Resistir el culto norteamericano del “Reino Mágico”

Reflexionamos sobre nuestro compromiso de celebrar el culto

Como comunión mundial de iglesias afines al anabautismo, compartimos el compromiso de reunirnos regularmente para celebrar el culto. Aunque nuestra enorme diversidad nos lleva a asumir este compromiso de maneras muy distintas. En el número de octubre 2013 de Correo, líderes de toda nuestra hermandad exponen sobre las diferentes maneras en las que los anabautistas abordan el culto: lo que se ve y se escucha, los desafíos y las bendiciones.   

Resistir el culto norteamericano del “Reino Mágico”

En su libro, Unfinished: Believing Is Only the Beginning (Thomas Nelson Publishers, 2013), Rich Stearns plantea la siguiente pregunta: “¿Cómo sería la gente si hubiese nacido y se hubiese criado dentro del parque “Reino Mágico” y nunca hubiese conocido el mundo exterior?" Por "Reino Mágico", Stearns se refiere al parque de diversiones de Disneylandia en los EE.UU., construido por la Corporación Walt Disney; mucha gente lo asocia a un lugar perfecto, con personajes ficticios e imaginaci6n fantasiosa.  

Según Stearns, esta visión del “Reino Mágico" es exactamente la manera cómo se podría describir gran parte de las iglesias del “Primer mundo” (o Norte del mundo). Muchos de nosotros vivimos en una suerte de lugar de fantasía, desconociendo mayormente las luchas cotidianas que tienen un impacto en la vida de aquellos que viven, en lo que Stearns denomina, el “Reino Trágico” (o Sur del mundo).  

A pesar de la disparidad de circunstancias, el Reino de Dios constituye el común denominador del Reino Mágico y el Trágico. Como seguidores de Cristo, y más allá de cuestiones geográficas, políticas, culturales o económicas, nuestra lealtad es al Reino de Dios. Como seguidores de Cristo, compartimos objetivos similares. Quisiéramos dirigirnos a los que están en nuestro contexto cultural, pronunciándonos sobre la esperanza y la gracia. Deseamos crear vínculos a fin de demostrar que Jesús es multicultural y relevante. En su Reino, el culto se desprende de la imagen y entendimiento que tenemos en cuanto a quién es Dios. En el reino terrenal, las acciones de la humanidad suscitan respuestas de sus dioses. En el reino celestial, las acciones de Dios suscitan una respuesta de adoración y asombro ante su Creación.  

Como creyentes, podemos proceder de distintos lugares, pero tenemos en común la ciudadanía del Reino de Dios. Por consiguiente, tendría que haber unidad entre los creyentes, a nivel local, nacional y mundial.  

Ésta es la visión del apóstol Pablo en Efesios 4:4-6. Estos tres versículos contienen siete “unos” de la unidad cristiana; y tienen coherencia tanto vertical como horizontalmente. Existe sólo un cuerpo, una esperanza, una fe y un bautismo (unidad horizontal) porque hay un solo Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo– a quien todos pertenecemos (unidad vertical).  

¿Pero cómo se manifiesta esto en el culto, especialmente al reflexionar sobre nuestra comunidad eclesial mundial?  

La unidad cristiana se expresa a través del tiempo, el espacio y la cultura. Aunque nuestro estilo del culto, ubicación y liderazgo pueden variar, frente a nuestra diversidad tendríamos que poder discernir la unidad en el tejido común de nuestra teología. Por ejemplo, el acto de reunirnos es una expresión común de nuestra unidad, a pesar de las diferencias culturales.  

La unidad cristiana también se expresa en el modo en que llevamos a la práctica nuestra ciudadanía del Reino del Dios, desafiando la opresión e injusticia, y bregando para que los patrones del individualismo y la riqueza, se transformen en el cuidado de los pobres y de la Tierra, otra expresión de nuestro culto.  

Lamentablemente, en América del Norte vivimos actualmente en una cultura sumamente individualista. Ajenos a su entorno, jóvenes y ancianos caminan, conducen, comen e incluso duermen, inmersos en sus propias conversaciones y combinaciones personalizadas de entretenimiento. Nuestra cultura del “Reino Mágico” nos lleva incluso a mercantilizar el culto. En un artículo de 1992, “El culto es un verbo”, Tom Kraeutner afirma que, "nos interesa tanto hacer las cosas 'bien' a fin de que la gente responda ‘bien’, que perdemos de vista lo esencial: adorar a Dios”.  

Nuestra teología anabautista nos puede brindar un enfoque útil al reflexionar sobre esta tendencia. El culto es nuestra respuesta a la Palabra de Dios y su Creación. El culto abarca la vida toda, y esta perspectiva del mundo da cuenta de nuestras elecciones como seguidores de Jesús. Nuestro énfasis en la comunidad y en el valor de la diversidad de dones que cada persona aporta al cuerpo, es inclusivo y participativo.  

La realidad es que muchos de los que vivimos en el “Reino Mágico” necesitamos reconocer que nuestras “cosas” nos distraen del culto. Es necesario que hagamos un mayor esfuerzo por poner en práctica lo que decimos. Esto cobró mayor claridad para mí cuando escuché al pasar dos conversaciones después de sendos cultos. En África: “Ojalá pudiéramos quedarnos otra hora más. Es muy bueno estar juntos.” En América del Norte: “Me encantó el culto de hoy. El líder del culto fue increíble y el sonido excelente. Sólo desearía que pudieran ajustarse más al horario; se me hizo tarde para almorzar.”  

Reconozco que estoy generalizando, y agradezco que muchos en América del Norte se esfuercen concienzudamente por impulsar iniciativas renovadoras. Hay muchos recursos disponibles que nos ayudarían a reflexionar sobre cómo adoramos y a quién adoramos. A continuación algunas preguntas que me planteo respecto del culto anabautista en América del Norte:  

¿Se ve reflejada nuestra teología en la forma y función de nuestro culto? Por ejemplo, dada nuestra diversidad, el estilo no tendría que constituir un criterio importante a la hora de evaluar el culto (forma). Aun así, una de las maneras en la que se expresa nuestra teología es por medio del estilo que elegimos.  

Al reflexionar sobre el género, estilo o temas de nuestro culto colectivo durante el año pasado, ¿incorporamos la gama completa de emociones humanas en nuestras experiencias del culto? ¿Cantamos sólo canciones alegres, o hay lugar para la reflexión y el lamento en nuestro culto? ¿Estamos tan enfocados en una sola dimensión del culto que no llevamos adelante un ministerio integral?  

¿Procuramos que nuestro culto colectivo sea una expresión de nuestra comunidad en vez de responder a la tendencia cultural centrada en el individualismo?  

Al congregarnos para celebrar el culto y se incluyen actividades y experiencias específicas, ¿le damos lugar creativamente a la participación de la congregación? La inclusión es multifacética. ¿Somos deliberadamente inclusivos?  

Al planificar nuestras "experiencias" del culto, ¿a veces le prestamos demasiada atención a los detalles de cómo lo “haremos” y le prestamos menos atención a cómo esta elección da testimonio de nuestra interpretación de Dios?  

Quizá, como yo, hayan experimentado algunos “momentos especiales” como participantes de los cultos en las asambleas del Congreso Mundial Menonita. Las voces que entonan al unísono en un culto multicultural, en respuesta a la grandeza de nuestro Creador, Salvador y Señor, me brindan un vistazo del culto tal como se describe en el libro de Apocalipsis. Estoy deseoso de compartir esa visión de la eternidad con muchos de mis hermanos y hermanas de todo el mundo, cuando nos reunamos para la Asamblea 16 en Harrisburg, Pennsylvania, EE.UU., en 2015.   

Don McNiven (Kitchener, Ontario, Canadá) se desempeña como Director Ejecutivo de la Asociación Internacional de los Hermanos en Cristo (IBICA), miembro asociado del CMM. Es miembro del Comité de Supervisión Programática para la Asamblea 16, a cargo del area de Planificaci6n de la música y culto.

 

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