO), que comenzó como un proyecto de la Sociedad Histórica Menonita de Canadá.

    Tal vez la característica más distintiva de la historia de los menonitas de Canadá ha sido la migración. Siete historias concretas de migración fueron claves. Las tres primeras relatan las migraciones del siglo XIX; cada uno de estos grupos buscó crear exclusivamente comunidades agrícolas de frontera, todas bajo la protección de la monarquía británica. Estos grupos incluyeron menonitas suizo-estadounidenses que llegaron al Alto Canadá una generación después de la Guerra revolucionaria de Estados Unidos; Amish recién llegados de Europa en la década de 1820; y 8.000 menonitas de origen holandés que llegaron a Manitoba en la década de 1870, cuando Rusia cambió sus leyes de exención del servicio militar.

    Los próximos dos grupos llegaron en el siglo XX de Ucrania y Rusia, devastadas por la guerra: 20.000 en la década de 1920 para beneficiarse de la acogida de Canadá a los inmigrantes, y 8.000 familias después de 1948, en su mayoría encabezadas por mujeres.

    El sexto y séptimo grupo son recién llegados del Sur global. Muchos son latinoamericanos que hablan el alemán bajo, descendientes de menonitas que abandonaron Canadá en la década de 1920 para evitar la asimilación inglesa. Los que más han cambiado la antigua imagen de los menonitas euro-canadienses son los recién llegados del Sur global que se unieron a las iglesias menonitas al llegar a Canadá: incluyen a los chin (birmanos), chinos, coreanos, hmong (laosianos), punjabi (hindú y paquistaní), hispanos (latinoamericanos) y vietnamitas, entre otros. Muchas veces estos inmigrantes son refugiados de guerras civiles o de la pobreza.

    Hechos recientes

    En las últimas décadas los menonitas canadienses han renovado también sus cultos y la vida de la iglesia. Janet Douglas Hall fue una adelantada para su época al servir como pastora de una iglesia menonita de los Hermanos en Cristo de Dornoch, Ontario ya en 1886; ha sido una referente para mujeres que se desempeñan cada vez más como pastoras guías, primero en la Iglesia Menonita en la década de 1970 y más recientemente, en las congregaciones de los Hermanos Menonitas, Iglesia Evangélica Menonita y Hermanos en Cristo.

    Algunas iglesias han adoptado liderazgos informales, incluyendo iglesias que funcionan como pequeños grupos en casas en múltiples lugares, como Pembina Fellowship en Morden, Manitoba, o aquellas con un pastor remunerado, como Fort Garry Fellowship en Winnipeg. The Meeting House, una congregación numerosa de los Hermanos en Cristo de Oakville, Ontario, es una “iglesia para personas que no van a la iglesia” y se reúnen en cines ubicados en múltiples lugares conectados por video. Otras congregaciones, como Toronto United Mennonite Church que pertenece a la Iglesia Menonita, son conocidas por “acojer” a miembros de la comunidad LGBT.

    La fundación de iglesias ha sido también parte de la historia reciente. Los Hermanos Menonitas en particular han impulsado distintas versiones muy sólidas de fundación de iglesias, especialmente las √âglises des fr√®res Mennonites en Quebéc. En las últimas décadas, la Convención General de Manitoba procuró acercarse a las comunidades de pueblos originarios y compartir el culto con ellos, abrazando más y más la idea de un Dios Creador.

    Finalmente, muchas iglesias han abandonado los himnos tradicionales, adoptando coros más alegres, con la ayuda de proyecciones de PowerPoint y grupos musicales en vivo. A la vez, numerosas iglesias, como la Iglesia Bakerview de los Hermanos Menonitas de Abbotsford, han incorporado cultos litúrgicos, en respuesta a la creciente atracción de los jóvenes menonitas por las tradiciones clásicas de la iglesia.

    Royden Loewen, presidente de Estudios Menonitas y profesor de Historia de la Universidad de Winnipeg (Manitoba, Canadá), agradece los aportes de Marlene Epp, Bruce Guenther, Mary Ann Loewen y Hans Werner en la redacción de este artículo.

    Pastores y líderes en un encuentro de los Hermanos en Cristo Menonitas en 1907, en Kitchener, Ontario. Hoy, después de varias fusiones y cambios de nombre, este grupo es conocido como la Iglesia Misionera Evangélica de Canadá. Gentileza del Archivo Menonita de Ontario

     

     

     

     

     

     

     

    Líderes de la Iglesia Menonita Hmong (Kitchener, Ontario) en 1991. De izquierda a derecha: Ge Yang, Toua Jang, Lee Xong, Tou Vang. La creciente diversidad étnica constituye algo novedoso en la historia de los anabautistas canadienses. Foto de Larry Boshart/Gentileza _de los Archivos Menonitas de Ontario

     

     

     

     

     

     

     

    Alice Snyder etiqueta paquetes de Navidad para su distribución internacional en 1954, como parte del programa de ayuda humanitaria del Comité Central Menonita, que distribuyó alimentos y ayuda material en zonas afectadas por desastres naturales. Foto de David Hunsberger/Gentileza de los Archivos Menonitas de Ontario

     

     

     

     

     

     

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    Vislumbramos la iglesia universal

    Soy pastor de una congregación menonita del pueblo de Enkenbach, cerca de la ciudad de Kaiserslautern, en la región del Palatinado en el sudoeste de Alemania. Nuestra iglesia tiene 260 miembros y una concurrencia promedio de cien personas al culto dominical.

    La congregación fue fundada después de la Segunda Guerra Mundial por refugiados menonitas de Prusia Oriental y Occidental (actualmente Polonia), que tuvieron que dejar su tierra natal a causa de la guerra. (En cambio, otras congregaciones menonitas de la región del Palatinado datan del siglo XVII, cuando refugiados menonitas que huían de la persecución, emigraron de Suiza en busca de refugio.) En Enkenbach, jóvenes no alemanes que realizaban servicio voluntario en Europa a través del programa PAX del Comité Central Menonita -una iniciativa humanitaria de la posguerra-, construyeron casas aquí para refugiados menonitas a modo de asentamientos, haciendo posible que nuestra congregación creciera. La membresía actual está constituida por refugiados que llegaron a una joven edad o por la primera generación de alemanes del “Palatinado”.

    Nuestra congregación es una de las más numerosas de Alemania, mucho más que la congregación menonita de la Convención Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Gemeinden (sin contar las congregaciones más numerosas de trasfondo ruso-alemán).

    La congregación local cumple una función sumamente importante en la tradición menonita alemana. Los primeros anabautistas destacaban el papel fundamental de la congregación local, y este énfasis ayudó al movimiento a sobrevivir en tiempos de persecución. Sin embargo, a lo largo de los años, el congregacionalismo ha dado origen a ciertas debilidades, e incluso un sentido a veces demasiado grande de autosuficiencia. Por ejemplo, miembros de nuestra congregación se creen no sólo menonitas, sino “menonitas de Enkenbach”, y no les interesa tanto otras tradiciones menonitas. En sus comienzos, nuestra congregación tenía alrededor de quinientos miembros y en las décadas subsiguientes esta membresía numerosa mantenía muchos programas, tornando a la congregación bastante independiente de otros grupos menonitas. Esto ha cambiado en el transcurso de las décadas, debido a que ha disminuido el número de miembros. Aun así, persiste un verdadero peligro: la posibilidad de que las congregaciones se pierdan de vista, desarrollando una mentalidad de “somos quienes somos y los demás hacen de las suyas”.

    Afortunadamente, mucha gente de Alemania -incluyendo muchas personas de nuestra congregación- tienen una visión ecuménica. (Es probable que esto surgiera como resultado de la historia alemana, que abarca la principal escisión protestante-católica de la Reforma del siglo XVI.) Valoramos la estrecha colaboración con otras denominaciones a fin de dar mejor testimonio al mundo. En nuestro pueblo, mantenemos vínculos fraternales con congregaciones católicas y otras congregaciones protestantes (Iglesia Unida), albergando el espíritu de unidad de la iglesia cristiana.

    A la vez, nuestra congregación necesita entender que la familia anabautista-menonita es más amplia que nuestra congregación local. Esta visión más ampliada del mundo proviene de nuestra participación en el Congreso Mundial Menonita.

    La participación en el CMM ofrece varios beneficios concretos. Primero, ayuda a fortalecer nuestra identidad común como menonitas anabautistas. En nuestras congregaciones locales, organizamos dos pequeños grupos para leer y estudiar las convicciones compartidas del CMM, utilizando el libro Lo que juntos creemos, por Alfred Neufeld, de la Colección de Literatura Anabautista-Menonita Mundial. Actualmente, otro pequeño grupo le da lectura a otro libro de la Colección de Literatura del CMM: God’s Shalom Project por Bernhard Ott. Estos libros recomendados nos resultan muy útiles.

    Además, la participación en el CMM nos sirve para recordar que la familia anabautista-menonita ha crecido mucho más allá de las culturas étnicas alemanas (suizas o prusianas) de las que el anabautismo se nutrió inicialmente. Por ejemplo, celebramos anualmente el Domingo de la Fraternidad Mundial (WFS, por sus siglas en inglés) en nuestra congregación, y, por consiguiente, recibimos regularmente información interesante sobre la vida de hermanos y hermanas del CMM. Más aun, al celebrar cada WFS recolectamos una ofrenda especial para el CMM, además de lo que donamos a través de nuestra Convención para el Aporte Proporcional Justo del CMM. En 2012, cuando el Concilio General del CMM se reunió en Europa, invitamos a nuestros cultos a dos oradoras (teólogas/pastoras de Japón y la República Democrática del Congo). Esto fue algo singular y nos permitió vislumbrar el advenimiento de la tradición anabautista-menonita en un fenómeno multicultural mundial. En 2011, tuvimos la fortuna de recibir la visita de César García, secretario general del CMM, para dar una charla en nuestra iglesia sobre la labor del CMM, que nos ayudó a mostrarle a nuestra gente la realidad de la fe anabautista mundial.

    Asimismo, hemos sido afortunados de recibir a personas de América del Norte a través del Intermenno Trainee Program (Programa Intermenonita de Capacitación Práctica), una iniciativa de intercambio que convoca a jóvenes a vivir en Europa y obtener experiencia directa con la cultura e idiomas europeos. Además, hemos recibido a voluntarios paraguayos que han servido en nuestro medio; algunos, incluso, se han radicado aquí y se han casado.

    Más allá de las iniciativas en las congregaciones locales, un gran número de miembros que pudieron costearse los viáticos, asistieron a las Asambleas del CMM en India (1997), Zimbabwe (2003) y Paraguay (2009). En cada instancia, nuestra gente ha regresado enriquecida e impresionada, y han informado sobre sus experiencias.

    Sin duda, la interpretación bíblica de la Iglesia es más que sólo la congregación local. Cristianos de muchas tribus y naciones están unidas por algo más que sólo una identidad local. Desde una perspectiva bíblica, la Iglesia es una hermandad de creyentes que trasciende las categorías de nación, etnicidad y raza. Es un cuerpo universal (o católico, en el verdadero sentido de la palabra). Necesitamos al CMM para darlo a conocer y ayudar a que se viva su verdad a nivel de la congregación local. En definitiva, el CMM nos permite vislumbrar la identidad universal, incluso ecuménica, del Pueblo de Dios.

    Rainer W. Burkart es pastor de la Iglesia Menonita Enkenbach de Enkenbach, Alemania. Además, ha integrado el Comité Ejecutivo y la Comisión de Fe y Vida del CMM, y ha copresidido la Comisión Internacional de Estudio de la Federación Luterana Mundial/Congreso Mundial Menonita (2005-2008), que sentó las bases para la reconciliación entre luteranos y anabautistas.

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    La existencia interdependiente

    Cuando yo era niña, mi madre ya fallecida tenía una cocina con techo de pasto delante de una orundu, pequeña huerta con todo tipo de verduras. La orundu servía de “campo de prueba”, donde se podían plantar semillas nuevas para comprobar su poder de germinación y maduración. Tras pasar por esta prueba, el nuevo cultivo podía ser plantado en la puodho, finca más grande.

    Una orundu bien cuidada no era suficiente para la familia; pero la puodho se abastecía de la orundu de muchas maneras. Durante mi infancia, la familia se alimentaba de la orundu mientras esperábamos las cosechas de la puodho. La orundu era más fácil de cuidar ya que estaba más cerca que la puodho; ésta era más grande pero estaba lejos de la vivienda y exigía un mayor cuidado, aunque tenía mayores cosechas.

    Cuando pienso en la conexión entre la congregación local y la familia de la iglesia mundial, orundu y puodho constituyen símbolos contundentes. Aún más importante, las imágenes expresan la manera en que lo mundial depende de lo local y viceversa, lo que denomino la existencia interdependiente.

    Los términos “mundial” y “local” son intrínsecamente interdependientes, especialmente en la iglesia como comunidad de creyentes reunidos por su fe en Dios. Como pastora y representante regional del Congreso Mundial Menonita, son dos mis ámbitos de orundu: Eastleigh Fellowship Centre (EFC), pequeña congregación menonita al este de Nairobi, Kenia, y la comunidad menonita de África Oriental.

    En la congregación EFC, por ejemplo, adoramos a Dios mediante canciones de alabanza, oración, predicación, fraternidad, visitas, enseñanzas y clases de escuela dominical, en un contexto en el que la mayoría de la gente es de origen musulmán y somalí. Este contexto no constituye sólo un desafío sino que, a veces, es desgarrador. Aunque valoramos cómo está conformada nuestra región, reconociendo que todos los pueblos son fruto de la creación de Dios, en cuestiones de fe es necesaria la hermandad de una comunidad más amplia: una comunidad mundial que trascienda la localidad donde seamos minorías religiosas, una comunidad en la que nos vinculemos con hermanas y hermanos en Cristo de todo el mundo. Es posible que nuestra orundu se estanque si no nos nutrimos permanentemente del valor, consuelo y fortaleza de Dios mediante la existencia y aliento de la comunidad en su totalidad.

    Nuestras asociaciones regionales con la comunidad menonita de África Oriental facilitan nuestros vínculos mundiales. Compartimos a nivel regional para poder identificarnos mejor con la comunidad mundial y participar eficazmente en ella. Las reuniones regionales brindan una intermediación eficaz entre lo local y lo mundial. Obispos, directivos y varios departamentos de la Iglesia Menonita de Kenia y la Iglesia Menonita de Tanzania (Kanisa la Mennonite Tanzania) a nivel nacional, cumplen una función central en guiar a los/las creyentes hacia un objetivo común: ser el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27).

    ¿Cuáles son algunos de los beneficios que brindan estos vínculos entre las comunidades locales y la comunidad mundial?

    Un beneficio es la armonía. Desde la sociología, se ha definido el concepto del “otro” o la “alteridad” como la fuerza que divide a la gente. Esta alteridad no es innata sino construida. La gente decide qué es lo “diferente” y lo excluye. Esto podría ser muy destructivo para el cuerpo de Cristo. Como creyentes, compartimos la posibilidad de ser un cuerpo en Jesucristo, y ello debería ser nuestro eje central, independientemente de las diferencias geográficas, culturales o raciales, o en ocasiones, desequilibrios económicos y crisis políticas. Deberíamos abocarnos a iniciativas tendientes a eliminar las fuerzas de “alteridad” en la iglesia, a fin de que el “otro oprimido” pueda tener un lugar entre los cristianos como el “otro agraciado”. Por ejemplo, la existencia armoniosa de EFC con la comunidad predominantemente no cristiana no debería pasar desapercibida.

    Como iglesia mundial, acompañemos a los grupos minoritarios en las zonas donde el evangelio esté amenazado. Es hora de reexaminar la relación entre teología y economía. La iglesia mundial debería orientar sus objetivos hacia el bienestar de sus miembros. Se trata definitivamente de una enorme responsabilidad, aunque Jesús fue claro al decir que no era fácil entrar en el Reino de Dios (Mateo 18:3-4; Marcos 9:47; Lucas 18:24-25), pero que podíamos hacer todas las cosas por medio de Cristo (Filipenses 4:3).

    Otro beneficio es la identidad. Habiendo asistido y participado en numerosos foros del CMM, puedo atestiguar el enorme esfuerzo que se realiza para fomentar una identidad común. Es de vital importancia la elaboración de teologías y terminologías teológicas que promuevan la unidad en vez de la homogeneidad.

    Participar en foros de la iglesia mundial, nos empodera y, posteriormente, iremos sintiendo la necesidad de redefinir nuestras categorías sociales, a fin de reforzar la identidad común como cuerpo de Cristo. Una identidad común no nos impone la homogeneidad. En cambio, nos permite ir más allá de nuestras posturas cómodas hacia una hermandad valiosa y profunda. Cuando participamos juntos como comunidad mundial, podremos identificar y procurar redefinir verdaderamente nuestras categorías sociales.

    Los acuerdos, desacuerdos y negociaciones son elementos saludables en la redefinición de nuestra identidad. No deberíamos apartarnos de la hermandad por temor a estos conflictos saludables, porque sería equivalente a cerrar las puertas a la misma hermandad con Dios que quisiéramos desarrollar. En definitiva, modificamos nuestras conductas y autoimagen en base a nuestras interrelaciones y a las reflexiones que hagamos sobre estas interrelaciones.

    Para concluir, conforme se aproxima y hacemos los preparativos para la Asamblea del Congreso Mundial Menonita, no deberían subsistir puntos de vista progresistas, conservadores ni intermedios. En cambio, nuestro lema debería ser, “la hermandad del cuerpo de Cristo”. Necesitamos tanto orundu como puodho, local y mundial. Nos necesitamos mutuamente.

    Rebecca Osiro, pastora y teóloga, es la primera mujer ordenada para el ministerio de la Iglesia Menonita de Kenia. Es representante regional de África Oriental del CMM y miembro de la Comisión de Fe y Vida. Además, ha representado al CMM en el diálogo trilateral entre menonitas, católicos y luteranos.

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    Reunirnos nos fortalece

    Tuve la oportunidad recientemente de conocer las nueve convenciones menonita-anabautistas y de los Hermanos en Cristo de India y Nepal. Estas convenciones tienen congregaciones (incluyendo iglesias en hogares) en zonas mayormente rurales, donde las personas no cristianas son mucho más numerosas que las cristianas. La membresía es, con frecuencia, escasa. Las personas a cargo de la tarea pastoral son pocas; debido a las limitaciones geográficas y falta de recursos, no pueden visitar y brindar apoyo espiritual a cada miembro. En consecuencia, muchas de estas congregaciones han sucumbido al complejo de grupo minoritario, con una sensación de aislamiento, temor, desconfianza e incluso abandono.

    Ante tal situación, es difícil saber qué significa ser parte de una familia de Dios más amplia. Aunque dichas congregaciones saben a qué convención regional o nacional pertenecen, carecen de un espíritu de hermandad mundial.

    Dicha realidad me llevó a un reciente contacto con las convenciones de India y Nepal, junto con un grupo de líderes anabautistas mundiales: Madhukant Masih, nuevo director de Mennonite Christian Service Fellowship of India (MCSFI), una organización intermenonita que brinda un foro para las nueve denominaciones de la India afines a la iglesia menonita, a fin de que se vinculen para fraternizar y servir a la sociedad; Henk Stenvers, secretario de la Comisión de Diáconos del CMM; y César García, secretario general del CMM. Uno de los objetivos de nuestra visita era compartir información sobre MCSFI y el CMM, y explicar los distintos roles y programas de cada organización. Otro objetivo –y quizá el más importante– era ayudar a cada convención a comprender nuestra interconexión mundial, a fin de que entendieran que, a través del CMM, estamos vinculados como hermanos y hermanas en Cristo.

    Durante nuestra visita, observamos que muy poca gente conocía el CMM. (Las personas que sí lo conocían, habían asistido a la Asamblea del CMM en Calcuta, en 1997.) Comenzamos nuestra explicación partiendo del contexto local y pasando luego al mundial. Mediante estadísticas y fotografías explicamos la labor del CMM y cómo vincula las convenciones de todo el mundo a fin de fraternizar, adorar, testificar y servir. Conforme hablábamos, fueron prestando atención y mostrando aún mayor interés. Las personas que escuchaban se alegraban al enterarse de que pertenecían a una familia de Dios mucho más amplia. Hacia el final de cada visita, las convenciones locales querían saber cuándo sería la próxima visita. Tanto las iglesias muy numerosas como las menos numerosas deseaban conocer y fraternizar más con la comunidad cristiana de todo el mundo. Hubo quienes expresaron su interés de participar en la ‘Ofrenda de un almuerzo’ que se recaudará el Domingo de la Fraternidad Mundial. Conocer las necesidades de personas del resto del mundo impulsa incluso a la iglesia más pobre a querer compartir lo poco que tenga.

    En India y Nepal nuestras iglesias anhelan saber qué significa ser una iglesia de paz. El CMM ha brindado la capacitación y los recursos necesarios para responder a su inquietud. En octubre y noviembre de 2014, el CMM coauspició (con MCSFI y el Comité Central Menonita) una serie de talleres en nuestras convenciones, tendientes a fortalecer la identidad anabautista. Alrededor de quinientos pastores, pastoras y líderes –incluyendo los jóvenes– se beneficiaron de la excelente enseñanza brindada por líderes de la iglesia mundial. (Para más información sobre estos talleres, véase el número de febrero 2015 de Correo Noticias.) La tan necesaria comprensión del concepto de “paz con justicia” se está clarificando ahora en el contexto de pobreza, injusticia y violencia en el que se encuentran nuestras iglesias. Líderes de la iglesia local se han comprometido a extender las enseñanzas recibidas en estos talleres, compartiendo la verdad y sabiduría cristianas con un grupo más amplio de personas en las zonas rurales de las convenciones.

    La hermandad es otra necesidad que tienen nuestras convenciones. El ‘complejo de grupo minoritario’ de las iglesias ha sido a veces un obstáculo para el crecimiento espiritual. Sin embargo, los sentimientos asociados con este complejo parecen desaparecer cuando líderes y miembros de la iglesia descubren la comunidad anabautista mundial. Más y más, los/las creyentes saben que transitan un camino junto con hermanas y hermanos de todo el mundo, con el fin de conocerse, unir fuerzas y traer esperanza en medio de la desesperanza, injusticia y violencia.

    Invertir en la labor del CMM ha generado cambios positivos en la mentalidad, actitudes y acciones de las iglesias. Las personas que participan en el ministerio local deben continuar haciendo todo lo necesario para fomentar este nuevo espíritu de hermandad mundial.

    El CMM crea el ámbito en el que una diversidad de creyentes pueda reunirse para vincularse, aprender y compartir. En este contexto, llegamos a una comprensión más cabal de cómo Dios obra en todas las personas y en todas las circunstancias, brindando una comprensión más amplia de la acción del Reino de Dios en el mundo.

    Cynthia Peacock, representante regional de Asia del Sur en el CMM, preside la Comisión de Diáconos del CMM. Antes de retirarse en 2006, se desempeñó como trabajadora social del Comité Central Menonita durante 38 años.

  • Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

     

    Jesús de carne y hueso 

    (Darrell Winger, Canadá)

    Para las congregaciones de los Hermanos en Cristo (BIC, por sus siglas en inglés) de Canadá, el Congreso Mundial Menonita brinda la materialización de la verdad fundamental de que pertenecemos a una familia eclesial que se extiende por todo el mundo. Sabemos con certeza que quienes siguen a Jesús por doquier se transforman en un solo cuerpo por medio de la fe en él; sin embargo, podemos vivir esta gran verdad de una manera práctica dado que el CMM brinda “carne y hueso”. En tanto el CMM encarna la realidad de nuestra hermandad mundial por medio de Cristo, nuestras congregaciones BIC de Canadá se fortalecen de modo notable.

     

    Vislumbramos la iglesia universal 

    (Rainer W. Burkart, Alemania)

    A la vez, nuestra congregación necesita entender que la familia anabautista-menonita es más amplia que nuestra congregación local. Esta visión más ampliada del mundo proviene de nuestra participación en el Congreso Mundial Menonita.

     

    La existencia interdependiente 

    (Rebecca Osiro, Kenia)

    Cuando pienso en la conexión entre la congregación local y la familia de la iglesia mundial, orundu y puodho constituyen símbolos contundentes. Aún más importante, las imágenes expresan la manera en que lo mundial depende de lo local y viceversa, lo que denomino la existencia interdependiente.

     

    Reunirnos nos fortalece 

    (Cynthia Peacock, India)

    Otro objetivo –y quizá el más importante– era ayudar a cada convención a comprender nuestra interconexión mundial, a fin de que entendieran que, a través del CMM, estamos vinculados como hermanos y hermanas en Cristo.

     

  • Contexto del testimonio anabautista

    Estados Unidos se constituyó en 1776, como la primera república moderna. Sus fundadores creían participar de un experimento político innovador, que otorgaba una libertad de conciencia bastante amplia a diversos grupos cristianos. Por otra parte, era una nación en la que, hasta 1865, al menos doce de cada cien personas eran hombres y mujeres esclavizados/as de origen africano. Esta nación también ha sido forjada por inmigrantes; tal es así que actualmente personas de todo el mundo consideran que Estados Unidos es su hogar. Tiene una economía muy compleja, universidades de investigación muy reconocidas, una tradición de derechos civiles y un sector militar sumamente grande que interviene activamente a nivel mundial. Todo estos factores configuran el contexto en que viven cristianos y cristianas estadounidenses, incluyendo menonitas y otros anabautistas.

    Al igual que otros países, Estados Unidos es también una nación de mitos nacionales. Existe, por ejemplo, el mito del “crisol de culturas”, por medio del cual muchos estadounidenses creen que la asimilación es inevitable, favorable o ambas cosas. Quizá más importante haya sido el mito de la “ transcendencia individual”, la promesa de que la gente pueda dejar atrás todas las tradiciones y comenzar nuevamente, que el futuro es mejor que el pasado, y que lo nuevo equivale a algo mejorado. El pueblo estadounidense suele lidiar con el descontento dejando de lado un producto, grupo o situación y comenzando de nuevo, en vez de aferrarse a algo antiguo y abocarse a mejorarlo o adecuarlo. Esta fe ha inspirado a la sociedad estadounidense, influenciando incluso a las iglesias. Estados Unidos ha dado origen a un número inigualable de denominaciones e “iglesias independientes” de todo el espectro teológico.

    Dos grandes grupos

    Un modo de considerar a la comunidad anabautista de EE.UU. es, en términos generales, clasificándola en dos grupos: quienes se hayan integrado bastante a los patrones económicos y educativos convencionales, y quienes tengan rutinas diarias que los diferencian inequívocamente de sus vecinos. El primer grupo incluiría a la mayoría de los miembros de la Iglesia Menonita USA, la Convención de los Hermanos Menonitas de EE.UU., los Hermanos en Cristo (BIC) de EE.UU., la Convención Menonita Conservadora, etc. (Todas las iglesias enumeradas anteriormente son miembros del Congreso Mundial Menonita.) Dichas hermanas y hermanos, en general, procuran vivir su fe de manera que puedan marcar la diferencia en su contexto local, ámbitos que suelen ser urbanos y suburbanos, de profesionales de clase media. Estos menonitas y Hermanos en Cristo se informan habitualmente a través de fuentes convencionales de los medios de comunicación, poseen sus propios autos, creen que tener un buen desempeño académico es fundamental para el futuro económico de sus hijos/as, y presuponen que la atención médica existente debería ser mejor que la que disponían sus abuelos/as.

    En cambio, los miembros de las iglesias de los amish “Old Order” –el grupo más numeroso de congregaciones anabautistas de Estados Unidos–, como así también menonitas “Old Order” y un conjunto de grupos afines, generalmente no comparten estas presunciones y valores. Desde cómo se visten hasta cómo llegan al trabajo y qué expectativas tienen para sus hijos/as, tales anabautistas están deliberadamente alejados de lo que gran parte de la ciudadanía estadounidense cree que es fundamental para una buena vida. Decenas de miles se trasladan en carruajes de caballos a tiro, rechazan la educación superior y se niegan a confiar en planes de seguro comerciales.

    Existen, por supuesto, excepciones y variantes dentro de esta amplia modalidad. Es probable que miembros de grupos asimilados digan que van contra la corriente como pacifistas y como personas que defienden altos principios morales. Y algunos anabautistas “Old Order” se integran cada vez más a la economía del país. Aun así, lo primero que observadores de afuera reconocen son las diferencias que existen entre las personas que se han adaptado al modelo básico de la sociedad estadounidense –o, en el caso de nuevos inmigrantes y comunidades de minorías étnicas y raciales, que procuran lograr un mayor acceso a ese modelo básico–, y los denominados grupos “plain” (“sencillos”), que resisten de manera contundente los mitos nacionales de asimilación y trascendencia individual.

    Historias de inmigración y renovación

    Los menonitas llegaron primero en pequeños números a lo que posteriormente sería Estados Unidos en el siglo XVI. Hubo una oleada mayor de menonitas y amish emigrantes de Europa Occidental en el siglo XVII y principios de la década de 1800; y menonitas y huteritas del Imperio ruso llegaron en la década de 1870. Poco a poco estas iglesias germánicas se abrieron a personas de otros trasfondos, incluyendo pueblos indígenas, de cuya tierra había dependido el asentamiento de los menonitas. Leyes inmigratorias estrictas excluyeron a gran número de inmigrantes nuevos a mediados del siglo XIX, pero a partir de 1970 Estados Unidos ha recibido nuevamente a millones de inmigrantes cada década, incluyendo a menonitas de Asia, África y América Latina. Algunos inmigrantes anabautistas han llegado junto con sus convenciones de iglesias. Por ejemplo, el Sínodo de Jemaat Kristen Indonesia tiene actualmente ocho congregaciones en la costa oeste de EE.UU.; Amor Viviente, con sede en Honduras, cuenta con iglesias en varios estados del sur de EE.UU. Igualmente, cuando miembros mexicanos de congregaciones de la Evangelical Mennonite Mission Church (Iglesia Evangélica Menonita de Misiones), con sede en Canadá, emigraron a Estados Unidos, establecieron iglesias de EMMC allí (conocidas como Active Mission Conference [Convención de Misión Activa]).

    En Estados Unidos, los movimientos de renovación espiritual han generado también decenas de organismos eclesiales anabautistas nuevos. Los Hermanos en Cristo surgieron en la década de 1780, en la comunidad de menonitas de Pennsylvania que simpatizaban con el pietismo y la interpretación wesleyana de la santificación. A mediados del siglo XIX, el movimiento de renovación del “Old Order” enfatizaba las prácticas de la humildad y del contentamiento, junto con un enfoque comunitario de la fe y la creencia de que la disciplina de la iglesia fortalecía y no obstaculizaba el vínculo de una persona con Dios. En el siglo XX, la Convención Menonita Conservadora (CMC) experimentó una renovación cuando el activismo misionero del evangelicalismo estadounidense transformaba la herencia amish de CMC. Además, el pentecostalismo ha sido una fuente de empoderamiento espiritual para sectores del mundo anabautista de Estados Unidos.

    Paradojas del crecimiento

    Actualmente, el mundo anabautista de EE.UU. se está volviendo más urbanizado, étnica y racialmente diverso, al mismo tiempo que crece la población blanca en zonas rurales. Por un lado, el crecimiento de muchos organismos anabautistas se da en congregaciones tales como la Casa del Dios Viviente (BIC), de Pompano Beach, Florida, o la Iglesia Menonita Hmong de St. Paul, Minnesota. La mitad de las iglesias de los Hermanos Menonitas del país tienen un claro perfil latino, asiático-americano, eslavo o afroamericano. La Iglesia Calvary Community de Hampton, Virginia, cuya membresía es de 2.200 personas, en su mayoría afroamericanos, es la congregación más numerosa de la Iglesia Menonita USA.

    A la vez, el crecimiento numérico más grande del mundo anabautista de EE.UU. se da en los grupos menonitas amish y “Old Order”. Menonitas y Hermanos en Cristo de tendencia evangelical suelen desestimar el crecimiento de estos grupos dado que prácticamente proviene de su propia descendencia. Sin embargo, las iglesias anabautistas culturalmente conservadoras hacen un trabajo increíble de atraer y retener a la juventud. El número y crecimiento de dichas iglesias –aunque generalmente apartadas de la mayoría de los miembros menonitas y Hermanos en Cristo tradicionales– significa que la población anabautista de EE.UU., en su conjunto, es un poco más blanca y rural, en términos porcentuales, que hace treinta años.

    Realidades contemporáneas y ámbitos de testimonio

    1. Los anabautistas estadounidenses constituyen una pequeñísima parte de un país muy grande. Estados Unidos se posiciona como una superpotencia mundial, y sus decisiones económicas y militares afectan la vida de la gente de todo el planeta. Los anabautistas estadounidenses forman parte de este complejo superpoderoso, pero no concitan tanta presencia cultural como, por ejemplo, en Canadá, ni tienen tanta influencia económica o política como, por ejemplo, en Paraguay. A los menonitas a menudo les ha generado inquietud su relación con el Estado por el hecho de ser una muy pequeña minoría en el centro de un imperio de los últimos tiempos.

    Para algunas personas, incluyendo a miembros del “Old Order”, la mayor preocupación ha sido el poder coercitivo de asimilación del Estado. No sólo rechazan las muestras patrióticas y la participación militar, sino que (en la mayoría de los casos) la educación pública y programas de salud pública. A otros menonitas les inquieta profundamente el rol sobredimensionado de Estados Unidos en los asuntos mundiales y sus frecuentes aventuras militares en el extranjero, lo que suscita frecuentemente protestas públicas de algunos menonitas. De cualquier manera, el tamaño de la comunidad anabautista frente a la nación a menudo ha resultado en una postura defensiva o profética respecto a cuestiones públicas en vez de, digamos, procurar asociarse con organizaciones gubernamentales a fin de promover la visión anabautista del mundo.

    2. Los anabautistas estadounidenses viven en medio de la abundancia material. Independientemente de cuán cómodos se sientan identificándose como ciudadanos estadounidenses, muchos menonitas y Hermanos en Cristo están, en general, muy bien económicamente. La abundancia que caracteriza la vida de muchos menonitas se expresa positivamente a través de donaciones de caridad para causas de la iglesia o la sociedad civil, menonitas u otros. De hecho, estudios de filantropía suelen clasificar a los menonitas como donantes generosos en comparación con muchos otros cristianos de EE.UU. Además de donar a causas mundiales, los menonitas y Hermanos en Cristo asimilados también gastan más dinero en sí mismos, construyendo o renovando las estructuras de las iglesias, a menudo a un costo de millones de dólares o más por un solo proyecto.

    3. Sistemas legales y financieros previsibles en Estados Unidos le han permitido a los anabautistas crear aquí diversas instituciones, ya sean organizaciones misioneras y centros de retiros, o fondos de inversión y hogares de ancianos. La labor de estas grandes instituciones que cuentan con personal profesional, recibe mucha cobertura en la prensa menonita, aunque no debería eclipsar la multiplicidad de ministerios que funcionan con voluntariado y recursos limitados, y que le cambian muchísimo la vida a la gente. Por ejemplo, centenares de congregaciones menonitas y de los Hermanos en Cristo albergan centros preescolares y guarderías, administrados por mujeres que benefician a miles de familias por año, pero que no reciben la atención que reciben institutos terciarios y universidades menonitas.

    4. Los anabautistas estadounidenses viven en una sociedad pluralista que determina su culto y testimonio. En muchas iglesias anabautistas se cantan himnos y canciones contemporáneas compuestas por músicos protestantes y católicos. Paralelamente, se enriqueció el culto en gran número de congregaciones gracias al estilo y la espiritualidad del movimiento carismático. Otras congregaciones han adoptado el Libro Revisado de Lecturas Biblicas para el año litúrgico y el calendario anual de la Iglesia para ordenar su vida conjunta. Algunos promotores de la paz menonitas y Hermanos en Cristo colaboran con católicos y evangélicos para poner fin a la pena de muerte o apoyar a madres solteras. Aun otros se han sumado a grupos interreligiosos para encarar problemáticas del medio ambiente.

    5. Los anabautistas estadounidenses se vinculan al mundo de muchas maneras. Algunos vínculos se dan a través del trabajo o de la labor del Comité Central Menonita (MCC), la Asociación Menonita para el Desarrollo Económico o los Ministerios Cristianos de Ayuda. Otros vínculos surgen por medio de viajes, adopciones, matrimonio o albergando a estudiantes internacionales. Algunas congregaciones han establecido vínculos fraternales con congregaciones menonitas o de los Hermanos en Cristo de otras partes del mundo. Los anabautistas estadounidenses tienen mucho que aprender de la familia mundial de fe. Que la próxima Asamblea, Pennsylvania 2015, permita que se establezcan y prosperen aun más vínculos.

    Steven M. Nolt, profesor de Historia de Goshen College (Goshen, Indiana, EE.UU.), y coautor (con el canadiense Royden Loewen) de Seeking Places of Peace‚ÄîNorth America, el quinto y último tomo de la colección de Historia Menonita Mundial.

    Un “tabernáculo de la zarza ardiente” armado para reuniones de evangelización de los Hermanos en Cristo, en Leedy, Oklahoma, en 1919. Los Hermanos en Cristo representan una comunidad anabautista moldeada por numerosos movimientos de renovación espiritual. Foto gentileza de la Biblioteca y Archivos Históricos de los Hermanos en Cristo

    Michael Sharp, obrero del Comité Central Menonita (MCC), visita a Elizabeth Namavu y sus hijos como parte de su labor en la República Democrática del Congo. Muchos menonitas y Hermanos en Cristo de EE.UU. han entablado vínculos en todo el mundo, a veces mediante el servicio con el MCC. Foto: Jana Asenbrennerova

    Durante la Primera Guerra Mundial, muchos varones menonitas y Hermanos en Cristo fueron encarcelados por negarse a ser reclutados por el ejército, debido a su compromiso con el evangelio de paz. Véase aquí varios menonitas que cantan himnos en prisión. Foto gentileza de los Archivos de la Iglesia Menonita USA

    A principios de la década de 1950, mujeres de First Mennonite Church de Bluffton, Ohio, EE.UU., envasan carne para los programas de ayuda humanitaria del Comité Central Menonita para su distribución mundial. Foto gentileza de los Archivos de Bluffton University.

    Overflow, una banda de alabanza integrada por jóvenes de las congregaciones de los Hermanos en Cristo de habla hispana, de Miami, Florida y alrededores, toca en un culto de la convención de la iglesia en 2014. Un tercio de todos los Hermanos en Cristo de Estados Unidos habla español. Foto: Will Teodori/ BIC U.S. Communications