Al corriente: septiembre 5, 2023
Paraguay
Hace algunos años, parecía difícil encontrar esperanza mientras navegábamos contracorriente con el COVID-19. No sé cómo fue para sus iglesias, pero nosotros nos vimos obligados a sumergirnos en lo más profundo de la era digital moderna, o más bien a caer de cara con ella.
Mes tras mes, trabajamos incansablemente para aprender a grabar videos de alta calidad, agregar pequeños subtítulos y crear contenido atractivo para que los cultos fueran dinámicos y participativos para grupos de todas las edades.
Con el tiempo, fuimos mejorando y logramos atravesar el paréntesis de dos años.
A principios del año pasado, las restricciones para prevenir el COVID-19 se relajaron y finalmente pudimos volver a la “normalidad”.
Pero, ¿cómo “es la normalidad” después de tanto tiempo? Nuestros números no eran los que solían ser y nuestra participación virtual era escasa. Además, muchos de nuestros miembros sufrieron grandes pérdidas financieras y sentíamos un profundo dolor por aquellos que ya no estaban con nosotros y habían partido a la presencia del Señor.
Como congregación, no teníamos un versículo especial durante este tiempo. Pero si tuviera que elegir uno, sería Gálatas 6,9.
“No debemos cansarnos de hacer el bien. Si no nos rendimos, tendremos una buena cosecha en el momento apropiado.”
Durante el COVID-19, teníamos la esperanza de que la gente regresaría.
Y así fue.
Luego, teníamos la esperanza de que cuando nos reencontráramos el primer año, fuera un año de crecimiento y de volver a conectarnos después de una separación tan larga.
Y así fue.
Ahora vemos los bancos llenándose de hermanos y hermanas, los niños corriendo por el patio en sus programas de escuela dominical, los jóvenes yendo a los hospitales locales y evangelizando, pequeños grupos reuniéndose en los hogares y animándose mutuamente, etc.
Por otro lado, paradójicamente (y de alguna manera inconscientemente), también teníamos la esperanza de que volvieran algunos aspectos de nuestras vidas antes de la pandemia. Con una gran sensación de cansancio y melancolía, nos dimos cuenta de que nunca podríamos recuperar todo lo que se había perdido por el camino. No todo lo que esperábamos se hizo realidad.
No podría decir cuál es el secreto para sentir o tener esperanza. Sin embargo, creo que el apóstol Pablo estaba en lo cierto cuando nos alentó a “no rendirnos” mientras procuramos –y mantenemos la esperanza– de lo que deseamos. Fue en los momentos de soledad, aislamiento, separación y pérdida que sentimos vívidamente la urgencia de anhelar la esperanza de algo diferente, de algo más.
El año pasado pudimos conocernos en persona y celebrar la Asamblea 17 del CMM en Indonesia. Nuestro encuentro se sintió como un verdadero regreso a casa después de un largo tiempo de separación. Cuando nos reunimos, hicimos una recopilación mundial de testimonios, que luego llevamos a casa para compartir con nuestras comunidades. Escuchamos historias, muy parecidas a las nuestras, llenas de desafíos difíciles y triunfos felices.
Es mi deseo que podamos seguir animándonos a esperar pacientemente y disfrutar la abundante cosecha de Dios. Y no perder la esperanza.
—Cynthia Dück es la Representante regional del CMM para Brasil y Paraguay. Vive en Asunción, Paraguay, junto con su esposo y tres hijos adolescentes. Asisten y sirven en Mennoniten Brüder Gemeinde Concordia / Iglesia Hermanos Menonitas Concordia.
Cynthia Dück fue una de las oradoras en Renovación 2023, “Jesucristo, nuestra esperanza”, en Abbotsford, British Columbia, Canadá, el 25 de marzo del 2023. Este artículo fue adaptado de su presentación.
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