• La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre del 2015, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios.

    El número de abril 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    Un ministerio de hospitalidad incluyente

    Escritura: “Este fue el pecado de tu hermana Sodoma: ella y sus aldeas se sentían orgullosas de tener abundancia de alimentos y de gozar de comodidad, pero nunca ayudaron al pobre y al necesitado” (Ezequiel 16:49 DHH).

    Cuento: “Un refugiado se quejaba amargamente ante Dios porque no lo habían dejado entrar en una iglesia, y Dios le contestó: No te preocupes que a mí tampoco me dejan entrar”.

    Teniendo como punto de referencia para la reflexión este pasaje bíblico y la historia anexa, quiero hacer esta pequeña y sencilla nota desde mi propio testimonio personal para marcar la diferencia con el texto referido.

    Colombia, donde vivo actualmente, es un país en guerra interna desde hace más de sesenta años, siendo el último conflicto armado interno que queda en el hemisferio occidental. Más de cinco millones de personas en desplazamiento forzado, segundo país en el mundo con este fenómeno según datos de las Naciones Unidas, y cerca de un millón de refugiados en otros Estados. Veinticinco mil muertes violentas cada año, miles de desaparecidos y secuestrados, y más de seis millones de víctimas reconocidas por el gobierno.

    Un cuadro social impresionante, que si estuviera impregnado de petróleo o cualquier otro interés económico de las multinacionales, hubiese aparecido en las noticias de los medios masivos de EE.UU., Canadá y Europa, y entonces las iglesias anabautistas del Norte se hubiesen enterado.

    Amenazas e incertidumbre

    Después de vivir por muchos años en Bogotá, en 1986 nos trasladamos con mi esposa e hijos a un pequeño pueblo en el caribe colombiano, al norte del país, llamado San Jacinto.

    Allí adquirimos una finca, casa, maquinaria agrícola, vehículos, y vivíamos con mi esposa y cuatro hijos de la abogacía, la agricultura y el periodismo. Apoyábamos el trabajo social y organizativo de los campesinos de la región.

    Debido al trabajo con los campesinos me acusaron de ser un ideólogo de la guerrilla, y comenzó contra mí una persecución y amenazas permanentes por parte del comandante de policía del lugar, y más tarde por un grupo paramilitar llamado “MAS” (Muerte a Secuestradores).

    En marzo de 1988, el Ejército Nacional colombiano y la policía unieron fuerzas y nos hicieron un allanamiento en nuestra casa; las amenazas de muerte aumentaron, nuestros amigos nos evadían, los bancos no nos atendían. Vivir allí se hizo insoportable. Huyéndole a la muerte, nos vimos forzados a desplazarnos hacia la cercana ciudad de Cartagena, perdiendo todo lo que habíamos adquirido con nuestro trabajo.

    Allí en Cartagena recibimos la hospitalidad de un tío mío, quien nos abrió las puertas de su casa. En el patio construimos un lugar para habitar mientras pasaba la tormenta, gracias al apoyo de la Iglesia Menonita.

    Pero la situación del desplazado, nacional o internacional, es bien difícil. Por un lado está dejando atrás su territorio, amigos, familiares, trabajo, bienes, cultura, contactos, buen nombre, y por otro, entra en un terreno desconocido, amenazante, inhóspito, y se adentra al mundo de los prejuicios y estigmas.

    De ser una persona “de bien”, de pronto entra a ser sospechoso de terrorismo, de criminalidad, creando un gran temor entre sus vecinos. Entra en el ámbito del miedo, no sólo del desplazado sino de las personas que lo rodean, sus amigos, familiares, iglesias, todos con el miedo de que los confundan o los señalen como enemigos, los declaren “objetivo militar”, los amenacen y les hagan daño.

    El miedo impregnado en los demás es lo que más afecta a los desplazados, pues paraliza e impide la hospitalidad y la solidaridad. Existen muchas personas, miembros de una iglesia que creen y quieren ser hospitalarios, pero tienen familia, hijos pequeños, deudas hipotecarias, y tienen miedo de poner en peligro la vida y estabilidad de estas personas que dependen de ellos. Dicen que si estuvieran solos darían la vida por ayudar, pero en esas condiciones sería irresponsabilidad e injusto con los menores.

    En julio de 1989 llegamos nuevamente a Bogotá, derrotados pero no vencidos, una pareja de amenazados y desplazados, con cuatro hijos menores de edad. Llegamos a una ciudad afectada por el terrorismo, llena de muertos vivientes pidiendo limosna en cada semáforo, niños y niñas abandonados en las calles, una delincuencia amenazante, cercada por zonas de miseria, racista y discriminadora.

    El gobierno central había aprovechado la excusa de la guerra para suprimir la mayoría de las libertades públicas, y ordenaba allanamientos y detenciones arbitrarias cada día en la ciudad y el país. La desconfianza y el miedo reinaban en la ciudad. Como dice el maestro oriental, “la guerra es el arte del engaño” y “donde la primera víctima es la verdad”, lo que dificulta creer en alguien y aun creerle a Dios.

    Recibir y cobijar

    Pero hoy mi familia y yo estamos vivos gracias a la acción decidida de un grupo de personas, perteneciente a la Iglesia Menonita de Teusaquillo (Bogotá), encabezado por el pastor Peter Stucky. Aunque tenían hijos menores de edad y personas a su cargo, vencieron el miedo a la estigmatización y ser declarados auxiliares de la guerrilla; organizaron una acción de hospitalidad incluyente que nos cobijó y nos dio energía suficiente para despertar nuestro poder de resiliencia y recuperarnos.

    Es allí con ese acto de hospitalidad donde se rompe la maldición de Sodoma y se hace realidad esa bella recompensa de Jesús cuando dice, “Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento, les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí lo hicieron” (Mateo 25:35–40).

    Pero esto no terminó allí con el auxilio a una familia miembro de esa iglesia, sino que se amplió el concepto de hospitalidad incluyente, que no excluye a nadie. Siempre encuentra lugar para el forastero, el extranjero, el que sufre, abriendo las puertas de la iglesia; se creó

    todo un ministerio eclesial para apoyar a cientos de desplazados que llegaban allí huyendo de sus territorios después de haber perdido sus bienes y la esperanza. “El refugiado o desplazado es el vivo mensajero del infortunio, trae con él la imagen, el olor y el sabor de la tragedia de la guerra, del genocidio, de la masacre y del abandono del hogar por la violencia.”(Javier Jurado).

    Durante muchos años ha funcionado este ministerio en la Iglesia Menonita de Teusaquillo en Bogotá. Cientos de personas han sido auxiliadas y reconfortadas; decenas de desplazados fueron acogidos desde allí por la iglesia menonita canadiense y hoy gozan de tranquilidad y nueva vida en ese país. Además se amplió a la ciudad de Quito (Ecuador), para recibir a los cientos de colombianos que huían y huyen de su país buscando refugio.

    Crear, iniciar y mantener un ministerio así, abierto a cualquier persona sin importar de dónde venga, en qué crea, qué ideología política tenga, que sea perseguido por guerrilleros o paramilitares, significa un gran riesgo y hace que muchos de los miembros de la congregación dejen de asistir. Pero se siente la coherencia con el mandato de Jesús y el derecho de asilo; la comunidad se fortalece y surgen nuevos liderazgos abiertos a la hospitalidad.

    Se siente la satisfacción de ser una iglesia anabautista histórica de paz donde ningún refugiado se queje ante Dios porque no lo dejan entrar, y que como Job podamos decir, “siempre abrí las puertas de mi casa al forastero” (Job 31:32).

    ‚ÄîRicardo Esquivia, abogado, es miembro de la Iglesia Menonita de Colombia, y tiene más de 45 años de experiencia en la construcción de paz integral desde una base eclesial y comunitaria. Actualmente, es director de Sembrandopaz y trabaja con comunidades en retorno en el caribe colombiano.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016.

  • Correo: Perspectivas

    La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre pasado, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios. ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    Los refugiados han formado parte de la historia de la Iglesia de los Hermanos Menonitas de Neuwied desde sus comienzos: la historia de nuestra iglesia está marcada por las iniciativas tendientes a la integración de personas de diferentes trasfondos culturales.

    Evangelische Freikirche Mennonitische Brüdergemeinde Neuwied, Alemania, fue fundada tras la Segunda Guerra Mundial por refugiados de Prusia Occidental (actualmente Polonia), y es la iglesia de los Hermanos Menonitas más antigua de Europa Occidental. Al principio, los menonitas que habían fundado la iglesia tuvieron que resolver la manera de adorar junto con hermanas y hermanos de distintas tradiciones cristianas, tales como protestantes, bautistas y Hermanos de Plymouth. La generación siguiente aprendió a integrar a cristianos de Croacia y América del Sur, que se sumaron a la iglesia en la década de 1960. A mediados de la década de 1970, fue un desafío la integración de un gran número de menonitas de la ex Unión Soviética. Aunque tenían las mismas raíces menonitas, adherían a tradiciones particulares que diferían de la cultura de nuestra iglesia. Pero con Dios, nada es imposible.

    Con los años, hermanas y hermanos de América del Norte, Asia y África han formado parte también de esta comunidad diversa de seguidores de Cristo.

    Actualmente, somos una congregación conformada por 460 miembros, que alberga a cristianos provenientes de más de catorce naciones. Aunque el trasfondo y las tradiciones de los miembros de nuestra iglesia son a veces muy diferentes, su fe en y compromiso con un solo Señor Jesucristo ayudan a fortalecer los vínculos unos con otros.

    Un nuevo capítulo

    Hace ocho años comenzó un capítulo completamente nuevo en la historia de la iglesia, cuando tuvimos el valor de abrir nuestras puertas a personas con un trasfondo religioso totalmente diferente.

    ¿Cómo sucedió?

    Líderes comunitarios de nuestra ciudad nos hicieron la siguiente solicitud: ¿estaríamos dispuestos a abrir un club para jóvenes y ayudar a la ciudad a atender a jóvenes inmigrantes de 12–17 años? En retrospectiva, somos conscientes de que fuimos muy ingenuos; no obstante, fuimos fieles cuando respondimos que sí a fin de obedecer el mandato de Dios de, “procurar la paz y prosperidad de la ciudad…” (Jeremías 29:7).

    Entonces, así es cómo este club de jóvenes (treinta jóvenes de trasfondo musulmán y yazidí) encontró un hogar en el edificio de nuestra iglesia. Pronto nos dimos cuenta que estos jóvenes daban por sentado que podían asistir a “su lugar de reunión” en cualquier momento. Cuando las puertas estaban abiertas, entraban, aunque hubiera una reunión de mujeres, un momento de oración o algún otro evento. Cuando las puertas estaban cerradas, simplemente se juntaban en los escalones a la entrada, sin importarles si era de noche o de día.

    ¡Los primeros tres meses de apertura del club de jóvenes fueron realmente estresantes para la iglesia! Pudimos sobrevivir esta etapa gracias a mucha oración, paciencia, intercambio de opiniones, y estableciendo algunas reglas y consecuencias para los jóvenes.

    Reconocimiento, respeto y caridad cristiana

    Para nuestra sorpresa, el vínculo con los jóvenes fue mejorando en los meses siguientes. En nuestra iglesia, los jóvenes vivieron algo que no habían conocido hasta ahora: reconocimiento, respeto y caridad cristiana. Los líderes de la ciudad estaban sorprendidos al ver cómo el comportamiento de estos jóvenes cambiaba para bien.

    Por medio de la experiencia con el club de jóvenes, estábamos preparados para recibir con los brazos abiertos a refugiados y a quienes solicitaban asilo, cuando llegaban a la iglesia en busca de ayuda y fraternidad. Para nosotros, su religión era muy extraña. No era fácil oír lo que estas personas habían vivido en su travesía a Alemania, huyendo de la guerra y del terror.

    Pero, por otro lado, tampoco era fácil para ellos establecerse en una cultura totalmente nueva, en vista de todas las experiencias traumáticas que habían tenido. Nos han expresado con frecuencia que no es lo que decimos lo que los hace acudir a la iglesia sino el amor y cuidado que sienten.

    Este amor les abrió los corazones para aprender más acerca de ese Jesús del que hablábamos. Y entonces, iniciamos un grupo de estudio bíblico en farsi, y luego otro en árabe. Cuando personas de estos grupos encuentran la fe en el Dios vivo y son bautizados, sabemos que habrá más cambios en nuestra iglesia a través de estos nuevos hermanos y hermanas.

    Todas las naciones y lenguas

    Todos advirtieron cuando el primer hermano de Irán fue bautizado. Al salir del agua, sus amigos persas respondieron jubilosamente, dejando sorprendidos y sin palabras al resto de los miembros de la congregación.

    Pero, cuando nos dimos cuenta de que éramos testigos de la promesa de Dios que se hacía realidad –“una gran multitud de todas las naciones y lenguas” (Apocalipsis 7:9)– ¡hubo alegría por doquier!

    Mientras tanto, hemos aprendido que es una bendición que características típicas alemanas tales como la puntualidad y el orden, se estén complementando con características de otros países, tales como la espontaneidad y la hospitalidad. Aunque se supone que la hospitalidad sea una marca especial de los cristianos, estamos aprendiendo mucho al respecto de las personas del Medio Oriente. Ellos siempre parecen tener tiempo para conversar y disfrutar de una taza de té mientras fraternizan. Sus puertas siempre están abiertas y sus mesas disponibles para los huéspedes.

    Hace falta valentía para dedicarle tiempo a extraños, porque cuando lo hacemos salimos de lo que nos es familiar. Sin embargo, lo que aprendemos al vivir de esta manera es indescriptible. Los encuentros con mis nuevas amistades de todo el mundo, han cambiado mi vida tan positivamente que no puedo imaginar cómo era cuando aún no formaban parte de mi vida.

    Walter Jakobeit, pastor de la iglesia de los Hermanos Menonitas (Evangelische Freikirche Mennonitische Brüdergemeinde Neuwied, Alemania), es presidente de AMBD (Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Brüdergemeinden Deutschland), una iglesia nacional que fue aceptada para integrar el Concilio General del CMM, en julio de 2015.

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  • La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre del 2015, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios.

    El número de abril 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    El corazón de un extraño

    Una vez escuché que un recién llegado a Canadá describía el alivio que sintió al ser recibido en una comunidad religiosa conformada por otros recientes inmigrantes tras una prolongada etapa de desorientación. Me quedaron grabadas sus palabras:

    Sabían cómo abrazar al extraño porque ellos mismos tenían el corazón de un extraño.

    Es decir, quienes han vivido la experiencia de ser forasteros –la deseperación y soledad que acompañan la separación de todo lo que es familiar y de todo lo que les brinda seguridad y estabilidad; la frustración de no poder hablar el idioma; lo que significa añorar un abrazo–, ellos son los que tienen el corazón de un extraño; un corazón que esté dispuesto a hacer lugar a los demás.

    Elegir lo extraño

    Y, sin embargo, la experiencia de ser un “extraño” de una manera significativa es algo ajeno para muchos de nosotros. Algunos nos hemos sentido incómodos al transitar contextos no familiares por elección propia. No obstante, constituyen mayormente los inconvenientes surgidos de las opciones que existen dentro de los parámetros del privilegio. Otras personas ni siquiera han tenido el lujo de ser “extraños” porque nunca han podido viajar más allá de su lugar de nacimiento.

    Pero, ¿cuántos de nosotros habremos sido empujados a tierras lejanas por la violencia, inestabilidad política y pobreza? ¿Alguna vez habremos llegado a una tierra desconocida con pocas pertenencias, sin conocer el idioma, y habiendo sufrido situaciones traumáticas durante años? ¿Nos habremos aventurado en contextos donde pocas personas se nos parecían o hablaban como nosotros, donde las costumbres eran incomprensibles y las creencias insondables? ¿Cuántos de nosotros habremos sido extraños de manera tal que hayamos generado “el corazón de un extraño?”

    Entonces, ¿qué haría falta para adquirir el “corazón de un extraño” en nuestro presente cultural, con tanto discurso que polariza a cristianos (y a otros) respecto a la crisis de los refugiados sirios, y qué exigiría de nosotros? Hay tanto temor y sospechas, tantas palabras cargadas de enojo y desinformación, tanto rechazo reaccionario e impulsivo, tantos brazos que, en lugar de abrirse en un abrazo, se cierran en actitud defensiva. ¿Cómo podríamos avanzar más allá de estas respuestas automáticas y vislumbrar mejores caminos?

    Memoria e imaginación

    ¿Podría ser tan sencillo como mirar en retrospectiva varias generaciones atrás y recordar que, en algún nivel, casi todos somos parte de una historia de extraños? ¿Podría ser que nuestra reticencia a abrazar a un extraño se debe, en parte, al hecho de que nuestro corazón ha perdido u olvidado, o nunca ha desarrollado la capacidad de ponernos en su lugar?

    ¿Podría ser que nuestro principal problema sea más que nada falta de memoria o de imaginación, no poder recordar cómo es ser el “otro” que anhela ser acogido o ni siquiera imaginar dicha posibilidad? ¿Podría ser que el “corazón de un extraño” esté tan cerca de cada uno de nosotros en la medida que elijamos recordar e imaginar de manera diferente?

    En las Escrituras hebreas, el mandamiento divino de cuidar al extraño está vinculado directamente al hecho de que los hijos de Israel alguna vez también fueron extraños (Deuteronomio 10:19). En el Evangelio de Mateo, Jesús resume toda la Ley y los Profetas –y se deber recordar que “todo” es una palabra bastante amplia– en la sencilla exhortación de que hagamos a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros (Mateo 22:40). Primero, nos insta a que tengamos mejor memoria; segundo, a que tengamos mejor imaginación. Ambas son necesarias si alguna vez habremos de adquirir un buen corazón. Y una vez que empecemos a seguir estos consejos, –una vez que procuremos recordar e imaginar de una manera mejor– será más fácil acercarnos deliberadamente al extraño.

    La iglesia a la que pertenezco recibirá a nueve personas de Siria en nuestra comunidad y en nuestras vidas; y, durante meses, hemos estado haciendo los preparativos para su llegada. Conseguimos una vivienda, le dimos una mano de pintura, compramos comida, ropa y juguetes. Hicimos contacto con otras personas de la comunidad: otras iglesias cristianas, gente de la universidad, un grupo de médicos locales, y miembros de la comunidad musulmana local. Tuvimos la oportunidad de compartir la mesa con familias sirias que ya vivían en Lethbridge, y de aprender de ellos en clases improvisadas de cocina y veladas de información cultural. Entablamos nuevas amistades.

    Hemos procurado adquirir el corazón de un extraño. Y al hacerlo, descubrimos que, en realidad, el corazón de un extraño no está lejos de ninguno de nosotros, mientras estemos dispuestos a recordar e imaginar correctamente.

    Ryan Dueck es pastor de la Iglesia Menonita Lethbridge de Alberta, Canadá. La iglesia forma parte de un Grupo Ecuménico local de Acción Social, que patrocina la reubicación en Lethbridge de dos familias de refugiados sirios. Escribe frecuentemente en su blog en ryandueck.com y colabora con Wondering Fair, “un café online” para el intercambio de ideas sobre cuestiones de fe.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016.

  • La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre del 2015, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios.

    El número de abril 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    La hospitalidad transforma

    La historia de Deymaand

    A fines de la década de 1970, durante el período de la historia de India conocido como la Emergencia (cuando se suspendieron de hecho las libertades democráticas, Deymaand, un joven de dieciocho años, decidió bautizarse en una iglesia menonita local. Dado que su familia profesaba otra religión, se opusieron a su decisión de aceptar la fe cristiana. Cuando Deymaand se negó a dar marcha atrás, su familia lo repudió. Entonces Deymaand decidió irse de su aldea, produciéndose allí una situación conflictiva con la gente. Debido al descontento político que había en India en ese momento, Deymaand fue arrestado inmediatamente para evitar cualquier tipo de incidentes, y encarcelado en Rajnandgaon. Un mes después, cuando se controló la situación en la aldea, Deymaand fue liberado pero se le pidió que no volviera allí.

    Repudiado por su propia familia, Deymaand no tenía adónde ir ni quién lo albergara. Pero el pastor de la Iglesia Menonita de Rajnandgaon (MCR) lo recibió en la iglesia y como un hijo en su propia familia. Deymaand decidió estudiar Teología y completó sus estudios en el Seminario Bíblico Union, Yeotmal. A continuación, sirvió al Señor mediante la predicación y la enseñanza de la Biblia en toda India. Ante las amenazas a su vida y la iglesia, MCR ayudó a sostener a Deymaand y su fe en Jesús el Señor.

    La historia de Sarika

    En la década de 1990, con el liderazgo del pastor Theo Philus Singh, MCR inició un programa de extensión en el estado de Maharashtra, estableciendo algunas iglesias nuevas en las aldeas. Hubo mucha oposición y persecución por parte de los extremistas. Miembros de la iglesia recientemente fundada visitaban con frecuencia las casas de los miembros de MCR, en procura de apoyo y crecimiento espiritual. Al recibir a los nuevos creyentes en sus hogares, arriesgaban su reputación social y sufrían amenazas de los fanáticos. Los miembros de MCR visitaban las iglesias nuevas y atendían sus necesidades, incluso ante tal oposición.

    Un hombre joven de MCR se casó con una mujer joven llamada Sarika. Con el tiempo, Sarika descubrió que su esposo era alcohólico, sufriendo abuso físico por parte de él. Cuando Sarika ya no podía seguir soportándolo, se acercó al grupo de mujeres de MCR. El consejo de la iglesia hizo lo que pudo para reconciliar a la pareja, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Entonces, el grupo de mujeres ayudó a Sarika y a su hija de nueve años a huir de su esposo. Recibieron a Sarika y a su hija en sus hogares y las protegieron, brindándoles apoyo espiritual, moral y económico.

    Actualmente, y después de quince años, su hija, luego de recibir una buena educación, se desempeña como enfermera en un hospital muy renombrado. Sarika reconoce que MCR la recibió cuando era una extraña y la ayudó cuando necesitaba encontrar una solución a su problema. Está agradecida al grupo de mujeres por todo lo que hizo para protegerlas y apoyarlas.

    Hospitalidad y evangelización

    Estas historias son sólo algunas entre tantas en las que los menonitas se acercan a sus comunidades y acogen a los extraños que están entre ellos. Dichas oportunidades han transformado no solamente la vida de la iglesia, sino que también han ayudado a la iglesia a transformar la vida de muchas otras personas. Concebimos la hospitalidad no sólo como la acción de ofrecer agua y comida a extraños, y ayudarlos a que sigan su camino, sino también estar dispuestos a acompañarlos e incluso satisfacer las necesidades básicas de la vida.

    Hemos llegado a comprender que la hospitalidad es parte integral de la evangelización. Si no hacemos lugar a los demás en nuestras vidas, no podremos motivar a los demás a que hagan lugar a Cristo en sus vidas.

    La hospitalidad nunca ha sido fácil porque altera nuestras vidas.

    La hospitalidad, en el contexto de la evangelización, pone en riesgo nuestra propia identidad como iglesia. Acoger a personas de otras confesiones aumenta nuestra lucha por evadir la integración de los ritos, rituales, y tradiciones de otras religiones. Esto nos ha enseñado la importancia de estar enraizados firmemente en el Señor, estar unidos como iglesia y discernir el bien del mal.

    Desde sus inicios, la Convención de la Iglesia Menonita de India (MCI) ha participado en actividades que tiendan a brindar hospitalidad. Cada unidad de la iglesia tiene historias para contar. Mi iglesia local agradece a Dios el privilegio de poder recibir a los extraños entre nosotros y atenderlos de diversas maneras. Ser parte de esta iglesia ha sido una experiencia formativa que me ayudó a definir mi comprensión de la hospitalidad.

    Elisabeth Kunjam, anteriormente miembro de la Iglesia Menonita de India, se incorporó al Consejo Directivo de las Iglesias de los Hermanos Menonitas de India en 2005, tras su casamiento con Frank Sanjay. Integra la Comisión de Diáconos del CMM. Además, es coordinadora de Mujeres Anabautistas con Formación Teológica de Asia (TTAWA), una asociación que comenzó en 2012 con la ayuda de la Comisión de Diáconos del CMM.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016.

    Elisabeth Kunjam

  • Así como las partes del corazón, las cuatro comisiones del CMM sirven a la comunidad mundial de iglesias afines al anabautismo, en las áreas de diaconado, fe y vida, paz y misiones. Las comisiones preparan materiales para la consideración del Concilio General, brindan guía y proponen recursos a las iglesias miembros, además, propician redes y compañerismo en relación al CMM trabajando juntos en temas de interés y enfoque común. A continuación, una de las comisiones comparte un mensaje de la perspectiva de su ministerio.


    Cuando un glóbulo rojo conoció a una neurona por primera vez, exclamó, “¡Ah, un extraterrestre!” “No,” respondió la neurona, “Soy tu hermana.”

    La participación en el seminario del aniversario 500 de Menno Simons en los Países Bajos en la primavera de 1997 fue mi primera vez en tomar parte en una reunión internacional de menonitas. Mi reacción emocional fue hasta cierto punto la misma que la del glóbulo rojo: ¿Estas personas son todas menonitas? ¿Por qué su forma de pensar difiere tanto de la mía? ¡En la Asamblea del CMM Pennsylvania 2015, experimenté este sentimiento de una forma aún más poderosa!

    Sea que se trate del cristianismo de una antigüedad de 2.000 años o de la iglesia anabautista de 500 años, nacimos de la misma tradición teológica. Debido al paso del tiempo y a las diferencias en el trasfondo cultural y el ámbito social, crecimos para tomar diferentes apariencias. De cara a numerosos y delicados asuntos de la actualidad, también tenemos diferentes puntos de vista y posiciones.

    Esto me hace pensar en la metáfora de Pablo sobre el cuerpo: en realidad somos como un cuerpo con partes que tienen diferentes formas y funciones. La iglesia debe ser divergente y diversa – este es el ADN que fue puesto en ella cuando Dios la creó por vez primera.

    La iglesia debe aceptar las diferencias, porque esta es su línea vital. A través de mis hermanos y hermanas de África, Europa, Asia, y América del Sur, mis horizontes y perspectivas se amplían. Veo un panorama diferente de la fe. Sin embargo estos “otros”, diferentes culturalmente, vienen del mismo ADN teológico; estas relaciones espirituales de la vida se han convertido en una parte indispensable del “yo” o “nosotros” de la fe. Los hermanos y hermanas de la familia mundial constituyen nuestra co-humanidad en Cristo.

    Sin embargo, al mismo tiempo, esta diferenciación a nivel “celular” es para una mayor unidad a nivel superior: hay solo un cuerpo. Nosotros como miembros fuimos integrados dentro del cuerpo divino. Lo que compartimos en común es que todos nos comprometemos a Jesucristo, a seguirlo a Él de forma radical; también tenemos Convicciones Compartidas en común. Por lo tanto, hemos sido hechos uno mismo en nuestra diversidad, sin dejar de ser diversos en la unidad.

    A veces la iglesia está llena de luz y de orden y en otros momentos de desorden. No obstante, de este mosaico de la iglesia emerge el rostro del trascendente: Jesucristo. Él se revela a sí mismo a través de la vida de la iglesia en general. La iglesia es la santa imagen de Cristo; su misión es demostrar a Cristo fielmente, para que el mundo pueda ver el rostro del que trasciende.

    La imagen del rostro depende de cómo nos conectemos conjuntamente. Cada uno de nosotros – como una célula de la oreja, del ojo o de la nariz – traerá belleza al rostro si nos conectamos correctamente. Por lo tanto, debemos realizar todo esfuerzo para mantener la unidad del Espíritu; la Cena del Señor es un excelente recordatorio de esto. Cada vez que recordamos la cruz de Jesús juntos, recordamos el cuerpo de Cristo. Que se haga la voluntad de Dios.

    —Paulus Chiou-Lang Pan, miembro de la Comisión de Fe y Vida del Congreso Mundial Menonita

    De este mosaico del cuerpo emerge el rostro del que trasciende: Jesús. Foto de Faith Lin cortesía de Paulus Chiou-Lang Pan.

  • Bogotá, Colombia – “A veces es difícil entender todas las dinámicas de lo que está sucediendo en otras partes del mundo,” dice Joanne Dietzel, Coordinadora de la Red de Oración de PA 2015; “sin embargo, al compartir en oración nos convertimos en un cuerpo.”

    Con el lanzamiento de una nueva red de oración permanente, la Comisión de Diáconos y el brazo de Comunicaciones del Congreso Mundial Menonita tienen como finalidad conectar al cuerpo mundial en alabanza y petición delante de Dios.

    El boletín electrónico mensual del CMM, Info, incluye oraciones breves referentes a las iglesias miembros o inquietudes regionales; un correo electrónico más detallado sobre la red de oración será enviado una vez cada dos meses y también esporádicamente cuando hayan peticiones cuyos factores de tiempo así lo ameriten.

    “Siempre estamos buscando maneras para mantenernos conectados en nuestra familia anabautista mundial,” dice Kristina Toews, Directora de Comunicaciones del CMM. “La red de oración es una manera de facilitar más formas interactivas de compartir nuestras historias, alegrías y pesares. Nos encantaría escuchar sus historias e ideas sobre formas adicionales de participar.”

    La red de oración permitirá compartir las oraciones de las iglesias nacionales, regionales y de los afiliados del CMM para que puedan ser compartidas de forma más amplia. La Comisión de Diáconos organizará un equipo de oración para responder a las peticiones personales.

    “Cada problema o alegría debe ser tomado con seriedad porque es grande para el que se ve afectado,” dice Henk Stevenrs, Secretario de la Comisión de Diáconos. “Así que queremos asegurarnos que aunque una petición no llege a las noticias menonitas a nivel mundial, habrá oraciones por aquellos que tienen necesidad.”

    Aquellos que se inscriban en línea, recibirán un correo electrónico con cuatro o cinco motivos de oración provenientes de peticiones entregadas por los representantes regionales sobre asuntos de inquietud de nuestros miembros alrededor de mundo.

    Se orará por todos los mensajes enviados a prayers@mwc-cmm.org o dejados en los sitios de las redes sociales, aunque no todos serán incluidos en el correo habitual.

    “A veces estamos demasiado centrados en las circunstancias que enfrentan nuestras propias iglesias. La red de oración es una oportunidad maravillosa de caminar compasivamente junto a otras iglesias,” dice César García, Secretario General del CMM. “De esta forma muchas cosas pueden ser transformadas, comenzando con nuestros propios corazones. ¡Caminemos con Dios en oración – juntos!”

    Para más información y para inscribirse haga clic aquí.

    —Comunicado del Congreso Mundial Menonita

  • En julio de 2009, los líderes de las iglesias menonitas de Indonesia sostuvieron una conversación afuera del dormitorio en Asunción, Paraguay. Aunque no eran extraños, sus caminos rara vez se habían cruzado. Los tres grupos a los que representaban tenían historias complejas que incluían separación división.

    Pero ahí, en el apaciguado contexto de la 15ª Asamblea del Congreso Mundial Menonita, algo importante en su relación cambió, “Nos dimos cuenta de que todos nosotros teníamos una edad similar y que compartíamos muchos de los mismos valores e inquietudes,” recuerda David Meijanto.

    Por primera vez los miembros del grupo preguntaron: ¿Por qué no nos reunimos más a menudo en Indonesia?

    Microcosmos del anabautismo mundial

    Los líderes de las iglesias regresaron a Indonesia con el compromiso de reunirse cada tres meses para compartir juntos y para alentarse unos a otros. En una de esas reuniones “Inter Menno”, surgió la idea de que los tres grupos juntos podrían servir de anfitriones de la asamblea mundial 2021 del CMM en Indonesia.

    He aquí una introducción de los tres sínodos que constituyen la iglesia menonita en Indonesia, todos confrontados por los desafíos de vivir como una diminuta minoría en un país con la población musulmana más grande del mundo.  

    GITJ

    La GITJ (Gereja Injili di Tanah Jawa / Iglesia Evangélica de Java) es el grupo más antiguo. Es la iglesia que surgió en 1854 como fruto de la labor del misionero menonita holandés y lingüista Pieter Jansz y fue la primera congregación anabautista menonita en el mundo cuyos miembros no eran primordialmente de origen europeo o norteamericano.

    Una figura de influencia en los comienzos de la historia de GITJ fue Kyai Ibrahim Tunggul Wulung, un místico local que ayudó a incorporar en la cultura el mensaje del evangelio en medio de un distintivo idioma javanés.

    En la actualidad, los miembros de las 110 congregaciones GITJ tienden a vivir en áreas rurales alrededor de Jepara y Puti, hablan el javanés, trabajan como jornaleros y adoran en un estilo un tanto litúrgico formal.

    GKMI

    La GKMI (Persatuan Gereja-Gereja Kristen Muria Indonesia / Unión de Iglesias Cristianas Muria de Indonesia) enmarca sus raíces en los inmigrantes chinos que se establecieron en Java a comienzos del siglo XX.

    En 1917, Tee Siem Tat, un hombre de negocios chino, se convirtió en cristiano cuando él y otro miembro de su familia fueron sanados de forma milagrosa después de haber escuchado historias del Evangelio.  

    La identidad anabautista de las congregaciones resultantes se fortaleció en los años 50 y 60, cuando Hermann Tann conscientemente trabajó para introducir la teología y política menonita.

    En la actualidad, la GKMI está compuesta por unas 55 congregaciones. Sus miembros tienden a ser de trasfondo chino, con una buena educación y fuertemente comprometidos con las misiones.

    JKI

    Las JKI (Jemaat Kristen Indonesia / Congregaciones Cristianas de Indonesia) surgieron a fines de los años 70 como un movimiento de renovación carismático dentro de la GKMI.

    Liderado por Adi Sutanto, un pequeño grupo de oración de la GKMI comenzó a incorporar el hablar en lenguas, la sanidad por fe, visiones y profecía en sus cultos de adoración regulares. Las JKI, formadas en 1985, desde entonces han crecido para incluir a 155 congregaciones, incluyendo a varias en los Estados Unidos, Australia y los Países Bajos.

    La iglesia de JKI más conocida combina un culto de adoración carismático con ministerios sociales y un fortalecido programa de alcance en la ciudad de Semarang. Este “Estadio Sagrado” de 20.000 miembros es probablemente el sitio donde se realizará la asamblea 2021 del CMM.

    Hoy en día, los líderes de estos tres sínodos están mirando más allá de sus diferencias para buscar nuevas relaciones fraternas entre sí y con el amplio mundo menonita. La Asamblea 2021 del CMM ofrecerá una gran perspectiva sobre las varias maneras en las que el anabautismo ha echado raíces en Indonesia.

    No es demasiado pronto para ponerlo en su calendario. TM

    —John D. Roth, Secretario de la Comisión de Fe y Vida del CMM; Profesor de historia a Goshen College, Indiana, EE.UU.; Director del Instituto para el Estudio del Anabautismo Mundial

    Este artículo apareció originalmente en la edición de abril de la revista The Mennonite, publicada por la Iglesia Menonita de EE.UU.

     

  • Hace menos de un año, no tenía la menor idea de que iba a estar en Indonesia este mes de febrero, y mucho menos con cuatro amigos nuevos de cuatro continentes diferentes. Pero eso es lo que sucede cuando uno participa en su comunidad de fe a nivel mundial: uno termina en lugares inesperados –física, espiritual, mental y emocionalmente.

    Los cinco – Jantine Huisman, Makadunyiswe Ngulube, Dominik Bergen, Ebenezer Mondez y yo – no estábamos seguros de qué esperar en las reuniones del Comité Ejecutivo del CMM en Indonesia como parte de nuestras nuevas responsabilidades en el Comité de Jóvenes Anabautistas (YABs). Afortunadamente, en este peregrinar, contamos con un miembro del comité anterior, Tigist Tesfaye Gelagle, como nuestro guía y mentor.

    Nuestras primeras reuniones en Indonesia pueden resumirse como reuniones de orientación y planificación. Los primeros dos días, aprendimos mucho sobre la historia y la visión del Congreso Mundial Menonita y cómo encaja YABs en ellas. Valoramos las lecciones de historia sobre cómo nuestra identidad como anabautistas ha sido formada por el pasado. Aprendimos sobre el reciente desarrollo de YABs y cómo ha evolucionado desde que comenzó como comité de planeación de la Cumbre Mundial de la Juventud en 2001.

    No solo aprendimos sobre el CMM y YABs, también aprendimos a conocernos mutuamente y cómo trabajar juntos en el plano transcultural, algo en lo que continuamente vamos a seguir creciendo en los siguientes cinco años.

    Una vez que recibimos algo de orientación sobre nuestro papel como brazo de los adultos jóvenes del CMM, comenzamos a planear y a hacer un borrador del plan de trabajo para los siguientes cinco años. Ajustamos el proyecto original del comité de YABs anterior para que coincidiera con nuestra visión y metas, pero cinco puntos principales del enfoque del comité de YABs permanecen iguales: las redes, el compañerismo, la capacitación, la toma de decisiones y la identidad anabautista.

    Una iniciativa principal para cultivar y promover el compañerismo entre los jóvenes anabautistas es nuestra primera Semana de Fraternidad YABs anual, que se llevará a cabo del 19–26 de junio de 2016. Siguiendo el modelo del Domingo de la Fraternidad Mundial el propósito es fomentar un mayor sentido de koinonia (compañerismo) entre los jóvenes anabautistas en el mundo mediante la oración y el compartir historias, canciones y la Escritura. Los materiales a ser utilizados por los grupos de jóvenes y de adultos jóvenes para la Semana de Fraternidad YABs están en internet. Nuestra visión es que los jóvenes anabautistas compartan motivos de oración y oren específicamente por sus hermanos y hermanas en diferentes países, así como conectarse mediante el uso de los nuevos recursos en la adoración y utilizar las redes sociales como una plataforma y medios de comunicación.

    Lo que es emocionante de ser parte del comité de YABs en esta etapa es que tenemos una buena estructura en marcha que continuará desarrollandose durante los siguientes años donde tendremos la oportunidad de darle forma y continuar ampliando la esfera de influencia para los adultos jóvenes en la comunidad anabautista mundial.

    ¡Asegúrese de seguirnos en Facebook e Instagram (@younganabaptists) mientras trabajamos en fortalecer la red de jóvenes anabautistas alrededor del mundo!

    Larissa Swartz, representante de YABs de América del Norte

    *Para obtener más información sobre la Semana de Fraternidad YABs, cómo puede participar o por cualquier otra pregunta sobre la labor que realizamos, favor de hacer clic aquí o envíe un correo electrónico a yabs@mwc-cmm.org.