Oraciones de gratitud e intercesión

  • Actualmente, la comunidad de iglesias afines al anabautismo se extiende por todo el planeta, e incorpora a personas de muchos trasfondos culturales, étnicos y políticos. Somos, sin duda, una comunidad muy diversa. Disfrutamos y nos enriquecemos cada vez que nos reunimos.

    Aun así, surgen a veces algunos interrogantes que nos resultan irritantes. La diversidad representa también un desafío. ¿Hay límites a esta diversidad dentro de la familia anabautista mundial?

    A fin de reflexionar sobre tal desafío, primero es necesario aclarar cuál es nuestra identidad, lo que a su vez plantea un desafío en sí mismo. Al querer explicar quiénes somos, generalmente relatamos nuestra historia. ¿Cuáles son los pilares que nos sostienen? Incluso las comunidades menonitas cuya genealogía no se remonta a los anabautistas europeos del siglo XVI, hacen referencia a esa historia, porque en algún momento adoptaron el relato como parte de su propia identidad. Y aunque tengamos una mirada crítica de esta historia, nos sirve igualmente como punto de referencia para explicar quiénes somos y procurar algún tipo de orientación en cuestiones de identidad y diversidad.

    Anabautismo de la primera época: nacido en la diversidad

    El anabautismo nunca ha sido completamente homogéneo. La diversidad ha representado un desafío dentro del movimiento anabautista desde sus inicios en la era de la Reforma. Dicho movimiento no comenzó con una sola interpretación del nuevo rostro de la iglesia, sino que elaboró distintas ideas, inmerso en las luchas de diversos contextos de Europa. Lentamente, surgieron principios unificadores que brindaron la posibilidad de fortalecerse mutuamente frente a la iglesia dominante de la Edad Media.

    Si bien compartimos la visión clave de reformadores como Lutero, Calvino y Zwinglio la convicción de que somos salvados por la gracia sólo mediante la fe– dichos anabautistas adoptaron una interpretación más radical de la iglesia como una comunidad de fe no conformista de creyentes comprometidos. La expresión más clara de dicha convicción era el bautismo de los creyentes, una acción radical basada en una confesión de fe individual, surgida del libre albedrío. Esta comunidad emergente rechazaba la idea de que la autoridad del Estado o de la Iglesia prescribiera cierta interpretación de la fe. En cambio, optaron por un modelo del “sacerdocio de todos los creyentes”, no jerárquico y sin credos.

    A medida que el movimiento crecía, se hizo evidente que sólo una estructura congregacional de la iglesia sería la apropiada. Sin el liderazgo jerárquico de sacerdotes y obispos, la congregación participaría de lecturas bíblicas conjuntas y el intercambio de conceptos como medio para discernir la voluntad de Dios. Cómo seguir a Cristo –expresado con claridad en el Sermón del Monte– se convirtió en su mayor inquietud.

    Sin duda, el hecho de reclamar esta libertad de conciencia y de fe representó una amenaza a los poderes existentes de la Iglesia y el Estado. Muchos anabautistas de la primera y segunda generación sacrificaron sus vidas en pos de dicha libertad.

    Una historia de discordias y divisiones

    Todo ello es parte de nuestra historia comúns como anabautistas. Determina nuestra identidad como individuos y congregaciones en diferentes contextos, como también nuestro modo de ser iglesia juntos.

    Y aunque al principio el movimiento anabautista unía a individuos y grupos que tenían ideas diversas y complementarias de cómo practicar la fe cristiana, surgieron discrepancias. Nuestra historia también está marcada por discordias y divisiones, etapas difíciles de nuestra historia que sería necesario que volviéramos a considerar. Con una mirada retrospectiva, podríamos observar que tales discordias contradicen las afirmaciones de fe de nuestros primeros hermanos y hermanas.

    Por ejemplo, disputas sobre la cantidad de agua para usar en el bautismo, o qué tipo de música emplear en los cultos, fueron motivos suficientes para separarse y condenarse mutuamente. La conducta patriarcal, el abuso por descontrol del poder, la victimización de individuos y la estigmatización de grupos enteros como “herejes”, son tan parte de nuestra historia como la de otras iglesias.

    La incapacidad de estar a la altura de las preciadas convicciones teológicas de los primeros anabautistas, puede causarnos desilusión. Aunque sigamos afirmando, como lo hicieron nuestros fundadores, que el modelo congregacional que considera el bautismo de creyentes como fundamental, proporciona la mayor diversidad posible dentro de la iglesia –dado que considera al individuo digno de toda confianza y respeto– sin embargo, parecería que hemos fracasado sistemáticamente en comprobar que dicho modelo fuese válido y viable.

    La diversidad en el anabautismo contemporáneo

    Actualmente, nos encontramos en el Congreso Mundial Menonita, la comunidad mundial de iglesias afines al anabautismo. Es aquí que hemos aprendido a respetar y valorar la diversidad. Diferentes expresiones culturales, múltiples identidades étnicas, lecturas bíblicas y teológicas contextualizadas, diversas y auténticas maneras de celebrar el amor de Dios, todas constituyen la riqueza de dicha comunidad. Hemos aprendido a recibir esta diversidad como un regalo de Dios desde que comprendemos, ahora más que nunca, que la diversidad y la unidad no son contradictorias, sino dimensiones complementarias de ese singular movimiento creativo de Dios. El CMM es, ante todo, el ámbito en el que damos gracias y disfrutamos de esa riqueza juntos.

    Sin embargo, existe el riesgo de que esta celebración de la diversidad se vuelva muy superficial, como una experiencia turística, una “unidad barata”. En la medida que la diversidad de la familia mundial no desafíe al poder de la iglesia local, sería fácil aceptar toda clase de opiniones.

    ¿Estamos dispuestos a permitir que los demás dentro de la familia mundial desafíen nuestras creencias tradicionales? ¿Estamos dispuestos a tolerarnos (soportarnos) unos a otros? ¿Cambiaríamos cierta opinión o conducta, si los demás se ofendieran por ello?

    Me imagino el CMM como un ámbito en el que podamos discernir juntos los límites de nuestra diversidad, en el que seamos responsables ante los demás. Dicha tarea podrá ser a veces difícil, frustrante, incluso dolorosa. No obstante, si no estamos listos para ese desafío, se nos escapará la clave de una verdadera comunidad de fe en Cristo: “una unidad costosa”.

    Practicar la diversidad

    Ciertamente, tales sentimientos -aunque profundos- deben ser también posibles de llevar a la práctica. ¿Cómo se transita hoy en día la complejidad que presenta la diversidad? Es decir, cómo sería practicar este proceso de discernimiento mutuo en relación a los límites de nuestra diversidad? ¿Cómo nos haríamos responsables unos de otros?

    Para responder a estas preguntas, podría ser útil plantear dos preguntas interrelacionadas.

    ¿Cuáles son las cuestiones que atentan contra la unidad?

    ¿Cómo determinaremos cuáles serían las cuestiones que deben mantenernos unidos? Para los profetas del Antiguo Testamento, los límites de la diversidad se fijaron cuando una condena o conducta resultó en blasfemia. Cuando alguien cuestionaba la singularidad y unidad del único Dios –el Dios que liberó al pueblo de Israel del cautiverio y la esclavitud– los profetas reclamaron una clara e inequívoca confesión. Lo mismo es cierto en cuanto a los relatos del Nuevo Testamento: cuando se cuestionaba el señorío de Cristo, parecería que la tolerancia no fuera una opción.

    En términos teológicos, a este enfoque se le denomina status confessionis, situación en la que peligra confesar a Cristo.

    ¿Cómo se abordan las cuestiones que atentan contra la unidad?

    En el presente, a los menonitas se los conoce y respeta como una de las iglesias históricas de paz. Al enfrentar los desafíos de la diversidad dentro de la iglesia, este enfoque no violento para la resolución de conflictos ha constituido un principio rector desde los comienzos del movimiento anabautista. Sin embargo, no podríamos pretender ser expertos en mediación cuando se trata de conflictos internos. Igualmente, si sostenemos la convicción clave de que Jesús llamó a todos sus discípulos a ser promotores de la paz y procurar primero la rectitud del reino, la característica de ser una iglesia de la paz justa debe determinar la metodología al tratar nuestras propias diferencias.

    Las preguntas fundamentales a plantear en un conflicto serían entonces las siguientes:

    • El tema que está en juego, ¿es realmente una cuestión de status confessionis, o podríamos tolerar el hecho de que el otro también sostenga que actúa conforme a lo que las Escrituras le dicen?
    • ¿Cuál es la perspectiva de los más vulnerables o discriminados sobre este tema?
    • ¿Se está victimizando a alguien en este conflicto, y si así fuera, cómo podríamos terminar con tal victimización?
    • ¿Nos estamos presentando como víctimas de este conflicto de manera inapropiada, y si así fuera, cómo podríamos encaminarnos?
    • ¿Estamos respetando el hecho de que todos los involucrados fueron y siguen siendo creados indestructiblemente a imagen de Dios, aunque difieran nuestras opiniones o conductas?

    Quisiera creer que la iglesia de la paz justa implica un enfoque profundamente humilde: saber diferenciar siempre la verdad absoluta, que está solo en Dios, de todas nuestras aproximaciones a dicha verdad. Si sumamos dicha humildad a la manera ambiciosa de ser iglesia de la paz justa, no sólo podría crecer la credibilidad de nuestro testimonio de paz, sino que también descubriríamos nuevamente la capacidad de Dios de tolerar (sobrellevar) nuestras diversidades.

    La comunidad celebrante, reunida en nombre de Dios, constituye el ámbito fundamental para practicar la responsabilidad mutua. El Congreso Mundial Menonita tiene el potencial para crecer y convertirse en dicha comunidad.”

    Fernando Enns, director del Instituto para la Teología de Paz de la Iglesia (Peace Church Theology) de la Universidad de Hamburgo (Alemania), y profesor de Paz (Teología y √âtica) de Free University de √Åmsterdam (Países Bajos).

  • Como los menonitas (y otros anabautistas) de todos los países del mundo, los menonitas canadienses están enraizados en su nación e inmersos en su historia. En términos mundiales, Canadá es un país muy grande, extendiéndose a lo largo de 7.000 kilómetros desde el Atlántico al Pacífico, hasta el Ártico. También es uno de los países más ricos del mundo, con un importante sistema público de educación y salud. Es mayoritariamente de habla inglesa, con fuertes vínculos históricos con Gran Bretaña, aunque tiene un importante sector de habla francesa en Quebec. Como una sociedad formada por colonos –inmigrantes agricultores, especialmente en Ontario y el oeste de Canadá– también tiene una larga historia de encuentros con pueblos originarios, a veces violentos.

    Dada su base bilingüe, históricamente Canadá ha sido tolerante con culturas minoritarias y, especialmente en el último tercio del siglo XX, recibió a un gran número de nuevos inmigrantes del Sur global. En la actualidad, sólo las dos terceras partes de los 35 millones de habitantes de Canadá aún se definen como cristianos (casi el doble de católicos que de protestantes). Ocho millones de canadienses manifiestan no tener ninguna religión; un millón se define como musulmán; otro millón practica religiones que provienen de la India (hindúes y sijs); e igual número practican el budismo y judaísmo (ambas religiones con 300.000).

    Los menonitas –que han sido contabilizados entre 127.000 (miembros de las iglesias menonitas en 2010) y 175.000 (autodefinidos en el censo de Canadá de 2011)– constituyen una pequeña minoría dentro de Canadá. Son también un grupo muy diverso, ya que más de veinte denominaciones se autodenominan “menonitas”. 

    La Iglesia Menonita y los Hermanos Menonitas

    Los grupos más grandes son los Hermanos Menonitas y la Iglesia Menonita, con aproximadamente 38.000 y 32.000 miembros respectivamente. Están también entre los más urbanizados de los menonitas canadienses, y se destacan por atraer grandes grupos de canadienses no menonitas, como también inmigrantes chinos y latinoamericanos.

    La historia de las congregaciones de los Hermanos Menonitas se remonta a 1860 en Rusia, cuando rompieron con los menonitas tradicionales, enfatizando una fe personal y distinguiéndose por el bautismo por inmersión. La primera congregación de los Hermanos Menonitas se estableció en Canadá en 1888 como un puesto misionero. No obstante, la convención canadiense de los Hermanos Menonitas se mantuvo reducida hasta 1923, cuando empezaron a llegar a Canadá inmigrantes que huían del comunismo en la Unión Soviética.

    La historia de las congregaciones de la Iglesia Menonita es más compleja, conformándose con la fusión de dos denominaciones en 1999, popularmente denominadas “Convención General” (en inglés “General Conference”, GC) y Menonitas antiguos (en inglés “Old Menonites”, OM). Los Old Menonites se constituyeron luego de la llegada de menonitas al Alto Canadá (posteriormente Ontario) desde Pennsylvania, primero en 1786, y en números muy superiores a partir de 1800. Si bien en los comienzos del General?Conference en 1860 existía una congregación en Ontario, la presencia permanente del GC en Canadá comenzó con la fundación de la Convención de los Menonitas en Canadá en 1903, que tomó impulso con la inmigración de menonitas provenientes de la Unión Soviética en las décadas de 1920 y 1940. Dada su diversidad, las congregaciones de la Iglesia Menonita destacan la unidad y fraternidad en la diversidad, así como los programas de justicia social, especialmente vinculados al Comité Central Menonita (MCC).

    Otros grupos anabautista-menonitas de Canadá

    Varias denominaciones de mediana dimensión, que suman entre 4.000 y 6.000 miembros, realzan una amalgama del anabautismo y protestantismo evangélico. La Iglesia de los Hermanos en Cristo surge de la migración al Alto Canadá que ocurrió a fines del siglo XVIII, conformada por menonitas estadounidenses provenientes de Suiza y el sur de Alemania. La Convención Menonita Evangélica (en inglés, Evangelical Mennonite Conference, EMC) y la Convención Menonita Evangélica de Misiones (en inglés, Evangelical Mennonite Mission Conference, EMMC), son grupos que provienen de la migración ruso-holandesa de la década de 1870, y ambos fueron marcados por el evangelicalismo de mediados del siglo XX. Dichos grupos son conocidos por su obra misionera en el extranjero y su apoyo al MCC.

    Quizá sea curioso que diecisiete denominaciones menonitas de Canadá –conformadas por más de 30.000 miembros– representen grupos “Plain” u “Old Order”. Por lo general, estos grupos no se unen al Congreso Mundial Menonita. Se destacan por su estilo de vida sencillo, la no conformidad y el aislamiento social, evidenciado en su vestimenta sencilla, que incluye pequeñas cofias blancas que cubren la cabeza para las mujeres, y camisas de manga larga, abotonadas hasta el cuello, para los hombres. Alrededor del 20 por ciento de estos grupos “Plain” son los llamados menonitas de “caballo y buggy”.

    Canadá constituye también la sede de dos convenciones evangélicas (anteriormente Hermanos en Cristo Menonitas y Hermanos Menonitas Evangélicos, hoy denominadas Iglesia Misionera Evangélica de Canadá y Hermandad de Iglesias Bíblicas Evangélicas respectivamente), que han desistido del nombre menonita. Asimismo, Canadá es la sede de grupos vinculados a los menonitas, como los huteritas y un pequeño número de Amish.

    Instituciones menonitas en Canadá

    Como en otros lugares, la comunidad menonita canadiense se ve fortalecida por una amplia variedad de instituciones. De hecho, es muy posible vivir en contextos mayormente menonitas –especialmente en zonas rurales y ciudades como Kitchener-Waterloo (Ontario), Winnipeg (Manitoba), Saskatoon (Saskatchewan) y Abbotsford (British Columbia). Muchos niños menonitas asisten a escuelas primarias y secundarias privadas. Los jóvenes cuentan con educación religiosa y general en numerosas instituciones anabautista-menonitas de educación superior, en particular, Canadian Mennonite University de Winnipeg, Columbia Bible College de Abbotsford y Conrad Grebel University College de Waterloo. Las familias jóvenes pueden obtener fácilmente préstamos de una docena de instituciones de crédito con fuertes raíces menonitas, siendo la mayor de ellas, Steinbach Credit Union de Manitoba, con un activo de cuatro mil millones de dólares. También cuentan con seguro contra incendios por parte de empresas administradas por menonitas; la más histórica es Mennonite Aid Union, que operó de 1866 a 2002. Asimismo, en años anteriores los menonitas han contado con una oferta de paquetes turísticos, tal como el Crucero del Legado Menonita, para organizar sus vacaciones, aunque “Viajar a lo menonita” también ha sido muy popular.

    En varias ciudades, los menonitas pueden buscar información genealógica en los archivos menonitas o rememorar viejos tiempos en alguno de los museos. Muchas veces los testamentos y legados se gestionan por medio de la Fundación Menonita de Canadá. Además, los ancianos pueden acceder a geriátricos menonitas en muchas comunidades. A modo de ejemplo, Menno Terrace East en Abbotsford, consta de 95 suites en un edificio de seis pisos y un centro de atención de salud. Varias comunidades cuentan con cooperativas de sepelios o funerarias privadas pertenecientes a menonitas.

    Los menonitas de Canadá se han centrado cada vez más en las instituciones nacionales para apoyar sus misiones. Irónicamente, mientras los menonitas canadienses se han abierto al mundo, se han vuelto más centrados en su país, escindiéndose de las instituciones estadounidenses. En 1963, por ejemplo, se constituyó el Comité Central Menonita (MCC) Canadá, diferenciado de la oficina central del MCC en Akron, Pennsylvania, EE.UU., más apto para brindar una “voz unificada para los menonitas canadienses”. En 1967 se creó la Sociedad Histórica Menonita de Canadá para fomentar una identidad histórica unificada, especialmente por medio de los tres tomos de la colección histórica, Menonitas de Canadá, iniciada por Frank H. Epp. La unificación continental de las entidades de los “menonitas antiguos” (Old Mennonites) y de la Convención General (General Conference) a fin de formar una Iglesia Menonita unificada en 1999, conllevó desde su misma fundación una nueva división, a lo largo de la frontera de Canadá y EE. UU., dando origen a la Iglesia Menonita Canadá, junto a su contraparte de Estados Unidos. Situaciones similares se dieron respecto a los Hermanos Menonitas, la Convención Evangélica Menonita, los Hermanos en Cristo y otras convenciones.

    La creación del Comité Central Menonita Canadá permitió también el desarrollo de un vínculo muy estrecho con los gobiernos provinciales y federales. En 1975, por ejemplo, MCC Canadá abrió una oficina de promoción en Ottawa, con el objetivo no sólo de obtener beneficios del gobierno, sino también de definir políticas públicas. De hecho, se ha reconocido la apertura de los menonitas canadienses a trabajar con agencias gubernamentales. El Banco Canadiense de Granos y Alimentos (Canadian Foodgrains Bank), fundado por el MCC, se inició en parte debido a la contrapartida de fondos aportados por el Gobierno federal. Asimismo, un número cada vez mayor de hombres y mujeres menonitas se han desempeñado en el Parlamento federal y las legislaturas provinciales de Canadá.

    Temas del menonitismo canadiense

    Con el tiempo una variedad de temas han llegado a distinguir la identidad de los menonitas canadienses. Por ejemplo, han creado vínculos con menonitas de otras partes del mundo para construir una sólida comunidad mundial. Han constituido organizaciones binacionales, como MCC después de 1920, Mennonite Disaster Service después de 1951 y Mennonite Economic Development Associates después de 1952. Históricamente, los Hermanos Menonitas y la Iglesia Menonita han mantenido lazos estrechos con las misiones norteamericanas, especialmente aquellas en el Congo, la India y América Central. Entre los misioneros canadienses se destacan Susanna Plett, quien inspiró a toda una generación de misioneros de la Iglesia Evangélica Menonita cuando partió a Brasil en 1942, sin el apoyo de la iglesia. Quizá quien obtuvo más reconocimiento mundial fue Jacob Loewen de Abbotsford, un misiólogo de los Hermanos Menonitas, destacado por sus ideas en cuanto a la autocrítica y el liderazgo autóctono. Los Equipos Cristianos de Promotores de la Paz han transformado la manera en que los jóvenes menonitas canadienses enfocan los temas del pacifismo y la no violencia. Las iglesias canadienses han apoyado plenamente el Congreso Mundial Menonita.

    Los menonitas canadienses también han adoptado nuevas maneras de expresarse. Tradicionalmente, han sido cantantes; Benjamín Eby produjo el primer himnario canadiense en la década de 1830, y músicos como Ben Horch de Winnipeg, elevaron la música al nivel de los coros comunitarios y orquestas. También ha habido escritores, entre ellos varios autores reconocidos nacionalmente; Peace Shall Destroy Many, escrito por Rudy Wiebe en 1962, aún es aclamada como una obra pionera. Las películas “menonitas” también se han vuelto populares: por ejemplo. And When They Shall Ask, que relata los sufrimientos en la Unión Soviética, ha atraído a miles de espectadores. Por último, han surgido numerosos recursos por internet, incluyendo la Enciclopedia Mundial Menonita Online (GAMEO), que comenzó como un proyecto de la Sociedad Histórica Menonita de Canadá.

    Tal vez la característica más distintiva de la historia de los menonitas de Canadá ha sido la migración. Siete historias concretas de migración fueron claves. Las tres primeras relatan las migraciones del siglo XIX; cada uno de estos grupos buscó crear exclusivamente comunidades agrícolas de frontera, todas bajo la protección de la monarquía británica. Estos grupos incluyeron menonitas suizo-estadounidenses que llegaron al Alto Canadá una generación después de la Guerra revolucionaria de Estados Unidos; Amish recién llegados de Europa en la década de 1820; y 8.000 menonitas de origen holandés que llegaron a Manitoba en la década de 1870, cuando Rusia cambió sus leyes de exención del servicio militar.

    Los próximos dos grupos llegaron en el siglo XX de Ucrania y Rusia, devastadas por la guerra: 20.000 en la década de 1920 para beneficiarse de la acogida de Canadá a los inmigrantes, y 8.000 familias después de 1948, en su mayoría encabezadas por mujeres.

    El sexto y séptimo grupo son recién llegados del Sur global. Muchos son latinoamericanos que hablan el alemán bajo, descendientes de menonitas que abandonaron Canadá en la década de 1920 para evitar la asimilación inglesa. Los que más han cambiado la antigua imagen de los menonitas euro-canadienses son los recién llegados del Sur global que se unieron a las iglesias menonitas al llegar a Canadá: incluyen a los chin (birmanos), chinos, coreanos, hmong (laosianos), punjabi (hindú y paquistaní), hispanos (latinoamericanos) y vietnamitas, entre otros. Muchas veces estos inmigrantes son refugiados de guerras civiles o de la pobreza.

    Hechos recientes

    En las últimas décadas los menonitas canadienses han renovado también sus cultos y la vida de la iglesia. Janet Douglas Hall fue una adelantada para su época al servir como pastora de una iglesia menonita de los Hermanos en Cristo de Dornoch, Ontario ya en 1886; ha sido una referente para mujeres que se desempeñan cada vez más como pastoras guías, primero en la Iglesia Menonita en la década de 1970 y más recientemente, en las congregaciones de los Hermanos Menonitas, Iglesia Evangélica Menonita y Hermanos en Cristo.

    Algunas iglesias han adoptado liderazgos informales, incluyendo iglesias que funcionan como pequeños grupos en casas en múltiples lugares, como Pembina Fellowship en Morden, Manitoba, o aquellas con un pastor remunerado, como Fort Garry Fellowship en Winnipeg. The Meeting House, una congregación numerosa de los Hermanos en Cristo de Oakville, Ontario, es una “iglesia para personas que no van a la iglesia” y se reúnen en cines ubicados en múltiples lugares conectados por video. Otras congregaciones, como Toronto United Mennonite Church que pertenece a la Iglesia Menonita, son conocidas por “acojer” a miembros de la comunidad LGBT.

    La fundación de iglesias ha sido también parte de la historia reciente. Los Hermanos Menonitas en particular han impulsado distintas versiones muy sólidas de fundación de iglesias, especialmente las √âglises des fr√®res Mennonites en Quebéc. En las últimas décadas, la Convención General de Manitoba procuró acercarse a las comunidades de pueblos originarios y compartir el culto con ellos, abrazando más y más la idea de un Dios Creador.

    Finalmente, muchas iglesias han abandonado los himnos tradicionales, adoptando coros más alegres, con la ayuda de proyecciones de PowerPoint y grupos musicales en vivo. A la vez, numerosas iglesias, como la Iglesia Bakerview de los Hermanos Menonitas de Abbotsford, han incorporado cultos litúrgicos, en respuesta a la creciente atracción de los jóvenes menonitas por las tradiciones clásicas de la iglesia.

    Royden Loewen, presidente de Estudios Menonitas y profesor de Historia de la Universidad de Winnipeg (Manitoba, Canadá), agradece los aportes de Marlene Epp, Bruce Guenther, Mary Ann Loewen y Hans Werner en la redacción de este artículo.

    Pastores y líderes en un encuentro de los Hermanos en Cristo Menonitas en 1907, en Kitchener, Ontario. Hoy, después de varias fusiones y cambios de nombre, este grupo es conocido como la Iglesia Misionera Evangélica de Canadá. Gentileza del Archivo Menonita de Ontario

     

     

     

     

     

     

     

    Líderes de la Iglesia Menonita Hmong (Kitchener, Ontario) en 1991. De izquierda a derecha: Ge Yang, Toua Jang, Lee Xong, Tou Vang. La creciente diversidad étnica constituye algo novedoso en la historia de los anabautistas canadienses. Foto de Larry Boshart/Gentileza _de los Archivos Menonitas de Ontario

     

     

     

     

     

     

     

    Alice Snyder etiqueta paquetes de Navidad para su distribución internacional en 1954, como parte del programa de ayuda humanitaria del Comité Central Menonita, que distribuyó alimentos y ayuda material en zonas afectadas por desastres naturales. Foto de David Hunsberger/Gentileza de los Archivos Menonitas de Ontario

     

     

     

     

     

     

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    Vislumbramos la iglesia universal

    Soy pastor de una congregación menonita del pueblo de Enkenbach, cerca de la ciudad de Kaiserslautern, en la región del Palatinado en el sudoeste de Alemania. Nuestra iglesia tiene 260 miembros y una concurrencia promedio de cien personas al culto dominical.

    La congregación fue fundada después de la Segunda Guerra Mundial por refugiados menonitas de Prusia Oriental y Occidental (actualmente Polonia), que tuvieron que dejar su tierra natal a causa de la guerra. (En cambio, otras congregaciones menonitas de la región del Palatinado datan del siglo XVII, cuando refugiados menonitas que huían de la persecución, emigraron de Suiza en busca de refugio.) En Enkenbach, jóvenes no alemanes que realizaban servicio voluntario en Europa a través del programa PAX del Comité Central Menonita -una iniciativa humanitaria de la posguerra-, construyeron casas aquí para refugiados menonitas a modo de asentamientos, haciendo posible que nuestra congregación creciera. La membresía actual está constituida por refugiados que llegaron a una joven edad o por la primera generación de alemanes del “Palatinado”.

    Nuestra congregación es una de las más numerosas de Alemania, mucho más que la congregación menonita de la Convención Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Gemeinden (sin contar las congregaciones más numerosas de trasfondo ruso-alemán).

    La congregación local cumple una función sumamente importante en la tradición menonita alemana. Los primeros anabautistas destacaban el papel fundamental de la congregación local, y este énfasis ayudó al movimiento a sobrevivir en tiempos de persecución. Sin embargo, a lo largo de los años, el congregacionalismo ha dado origen a ciertas debilidades, e incluso un sentido a veces demasiado grande de autosuficiencia. Por ejemplo, miembros de nuestra congregación se creen no sólo menonitas, sino “menonitas de Enkenbach”, y no les interesa tanto otras tradiciones menonitas. En sus comienzos, nuestra congregación tenía alrededor de quinientos miembros y en las décadas subsiguientes esta membresía numerosa mantenía muchos programas, tornando a la congregación bastante independiente de otros grupos menonitas. Esto ha cambiado en el transcurso de las décadas, debido a que ha disminuido el número de miembros. Aun así, persiste un verdadero peligro: la posibilidad de que las congregaciones se pierdan de vista, desarrollando una mentalidad de “somos quienes somos y los demás hacen de las suyas”.

    Afortunadamente, mucha gente de Alemania -incluyendo muchas personas de nuestra congregación- tienen una visión ecuménica. (Es probable que esto surgiera como resultado de la historia alemana, que abarca la principal escisión protestante-católica de la Reforma del siglo XVI.) Valoramos la estrecha colaboración con otras denominaciones a fin de dar mejor testimonio al mundo. En nuestro pueblo, mantenemos vínculos fraternales con congregaciones católicas y otras congregaciones protestantes (Iglesia Unida), albergando el espíritu de unidad de la iglesia cristiana.

    A la vez, nuestra congregación necesita entender que la familia anabautista-menonita es más amplia que nuestra congregación local. Esta visión más ampliada del mundo proviene de nuestra participación en el Congreso Mundial Menonita.

    La participación en el CMM ofrece varios beneficios concretos. Primero, ayuda a fortalecer nuestra identidad común como menonitas anabautistas. En nuestras congregaciones locales, organizamos dos pequeños grupos para leer y estudiar las convicciones compartidas del CMM, utilizando el libro Lo que juntos creemos, por Alfred Neufeld, de la Colección de Literatura Anabautista-Menonita Mundial. Actualmente, otro pequeño grupo le da lectura a otro libro de la Colección de Literatura del CMM: God’s Shalom Project por Bernhard Ott. Estos libros recomendados nos resultan muy útiles.

    Además, la participación en el CMM nos sirve para recordar que la familia anabautista-menonita ha crecido mucho más allá de las culturas étnicas alemanas (suizas o prusianas) de las que el anabautismo se nutrió inicialmente. Por ejemplo, celebramos anualmente el Domingo de la Fraternidad Mundial (WFS, por sus siglas en inglés) en nuestra congregación, y, por consiguiente, recibimos regularmente información interesante sobre la vida de hermanos y hermanas del CMM. Más aun, al celebrar cada WFS recolectamos una ofrenda especial para el CMM, además de lo que donamos a través de nuestra Convención para el Aporte Proporcional Justo del CMM. En 2012, cuando el Concilio General del CMM se reunió en Europa, invitamos a nuestros cultos a dos oradoras (teólogas/pastoras de Japón y la República Democrática del Congo). Esto fue algo singular y nos permitió vislumbrar el advenimiento de la tradición anabautista-menonita en un fenómeno multicultural mundial. En 2011, tuvimos la fortuna de recibir la visita de César García, secretario general del CMM, para dar una charla en nuestra iglesia sobre la labor del CMM, que nos ayudó a mostrarle a nuestra gente la realidad de la fe anabautista mundial.

    Asimismo, hemos sido afortunados de recibir a personas de América del Norte a través del Intermenno Trainee Program (Programa Intermenonita de Capacitación Práctica), una iniciativa de intercambio que convoca a jóvenes a vivir en Europa y obtener experiencia directa con la cultura e idiomas europeos. Además, hemos recibido a voluntarios paraguayos que han servido en nuestro medio; algunos, incluso, se han radicado aquí y se han casado.

    Más allá de las iniciativas en las congregaciones locales, un gran número de miembros que pudieron costearse los viáticos, asistieron a las Asambleas del CMM en India (1997), Zimbabwe (2003) y Paraguay (2009). En cada instancia, nuestra gente ha regresado enriquecida e impresionada, y han informado sobre sus experiencias.

    Sin duda, la interpretación bíblica de la Iglesia es más que sólo la congregación local. Cristianos de muchas tribus y naciones están unidas por algo más que sólo una identidad local. Desde una perspectiva bíblica, la Iglesia es una hermandad de creyentes que trasciende las categorías de nación, etnicidad y raza. Es un cuerpo universal (o católico, en el verdadero sentido de la palabra). Necesitamos al CMM para darlo a conocer y ayudar a que se viva su verdad a nivel de la congregación local. En definitiva, el CMM nos permite vislumbrar la identidad universal, incluso ecuménica, del Pueblo de Dios.

    Rainer W. Burkart es pastor de la Iglesia Menonita Enkenbach de Enkenbach, Alemania. Además, ha integrado el Comité Ejecutivo y la Comisión de Fe y Vida del CMM, y ha copresidido la Comisión Internacional de Estudio de la Federación Luterana Mundial/Congreso Mundial Menonita (2005-2008), que sentó las bases para la reconciliación entre luteranos y anabautistas.

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    La existencia interdependiente

    Cuando yo era niña, mi madre ya fallecida tenía una cocina con techo de pasto delante de una orundu, pequeña huerta con todo tipo de verduras. La orundu servía de “campo de prueba”, donde se podían plantar semillas nuevas para comprobar su poder de germinación y maduración. Tras pasar por esta prueba, el nuevo cultivo podía ser plantado en la puodho, finca más grande.

    Una orundu bien cuidada no era suficiente para la familia; pero la puodho se abastecía de la orundu de muchas maneras. Durante mi infancia, la familia se alimentaba de la orundu mientras esperábamos las cosechas de la puodho. La orundu era más fácil de cuidar ya que estaba más cerca que la puodho; ésta era más grande pero estaba lejos de la vivienda y exigía un mayor cuidado, aunque tenía mayores cosechas.

    Cuando pienso en la conexión entre la congregación local y la familia de la iglesia mundial, orundu y puodho constituyen símbolos contundentes. Aún más importante, las imágenes expresan la manera en que lo mundial depende de lo local y viceversa, lo que denomino la existencia interdependiente.

    Los términos “mundial” y “local” son intrínsecamente interdependientes, especialmente en la iglesia como comunidad de creyentes reunidos por su fe en Dios. Como pastora y representante regional del Congreso Mundial Menonita, son dos mis ámbitos de orundu: Eastleigh Fellowship Centre (EFC), pequeña congregación menonita al este de Nairobi, Kenia, y la comunidad menonita de África Oriental.

    En la congregación EFC, por ejemplo, adoramos a Dios mediante canciones de alabanza, oración, predicación, fraternidad, visitas, enseñanzas y clases de escuela dominical, en un contexto en el que la mayoría de la gente es de origen musulmán y somalí. Este contexto no constituye sólo un desafío sino que, a veces, es desgarrador. Aunque valoramos cómo está conformada nuestra región, reconociendo que todos los pueblos son fruto de la creación de Dios, en cuestiones de fe es necesaria la hermandad de una comunidad más amplia: una comunidad mundial que trascienda la localidad donde seamos minorías religiosas, una comunidad en la que nos vinculemos con hermanas y hermanos en Cristo de todo el mundo. Es posible que nuestra orundu se estanque si no nos nutrimos permanentemente del valor, consuelo y fortaleza de Dios mediante la existencia y aliento de la comunidad en su totalidad.

    Nuestras asociaciones regionales con la comunidad menonita de África Oriental facilitan nuestros vínculos mundiales. Compartimos a nivel regional para poder identificarnos mejor con la comunidad mundial y participar eficazmente en ella. Las reuniones regionales brindan una intermediación eficaz entre lo local y lo mundial. Obispos, directivos y varios departamentos de la Iglesia Menonita de Kenia y la Iglesia Menonita de Tanzania (Kanisa la Mennonite Tanzania) a nivel nacional, cumplen una función central en guiar a los/las creyentes hacia un objetivo común: ser el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27).

    ¿Cuáles son algunos de los beneficios que brindan estos vínculos entre las comunidades locales y la comunidad mundial?

    Un beneficio es la armonía. Desde la sociología, se ha definido el concepto del “otro” o la “alteridad” como la fuerza que divide a la gente. Esta alteridad no es innata sino construida. La gente decide qué es lo “diferente” y lo excluye. Esto podría ser muy destructivo para el cuerpo de Cristo. Como creyentes, compartimos la posibilidad de ser un cuerpo en Jesucristo, y ello debería ser nuestro eje central, independientemente de las diferencias geográficas, culturales o raciales, o en ocasiones, desequilibrios económicos y crisis políticas. Deberíamos abocarnos a iniciativas tendientes a eliminar las fuerzas de “alteridad” en la iglesia, a fin de que el “otro oprimido” pueda tener un lugar entre los cristianos como el “otro agraciado”. Por ejemplo, la existencia armoniosa de EFC con la comunidad predominantemente no cristiana no debería pasar desapercibida.

    Como iglesia mundial, acompañemos a los grupos minoritarios en las zonas donde el evangelio esté amenazado. Es hora de reexaminar la relación entre teología y economía. La iglesia mundial debería orientar sus objetivos hacia el bienestar de sus miembros. Se trata definitivamente de una enorme responsabilidad, aunque Jesús fue claro al decir que no era fácil entrar en el Reino de Dios (Mateo 18:3-4; Marcos 9:47; Lucas 18:24-25), pero que podíamos hacer todas las cosas por medio de Cristo (Filipenses 4:3).

    Otro beneficio es la identidad. Habiendo asistido y participado en numerosos foros del CMM, puedo atestiguar el enorme esfuerzo que se realiza para fomentar una identidad común. Es de vital importancia la elaboración de teologías y terminologías teológicas que promuevan la unidad en vez de la homogeneidad.

    Participar en foros de la iglesia mundial, nos empodera y, posteriormente, iremos sintiendo la necesidad de redefinir nuestras categorías sociales, a fin de reforzar la identidad común como cuerpo de Cristo. Una identidad común no nos impone la homogeneidad. En cambio, nos permite ir más allá de nuestras posturas cómodas hacia una hermandad valiosa y profunda. Cuando participamos juntos como comunidad mundial, podremos identificar y procurar redefinir verdaderamente nuestras categorías sociales.

    Los acuerdos, desacuerdos y negociaciones son elementos saludables en la redefinición de nuestra identidad. No deberíamos apartarnos de la hermandad por temor a estos conflictos saludables, porque sería equivalente a cerrar las puertas a la misma hermandad con Dios que quisiéramos desarrollar. En definitiva, modificamos nuestras conductas y autoimagen en base a nuestras interrelaciones y a las reflexiones que hagamos sobre estas interrelaciones.

    Para concluir, conforme se aproxima y hacemos los preparativos para la Asamblea del Congreso Mundial Menonita, no deberían subsistir puntos de vista progresistas, conservadores ni intermedios. En cambio, nuestro lema debería ser, “la hermandad del cuerpo de Cristo”. Necesitamos tanto orundu como puodho, local y mundial. Nos necesitamos mutuamente.

    Rebecca Osiro, pastora y teóloga, es la primera mujer ordenada para el ministerio de la Iglesia Menonita de Kenia. Es representante regional de África Oriental del CMM y miembro de la Comisión de Fe y Vida. Además, ha representado al CMM en el diálogo trilateral entre menonitas, católicos y luteranos.

  • ¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

    El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

    Reunirnos nos fortalece

    Tuve la oportunidad recientemente de conocer las nueve convenciones menonita-anabautistas y de los Hermanos en Cristo de India y Nepal. Estas convenciones tienen congregaciones (incluyendo iglesias en hogares) en zonas mayormente rurales, donde las personas no cristianas son mucho más numerosas que las cristianas. La membresía es, con frecuencia, escasa. Las personas a cargo de la tarea pastoral son pocas; debido a las limitaciones geográficas y falta de recursos, no pueden visitar y brindar apoyo espiritual a cada miembro. En consecuencia, muchas de estas congregaciones han sucumbido al complejo de grupo minoritario, con una sensación de aislamiento, temor, desconfianza e incluso abandono.

    Ante tal situación, es difícil saber qué significa ser parte de una familia de Dios más amplia. Aunque dichas congregaciones saben a qué convención regional o nacional pertenecen, carecen de un espíritu de hermandad mundial.

    Dicha realidad me llevó a un reciente contacto con las convenciones de India y Nepal, junto con un grupo de líderes anabautistas mundiales: Madhukant Masih, nuevo director de Mennonite Christian Service Fellowship of India (MCSFI), una organización intermenonita que brinda un foro para las nueve denominaciones de la India afines a la iglesia menonita, a fin de que se vinculen para fraternizar y servir a la sociedad; Henk Stenvers, secretario de la Comisión de Diáconos del CMM; y César García, secretario general del CMM. Uno de los objetivos de nuestra visita era compartir información sobre MCSFI y el CMM, y explicar los distintos roles y programas de cada organización. Otro objetivo –y quizá el más importante– era ayudar a cada convención a comprender nuestra interconexión mundial, a fin de que entendieran que, a través del CMM, estamos vinculados como hermanos y hermanas en Cristo.

    Durante nuestra visita, observamos que muy poca gente conocía el CMM. (Las personas que sí lo conocían, habían asistido a la Asamblea del CMM en Calcuta, en 1997.) Comenzamos nuestra explicación partiendo del contexto local y pasando luego al mundial. Mediante estadísticas y fotografías explicamos la labor del CMM y cómo vincula las convenciones de todo el mundo a fin de fraternizar, adorar, testificar y servir. Conforme hablábamos, fueron prestando atención y mostrando aún mayor interés. Las personas que escuchaban se alegraban al enterarse de que pertenecían a una familia de Dios mucho más amplia. Hacia el final de cada visita, las convenciones locales querían saber cuándo sería la próxima visita. Tanto las iglesias muy numerosas como las menos numerosas deseaban conocer y fraternizar más con la comunidad cristiana de todo el mundo. Hubo quienes expresaron su interés de participar en la ‘Ofrenda de un almuerzo’ que se recaudará el Domingo de la Fraternidad Mundial. Conocer las necesidades de personas del resto del mundo impulsa incluso a la iglesia más pobre a querer compartir lo poco que tenga.

    En India y Nepal nuestras iglesias anhelan saber qué significa ser una iglesia de paz. El CMM ha brindado la capacitación y los recursos necesarios para responder a su inquietud. En octubre y noviembre de 2014, el CMM coauspició (con MCSFI y el Comité Central Menonita) una serie de talleres en nuestras convenciones, tendientes a fortalecer la identidad anabautista. Alrededor de quinientos pastores, pastoras y líderes –incluyendo los jóvenes– se beneficiaron de la excelente enseñanza brindada por líderes de la iglesia mundial. (Para más información sobre estos talleres, véase el número de febrero 2015 de Correo Noticias.) La tan necesaria comprensión del concepto de “paz con justicia” se está clarificando ahora en el contexto de pobreza, injusticia y violencia en el que se encuentran nuestras iglesias. Líderes de la iglesia local se han comprometido a extender las enseñanzas recibidas en estos talleres, compartiendo la verdad y sabiduría cristianas con un grupo más amplio de personas en las zonas rurales de las convenciones.

    La hermandad es otra necesidad que tienen nuestras convenciones. El ‘complejo de grupo minoritario’ de las iglesias ha sido a veces un obstáculo para el crecimiento espiritual. Sin embargo, los sentimientos asociados con este complejo parecen desaparecer cuando líderes y miembros de la iglesia descubren la comunidad anabautista mundial. Más y más, los/las creyentes saben que transitan un camino junto con hermanas y hermanos de todo el mundo, con el fin de conocerse, unir fuerzas y traer esperanza en medio de la desesperanza, injusticia y violencia.

    Invertir en la labor del CMM ha generado cambios positivos en la mentalidad, actitudes y acciones de las iglesias. Las personas que participan en el ministerio local deben continuar haciendo todo lo necesario para fomentar este nuevo espíritu de hermandad mundial.

    El CMM crea el ámbito en el que una diversidad de creyentes pueda reunirse para vincularse, aprender y compartir. En este contexto, llegamos a una comprensión más cabal de cómo Dios obra en todas las personas y en todas las circunstancias, brindando una comprensión más amplia de la acción del Reino de Dios en el mundo.

    Cynthia Peacock, representante regional de Asia del Sur en el CMM, preside la Comisión de Diáconos del CMM. Antes de retirarse en 2006, se desempeñó como trabajadora social del Comité Central Menonita durante 38 años.

  • Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

    Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

     

    Jesús de carne y hueso 

    (Darrell Winger, Canadá)

    Para las congregaciones de los Hermanos en Cristo (BIC, por sus siglas en inglés) de Canadá, el Congreso Mundial Menonita brinda la materialización de la verdad fundamental de que pertenecemos a una familia eclesial que se extiende por todo el mundo. Sabemos con certeza que quienes siguen a Jesús por doquier se transforman en un solo cuerpo por medio de la fe en él; sin embargo, podemos vivir esta gran verdad de una manera práctica dado que el CMM brinda “carne y hueso”. En tanto el CMM encarna la realidad de nuestra hermandad mundial por medio de Cristo, nuestras congregaciones BIC de Canadá se fortalecen de modo notable.

     

    Vislumbramos la iglesia universal 

    (Rainer W. Burkart, Alemania)

    A la vez, nuestra congregación necesita entender que la familia anabautista-menonita es más amplia que nuestra congregación local. Esta visión más ampliada del mundo proviene de nuestra participación en el Congreso Mundial Menonita.

     

    La existencia interdependiente 

    (Rebecca Osiro, Kenia)

    Cuando pienso en la conexión entre la congregación local y la familia de la iglesia mundial, orundu y puodho constituyen símbolos contundentes. Aún más importante, las imágenes expresan la manera en que lo mundial depende de lo local y viceversa, lo que denomino la existencia interdependiente.

     

    Reunirnos nos fortalece 

    (Cynthia Peacock, India)

    Otro objetivo –y quizá el más importante– era ayudar a cada convención a comprender nuestra interconexión mundial, a fin de que entendieran que, a través del CMM, estamos vinculados como hermanos y hermanas en Cristo.

     

  • Contexto del testimonio anabautista

    Estados Unidos se constituyó en 1776, como la primera república moderna. Sus fundadores creían participar de un experimento político innovador, que otorgaba una libertad de conciencia bastante amplia a diversos grupos cristianos. Por otra parte, era una nación en la que, hasta 1865, al menos doce de cada cien personas eran hombres y mujeres esclavizados/as de origen africano. Esta nación también ha sido forjada por inmigrantes; tal es así que actualmente personas de todo el mundo consideran que Estados Unidos es su hogar. Tiene una economía muy compleja, universidades de investigación muy reconocidas, una tradición de derechos civiles y un sector militar sumamente grande que interviene activamente a nivel mundial. Todo estos factores configuran el contexto en que viven cristianos y cristianas estadounidenses, incluyendo menonitas y otros anabautistas.

    Al igual que otros países, Estados Unidos es también una nación de mitos nacionales. Existe, por ejemplo, el mito del “crisol de culturas”, por medio del cual muchos estadounidenses creen que la asimilación es inevitable, favorable o ambas cosas. Quizá más importante haya sido el mito de la “ transcendencia individual”, la promesa de que la gente pueda dejar atrás todas las tradiciones y comenzar nuevamente, que el futuro es mejor que el pasado, y que lo nuevo equivale a algo mejorado. El pueblo estadounidense suele lidiar con el descontento dejando de lado un producto, grupo o situación y comenzando de nuevo, en vez de aferrarse a algo antiguo y abocarse a mejorarlo o adecuarlo. Esta fe ha inspirado a la sociedad estadounidense, influenciando incluso a las iglesias. Estados Unidos ha dado origen a un número inigualable de denominaciones e “iglesias independientes” de todo el espectro teológico.

    Dos grandes grupos

    Un modo de considerar a la comunidad anabautista de EE.UU. es, en términos generales, clasificándola en dos grupos: quienes se hayan integrado bastante a los patrones económicos y educativos convencionales, y quienes tengan rutinas diarias que los diferencian inequívocamente de sus vecinos. El primer grupo incluiría a la mayoría de los miembros de la Iglesia Menonita USA, la Convención de los Hermanos Menonitas de EE.UU., los Hermanos en Cristo (BIC) de EE.UU., la Convención Menonita Conservadora, etc. (Todas las iglesias enumeradas anteriormente son miembros del Congreso Mundial Menonita.) Dichas hermanas y hermanos, en general, procuran vivir su fe de manera que puedan marcar la diferencia en su contexto local, ámbitos que suelen ser urbanos y suburbanos, de profesionales de clase media. Estos menonitas y Hermanos en Cristo se informan habitualmente a través de fuentes convencionales de los medios de comunicación, poseen sus propios autos, creen que tener un buen desempeño académico es fundamental para el futuro económico de sus hijos/as, y presuponen que la atención médica existente debería ser mejor que la que disponían sus abuelos/as.

    En cambio, los miembros de las iglesias de los amish “Old Order” –el grupo más numeroso de congregaciones anabautistas de Estados Unidos–, como así también menonitas “Old Order” y un conjunto de grupos afines, generalmente no comparten estas presunciones y valores. Desde cómo se visten hasta cómo llegan al trabajo y qué expectativas tienen para sus hijos/as, tales anabautistas están deliberadamente alejados de lo que gran parte de la ciudadanía estadounidense cree que es fundamental para una buena vida. Decenas de miles se trasladan en carruajes de caballos a tiro, rechazan la educación superior y se niegan a confiar en planes de seguro comerciales.

    Existen, por supuesto, excepciones y variantes dentro de esta amplia modalidad. Es probable que miembros de grupos asimilados digan que van contra la corriente como pacifistas y como personas que defienden altos principios morales. Y algunos anabautistas “Old Order” se integran cada vez más a la economía del país. Aun así, lo primero que observadores de afuera reconocen son las diferencias que existen entre las personas que se han adaptado al modelo básico de la sociedad estadounidense –o, en el caso de nuevos inmigrantes y comunidades de minorías étnicas y raciales, que procuran lograr un mayor acceso a ese modelo básico–, y los denominados grupos “plain” (“sencillos”), que resisten de manera contundente los mitos nacionales de asimilación y trascendencia individual.

    Historias de inmigración y renovación

    Los menonitas llegaron primero en pequeños números a lo que posteriormente sería Estados Unidos en el siglo XVI. Hubo una oleada mayor de menonitas y amish emigrantes de Europa Occidental en el siglo XVII y principios de la década de 1800; y menonitas y huteritas del Imperio ruso llegaron en la década de 1870. Poco a poco estas iglesias germánicas se abrieron a personas de otros trasfondos, incluyendo pueblos indígenas, de cuya tierra había dependido el asentamiento de los menonitas. Leyes inmigratorias estrictas excluyeron a gran número de inmigrantes nuevos a mediados del siglo XIX, pero a partir de 1970 Estados Unidos ha recibido nuevamente a millones de inmigrantes cada década, incluyendo a menonitas de Asia, África y América Latina. Algunos inmigrantes anabautistas han llegado junto con sus convenciones de iglesias. Por ejemplo, el Sínodo de Jemaat Kristen Indonesia tiene actualmente ocho congregaciones en la costa oeste de EE.UU.; Amor Viviente, con sede en Honduras, cuenta con iglesias en varios estados del sur de EE.UU. Igualmente, cuando miembros mexicanos de congregaciones de la Evangelical Mennonite Mission Church (Iglesia Evangélica Menonita de Misiones), con sede en Canadá, emigraron a Estados Unidos, establecieron iglesias de EMMC allí (conocidas como Active Mission Conference [Convención de Misión Activa]).

    En Estados Unidos, los movimientos de renovación espiritual han generado también decenas de organismos eclesiales anabautistas nuevos. Los Hermanos en Cristo surgieron en la década de 1780, en la comunidad de menonitas de Pennsylvania que simpatizaban con el pietismo y la interpretación wesleyana de la santificación. A mediados del siglo XIX, el movimiento de renovación del “Old Order” enfatizaba las prácticas de la humildad y del contentamiento, junto con un enfoque comunitario de la fe y la creencia de que la disciplina de la iglesia fortalecía y no obstaculizaba el vínculo de una persona con Dios. En el siglo XX, la Convención Menonita Conservadora (CMC) experimentó una renovación cuando el activismo misionero del evangelicalismo estadounidense transformaba la herencia amish de CMC. Además, el pentecostalismo ha sido una fuente de empoderamiento espiritual para sectores del mundo anabautista de Estados Unidos.

    Paradojas del crecimiento

    Actualmente, el mundo anabautista de EE.UU. se está volviendo más urbanizado, étnica y racialmente diverso, al mismo tiempo que crece la población blanca en zonas rurales. Por un lado, el crecimiento de muchos organismos anabautistas se da en congregaciones tales como la Casa del Dios Viviente (BIC), de Pompano Beach, Florida, o la Iglesia Menonita Hmong de St. Paul, Minnesota. La mitad de las iglesias de los Hermanos Menonitas del país tienen un claro perfil latino, asiático-americano, eslavo o afroamericano. La Iglesia Calvary Community de Hampton, Virginia, cuya membresía es de 2.200 personas, en su mayoría afroamericanos, es la congregación más numerosa de la Iglesia Menonita USA.

    A la vez, el crecimiento numérico más grande del mundo anabautista de EE.UU. se da en los grupos menonitas amish y “Old Order”. Menonitas y Hermanos en Cristo de tendencia evangelical suelen desestimar el crecimiento de estos grupos dado que prácticamente proviene de su propia descendencia. Sin embargo, las iglesias anabautistas culturalmente conservadoras hacen un trabajo increíble de atraer y retener a la juventud. El número y crecimiento de dichas iglesias –aunque generalmente apartadas de la mayoría de los miembros menonitas y Hermanos en Cristo tradicionales– significa que la población anabautista de EE.UU., en su conjunto, es un poco más blanca y rural, en términos porcentuales, que hace treinta años.

    Realidades contemporáneas y ámbitos de testimonio

    1. Los anabautistas estadounidenses constituyen una pequeñísima parte de un país muy grande. Estados Unidos se posiciona como una superpotencia mundial, y sus decisiones económicas y militares afectan la vida de la gente de todo el planeta. Los anabautistas estadounidenses forman parte de este complejo superpoderoso, pero no concitan tanta presencia cultural como, por ejemplo, en Canadá, ni tienen tanta influencia económica o política como, por ejemplo, en Paraguay. A los menonitas a menudo les ha generado inquietud su relación con el Estado por el hecho de ser una muy pequeña minoría en el centro de un imperio de los últimos tiempos.

    Para algunas personas, incluyendo a miembros del “Old Order”, la mayor preocupación ha sido el poder coercitivo de asimilación del Estado. No sólo rechazan las muestras patrióticas y la participación militar, sino que (en la mayoría de los casos) la educación pública y programas de salud pública. A otros menonitas les inquieta profundamente el rol sobredimensionado de Estados Unidos en los asuntos mundiales y sus frecuentes aventuras militares en el extranjero, lo que suscita frecuentemente protestas públicas de algunos menonitas. De cualquier manera, el tamaño de la comunidad anabautista frente a la nación a menudo ha resultado en una postura defensiva o profética respecto a cuestiones públicas en vez de, digamos, procurar asociarse con organizaciones gubernamentales a fin de promover la visión anabautista del mundo.

    2. Los anabautistas estadounidenses viven en medio de la abundancia material. Independientemente de cuán cómodos se sientan identificándose como ciudadanos estadounidenses, muchos menonitas y Hermanos en Cristo están, en general, muy bien económicamente. La abundancia que caracteriza la vida de muchos menonitas se expresa positivamente a través de donaciones de caridad para causas de la iglesia o la sociedad civil, menonitas u otros. De hecho, estudios de filantropía suelen clasificar a los menonitas como donantes generosos en comparación con muchos otros cristianos de EE.UU. Además de donar a causas mundiales, los menonitas y Hermanos en Cristo asimilados también gastan más dinero en sí mismos, construyendo o renovando las estructuras de las iglesias, a menudo a un costo de millones de dólares o más por un solo proyecto.

    3. Sistemas legales y financieros previsibles en Estados Unidos le han permitido a los anabautistas crear aquí diversas instituciones, ya sean organizaciones misioneras y centros de retiros, o fondos de inversión y hogares de ancianos. La labor de estas grandes instituciones que cuentan con personal profesional, recibe mucha cobertura en la prensa menonita, aunque no debería eclipsar la multiplicidad de ministerios que funcionan con voluntariado y recursos limitados, y que le cambian muchísimo la vida a la gente. Por ejemplo, centenares de congregaciones menonitas y de los Hermanos en Cristo albergan centros preescolares y guarderías, administrados por mujeres que benefician a miles de familias por año, pero que no reciben la atención que reciben institutos terciarios y universidades menonitas.

    4. Los anabautistas estadounidenses viven en una sociedad pluralista que determina su culto y testimonio. En muchas iglesias anabautistas se cantan himnos y canciones contemporáneas compuestas por músicos protestantes y católicos. Paralelamente, se enriqueció el culto en gran número de congregaciones gracias al estilo y la espiritualidad del movimiento carismático. Otras congregaciones han adoptado el Libro Revisado de Lecturas Biblicas para el año litúrgico y el calendario anual de la Iglesia para ordenar su vida conjunta. Algunos promotores de la paz menonitas y Hermanos en Cristo colaboran con católicos y evangélicos para poner fin a la pena de muerte o apoyar a madres solteras. Aun otros se han sumado a grupos interreligiosos para encarar problemáticas del medio ambiente.

    5. Los anabautistas estadounidenses se vinculan al mundo de muchas maneras. Algunos vínculos se dan a través del trabajo o de la labor del Comité Central Menonita (MCC), la Asociación Menonita para el Desarrollo Económico o los Ministerios Cristianos de Ayuda. Otros vínculos surgen por medio de viajes, adopciones, matrimonio o albergando a estudiantes internacionales. Algunas congregaciones han establecido vínculos fraternales con congregaciones menonitas o de los Hermanos en Cristo de otras partes del mundo. Los anabautistas estadounidenses tienen mucho que aprender de la familia mundial de fe. Que la próxima Asamblea, Pennsylvania 2015, permita que se establezcan y prosperen aun más vínculos.

    Steven M. Nolt, profesor de Historia de Goshen College (Goshen, Indiana, EE.UU.), y coautor (con el canadiense Royden Loewen) de Seeking Places of Peace‚ÄîNorth America, el quinto y último tomo de la colección de Historia Menonita Mundial.

    Un “tabernáculo de la zarza ardiente” armado para reuniones de evangelización de los Hermanos en Cristo, en Leedy, Oklahoma, en 1919. Los Hermanos en Cristo representan una comunidad anabautista moldeada por numerosos movimientos de renovación espiritual. Foto gentileza de la Biblioteca y Archivos Históricos de los Hermanos en Cristo

    Michael Sharp, obrero del Comité Central Menonita (MCC), visita a Elizabeth Namavu y sus hijos como parte de su labor en la República Democrática del Congo. Muchos menonitas y Hermanos en Cristo de EE.UU. han entablado vínculos en todo el mundo, a veces mediante el servicio con el MCC. Foto: Jana Asenbrennerova

    Durante la Primera Guerra Mundial, muchos varones menonitas y Hermanos en Cristo fueron encarcelados por negarse a ser reclutados por el ejército, debido a su compromiso con el evangelio de paz. Véase aquí varios menonitas que cantan himnos en prisión. Foto gentileza de los Archivos de la Iglesia Menonita USA

    A principios de la década de 1950, mujeres de First Mennonite Church de Bluffton, Ohio, EE.UU., envasan carne para los programas de ayuda humanitaria del Comité Central Menonita para su distribución mundial. Foto gentileza de los Archivos de Bluffton University.

    Overflow, una banda de alabanza integrada por jóvenes de las congregaciones de los Hermanos en Cristo de habla hispana, de Miami, Florida y alrededores, toca en un culto de la convención de la iglesia en 2014. Un tercio de todos los Hermanos en Cristo de Estados Unidos habla español. Foto: Will Teodori/ BIC U.S. Communications

  • Tenía 17 años cuando el capitán del ejército me llamó al frente y me preguntó: “¿Qué harías si esta noche atacan este batallón? ¿Qué harías si alguien viene a dispararte?” “Yo oraría”, le respondí.

    En ese momento sentí un fuerte dolor en la cabeza. El capitán me había pegado con un golpeador de lira. La lira es un instrumento musical de metal que produce sonido cuando se lo golpea con un golpeador de fibra de vidrio. El dolor era muy intenso. El capitán volvió a preguntarme: “¿Qué vas a hacer si alguien te ataca y te golpea?” Yo le dije: “No voy a defenderme”. Él me golpeó otra vez. Nuevamente me preguntó: “¿Por qué quieres ser cristiano? ¿No vas a defender tu país?” “Yo sigo a Cristo porque he encontrado vida en Él”, fue mi respuesta.

    ¿Por qué estaba respondiendo así? En ese momento sólo tenía 17 años. Era una época de muchas dudas para mí. De hecho estaba viviendo una crisis espiritual al punto de casi perder mi fe. Había salido de mi iglesia, no tenía convicciones anabautistas, el servicio militar era obligatorio en Colombia y mis convicciones cristianas no eran tan fuertes como para ir a la cárcel por ellas.

    Caminemos sumando aprendizaje

    Creo que la razón por la cual tenía valor suficiente para responder como lo estaba haciendo la encontramos en un pasaje de la Escritura: Lucas 24. En este texto se nos relata la historia de dos discípulos que van camino a Emaús después de la muerte y resurrección de Cristo. “Caminar” en el evangelio de Lucas tiene un significado muy especial; tiene que ver con un modo de vida o conducta. Caminar en este evangelio se relaciona con discipulado.

    En Lucas muchas lecciones se aprenden en el camino. En esta ocasión los dos discípulos estaban discutiendo. Ellos no estaban de acuerdo. Jesús se hace presente en medio de la discusión y les pregunta: “¿De qué van hablando por el camino?” El verso 15 en el idioma original nos da la idea de una fuerte diferencia de opinión entre los dos discípulos.

    Caminemos pese a los desacuerdos

    ¿Es posible caminar juntos si no estamos de acuerdo? ¿Es posible vivir en una comunidad como la nuestra con tanta diversidad? Cuando observamos el mapa del Congreso Mundial Menonita notamos inmediatamente cómo el movimiento anabautista se ha esparcido alrededor del mundo. ¿Es posible caminar juntos en nuestra comunidad global cuando tenemos tantas diferencias culturales, teológicas y eclesiales?

    En el texto de Lucas, los dos discípulos que habían salido de Jerusalén estaban en profundo desacuerdo. Probablemente habían llegado al punto de cuestionarse si valdría la pena seguir juntos. Pero esa no es la forma en que Jesús quería que sus discípulos dejaran Jerusalén. Salir de Jerusalén, enfrentar nuestra misión y llamado es algo que no se puede hacer en división. Jesús quería que sus discípulos salieran de Jerusalén llenos del Espíritu para dar testimonio, y no en la forma en que estos dos discípulos lo habían hecho. Probablemente por eso los dos discípulos tenían que regresar a Jerusalén.

    “Si quieres llegar rápido, camina solo, si quieres llegar lejos, camina con otros”, dice un conocido refrán africano. Eso lo descubrieron los discípulos en el camino a Emaús. Es al final del viaje en comunidad, de caminar juntos a pesar de las diferencias, y justo después de celebrar la comunión, que los ojos de los discípulos fueron abiertos y su entendimiento de Cristo fue aclarado (Lucas 24:30-31). Como resultado ellos regresaron a Jerusalén en unidad.

    Caminemos de distintas maneras

    El tema de nuestra Asamblea, “Caminemos con Dios”, refleja varias lecciones que podemos aprender de este pasaje. Hemos querido mantener en cada idioma una idea diferente de lo que es caminar con Dios:

    Walking, la palabra en inglés, tiene que ver con una acción constante. Es un proceso que no tiene final, es continuo y por lo tanto requiere la vida entera. Al caminar con Dios necesitamos preguntarnos constantemente: “¿qué estamos dejando atrás? ¿Qué necesitamos llevar en este viaje?”

    Caminemos, la palabra en español, es una invitación. Se trata de una invitación a dejar los temores, a abrir el corazón para ser vulnerables. Este viaje requiere paciencia: necesitamos esperar a aquellos que no caminan tan rápido como nosotros y que están cansados. Si actuamos con individualismos e independencia y consideramos que no necesitamos ayuda, la tentación de separarnos será muy fuerte. Sin embargo, la invitación para caminar juntos sigue en pie.

    En marche, las palabras en francés, implican involucrarse completamente en este caminar. Seguramente habrá tensiones con otros caminantes, tensiones que producirán muchos sentimientos encontrados. Pero si caminamos totalmente comprometidos con Dios y con los demás, las tensiones o problemas que encontremos nos llevarán a ser transformados. Si no caminamos completamente comprometidos, esas mismas tensiones o problemas nos llevarán a la fragmentación.

    La siguiente parte de la frase with God/con Dios/avec Dieu, nos habla de la comunión con Dios. Es imposible caminar juntos si no caminamos con Dios. Estos discípulos en el camino a Emaús caminaban juntos a pesar de sus diferencias porque Dios estaba como centro en su caminar. Ellos descubrieron que la unidad no es algo que se logra milagrosamente al final; es algo que se construye en el camino. Dicha unidad trae una transformación que sólo puede encontrarse en comunidad.

    Cada día durante esta Asamblea reflexionaremos sobre diferentes momentos que advertimos en nuestro caminar con Dios. Como seguramente lo experimentaron los discípulos en el camino a Emaús, habrá momentos de duda y momentos donde estaremos seguros de ir por buen camino. Habrá momentos donde tendremos conflictos y habrá tiempo para reconciliarnos. Habrá momentos en los que querremos caminar solos en autonomía, pero habrá tiempos en los que reconoceremos nuestra necesidad de caminar en comunidad. Habrá momentos en donde necesitaremos recibir ayuda, y momentos donde estaremos listos para ayudar. Ésta es la vida del discipulado. Estamos en un proceso, no hemos llegado aún a la meta, pero estamos avanzando.

    Este pasaje me ayuda a entender por qué respondí al capitán del ejército como lo hice. A mi lado había otros cuatro soldados que también eran cristianos. No eran menonitas, no eran anabautistas. Pero cuando el capitán les hizo las mismas preguntas ellos respondieron que solamente obedecían a Jesús, y que no estaban dispuestos a matar para defenderse. Muchos de estos amigos míos estaban en el suelo debido al dolor ocasionado por los golpes recibidos. Así que pude responder como respondí porque había encontrado una nueva comunidad en ese lugar. Cuatro amigos con los que estaría listo para caminar en medio del sufrimiento, la violencia y la persecución. Cuatro amigos a quienes podría decir “caminemos con Dios” a pesar de nuestras diferencias. Y yo quiero decirles esta noche, “caminemos con Dios”, caminemos durante esta semana y durante los años que vendrán. ¡Bienvenidos!

    César García, disertante vespertino el martes 21 de julio de 2015, en la 16ª Asamblea, es secretario general del Congreso Mundial Menonita y reside en Bogotá, Colombia.

     

     

     

     

     

     

     

     

  • La misericordia del Espíritu Santo nos fortalece en nuestras pruebas

    “Alabado sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Pedro comienza su carta alabando al Señor, alabanza que es una celebración de la adoración. Dicha expresión de alabanza a Dios se encuentra frecuentemente en las doxologías, especialmente en los Salmos. Por ello, es probable que las primeras iglesias de Asia Menor hayan comprendido que Pedro iniciara su carta adorando a Dios.

    Pero esto me suena un poco extraño. Pensando en el trasfondo de esta carta, los cristianos de las iglesias de Asia Menor enfrentaban una situación de riesgo. Había una alta posibilidad de que ellos perdieran la vida a causa de la persecución que sufrían en todo el mundo. Pablo escribió su carta a los cristianos ante esta situación tan cruel. Sólo pregunto lo siguiente: ¿Cómo podemos alabar a Dios en una situación penosa? ¿Cómo pudo Pedro hacerlo? ¿Cómo pudieron comprender esta carta las personas de la iglesia primitiva?

    Cuando las circunstancias apremian

    Ciertamente, Pedro escribió esta carta a los cristianos. Confiaba en estas iglesias y respetaba a las personas que pertenecían a ellas. Conocía muy bien la situación apremiante de lágrimas y llanto. Seguramente esta carta les haya recordado que, como pueblo elegido de Dios,  “serían rociados con su sangre” (1:2).

    Pedro sabía que sus lectores conocían el significado de la sangre en la realidad inminente, porque mucha gente moría. Y, aún hoy día, sabemos que mucha gente sigue muriendo.

    Cuando enfrentamos una realidad inalterable y las circunstancias nos derrotan, aparece la lucha. Aferrados firmemente a nuestra fe, seguimos luchando. Esta lucha nos causa una sensación de ansiedad, inquietud y miedo. Nos deprimimos y nuestro corazón está abatido; nos volvemos temerosos.

    Esto nos sucede a todos, especialmente cuando vivimos momentos inciertos en  circunstancias apremiantes. Esta instancia es muy dolorosa porque la realidad nos desafía. Las preguntas nos hacen dudar y las dudas nos hacen abandonar nuestras convicciones. Luego nos deprimimos, y la autocompasión nos produce una sensación de desdicha. Nos  acobardamos y retrocedemos por el miedo.

    Fortalecer el corazón abatido

    Sin embargo, la Biblia dice, “…en su gran misericordia”. El carácter japonés kanji para la palabra misericordia (originalmente un pictograma del carácter chino), muestra a alguien que plancha un corazón encogido, utilizando una plancha antigua, y no la eléctrica moderna que usamos actualmente. Con esta plancha antigua, alguien “plancha” nuestro corazón “encogido” a una temperatura moderada, ni alta ni baja, sino la temperatura justa.

    Es la obra del Espíritu Santo. El Consolador fortalece una y otra vez nuestro corazón  abatido, con lo justo y necesario para la sanación y renovación de nuestro ser.

    Dios ha hecho esto con nosotros y continúa haciéndolo aún hoy. Y este Dios levantó a Jesús de la muerte.

    En el contexto del versículo de 1 Pedro, mucha gente moría. Y en el presente mucha gente aún sigue muriendo. Pero este Dios levantó a Jesús de la muerte entre los que morían. Jesús murió como muere cualquier otra persona, pero su muerte trasformó la muerte en victoria. (1Corintios 15:54-55)

    Ésta es la obra del gran poder de Dios. Y el poder de Dios obra en todos nosotros para proteger nuestra fe del peligro, y restaurar nuestra convicción en la gran misericordia de Dios.

    A veces decimos que tenemos fe. Pero la fe no es algo que tengamos dentro de nosotros desde un principio, ni es algo que nazca en el interior de nosotros. Más bien, la fe es algo que traemos a nuestras vidas desde fuera de nosotros mismos.

    Mediante la ayuda de Dios, tenemos la certeza de que todos hemos sido renovados al creer que Cristo fue resucitado. En el poder supremo de Dios podemos ver nuevamente una esperanza viva a través de la resurrección. Y en esta esperanza viva hay una vida que da vida verdadera.

    La luz de nuestra esperanza viva

    Pedro desea contarle a la gente de este gozo para que pueda salvarse a la luz de esta esperanza viva. Sabe muy bien lo desdichado que había sido. Por medio de la sangre de Cristo, Pedro halló algo que nunca había conocido. A través de la resurrección, Pedro se renovó a la luz de la esperanza viva. Descubrió que lo único que hay que hacer es vivir a la luz de esta esperanza viva. Como cristianos, ésta es nuestra esperanza en la salvación que será revelada en el último tiempo de Cristo.

    Entonces, Pedro pudo alabar a Dios. Nos parece escuchar su voz firme, alabando y cantando con lágrimas. Aunque Dios nos desafíe, le alabamos.

    Por supuesto, podremos tropezar con obstáculos y quizá algunas veces podremos caer. Pero nuestra fe nunca desaparecerá, gracias al escudo de Dios. No hay nada que pueda vencer este escudo. Nuestro Dios seca todas las lágrimas de nuestros ojos. (Apocalipsis 7:17)

    Una vez más nos parece escuchar voces de júbilo en esta carta. Y ahora también unimos nuestras voces para alabar y cantar, y así seguir a nuestro Señor Jesús.

    Padre Celestial y Señor,

    ten misericordia de este mundo,

    con tu constante amor y tu abundante misericordia.

    Restaura en nosotros el gozo de tu salvación

    y mantén en nosotros un Espíritu dispuesto.

    Permítenos desde ahora caminar nuevamente en la esperanza viva,

    para seguir como discípulos de Jesús nuestro Señor.

    Amén

    Yukari Kaga, de Japón, disertante vespertina el miércoles 22 de julio de 2015, en la 16ª Asamblea. Yukari es responsable de la pastoral de varias pequeñas congregaciones menonitas de Hokkaido. Además, es directora del Centro Misionero de Paz y colabora en el Centro Menonita de Educación e Investigación de Japón.   

     

  • Luz y esperanza para quienes andan en la oscuridad

    Nzuzi Mukawa  

    Actualmente, la seguridad del mundo está amenazada por conflictos internacionales, intertribales e incluso interreligiosos. En ocasiones, las fuerzas de seguridad tienen conflictos con la misma gente que se supone deben proteger. El terrorismo ha creado un clima de inseguridad a nivel internacional. Algunos países están siendo destruidos por guerras: por ejemplo, Ucrania, Siria y Yemen. Los movimientos político-religiosos como Al Qaeda, el Estado islámico y Boko Haram derraman sangre en nombre de la religión. Las opiniones y filosofías dividen a la gente y generan desunión en las familias.

    El conflicto debilita las unidades sociales básicas de una sociedad fuerte y equilibrada. Puede causar divorcios. Expulsa a los niños a la calle. Genera enemigos dentro de las familias; quiebra empresas y crea desempleo.

    La iglesia, desde sus comienzos, no ha estado exenta de conflictos, ya sea internos o externos. A nivel externo, la iglesia ha sido y sigue siendo víctima de persecuciones. Internamente,  siempre ha tenido que enfrentar controversias y conflictos jerárquicos. Por ejemplo, los anabautistas tuvieron que abandonar el movimiento de la Reforma protestante en el siglo XVI debido a un conflicto.

    Nuestro mundo, no importa cuán pacífico parezca, está dominado por conflictos. Ante esta situación, ¿cómo puede hoy en día la iglesia en general y los cristianos en particular, caminar hacia la reconciliación en este mundo contencioso? ¿Es posible que la iglesia y los cristianos promuevan la reconciliación en un mundo donde los conflictos están ganando terreno?

    Análisis de 1 Samuel 25:1-35

    El relato en 1 Samuel 25:1-35 nos brinda una historia que sirve de ejemplo para caminar hacia el conflicto, y desde el conflicto a la reconciliación.

    Al analizar este texto podremos determinar las implicancias prácticas que nos ayuden a captar el concepto de Dios sobre el conflicto y la reconciliación. 

    Caminemos hacia el conflicto (vv. 1-13)

    En los versículos 2 al 13 del relato en 1 Samuel 25, nos encontramos con Nabal, Abigaíl, David y sus mensajeros. Estos personajes aparecen en varios encuentros que conducen a una enemistad  que culmina en un conflicto.

    Nabal era un hombre muy rico que carecía de valores espirituales y fortaleza de carácter (vv. 2-3). En otras palabras, era un hombre duro, que carecía de bondad. La dureza de corazón de Nabal iba acompañada de malicia.

    Cuando David se enteró de que las ovejas de Nabal estaban siendo esquiladas, envió a algunos de sus siervos a pedirle ayuda a Nabal para el grupo de David que estaba en el desierto. Era un momento oportuno para que David pidiera ayuda, porque el día de la esquila era un día de alegría y festividades para los judíos.

    En su mensaje a Nabal, David le mostró bondad, gentileza y humildad. Era militarmente superior a Nabal, pero empleó una voz pacífica, apelando a sus sentimientos de gratitud. Le recordó que el grupo de David había protegido las ovejas de Nabal en el desierto.

    A pesar del esfuerzo de David para acercarse a Nabal con una actitud pacífica, Nabal responde a su bondad con dureza, a su cortesía con desprecio y a su confianza con arrogancia y odio (vv. 10, 11). La malicia de Nabal frente a la bondad de David lleva al conflicto (v. 13) porque David se enoja mucho y decide responder a la violencia de Nabal con violencia.

    De estos primeros trece versículos aprendemos que cuando se oponen  mentalidad y carácter, egoísmo e información, éstos son los factores principales que generan el conflicto en esta historia:

    • La dureza y malicia de Nabal se oponen a la buena fe y cultura de paz demostradas por David (vv. 6-8). Impulsan a ambas partes a caminar hacia el conflicto.
    • El egoísmo de Nabal lo lleva no sólo a negarse a compartir lo que tiene con los necesitados, sino también a negarse a reconocer y agradecer a quienes le han ayudado a proteger sus bienes. Es por ello que David se enojara tanto que decidió emplear la violencia para darle a este hombre una lección.
    • La comunicación entre David y Nabal fue manejada por los mensajeros, que también desempeñaron un papel activo en este conflicto. La forma en que comunicaron la información, y cómo la entendieron quienes la recibieron, también contribuyó a detonar el conflicto.

    Los factores que generan el conflicto en este pasaje son los mismos de la actualidad. ¿Cómo puede la iglesia promover la paz en tales circunstancias?

     

    Del conflicto a la reconciliación (vv. 14-35)

    En la segunda parte de nuestra historia comienza otra secuencia de eventos. Los actores principales son el siervo de Nabal, Abigaíl y David.

    La reacción de Nabal no deja a su equipo indiferente. Los siervos de Nabal desaprobaron la forma en que actuó, y esperaban que hubiera represalias de David y sus siervos. No era justo que su amo hubiera enviado a los hombres de David con las manos vacías después de que ellos habían sido hospitalarios con los siervos de Nabal en el desierto (vv. 15-16). Un hombre prudente, ve el peligro y se esconde (Proverbios 22:3; 27:12); este siervo ayudó a su señora a entender la situación. Le propuso una forma de eludir a su amo, cuyo carácter no le permitiría aceptar la reconciliación que traería paz (v. 17).

    Abigaíl prestó mucha atención y decidió caminar en medio del conflicto hacia la reconciliación. El proceder de Abigaíl en dicha situación demostró valentía, tacto y humildad (vv. 18-20). Su estrategia pacífica fue construida en torno a un equipo que bregaba por la paz (v. 19). Ella enfrentó el conflicto con un plan pacífico (v. 20), mientras procuraba superar los obstáculos a la paz (v. 19). Pidió perdón sin avergonzarse, y ofreció satisfacer las necesidades y calmar los ánimos.

    ¿Qué lección podríamos aprender de la forma en que esta mujer ejemplificó la resolución del conflicto, y de su proceder para lograr la reconciliación?

     

    Reconciliación: el camino a la resolución de conflictos

    Dios no quisiera que sus hijos se involucren en conflictos, sino que promuevan la paz (Ef 4:1-3) como lo hizo Abigaíl. Ella siguió el camino de la reconciliación que renuncia a la hostilidad, y restablece la civilidad y la comunión entre las partes anteriormente hostiles.

    La reconciliación es una necesidad apremiante en nuestro mundo. Es la necesidad de restablecer la comunión entre Dios y la humanidad (Ro 5:8-11; 2Co 5:18,19; Col 1:19-22), entre seres humanos (Ef 2:11-22), y de restablecer la armonía en toda la creación (Ro 8:18-22).

    La esperanza de nuestra reconciliación está enraizada en la obra de Cristo en la cruz, que borró la ira y el juicio de Dios sobre la humanidad. La cruz de Cristo brinda la reconciliación. Sobre la cruz, Cristo borró el acto que nos condenaba y triunfó sobre la hostilidad y todas las barreras culturales que nos separaban (Col 2:14,15) 

    La obra de la cruz nos da paz y justicia, que no es sólo para la iglesia sino para el mundo entero. Somos llamados no sólo a creer en la paz y la justicia, sino a aplicarlas a todos sin distinción ni discriminación, y promoverlas en el mundo entero mediante la proclamación de las buenas noticias   de salvación.

    Siguiendo el ejemplo de Cristo, la iglesia debe bregar por el amor, la paz y la justicia, a pesar del precio que se deba pagar (Is 11:1-5; 61:1-3; Lc 4:13, 19). La iglesia debe demostrar compasión  mediante su capacidad de ver y escuchar el clamor de los oprimidos, e identificarse con las causas justas. Sólo Dios nos reconcilia con él mismo, al sacrificar a Jesús en la cruz, eje central de la reconciliación.

    La reconciliación entre los seres humanos está arraigada en Cristo, quien es la paz del mundo (Ef 2:14-17), y la fuente de unidad para toda la humanidad (Jn 17:11, 22, 23).

    En lo que respecta a nosotros, el proceso de reconciliación pasa a través de la resolución de conflictos, no sólo a nivel personal, sino también a nivel étnico y tribal, y a nivel de la iglesia.

    Resolución de conflictos a nivel personal

    La Palabra de Dios nos enseña que la mejor manera de resolver conflictos es a nivel personal, e implica que confesemos a Dios los pecados de los que estamos conscientes (1 Jn 1:9-10; Sal 139:23-24); y que nos comprometamos a pedir perdón y a no repetir la misma falta (Ef 4: 32; Stg 5:16).

    Los Evangelios nos proponen cómo proceder:

    • Que oremos sinceramente a Dios y pidamos perdón;
    • Que hablemos a solas con la otra persona;
    • Que hablemos con la otra persona en presencia de dos o tres testigos;
    • Que hablemos con la otra persona ante la iglesia (Mt 18:15-17).

    Es necesario el deseo de honrar a Dios y amar al otro para que los conflictos se resuelvan (Sal 34:14). Debemos siempre buscar la ayuda divina y pedir sabiduría, autocontrol y las palabras adecuadas (Prov 16:32; Stg 1:5).

    Además, debemos seguir las reglas de la buena comunicación: escuchar al otro, decir la verdad, hablar de manera justa con amor, expresar claramente las ideas, hablar con integridad para la gloria de Dios y el bienestar del otro. El objetivo de la buena comunicación es la resolución de los problemas que generan conflictos. Finalizar la reunión con oración y palabras fraternas o bondadosas (Stg 3:13-18).

    Resolución de conflictos a nivel étnico, tribal y racial

    Los conflictos étnicos, tribales y raciales con frecuencia averg√ºenzan a la iglesia. Nuestro silencio parece ser una forma de complicidad, a tal grado que hoy sabios pensadores acusan a la iglesia de crear o de participar en esta clase de conflictos, tales como la historia y herencia del racismo y tráfico de esclavos, holocausto judío, apartheid, limpieza étnica, discriminación contra pueblos originarios, violencia interreligiosa, política y étnica, el sufrimiento de los palestinos, opresión de castas y genocidio tribal.

    Ante esta situación, convoco a pastores, líderes de iglesias y a lectores, a enseñar la verdad bíblica sobre la diversidad étnica, pero también a reconocer el elemento de pecado en esos grupos étnicos. En Cristo, todas nuestras identidades étnicas se subordinan a nuestra identidad como valores adquiridos en la cruz. En términos prácticos, la iglesia debe:

    • Priorizar la sanación y reconciliación: en caso de agresión, se permite la autodefensa, pero no el uso de violencia. Siguiendo el ejemplo de Jesús que no empleó armas cuando lo amenazaron, la iglesia debe seguir los pasos del maestro. Debe mostrar preocupación por sus enemigos (como se ilustra en la parábola del buen samaritano), y practicar la no violencia como la vía a la reconciliación.
    • Promover la justicia es una manera importante de reducir los conflictos étnicos y religiosos en el mundo. Para lograrlo, la iglesia debe comprometerse profundamente a enfrentar la injusticia, el etnocentrismo, el racismo y la opresión. Debe comprometerse con la reconciliación e identificarse con los oprimidos, promoviendo la justicia para ellos.
    • Desarrollar una iglesia inclusiva: la iglesia no puede ser un lugar para las divisiones étnicas y la discriminación racial; más bien, debe ser un espacio donde todos sean invitados y convocados a la comunión. Los líderes no deben ser elegidos en base a criterios que favorezcan la etnicidad o raza sobre la espiritualidad. La iglesia no debe tener una agenda étnica. Es una entidad de ‚Äúunidad en la diversidad‚Äù, donde todos los miembros son uno en Cristo como se enseña en Gálatas 3:28. La iglesia es un nuevo grupo étnico en el que existe protección mutua y seguridad para todos.
    • Tener principios cristianos que guíen nuestro enfoque respecto a la política y la administración de la propiedad pública: las opiniones políticas no deben definirse en base a prejuicios étnicos, tribales o raciales, sino a principios cristianos. Los cristianos que son políticos deben tratar a todos correctamente sin prejuicios basados en ideologías políticas o religiosas. Los políticos deben evitar el favoritismo étnico y el fanatismo religioso, que a menudo fomenta el odio.
    • Practicar el amor y perdonar a los enemigos: orar por los enemigos es una de las señales de obediencia y sumisión a Jesucristo. Debemos amar a los demás porque son creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 9:6; Stg 3:9). El perdón con frecuencia es muy difícil de otorgar, especialmente cuando somos víctimas de injusticia, odio y opresión. Pero debemos estar dispuestos a obedecer la Palabra de Dios.

    Resolución de conflictos en la iglesia

    El camino hacia la reconciliación requiere que la iglesia obedezca los principios de las Escrituras y los defienda ante el mundo mediante su estilo de vida. Debe mostrar transparencia al confiar en las enseñanzas bíblicas. La iglesia debe seguir contando con la ayuda de Dios de modo que pueda resolver los conflictos más eficazmente. Debe evitar la falta de respeto a sus propios documentos legales y jurídicos.

    La iglesia debe evitar el favoritismo. En este rol profético, debe estar atenta y activa a fin de:

    • Remitirse siempre a los preceptos, mandamientos y voluntad de Dios; y comunicarle al mundo estas cosas.
    • Descubrir la verdadera naturaleza de los problemas de la iglesia y del mundo, estudiando profundamente las causas, motivos, fuentes y orígenes tanto cercanos como lejanos, a fin de proponer soluciones sin tomar partido.
    • Buscar soluciones pacíficas y enfrentar las políticas pecaminosas de exclusión y marginalización. La iglesia debe priorizar los sistemas políticos que promuevan la unidad y reconciliación.

    La reconciliación del pueblo con la creación

    Debemos ser un pueblo que cuide de la creación, porque la reconciliación también incluye la creación. La vida humana y la creación están estrechamente unidas porque la tierra  cuida de nosotros (Gn 1: 29,30); la tierra sufre con nosotros debido a los pecados de la humanidad que ha tenido graves consecuencias (Os 4:1-3); la redención de Dios incluye la creación (Sal 96:10-13); todo fue reconciliado en la cruz (Col 1:15-23); y las buenas noticias incluyen toda la creación.

    A la luz de esta situación, la iglesia en general y los cristianos en particular deben estar a la vanguardia de los esfuerzos para proteger la creación. Debemos tener un gran deseo de vivir en un planeta verde, evitando el desperdicio de energía, reduciendo nuestro consumo de carbono, reciclando residuos en nuestro medioambiente y evitando la contaminación.

    En la misma línea, debemos apoyar las iniciativas políticas y económicas que protejan el medioambiente de toda clase de destrucción. Por consiguiente, debemos apoyar a los que han sido llamados y enviados por Dios con una misión especial para proteger el medioambiente, y desarrollar investigaciones científicas en las áreas de ecología y conservación de la naturaleza.

    Conclusiones

    En resumen, la violencia ha sido usada de muchas maneras distintas para resolver los incesantes conflictos en todo el mundo. Pero, la experiencia demuestra a lo largo de toda la historia que este camino no ha tenido éxito en aportar soluciones a los problemas del mundo. El camino de la violencia implica odio, ira y venganza en lugar de la resolución pacífica de los conflictos.

    Por cierto, la no violencia es la solución definitiva a los conflictos. Es el camino para resolver conflictos en las congregaciones locales.

    Cristo fue no violento cuando enfrentó conflictos. Por tanto, él nos define el modelo que deberíamos usar cuando resolvamos conflictos. Optar por el modelo no violento en el proceso de resolución de conflictos, como hemos descubierto en la historia de Abigaíl, no es sinónimo de aceptar pasivamente la injusticia y la agresión sin protegernos. Significa que no usamos la fuerza como medio para resolver conflictos.

    La iglesia debe oponerse activamente a los conflictos religiosos y étnicos. Y sólo el amor al enemigo y la determinación de no usar la fuerza o la violencia puede oponerse a los conflictos y enfrentar pacíficamente al enemigo. Esto es posible al eliminar las estructuras de injusticia, que deben ser reemplazadas con buenas estructuras centradas en Dios.

    La diversidad étnica es el don y el plan de Dios en la creación. Ha sido manchada y deformada por el pecado y orgullo humanos que producen confusión, contiendas, violencia y guerras entre naciones.

    Sin embargo, esta diversidad será preservada en la nueva creación cuando la gente de todas las naciones, de todas las tribus, de todos los pueblos y de todas las lenguas, sea reunida porque  conformará el pueblo que Dios ha redimido.

    Por el bien del evangelio, pido al cuerpo de Cristo, colectiva e individualmente, que se arrepienta y pida perdón en todos los lugares donde haya participado en la violencia, injusticia y opresión.

    Actualmente, la iglesia debe abrazar el gran poder de la reconciliación que se encuentra en el evangelio, y realmente aprender sobre él, porque Cristo no llevó nuestros pecados en la cruz solamente para que nos reconciliáramos con Dios, sino también para destruir nuestras enemistades, de modo que pudiéramos reconciliarnos unos con otros.

    Adoptemos un estilo de vida reconciliador al perdonar a aquellos que nos persiguen, y tengamos la valentía de exponer la injusticia que ellos han ocasionado a otros. Brindemos ayuda y hospitalidad a los que están del otro lado de un conflicto, y tomemos la iniciativa de superar las barreras a fin de lograr la reconciliación. Sigamos dando testimonio de Cristo en contextos de violencia, siempre dispuestos a sufrir, o incluso a morir, en lugar de participar en actos de destrucción o venganza. Comprometámonos con el largo proceso de sanar las heridas, convirtiendo la iglesia en un lugar seguro y sanador para todos, incluyendo a antiguos enemigos.

    Debemos ser una luz radiante y una fuente de esperanza. Debemos compartir este testimonio: ‚ÄúDios en Cristo, reconciliando consigo a todos los pueblos‚Äù. La cruz y la resurrección de Cristo nos otorgan la autoridad para confrontar los poderes demoníacos del mal que agravan los conflictos humanos.

    Nzuzi Mukawa, de la República Democrática del Congo, disertó en la Asamblea 16 el jueves 23 de julio de 2015. Nzuzi es responsable del equipo de la Misión de los Hermanos Menonitas del √Åfrica subsahariana, es profesor de Misiones y pastor adjunto de una congregación de los Hermanos Menonitas en la Rep. Dem. del Congo.

     

  • Aviso sobre el autor (abajo)

    Sigamos con ánimo: cumplamos la ley bidireccional del Reino

    Somos,  ante todo, una iglesia de paz porque somos  la iglesia de Jesús, y Jesús nos guía por el camino de la paz. Nos importa la justicia porque nos importa Jesús, y a él le importa la justicia. Nos importa la reconciliación y nos importa la Palabra de Dios impresa, porque quisiéramos conocer la Palabra de Dios en persona.

    Jesús está en el centro de quién somos. Y, a medida que sigamos manteniendo nuestras vidas centradas en Jesús, y seamos cuidadosos del mensaje claro y sencillo de Jesús, se lo devolveremos al resto del cuerpo de Cristo como un don que a todos nos hará más saludables. 

    El amor es el fruto del Espíritu

    Quisiera hablarles sobre el amor como se manifiesta en el fruto del Espíritu y otros pasajes del Nuevo Testamento. La obra del Espíritu en nosotros es la obra del amor. En la medida que obremos en contra del amor, obramos en contra del Espíritu en nosotros; en la medida que reconozcamos e identifiquemos el amor, avanzaremos en colaboración con el Espíritu Santo.  

    La mayoría de los estudiosos concuerdan que cuando Gálatas 5 enumera el fruto del Espíritu, no comienza sólo con el amor. El amor es el fruto del Espíritu y lo que sigue son ocho descripciones de cómo es el amor. Al igual que 1 Corintios 13, ésta es una lista representativa. El fruto del Espíritu es el amor, y empezarán a reconocerlo cuando vean alegría, paz, paciencia, amabilidad y bondad, mansedumbre y autocontrol.

    Con el tiempo, estoy cada vez más convencido de la centralidad del amor en nuestra adoración a Dios, y cómo Él nos llama a adorarlo amando a los que nos rodean. Es cada vez más importante  que lo identifique y me entregue a dicho amor como forma de adoración. 

    Mientras crecía, me parecía que era prioritario resolver adecuadamente mi relación con Dios. Esto lo hacía dedicándome más y más a centrarme en mi relación vertical. Cuando finalmente lo hubiese logrado, se produciría un desborde en la gente que me rodeaba. Aprendería a amar bien a los demás, pero antes era necesario asegurarme de estudiar las Escrituras en privado, orar en privado, meditar en privado. Puse énfasis en todo ello.

    El segundo mandamiento

    Conforme crecemos, nos motivan a tener esos momentos de expresión espiritual en privado, pero Jesús fue el primero que empezó a desafiarme a que fuera más allá. Cuando un líder religioso le preguntó cuál era el mandamiento más importante, Jesús le respondió uniendo en uno solo los dos mandamientos principales. El mandamiento más importante, en singular. Jesús dijo que era, amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, mente y fuerza. Imagino al líder religioso que había formulado la pregunta diciendo, muchas gracias, y a punto de irse. Luego, Jesús le dijo, y el segundo es similar.

    ¿El segundo? ¿A cuál? No había preguntado por los dos más importantes, había preguntado por uno. Pero Jesús no le daría sólo uno, y listo. ¿Cuál es el máximo mandamiento? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente…y, el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37–39).

    Y entonces Jesús dijo, “de estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (Mateo 22:40). Los une con una suerte de espiritualidad bidireccional que se eleva (extendiéndose hacia arriba), y se vincula (acercándose a la comunidad). Si nos olvidamos de vincularnos, no estamos  elevándonos verdaderamente. 

    Según Juan, el apóstol, “si alguien dice, ‘amo a Dios’ y aborrece a su hermano o hermana, es un mentiroso” (1 Juan 4:20). Juan no dice que está desequilibrado. No dice que es necesario que crezca su amor por su hermano o hermana, y no sólo que ame a Dios. No, afirma, si dices, amo a Dios, pero no amas a tu hermano y hermana, eres un mentiroso. Es necesario que los dos confluyan. No digas que amas a Dios y no amas a los que te rodean, quienes reflejan la imagen de Dios a su semejanza.

    Es como si Jesús supiera que el impulso religioso fuese priorizar tanto a Dios, que podríamos usar la religión como excusa para no amar a los que nos rodean.

    Jesús dijo, amarás al Señor tu Dios con todo lo que tengas. Esa es tu misión en la tierra. Pero sin un enfoque bidireccional, podríamos usar ese amor a Dios para justificarlo todo, desde matarnos a nosotros mismos y a los demás, torturar a gente, quemar a herejes en la hoguera, a incursionar en guerras no sólo contra otras religiones sino otras tribus dentro de nuestra propia religión. 

    Hay tanta conducta antiCristo en la que podríamos participar en nombre del amor a Dios, si eso fuera en lo que quisiéramos centrarnos.

    Y no sólo conducta violenta. Si nos centráramos tanto en Dios, hasta podríamos ignorar a los que están alrededor de nosotros.

    ¿Quién podría cuestionar el hecho de dedicarle más tiempo a Dios? Más tiempo para meditar, más tiempo para orar, más tiempo para estudiar; parece algo tan sagrado. Pero Jesús dijo, no lo permitiré. Van a amar a Dios y van a amar a su prójimo como a sí mismos, y si no hacen lo primero, mienten respecto a lo segundo.

    Más allá de la ética de una roca

    Mis hijas asistieron a un campamento diurno, al que también iban niños/as con capacidades intelectuales diferentes. Cuando las llevaba a la mañana y las retiraba a la tarde, aprovechaba esta experiencia del campamento de verano para reforzar lo que significaba amar como Jesús dice que hay que amar.

    Les dije a mis hijas, “quisiera que tomen la iniciativa para amar. El amor no es sólo no hacer cosas malas; amar significa tomar la iniciativa de hacer cosas buenas para los demás.”

    Intenté explicarlo de manera que lo entendieran. Ellas respondieron, “ah, sí, tenemos que ser respetuosas”.

    Es más que ser respetuosas, les dije. No se trata de que sólo sean gentiles. El amor va más allá de eso.  

    Me dijeron, “bueno, no diremos nada malo”.

    No se trata de que no sean malas, se trata de que hagan el bien. Se trata de ver a una persona sentada sola, al margen, y empezar a ser bondadosa con ella. Es ágape, una palabra griega que significa la opción de vincularte con alguien como algo valioso.

    Por eso creo que la bondad es el fruto del Espíritu, no la gentileza. Ser gentil significa no hacer cosas irrespetuosas, pero la bondad significa tomar la iniciativa.

    Les di un ejemplo. Cuando nos bajamos del auto, había una roca grande. “¿Esa roca ama a alguien?” “No, las rocas no aman”, respondieron. “Pero, ¿le está haciendo daño a alguien?,” insistí.

    Lo comprendieron. La roca no estaba siendo desagradable o irrespetuosa, no estaba ofendiendo a nadie, sólo estaba allí. Las rocas no hacen nada malo; tampoco hacen nada bueno.

    Ese verano elegimos el lema de la familia Cavey: “Sigamos con ánimo.” Vayamos más allá de la ética de una roca. Este es el amor que vemos en el fruto del Espíritu.

    Esto es lo que los anabautistas me han estado enseñando en estos últimos años.

    Un nuevo mandamiento

    No basta sólo con no ser malo; amar es priorizar el cuidado de quienes nos rodean. Se convierte en la forma en que adoramos a Dios, tal es así que en el Nuevo Testamento nos encontramos con que los apóstoles hacen algo fascinante. ¿Recuerdan la espiritualidad bidireccional?

    Justo antes de que en Gálatas 5 se enumeraran los frutos del Espíritu, Pablo, el apóstol, escribió: “porque toda la ley se resume en un solo mandamiento (5:14). Un solo mandamiento. Y luego enumera el segundo mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

    ¿Jesús no dijo que de estos dos mandamientos dependen la ley y los profetas? Pablo se refiere directamente al segundo. Hace lo mismo en Romanos 13:8: “Quien ama al prójimo ha cumplido la ley”. Pedro dice lo mismo en 1 Pedro 4:8: “Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados”. Santiago, el hermano de Jesús, lo denomina “la ley del Reino” (Santiago 2:8). 

    No hallamos ninguna otra referencia en el Nuevo Testamento en la que los apóstoles citen la ley bidireccional. ¿Por qué creían que tenían el derecho de corregir a Jesús? Cuando Jesús pronunció dichas palabras, se dirigía a alguien que aún no era discípulo, alguien que necesitaba el desafío de encontrarse primero con Dios.

    Pero, a sus discípulos que han expresado, “amamos a Dios y estamos dispuestos a lo que sea para seguirlo”, Jesús les dijo, así es cómo lo harán. Su vida será amar a los demás así como se aman a si mismos. En cuanto al resto del Nuevo Testamento, éste se convierte en el mandamiento que cumple la ley para nosotros.

    Eso es lo que Jesús le manifestó a sus discípulos en Juan 13. “Este mandamiento nuevo les doy, que se amen los unos a los otros.” No es nuevo como la primera vez que lo dije, sino nuevo por ser la primera vez que figura por sí solo. Les dijo a sus discípulos, no establezcan su amor a Dios como algo separado. Establecerán su amor a Dios al obedecer este nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros. Jesús dijo lo mismo en Juan 15:12: “Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”.

    El Jesús resucitado le dijo a Pedro, ¿me quieres, Pedro? ¿Realmente, me quieres? Bueno, si así es, apacienta mis ovejas (Juan 21:17). Esto se transforma en el énfasis renovado de Cristo.

    El culto fluye

    La parábola que Jesús contó de las ovejas y las cabras se puede resumir así: la manera en la que amamos, adoramos y servimos a Jesús es amando y sirviendo a la gente necesitada que nos rodea. Por consiguiente, no desglosemos “esto es el culto y esto es el servicio”, “esto es el culto y esto es evangelización”.

    Todo es culto. Adoramos cuando cantamos, adoramos cuando oramos, adoramos cuando nos retiramos de este lugar y cuando esta Asamblea hace tiempo que haya finalizado.

    El culto continúa, y fluye y fluye y fluye, en tanto nos vinculemos con los que nos rodean. Nuestra religión no es algo que conservamos dentro de un  lugar sagrado y un espacio santo con un sacerdocio santo. Nuestra religión es el vínculo. Se concreta en cómo amamos a los que nos rodean.

    Entonces, mis hermanas y hermanos, quisiera dejarles una última reflexión.

    La iglesia se convierte en un laboratorio para que experimentemos lo que significa amar a Dios amando a las personas que tienen ideas afines. Porque cuando salimos del lugar donde se reúne la iglesia y procuramos amar a la gente fuera de la iglesia, a veces la gente lo entiende y a veces no. A veces lo reciben como un don de Dios y a veces no. A veces nos vitorean y a veces se burlan. Pero la hermandad puede ser un espacio seguro donde podamos desarrollar nuestra capacidad de amar.

    “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4: 10).

    Administramos la gracia de Dios unos a otros. Él nos confía su gracia, repartiéndola unos a otros. Qué privilegio. Qué responsabilidad.

    Como evangélico occidental, sabía del sacerdocio de todos los creyentes. Entendí que como sacerdote, no necesitaba a nadie más, éramos sólo Dios y yo; y yo podría ser el sacerdote de mi propia relación con Dios. 

    Pero, creo que para un hebreo hablar del sacerdocio de todos los creyentes, no sería como individuos vinculados con Dios, sino como sacerdotes vinculados unos con otros. Confesamos nuestros pecados unos a otros. Administramos la gracia de Dios unos a otros. Dios te ha dado la gracia de alguna otra persona, y, a su vez, le ha dado tu gracia. Dios quisiera revelarte la verdad, y animarte y nutrirte con su gracia. Lo podría hacer individualmente, pero eso nos separaría.

    En cambio, Dios le da su gracia a alguien y dice, ahora, ve y encuéntrala. Y te da la gracia de ella y dice, únanse. Administren mi gracia unos a otros para que a medida que nos unamos y aprendamos a amar y servir los unos a los otros, vivenciemos cada vez más la gracia de Dios en nuestras vidas. Qué privilegio es ser sólo la iglesia.

    Por tanto, te animo a procurar tu gracia. Y a brindar tu gracia. Dando y recibiendo la gracia, desarrollaremos nuestra capacidad de amar y de amar bien.

    Y cierro con las siguientes palabras: Sigamos con ánimo. 

    Bruxy Cavey, de Canadá, disertó el sábado 25 de julio de 2015, en la Asamblea 16. Bruxy, pastor docente de The Meeting House, una de las iglesias más numerosas e innovativas de Canadá, es miembro de los Hermanos en Cristo, escritor y conferencista en todo el mundo.


    Aviso sobre el autor

    El orador plenario de PA 2015, Bruxy Cavey, renunció el 3 de marzo de 2022 a The Meeting House, Oakville, Ontario, Canadá y como miembro de Be In Christ Church of Canada, iglesia miembro del CMM. El Consejo de Supervisores de la congregación solicitó su renuncia luego de que una investigación realizada por un tercero determinara que tuvo una relación sexual que “constituyó un abuso de poder y autoridad de Bruxy”. La denominación Be In Christ ha eliminado las credenciales ministeriales de Cavey.

    Lea más:

    Pastor resigns, admits sexual misconduct | Anabaptist World (en inglés)

  • Lea los sermones nocturnos de PA 2015 dados por César García, Yukari Kaga, Nzuzi Mukwa, Wieteke van der Molen y Bruxy Cavey. Este material podría ser una ayuda para la preparación de la celebración del Domingo de la Fraternidad Mundial en su iglesia.

    Sermones nocturnos – PA 2015

    Caminemos con Dios (César García, Colombia)

    Ellos descubrieron que la unidad no es algo que se logra milagrosamente al final; es algo que se construye en el camino. Dicha unidad trae una transformación que sólo puede encontrarse en comunidad. 

    Caminemos con dudas y convicciones (Yukari Kaga, Japon)

    Ésta es la obra del gran poder de Dios. Y el poder de Dios obra en todos nosotros para proteger nuestra fe del peligro, y restaurar nuestra convicción en la gran misericordia de Dios.

    Caminemos en medio de conflictos y reconciliaciones (Nzuzi Mukwa, RD. Congo)

    Debemos ser una luz radiante y una fuente de esperanza. Debemos compartir este testimonio: “Dios en Cristo, reconciliando consigo a todos los pueblos”. La cruz y la resurrección de Cristo nos otorgan la autoridad para confrontar los poderes demoníacos del mal que agravan los conflictos humanos. 

    Caminemos con autonomía y en comunidad (Wieteke van der Molen, Paises Bajos)

    En comunidad, no podemos permanecer solos. El interés del grupo colisionará con el del individuo, causando fricción, dolor y frustración. Pero no tenemos otra alternativa. Ser humano es ser parte de una comunidad. No podemos sobrevivir solos.

    Caminemos dando y recibiendo (Bruxy Cavey, Canadá)

    Somos, ante todo, una iglesia de paz porque somos la iglesia de Jesús, y Jesús nos guía por el camino de la paz. Nos importa la justicia porque nos importa Jesús, y a él le importa la justicia.