Testimonios de América Latina
La creación es inmensa, una pintura extremadamente grande. Una mirada rápida desde la distancia nos muestra una sola pintura; sin embargo, cuando uno se acerca y observa muy de cerca, descubre que ese cuadro aparentemente único está formado por millones de cuadraditos, y yo soy uno de esos cuadraditos.
Soy parte integral de ese gran mosaico de Dios. Ser parte del mosaico de Dios me da seguridad porque en él estoy contenida y protegida espiritualmente.
El Apóstol Pablo dijo que la iglesia es como el cuerpo, compuesta de muchas partes distintas, y todas juntas las diversas partes forman el cuerpo completo. Cada parte es importante, incluso el dedo meñique.
La familia anabautista mundial es el cuerpo de Cristo, compuesta por muchos miembros, y todos juntos formamos una unidad completa que es la gran y hermosa imagen de Dios.
La primera vez que participé en una Asamblea del CMM fue en 1984, en Estrasburgo, Francia. En ese entonces yo era un líder joven, y debido a que era mi primera experiencia, entendí muy poco sobre el significado de este evento. Fue una reunión de nuestra familia dispersa por el mundo. Fue una fiesta, donde celebramos con hermanos y hermanas de otras partes del mundo. A pesar de las barreras culturales y de idioma, se hizo visible una gran conexión en nuestra adoración, saludos o simplemente sonrisas compartidas.
Para mí, esta experiencia con el CMM es como lo que dice Proverbios 4,18: “El camino de los justos es como la luz de un nuevo día: va en aumento hasta brillar en todo su esplendor”. Los diferentes eventos y relaciones en el CMM me llevan a una mejor comprensión de que soy parte del panorama general de Dios.
Esta comprensión me mueve a pensar y orar por nuestra familia esparcida por todo el mundo. Su bienestar y su dolor son también los míos. Se me recuerda que no debo ser egoísta y pensar sólo en mi parte del mundo, porque más allá de mi mundo hay muchos otros mundos que también son parte de la gran imagen de Dios.
Esa imagen de Dios también podría compararse con un edificio. Cuando uno se detiene y mira desde lejos observa un hermoso edificio, pero a medida que nos acercamos, nos damos cuenta de que ese edificio está formado por miles de partes. Algunas partes son bloques grandes como los pilares, y otras partes son tan pequeñas como la válvula del grifo de agua. Si esa válvula fallara, inmediatamente nos daríamos cuenta de su importancia y buscaríamos lo más rápido posible una solución antes de que todo el edificio se vea afectado. Los grandes pilares y las diminutas válvulas son todos importantes para hacer un hermoso edificio.
Quiero ver mi vida dentro de esta inmensa imagen de Dios. Tal vez yo sea solo un miembro diminuto, una pequeña célula en este cuerpo. Pero sé que soy parte igualmente vital, para que el mosaico de Dios sea completo y hermoso.
—Juan Silverio Verón, Hermanos Menonitas Maranata, Asunción, Paraguay. |