Nueva vida en el Espíritu
Juan el Bautista anuncia que el Mesías venidero “los bautizará con el Espíritu Santo” (Mateo 3,11; Marcos 1,8; Lucas 3,16; Juan 1,33), lo que Jesús reconoce que se cumplió el día de Pentecostés (Hechos 1,5; 11,15). Pedro deja claro que esta experiencia inicial del Espíritu en ese día está ahora disponible para todos los que se arrepienten y ponen su fe en Jesús (Hechos 2,38). Pablo también utiliza el lenguaje del “bautismo” para describir cómo “en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo” (1 Corintios 12,13). El bautismo del Espíritu en la conversión describe la experiencia de una realidad interior que también está significada por la experiencia exterior del bautismo en agua: ser lavados y limpiados por el Espíritu (Titus 3,5) y estar unidos a Cristo (Romanos 6,3).
Jesús declara: “El Espíritu es el que da la vida” (Juan 6,63). Los que “nacen de nuevo” o “nacen de lo alto” son “nacidos del Espíritu” (Juan 3,1-8) – hay un nuevo comienzo de la Fuente de la vida. Esto también puede describirse como recibir “agua viva”, que es el Espíritu que sacia la sed y da vida (Juan 4:10; 7:37-39). La recepción del Espíritu se describe como Dios que habita en los creyentes (Romanos 8,9; Efesios 2,21-22; 1 Corintios 6,19-20), de forma similar a como su presencia habitaba en el templo en el Antiguo Testamento (1 Reyes 8,13). La presencia del Espíritu es el anticipo de la vida de resurrección de Jesús, tanto ahora como la promesa de vida eterna (Romanos 8,10-11; 1 Pedro 3,18). Puesto que Jesús derrotó los poderes del pecado, de Satanás y de la muerte en la cruz, esta vida de resurrección es también la capacidad de vivir en el Espíritu y no bajo el control del pecado (Romanos 6,4; Galatos 6,8).
El Espíritu de Dios nos da esperanza (Romanos 15,13). La presencia del Espíritu de Dios en nuestros corazones da testimonio de que somos adoptados como hijos de Dios y herederos de sus promesas (Efesios 1,5-6; Rom 8:14-17; Gal 4:4-7). El Espíritu se describe como un sello de la propiedad de Dios (Ef 1:13-14; 4,30) – es el pago inicial de la compra de Dios y también la prenda o garantía del pago completo futuro (2 Corintios 1,21-22; 5,4-5). Esta permanencia del Espíritu de Dios en nuestros corazones nos da una profunda seguridad de nuestra salvación (1 Juan 3,24; 5,6-12; 1 Pedro 1:1-5). Lo que Dios ha prometido, lo cumplirá (Filipenses 1,6).
¿Cómo estás caminando hoy en la nueva vida del Espíritu?
—Doug Heidebrecht