Un nuevo modelo de liderazgo

“Los colombianos no se pelean por dinero. Se pelean por poder”, según una misionera estadounidense, tras varias décadas de ministerio en Colombia. Se refería a la  situación siempre presente de vínculos rotos entre líderes de la iglesia a causa de los conflictos.

Después de veintidós años de servicio en Colombia, debo reconocer que esa es la triste realidad de nuestras iglesias. Durante este tiempo, he sido testigo de muchos conflictos nocivos surgidos en nuestras congregaciones, y también de demasiados vínculos rotos, y por ello, he visto alejarse a gente que quedó dolida.

Pero, en el breve periodo que he servido en el Congreso Mundial Menonita, he descubierto que la problemática del abuso de poder y los conflictos nocivos entre líderes no se circunscriben únicamente a la realidad colombiana. De hecho, me he dado cuenta que, al parecer, son temáticas  transculturales que están presentes en todos los pueblos y naciones, y un gen trans-anabautista que ha afectado a todas nuestras iglesias. Pese a las diferencias culturales y teológicas, la problemática del abuso de poder y los conflictos entre líderes nos han acompañado desde la época de Caín y Abel.

¿Cuáles son algunas de las características que he observado en los líderes de la iglesia de todo el mundo, relacionadas con conflictos nocivos y abuso de poder? Por ahora, puedo mencionar las siguientes:

Necesidades personales no resueltas. Existen debilidades emocionales muy evidentes cuando los líderes enfrentan conflictos. Por ejemplo, algunos líderes tienen gran necesidad de ser reconocidos. Esperan recibir un trato especial o una manifestación de agradecimiento por su servicio. Cuando esto no ocurre, pueden reaccionar agresivamente, o sumirse en la pasividad y la autocompasión. Muy distintas serían nuestras iglesias si aprendiéramos a orar como la Madre Teresa: “Señor, que no busquemos tanto ser amados como amar”.

Otro ejemplo tiene que ver con los líderes que llenan la sensación de vacío con los privilegios que conllevan algunos cargos eclesiales. Dichos líderes temen perder estos privilegios, y en consecuencia hacen todo lo que les sea posible para aferrarse a ellos. No les importa si por el camino alguien pudiera salir lastimado. Para ellos es más importante satisfacer sus propias necesidades emocionales que la gente por la cual fueron llamados a dar su vida.

Perfeccionismo extremo. Es evidente cuando los líderes no están dispuestos a reconocer sus errores o a pedir perdón cuando hayan ofendido a alguien. Ser vulnerable no es algo fácil para algunas personas que tienen cargos de liderazgo. Por algún motivo tales líderes piensan que si abrieran su corazón y reconocieran sus errores, perderían autoridad. El concepto de un líder fuerte y solitario, que no expresa sus sentimientos, está avalado por una interpretación cultural que no acepta la idea del liderazgo como servicio, que en términos cristianos se realiza desde una posición de vulnerabilidad y desde nuestras dolencias, y no desde una posición de poder.

Implementación de la uniformidad. La consecuencia lógica para los líderes que abusan de su poder es la supresión de la diversidad. Este tipo de líderes no tolera a los que piensan de manera diferente. Cuestionan las diferencias teológicas o los diversos estilos de liderazgo, que son definidos como pecaminosos por las personas que ejercen su liderazgo autoritariamente. Como la diversidad se percibe como una amenaza, estos líderes exigen que se usen credos como una herramienta para medir la ortodoxia, sin reconocer que la diversidad ha formado parte de la fe cristiana desde sus inicios.

Estas características se encuentran en muchos líderes que no conocen otra manera de ejercer su responsabilidad. Es necesario un nuevo modelo de liderazgo en el mundo. ¿Cómo pueden las iglesias responder a tal necesidad? Dios nos llama a brindar una nueva modalidad de liderazgo: un estilo de liderazgo que no busque sus propios intereses sino el bienestar de los demás; un estilo de liderazgo que reconozca sus errores y que se ejerza desde una posición de vulnerabilidad; un estilo de liderazgo que celebre la diversidad en vez de suprimirla o perseguirla. Espero que el número octubre de 2014 de Courier/Correo/Courrier nos ayude, como familia mundial de fe, a avanzar en dicha dirección.

César García, secretario general del CMM, tiene su oficina en la sede central en Bogotá, Colombia.

Comentarios