“… Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.” (Efesios 4:3).
Una comunidad mundial de 109 iglesias nacionales, 58 países, unas diez mil congregaciones, 1,4 millones de miembros, 45 idiomas: ¿podrá unificarse alguna vez?
A la Iglesia se la suele llamar el cuerpo de Cristo. Un cuerpo físico necesita diferentes órganos para funcionar. Lo mismo ocurre con la Iglesia: se necesita diversidad para funcionar, para ser una entidad completa.
Así ocurre también con la comunión mundial. Según su lugar en el mundo, según su contexto, las iglesias miembros del CMM son diferentes, a fin de que puedan apoyarse mutuamente y aprender unas de otras.
Ser una comunidad de fe en los Países Bajos es muy diferente que serlo en Indonesia o en Myanmar. Es diferente vivir como una minoría muy pequeña en un país donde otra religión constituye la gran mayoría o en un país desgarrado por la violencia de la guerra civil, que vivir en un país donde no ha habido guerras desde hace más de setenta años y donde hay libertad religiosa.
Las comunidades antiguas tienen desafíos diferentes a las comunidades nuevas, lo cual también nos permite aprender y animarnos mutuamente.
Dicha unidad en la diversidad es muy vulnerable. Protestamos con demasiada facilidad porque el otro no nos pertenece dado que no vive la fe exactamente igual que nosotros o porque su lectura de la Biblia es distinta a la nuestra.
Pero según la Escritura, la unidad la brinda el Espíritu: ¿quiénes somos para romperla?
Así que hay que hacer un esfuerzo, procurar el vínculo en lugar de la separación. Y debemos tener valor para soportarnos incluso cuando no estamos de acuerdo. Porque la “argamasa” de un Dios y un Espíritu es lo que une nuestras piezas dispares en un cuadro de hermosa diversidad.
De esta manera llegamos a establecer las siete convicciones compartidas del Congreso Mundial Menonita. Tardamos trece años en formularlas y aprobarlas por consenso en el Concilio General. Entre otras cosas, elaboramos los valores que compartimos sobre Dios, la Biblia, Jesús, el culto y el testimonio de paz.
Si nuestro fundamento se constituye a partir del vínculo basado en nuestras convicciones, entonces podemos hablar de las diferencias. Podemos acercarnos a los demás sin juzgar, con interés en lo que les preocupa.
Y si somos lo suficientemente valientes para sostenerlo, podremos crear un hermoso mosaico, mostrando al mundo que podemos traspasar las fronteras humanas de la nacionalidad, el idioma, el color y demás, a fin de vivir en paz unos con otros.
—Henk Stenvers, presidente del Congreso Mundial Menonita (2022-2028). Pronunció este discurso el Domingo de la Fraternidad Anabautista Mundial, ante su congregación local de Doopsgezinde Gemeente Bussum-Naarden, en los Países Bajos.
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