Al corriente: junio 25, 2018
“¡El avión! ¡El avión!” Así empezaba un programa de televisión que veía en Bogotá cuando era niño. Se trataba de una isla donde todo aquel que llegaba podía cumplir los deseos que quisiera. “La Isla de la Fantasía” era su título en español.
Es posible vivir en la isla de la fantasía hoy por hoy, anhelando que todos nuestros deseos materiales se cumplan. Muchos comerciales de televisión dicen: “¿Te gustaría tener esto o aquello? Entonces lo único que tienes que hacer es…” Estrategias de marketing, redes sociales, medios de comunicación y hasta iglesias plantan en nosotros deseos disfrazados de necesidades que antes no existían.
La vida de consumo es importante para Dios. Nuestro estilo de vida –y lo que consumimos–siempre predica un mensaje. Jesús mismo nos advierte sobre los riesgos que corremos con las cosas materiales. Poseerlas –o no poseerlas– puede producir afán y ansiedad, e incluso puede llegar a desplazar a Dios. ¡Cuán difícil es distinguir entre verdaderas necesidades, deseos y lujos!
En nuestra tradición anabautista creemos que la forma de administrar el dinero y lo que consumimos es profundamente espiritual. Es por eso que el concepto de “simplicidad” se desarrolló muy tempranamente en nuestras comunidades. “Vivir en simplicidad” requiere de un estilo de vida opuesto a mucho de lo que nuestras sociedades enseñan.
Una de las personas que me impactó profundamente al respecto era miembro de nuestras iglesias en Canadá. Siendo dueño de una poderosa empresa, había decidido limitar su salario como gerente y donar todas las ganancias adicionales de su empresa a proyectos de carácter eclesial. ¡Su vida era un ejemplo concreto de rechazo a la acumulación material y opción voluntaria por una vida simple!
Sin embargo, también he encontrado en nuestras iglesias y entidades personas que malentienden lo que es “simplicidad”. Vivir simplemente a veces se confunde con pobreza. Pero no todo aquel que es pobre tiene una vida simple, por cuanto los pobres también necesitan optar por este estilo de vida. Es diferente vivir en simplicidad porque se ha decidido vivir así a hacerlo porque no hay otra opción.
Vivir en simplicidad a veces se confunde también con falta de aseo y orden. El querer aparentar simplicidad a veces conduce al descuido personal, a la suciedad, al desorden y al mal gusto. Sin embargo, aparentar simplicidad no necesariamente resulta en opciones más económicas. ¡Qué especial es encontrar personas y entidades que practican un estilo de vida simple que atrae por su sentido estético, por su orden y limpieza!
La vida en simplicidad abarca muchas cosas. Tiene que ver con nuestra administración del tiempo y el uso del dinero. Enseña que menos realmente puede ser más. La práctica de una vida simple afecta nuestras prioridades, el uso de créditos, el propósito del ahorro, la forma en que administramos nuestro tiempo de trabajo y de descanso. Nos invita a la generosidad y a revaluar la idea de “poseer”. Vida simple tiene que ver con el cuidado del medio ambiente, lo cual a su vez está relacionado con desarrollo sostenible, comercio justo, agricultura orgánica y reciclaje, entre otras cosas.
En este número de Correo hemos querido enfocarnos en este último aspecto: el cuidado del medio ambiente. En los últimos años muchas de nuestras iglesias han sufrido por causa de desastres naturales. Sin lugar a dudas, lo que hacemos para saciar nuestros deseos consumistas termina por
afectar negativamente a sociedades completas en otras partes del mundo y a miembros de nuestra propia familia de fe que habitan en ellas.
Esta es una de las razones por las cuales necesitamos recordar que lo opuesto a la vida simple es el individualismo, el egocentrismo y el consumismo. Todos estos “-ismos” refuerzan la idea de que tú eres lo más importante en la Tierra, alejándonos así de Jesús y de su mensaje de compasión; mensaje que nos invita a centrarnos en los demás, compasión que se extiende y abarca toda la creación.
Vivir en simplicidad y compasión no es algo sobre lo que necesitemos legislar. Jesús no nos llama a elaborar un listado universal de qué vestir, gastar o consumir. No es lo mismo vivir en simplicidad en el campo que en la ciudad; no es lo mismo vivir simplemente en el Mundo mayoritario que en el Mundo minoritario. Estas son decisiones que necesitamos tomar en cada contexto. Corresponde a cada iglesia, en el medio en que se encuentre, discernir y decidir en dependencia del Espíritu Santo y en diálogo con otras comunidades de fe, lo que significa practicar una vida simple en su contexto concreto. Es mi oración que este número de Correo pueda servir para continuar creciendo en dicho intento.
—César García, secretario general del CMM, desde su oficina en la sede central en Bogotá, Colombia.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2018.
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