Una celebración de reconciliación

Las campanas resonaron por toda la ciudad llena de anabautistas. Se estima que más de 3.500 personas colmaron las calles del casco antiguo de Zúrich el 29 de mayo del 2025, Día de la Ascensión, para conmemorar el quincentenario del anabautismo. 

“Hoy en día, como menonitas de Suiza, somos una comunidad pequeña”, afirmaron Gladys Geiser y Lukas Amstutz, copresidentes de la Konferenz der Mennoniten der Schweiz, en la apertura del culto. En la ciudad anfitriona tuvieron lugar los primeros bautismos de adultos conocidos del movimiento anabautista. “Pero como podemos ver en este culto, somos parte de un movimiento que se ha hecho más diverso e internacional.” 

Una celebración de reconciliación

Todas las naciones juntas 

Desde sus inicios con unos pocos creyentes valientes en Europa, actualmente el Congreso Mundial Menonita tiene 111 iglesias miembros (tras la reunión del Comité Ejecutivo realizada unos días antes en Alemania) en 61 países de todo el mundo. 

“Hoy todos podemos reunirnos aquí, todas las naciones, como dice la Palabra: todas las naciones, todas las tribus, todos los idiomas. Esto es especial porque únicamente el Señor puede hacer tales cosas”, expresó Jean-Claude Ambeke, de los Hermanos Menonitas de Angola, que actualmente vive en Francia. 

Una mañana algo nublada se convirtió en un día soleado para caminar por las calles históricas, abarrotar las salas de conferencias o escuchar los coros. Incluso había un vendedor ambulante que repartía helados, cortesía de la Iglesia Reformada. 

Los participantes podían estirar las piernas mientras seguían un recorrido histórico a pie o se hacían dramatizaciones en escenarios denominados “senderos con historia”, mientras que más de una docena de talleres brindaban perspectivas sobre el anabautismo: testimonios, estudios históricos y asuntos actuales. Además, la teóloga y periodista suiza Judith Wipfler presidió una mesa redonda en que se reflexionó sobre “un mundo en llamas”, junto con líderes anabautistas que actualmente viven en zonas de conflicto que conllevan grandes desafíos. 

Cinco coros de todo del mundo dieron conciertos en un espacio cubierto y al aire libre, y se sumaron a un coro masivo para el culto. Dirigieron temas favoritos de las Asambleas como Ewe Thina y Kirisuto no heiwa ga. El grupo musical suizo Songs of Peace presentó una nueva canción con un coro que exclamaba, “¡Queremos justicia, queremos paz!” 

Una iglesia importante 

Las filas para el culto de clausura comenzaron a media tarde. La iglesia Grossmünster, con capacidad para 1.200 personas, estaba al tope de su capacidad, al igual que los sitios adicionales para presenciar el culto (Predigerkirche 350, Friedenskiche 250, FEG 100 y el agregado ad hoc Helferei 130). Y aun así quedaron cientos de personas afuera, sentados en la plaza o dispersos en los cafés, mirando desde la pantalla de sus teléfonos celulares. 

Mientras tanto, en todo el mundo, miles de personas se conectaron en línea a través de sus pantallas personales o junto con otros en iglesias, oficinas o museos. 

Con representantes de trece comuniones mundiales y tres organizaciones ecuménicas multilaterales como invitados de honor, el culto no sólo trató sobre el anabautismo sino que también constituyó otro paso en la senda de la reconciliación. 

Un camino hacia la reconciliación 

“Todos heredamos un legado de dolor debido a las divisiones de la Reforma. Sabemos que persisten las diferencias teológicas y prácticas, pero nos alegramos por el camino hacia la reconciliación que hemos compartido”, declaró Janet Plenert en la liturgia del culto. 

Ver dicha liturgia

Liturgia de reconciliación: Nuestro camino a la reconciliación

El culto contó con la presencia de líderes de la Federación Luterana Mundial y de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, e incluyó un mensaje del Papa León XIV transmitido por el cardenal Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos: “Les aseguro mis oraciones para que nuestras relaciones fraternales se profundicen y crezcan”. 

Mientras que John D. Roth, del CMM y Hanns Lessing, del CMIR confesaron el “testimonio común de su comunión respecto a la unidad de la iglesia”, los secretarios generales César García y Setri Nyomi se lavaron mutuamente los pies, “como expresión tangible de nuestro compromiso con la reconciliación”, señaló J. Nelson Kraybill. 

Otra expresión concreta de apoyo fue la posibilidad de usar gratuitamente las instalaciones de las iglesias reformadas, incluyendo la emblemática iglesia Grossmünster. 

“Reencontrarnos en la Grossmünster quinientos años después de la división, ahora como una “familia reconciliada”, creó una instancia nueva y poderosa en nuestra memoria colectiva que espero cambie la manera en que la próxima generación cuente nuestra historia”, expresó John D. Roth. 

El evento, en el marco estratégico de una conmemoración, concluyó con un tono de celebración. Los coros de cinco regiones formaron un túnel de canciones desde la iglesia hasta la plaza, mientras los invitados salían al son de Siyahamba (Caminamos en la luz de Dios).  


Una celebración de reconciliación

Oración de apertura: Oración de invocación 

Unamos nuestros corazones en oración.  

Dios misericordioso, en un mundo dividido por el nacionalismo, los conflictos religiosos, la xenofobia y la guerra, nos has reunido hoy como personas de muchas naciones, lenguas y organismos eclesiales. 

Tu gracia, oh Dios, hace que esta reunión en amor sea posible. Gracias por la inmensa hospitalidad que la ciudad de Zúrich y las iglesias reformadas de Suiza han brindado a los anabautistas. ¡Bendice esta generosa muestra de bondad! 

Gracias por el testimonio de todos los presentes que conocen y expresan tu amor reconciliador. Aun cuando la iglesia mundial a veces esté dividida, tú nos llamas a vivir como hermanos y hermanas en Cristo. Danos la valentía para amarnos mutuamente, y para amar a los “otros”, quienesquiera que sean. 

Derrama hoy tu Espíritu Santo sobre nosotros para que tu sanación y tu amor puedan fluir a través de nosotros hacia el mundo. Haz de nosotros —y de las iglesias que representamos— “una nueva humanidad” unida en amor, “para que el mundo sepa” que nuestra esperanza está en Cristo, en cuyo nombre oramos. 

Amén. 

Sunoko Lin, tesorero del CMM, guía la oración de apertura en la catedral de Grossmünster durante el culto de clausura en el día del aniversario en Zúrich, Suiza.
Unos 1.200 fieles de todo el mundo colmaron la catedral de Grossmünster para asistir
al culto de clausura, mientras que miles más lo siguieron por Internet/Dale Gehman

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Perturbación: El pueblo de Dios

Una perturbación en la Iglesia por algunas personas de Dios. 

Liturgista: Pueblo de Dios, nos reunimos en esta histórica ciudad de Zúrich, lugar de origen de un movimiento de renovación del siglo XVI liderado por Ulrico Zuinglio, y cuna del movimiento que conocemos actualmente como anabautismo. 

[Cientos de pequeños volantes con mensajes escritos caen desde el balcón hacia los que están sentados en los bancos y en el podio. Tres manifestantes con trajes de época se ponen de pie y exclaman:] 

Primer manifestante: ¿Qué clase de iglesia es esta? ¿Quién pertenece realmente al cuerpo de Cristo? ¡La Escritura llama a los seguidores de Jesús a separarse de aquellos que no viven una vida pura! 

Segundo manifestante: ¡Excluyan a aquellos que no bautizan sólo mediante la confesión de fe! 
Tercer manifestante: ¡Excluyan a aquellos que tienen autoridad y no permiten que nuestras congregaciones vivan tranquilas y en paz! 

Liturgista: ¡Están interrumpiendo un culto de adoración! ¿Quién son ustedes? ¿Por qué hacen esto? 

Primer manifestante: Somos sus antepasados anabautistas. Cristo es nuestra autoridad. ¡Incluso él perturbó la paz! 

Segundo manifestante: Hemos estudiado las Escrituras. ¡Dios nos ha dado una visión! 

Primer manifestante: ¡Escúchennos! 

Tercer manifestante: ¡El reino de Dios está cerca! 

Primer manifestante: ¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia! 

Tercer manifestante: A los ricos les decimos: “Donde esté su tesoro, allí también estará su corazón”. 

Segunda manifestante: A los poderosos les decimos: “La guerra es contraria a la voluntad de Dios”. ¡Obedeceremos a Dios antes que a la autoridad humana! 

Tercer manifestante: Cristo se pone del lado de aquellos que no tienen quién los ayude: de los refugiados, de las víctimas de la violencia, de los que están encarcelados por su fe y su identidad. 

Liturgista: ¡Esperen… por favor! Escuchen la Palabra del Señor dicha por el apóstol Pablo: 

No tengan un concepto más alto de sí mismos del que deben tener. Dios ha medido una porción de fe para cada uno de ustedes. Tenemos muchas partes en un solo cuerpo, pero no todas tienen la misma función. Ámense unos a otros como a los miembros de su familia. Sean los mejores en honrarse unos a otros. 

Confesión y lamento 

Liturgista: La congregación ha estado escuchando. Agradecemos este recordatorio de nuestro pasado. 

Compartimos su esperanza y sus agravios. Todos los que estamos reunidos aquí hoy deseamos ser más como Jesús. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Oremos por la gracia para confesar nuestros pecados y vayamos a vivir vidas santas. 

Primer manifestante: Gracias por escucharnos. 

Liturgista: Las aguas del bautismo nos han dividido. 

[se vierte agua] 

Pero quienes beben del agua sanadora de Jesús, nunca volverán a tener sed. Purifícanos, Espíritu Santo, refréscanos con el agua de la vida eterna. 

No creemos que Jesús haya muerto en vano. No creemos que quienes sufrieron por su fe a lo largo de los siglos lo hayan hecho en vano. 

Segundo manifestante: ¡Sí! Necesitábamos escuchar esto de ustedes. Las palabras que pronunciamos deben impulsarnos a la acción. Por este motivo hemos regresado para esta conmemoración. 

Liturgista: Oremos. Dios Todopoderoso, venimos ante ti no por nuestra rectitud, sino por tu gran misericordia. 

Primer manifestante: Perdónanos por la arrogancia de pensar que podríamos ser perfectos y sin pecado. 

Segundo manifestante: Ya sea que vivamos en comunidades apartadas del mundo o en medio del mundo, perdónanos por ser ciegos a las necesidades de nuestro prójimo. 

Tercer manifestante: Perdónanos por aquellas ocasiones en las que no hemos sabido “hacer justicia y amar la misericordia”. 

Primer manifestante: Perdónanos por nuestro silencio… por no dar “razón de la esperanza que hay en nosotros”. 

Segundo manifestante: Perdónanos cuando nos hemos negado a trabajar con personas diferentes a nosotros, incluso cuando la necesidad era grande. 

Tercer manifestante: Perdónanos cuando hemos menospreciado a otras iglesias y hemos perdido oportunidades de aprender de ellas y de asociarnos con ellas. 

Gracias por aquellas comunidades de fe que nos han abierto sus corazones y nos acompañan en el camino de Jesús. 

Liturgista: Recibe nuestras peticiones, oh Padre, en el nombre de Jesucristo, por medio del poder del Espíritu Santo. 

Juntos nos unimos a la oración de Cristo, cada uno en su propio idioma. 

“Padre Nuestro…” 

Afirmación del perdón  

Liturgista: Cristo mismo dijo: “Tus pecados son perdonados. Vete y no peques más”. Somos perdonados, amados y libres. Amén. 

Lisa Carr-Pries (Canadá), vicepresidenta del CMM, y Danisa Ndlovu (Zimbabue), expresidente del CMM, dirigieron esta liturgia. Ebenezer Mondez (Filipinas), James Jakob Fehr (Alemania) y Ulrike Schmutz (Suiza) hicieron el papel de perturbadores. 

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Sermón: La valentía de amar

La valentía de amar

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Liturgia de reconciliación: Nuestro camino a la reconciliación

Los líderes de las comuniones respectivas pronunciaron estas palabras. Cuando los representantes luteranos y menonitas hablaban, se hacían las señal de la cruz en la frente uno al otro. Cuando los representantes reformados y menonitas hablaban, los secretarios generales se lavaban los pies mutuamente

Representantes

Representantes del Congreso Mundial Menonita 

  • Anne-Cathy Graber, secretaria de Relaciones ecuménicas 
  • J. Nelson Kraybill, ex presidente 
  • Janet Plenert, ex vicepresidenta, actual coordinadora de Representantes regionales 
  • John Roth, presidente, Comité de planificación de la renovación 
  • Larry Miller, ex secretario general 

Representante de la Iglesia Católica 

  • Cardenal Kurt Koch, Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos 

Representante de la Federación Luterana Mundial 

  • Rev. Anne Burghardt, secretaria general 

Representantes de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas 

  • Rev. Dr. Hanns Lessing, secretario ejecutivo de Comunión y teología 
  • Rev. Dr. Setri Nyomi, secretario general interino 

Menonitas 

En nuestro culto de hoy, el Congreso Mundial Menonita, junto con representantes de otras tradiciones anabautistas y de la Iglesia Libre, se reúne con representantes de la Iglesia Católica Romana, la Federación Luterana Mundial y la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas para dar un testimonio común.  

Todos heredamos un legado de dolor debido a las divisiones de la Reforma. Sabemos que persisten las diferencias teológicas y prácticas, pero nos alegramos del camino a la reconciliación que hemos compartido. 

En 2003, católicos y menonitas concluyeron un diálogo de cinco años titulado, “Llamados a ser pacificadores”, cuyo punto de partida fue el reconocimiento compartido de que “la lealtad a Cristo como Señor prevalece sobre las exigencias del Estado”. 

Más recientemente, la participación católica y luterana en el Diálogo Trilateral sobre el Bautismo, ha ayudado a aclarar los puntos de convergencia así como las diferencias persistentes en torno a nuestra interpretación y práctica del bautismo. Consideramos que estos diálogos constituyen un don para la iglesia. 

Católicos  

Mensaje del Santo Padre León XIV  
A los participantes en la conmemoración del quincentenario del movimiento anabautista 

Queridos amigos, mientras se reúnen para conmemorar los 500 años del movimiento anabautista, los saludo cordialmente con las primeras palabras pronunciadas por Jesús resucitado: “La paz sea con ustedes” (Juan 20:19). 

En la alegría de nuestra celebración pascual, ¿cómo no reflexionar sobre la aparición de Cristo en la tarde de aquel “primer día de la semana” (ibíd.), cuando Jesús no solo atravesó los muros y las puertas cerradas, sino también los corazones temerosos de sus discípulos? Además, al impartir su gran don de la paz, Cristo fue sensible a la experiencia de los discípulos, sus amigos, y no ocultó los signos de su Pasión aún visibles en su cuerpo glorioso. 

Al acoger la paz del Señor y aceptar su llamado, que implica estar abiertos a los dones del Espíritu Santo, todos los seguidores de Jesús pueden sumergirse en la radical novedad de la fe y de la vida cristiana. De hecho, ese deseo de renovación caracteriza al mismo movimiento anabautista. 

El lema elegido para su celebración, “La valentía de amar”, nos recuerda, sobre todo, la necesidad de que católicos y menonitas hagan todo esfuerzo por vivir el mandamiento del amor, la llamada a la unidad cristiana y el mandato del servicio al prójimo. Del mismo modo, subraya la necesidad de honestidad y la amabilidad al reflexionar sobre nuestra historia común, que incluye heridas dolorosas y narrativas que influyen en las relaciones y percepciones católico- menonitas hasta nuestros días. Cuán importante es, entonces, esa purificación de los recuerdos y esa relectura común de la historia que nos permita sanar las heridas del pasado y construir un nuevo futuro a través de la “valentía de amar”. De hecho, solo así el diálogo teológico y pastoral puede dar fruto, un fruto duradero (véase Juan 15:16). 

¡Ciertamente no es una tarea fácil! Sin embargo, fue precisamente en momentos de prueba cuando Cristo reveló la voluntad del Padre: fue cuando, desafiado por los fariseos, nos enseñó que los dos mandamientos más importantes son amar a Dios y al prójimo (véase Mateo 22:34-40); fue en la víspera de su Pasión, cuando habló de la necesidad de la unidad: “para que todos sean uno… para que el mundo crea” (Juan 17:21). Mi deseo para cada uno de ustedes, por tanto, es que puedan decir, citando a san Agustín: “Toda mi esperanza está puesta en la inmensa grandeza de tu misericordia. Da lo que mandas y manda lo que quieras” (Confesiones, X: 29, 40). 

Por último, en el contexto de nuestro mundo desgarrado por la guerra, nuestro continuo camino de sanación y fortalecimiento de la fraternidad desempeña un papel fundamental, porque cuanto más unidos estén los cristianos, más eficaz será nuestro testimonio de Cristo, Príncipe de la Paz, en la construcción de una civilización del encuentro del amor. 

Con estos sentimientos, les aseguro mi oración para que nuestras relaciones fraternas se fortalezcan y crezcan. Invoco sobre cada uno de ustedes la alegría y la serenidad que provienen del Señor resucitado. 

Desde el Vaticano, 23 de mayo de 2025 

LEÓN PP XIV 

Menonitas  

En 2010, la Asamblea Luterana Mundial, reunida en Stuttgart, Alemania, afirmó formalmente una “Acción Menonita”, basada en el informe de un diálogo de cinco años titulado, “La sanación de las memorias: Reconciliación por medio de Cristo”. Un culto de reconciliación incluyó expresiones mutuas de perdón y un compromiso de interpretar las confesiones luteranas y las narrativas menonitas de su pasado a la luz de la historia común descrita en dicho informe.  Dicho proceso marcó un momento clave en las relaciones entre nuestras dos comuniones y sentó las bases para un mayor aprendizaje mutuo sobre los temas del bautismo y la relación cristiana con el Estado. 

En el culto de reconciliación en 2010, todos los presentes compartieron la señal de la cruz como una manera de hacer presente la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. La cruz toca las heridas del pecado, sana nuestro quebrantamiento y restaura nuestras vidas. Promete sanación por medio de la gracia de Dios y señala el don de un corazón y un espíritu nuevos.  

Hoy día, el Congreso Mundial Menonita y la Federación Luterana Mundial recordamos y renovamos nuestro compromiso con la señal de la cruz. 

Luteranos 

En el diálogo, “La sanación de las memorias”, nos comprometimos a escuchar atentamente la historia de unos y otros, y a relatar la historia de nuestros comienzos compartidos de tal modo que ambas partes pudieran afirmarla. La convicción luterana de que la iniciativa de Dios hace posible nuestra respuesta de fe fue recibida calurosamente por los menonitas. El pedido luterano de perdón por haber perseguido a los anabautistas fue generosamente concedido. Un análisis conjunto y franco del bautismo contribuyó a posibilitar un fructífero Diálogo Trilateral sobre el Bautismo del Congreso Mundial Menonita y la Iglesia Católica. 

Damos gracias a Dios porque cada vez más luteranos y menonitas valoran el testimonio mutuo del evangelio. 

Menonitas  

Hoy en Zúrich celebramos los pasos hacia la reconciliación que hemos dado con representantes de la tradición reformada.  

En 2004, la ciudad de Zúrich y la Iglesia Reformada de Suiza ayudaron a erigir una placa conmemorativa junto al río Limmat, reconociendo la ejecución de Felix Manz y otros seis anabautistas en Zúrich.  

Tres años después, la Conferencia Menonita Suiza y la Iglesia Reformada del Cantón de Zúrich concluyeron un diálogo significativo, comprometiéndose en un proceso permanente de reconciliación. En dicho documento, los menonitas afirmaron: “No nos pertenecemos. Pertenecemos a Jesucristo que nos llama a seguirlo, y ha derribado el muro de la enemistad y unido a personas de cerca y de lejos en un solo cuerpo”. 

La semana pasada, el Concilio General del Congreso Mundial Menonita recibió formalmente una declaración redactada con representantes de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas titulada, “Restaurando la plenitud de nuestra familia: en busca de un testimonio común”. 

Al escuchar una letanía de confesión, gratitud y compromiso extraída de esta declaración, César García, secretario general del Congreso Mundial Menonita, y Setri Nyomi, secretario general interino de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, se lavarán los pies mutuamente como expresión tangible de nuestro compromiso con la reconciliación. Los invitamos a todos a dar testimonio de esta señal de arrepentimiento y perdón. 

Reformados 

Hemos confesado el origen común de nuestras iglesias y el dolor de su fractura. Pedimos a Dios que bendiga el redescubrimiento de un entendimiento común del evangelio, a fin de que inspiren la evangelización y la construcción de la paz. 

Menonitas 

En presencia de representantes de toda la Iglesia, el Congreso Mundial Menonita y la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas dan testimonio común de la unidad de la iglesia. 

Reformados 

Hoy, conmemoramos los orígenes comunes de nuestras comuniones mundiales, reconocemos nuestra relación fracturada, y nos alegramos de que, basándonos en los esfuerzos de muchos años en pos del entendimiento mutuo y la reconciliación, podemos responder a Cristo nuestra Paz viviendo en la unidad del Espíritu. Unidos, nos comprometemos a ser humildes, pacientes, sinceros y, sobre todo, bondadosos, al andar juntos como un solo cuerpo de Cristo. 

Menonitas 

Reunidos bajo la mirada bondadosa de Dios, celebramos que nuestra identidad se encuentra en nuestra confesión común de Jesús como Señor, nuestros comunes antepasados ​​en la fe y nuestro llamado común al discipulado y al testimonio del evangelio en un mundo fragmentado. 

Reformados  

Nuestras tradiciones nos han bendecido con una pasión por la justicia y la paz. Que el Dios de la cruz y la resurrección nos dé el corazón y la mente para procurar la paz y practicar la justicia que resiste la violencia, la opresión y la devastación ecológica, una justicia que encuentra su máxima expresión en el perdón, la misericordia y la reconciliación.  

Menonitas  

Hoy, como miembros anabautistas y reformados del cuerpo de Cristo, afirmamos que nuestro testimonio al mundo se nutre y se sostiene por la gracia de Dios, que nos permite amar a Dios, a los demás y a toda la creación. 

Reformados  

Nos comprometemos con la sagrada misión de proclamar el evangelio del amor en todos nuestros contextos, cada uno con sus propios desafíos y exigencias. No permitiremos que el miedo, la desconfianza o los obstáculos al diálogo nos impidan responder a este llamado. 

Menonitas 

Prometemos recorrer juntos el camino para sanar las heridas del pasado y volver a unir el cuerpo de Cristo. Nos comprometemos a aprender unos de otros, compartiendo la riqueza y diversidad de nuestras tradiciones. Nos comprometemos a una cooperación intencional que afirme la misericordia de Dios y facilite la justicia que lleva a la paz. 

Reformados 

Juntos, oramos por el cuerpo de Cristo. En Cristo, somos miembros unos de otros, hermanos y hermanas de la misma carne y del mismo Espíritu. 

Menonitas 

Juntos, acogemos el don de la unidad, convencidos de que tú, oh Dios, estás restaurando la plenitud de tu familia. Amén. 

Juntos confesamos nuestra fe  

En reconocimiento de nuestra identidad común en el cuerpo de Cristo, los participantes se pusieron de pie y recitaron juntos el Credo de Nicea, cada uno en su propio idioma.  

Esta antigua declaración de fe cristiana surgió del Concilio Ecuménico de Nicea, y este año se conmemora su 1700 aniversario. 

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Una letanía para la sanación de las naciones

Breves piezas musicales de órgano sirvieron para remarcar la letanía, como así también agua vertida de un cuenco como recordatorio del bautismo.  

Hoy nos hemos reunido para participar del culto, en la ciudad donde los primeros anabautistas se inspiraron en las enseñanzas de Ulrico Zuinglio… y junto a las aguas del río Limmat, donde fue ejecutado Félix Manz, el primer mártir anabautista. 

[Se vierte agua] 

Dios de amor, recordamos a Félix Manz y a los seguidores del Cordero, que en todas las épocas y lugares han sufrido un discipulado fiel. 

Una voz potente clama desde el trono de Dios: “Yo hago nuevas todas las cosas… Al que tenga sed, le daré a beber del manantial del agua de vida”. (Apocalipsis 21:5-6) 

[Se vierte agua] 

Dios bondadoso, en un mundo desgarrado por la guerra y una iglesia mundial a menudo dividida, ¡cuánto anhelamos que hagas nuevas todas las cosas! ¡Ven, Señor Jesús!  

[interludio de órgano] 

“El ángel me mostró un río limpio, de agua de vida. Era claro como el cristal, y salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle principal de la ciudad y a cada lado del río, crecía el árbol de la vida, que da fruto cada mes, es decir, doce veces al año; y las hojas del árbol sirven para sanar a las naciones.” (Apocalipsis 22:1–2) 

“Con la dolorosa conciencia de que nuestras diferencias se convirtieron en fuente de conflicto y división, oramos ahora por la valentía y la creatividad para transformarlas, de modo tal que enriquezcan nuestra unidad en el cuerpo de Cristo.” 

[Se vierte agua] 

¡Por la sanación de las naciones! ¡Por la sanación de la iglesia! “En Cristo somos miembros los unos de los otros, hermanos y hermanas de la misma carne y del mismo Espíritu…” 

Dios sanador, el río de agua de vida ha llegado a nosotros. Las hojas del árbol de la vida han traído sanación entre las comuniones de las iglesias representadas hoy aquí. 

[interludio de órgano] 

“Soy yo, Jesús, quien les envió a mi ángel con este testimonio para las iglesias. Soy la raíz y el retoño que desciende de David, la estrella brillante de la mañana. 

El Espíritu y la Esposa del Cordero dicen: “Ven”. 

Y el que escuche, diga: “Ven”. 

Y el que tenga sed, y quiera, venga y tome del agua de la vida sin que le cueste nada. (Apocalipsis 22:16-17)  

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La valentía de amar en un mundo turbulento 

Oh Dios, nuestra ayuda en épocas pasadas, nuestra esperanza en los años venideros: 

Gracias a la obra del Espíritu Santo en nosotros, tenemos una esperanza renovada al ver señales de sanación y unidad en la iglesia mundial. 

Tenemos esperanza al ver la vitalidad de las iglesias representadas hoy aquí, que están geográficamente alejadas de sus raíces denominacionales en Europa. 

Tenemos esperanza al ver que la evangelización y la construcción de la paz van de la mano en muchos lugares del mundo. 

Sobre todo, tenemos esperanza porque en Cristo has prometido que estarás con nosotros “siempre, hasta el fin del mundo”. 

Ven, Espíritu Santo, inspíranos con la fidelidad de los santos a lo largo de los siglos. Como ellos, que nunca nos avergoncemos del evangelio. Señor Jesucristo, bendícenos con la valentía de arriesgarnos a amarnos unos a otros, a nuestro prójimo e incluso a nuestros enemigos como tú nos has amado. 

Amén. 

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