Cynthia Peacock sirvió como representante regional del Congreso Mundial Menonita para el Sur de Asia del 2014 al 2025. También fue presidente de la Comisión de Diáconos del 2009 al 2015. En las reuniones del Concilio General llevadas a cabo en Alemania en mayo del 2025, Timo Doetsch (delegado al Concilio General de Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Brüdergemeinden de Alemania – AMBD) le pidió que compartiera su experiencia.
Seguir a Jesús como mujer de la India
No tenía ni 20 años cuando me uní al Comité Central Menonita como recepcionista, y fue allí donde supe lo que significa ser un verdadero cristiano, un discípulo.
Más tarde llegué a conocer qué y quiénes eran los menonitas y los anabautistas y me di cuenta de que realmente tenía hambre de saber más.
Luego comencé a leer materiales. Mis representantes del CCM me enviaron a talleres y luego me conecté con iglesias anabautistas de India, y así empecé a saber más sobre lo que significa ser menonita.
Jesús se hizo más real para mí en mi vida cotidiana y quise ser su discípula en el sentido pleno, aunque era bastante joven.
Con el tiempo, me asignaron la responsabilidad de trabajar con mujeres. Luego me convertí en madre soltera de dos niños pequeños, criándolos con muchas dificultades. Mientras tanto, seguí trabajando con grupos de mujeres y me hice cargo del Departamento de Educación, que patrocinaba educación para los niños. También conocí sus familias y sus dificultades.
A pesar de todo, Jesús se volvió cada vez más real para mí.
Y así me convertí en menonita de corazón.
Siempre sentí que debía presentar a Jesús a quienes sufren, a quienes siguen dioses falsos y no tienen esperanza. Así que buscaba oportunidades para que me hicieran preguntas y luego les compartía.
De esa manera mi fe se fue fortaleciendo a medida que iba trabajando en diferentes cargos y finalmente llegué a un puesto de liderazgo en CCM y luego me jubilé.
Trabajo con el Congreso Mundial Menonita
Nunca imaginé que el CMM me llamaría, ya que es una red global y yo estaba en una iglesia local en India. Empezamos una iglesia casera, muy pequeña, de dos habitaciones. Surgió una oportunidad y ahora se ha convertido en una iglesia completa con cristianos de primera y segunda generación.
Pero cuando llegó el llamado (a servir en el CMM) dije sí, debo unirme y hacer todo lo que mi experiencia me ha enseñado.
El CMM me invitó a servir primero en el grupo de trabajo de la Red de Servicio Anabautista Mundial (GASN), para formarla por un año.
Luego me invitaron a ser presidente de la Comisión de Diáconos. Serví en ese puesto durante seis años. Allí, de nuevo, interactué con la iglesia global y descubrí las diversas necesidades de las iglesias alrededor del mundo, comprendiendo sus dificultades.
Solía pensar que éramos una pequeña minoría [en India] y que teníamos todas las dificultades. Pero no, de diferentes maneras, otros países también sufren debido a su fe. Así que eso fue una revelación para mí.
Después de eso, me preguntaron si podía servir como Representante Regional. Eso me ayudó a acercarme a nuestras iglesias nacionales.
Desde que represento al CMM, he sentido que la perspectiva que los líderes de la iglesia tenían sobre mí ha cambiado. Al principio, les costó aceptarme por ser más joven y mujer. Pero poco a poco eso cambió y ahora puedo decir que todos los líderes me aceptan bien y me han dado su respeto.
Me jubilé satisfecha y le doy todo el crédito y la gratitud a Dios, pero después de eso al CMM.
Vivir la unidad en India
En virtud de mi condición de miembro del personal del CCM, y más tarde como representante regional del CMM, interactué con las ocho conferencias de las iglesias anabautistas de la India a través de talleres y conferencias.
En aquellos tiempos, las iglesias tenían muy poca idea del desarrollo. Realizaban su labor eclesial solo entre cuatro paredes: predicaban y enseñaban solo para cristianos.
Ahí es donde me involucraba con ellos para ayudarlos a comprender que el papel de las iglesias también es trascender las cuatro paredes. Y no solo predicar, sino también satisfacer sus necesidades sociales, espirituales, mentales, y todo ese tipo de necesidades.
Pero cuando me nombraron miembro de la Comisión de Diáconos, asumí la responsabilidad de enseñar a mis hermanos y hermanas sobre el anabautismo. Hablé con los líderes y les propuse reunirnos, tener una biblioteca y también impartir enseñanzas. Y me permitieron hacerlo gracias al CMM.
Construir la paz
El conflicto me ha enseñado algo nuevo para poder relacionarme con todo tipo de personas. Mi experiencia trabajando con la gente de los pueblos, con los hindúes, me ha enseñado mucho. Ellos tienen muchas luchas: necesidades de comida, tantas peleas en casa por problemas económicos, pero aun así viven juntos en paz. ¿Cómo lo hacen? Esas son algunas cosas que he aprendido y que he podido compartir con mis hermanos y hermanas cristianos.
Hay muchos desafíos para promover la paz o demostrar que se cree en ella. Primero, es construir una relación con vecinos de otros trasfondos y luego respetar quienes son, independientemente del grupo religioso del que provengan.
Cuando simplemente predicamos, no están dispuestos a tragar lo que les damos de comer. Primero, también debemos estar abiertos a recibir; relacionarse es una forma de demostrar lo que entiendo como el evangelio de la paz. Y luego, cuando me preguntan qué significa para mí, mi fe, qué significa para mí ser una constructora de paz, entonces les hablo de Jesús como constructor de paz, dador de paz, como el Príncipe de paz.
Es un proceso de aprendizaje.
A lo largo de mi vida aprendo. Hay mucho más por aprender y comprender.