Somos las manos de Dios en tiempos de crisis

Jueves a la mañana

Hace un año, el obispo Ambrocio Porcincula, líder de nuestra convención ‒a quien quizás recuerden como “el hombre Aleluya”‒, murió debido a un derrame cerebral. Hoy quisiera recordarlo porque fue tan cercano a mí como mi propio abuelo. Hasta donde sé, nunca faltó a una Asamblea del CMM desde que comenzó a participar. Sé que también estaría aquí si todavía estuviera vivo, y estaría orgulloso de verme hoy parado en el escenario.

Tres días después de la muerte de mi obispo, mi padre dio positivo de COVID-19 y contrajo una neumonía grave. Fue una de las peores crisis que hemos experimentado como iglesia y como familia, porque mi padre era a quien le tocaba dirigir la convención después de la muerte del obispo Porcincula. Durante nuestro duelo, la vida de mi padre también pendía de un hilo.

Pensé que también perderíamos a mi padre, porque no podíamos encontrar un hospital que lo recibiera. Pero, aunque mis hermanos y yo estábamos profundamente angustiados, por la fe nos sostenemos y acordamos cuidar de nuestro padre en casa. Hicimos lo mejor para conseguir todo lo que necesitaba y ayudarlo a sobrevivir.

No podía imaginar una segunda muerte de un ser querido y un padre para todos en la iglesia, lo cual sería devastador. Pero, en medio de nuestra lucha, encontramos consuelo en el conocimiento de que Dios tiene el control. Encontramos paz en la fe; pase lo que pase, es la voluntad de Dios.

Después de dos semanas de atención domiciliaria, mi padre se recuperó y fue sanado por el Señor.

Creo que la historia de la crisis de COVID de mi familia es solo una entre millones. Ninguno de nosotros ha estado libre de una crisis en estos últimos dos años, pero a pesar de la presencia de la aflicción y el dolor, nuestra fe es nuestra fuente constante de paz.

Muchas personas están sufriendo, abatidas por el peso de sus problemas. Pero el Salmo 9,9 dice: “El Señor protege a los oprimidos; él los protege en tiempos de angustia”.

Nuestras luchas son un recordatorio constante de que Dios es nuestra ayuda. Ahora, necesitamos a Dios más que nunca.

Como comunión, oramos acerca de las luchas de nuestras iglesias en India, que enfrentan persecución debido a sus creencias cristianas. En Myanmar, nuestros hermanos y hermanas sufren incertidumbres políticas que terminaron en violencia. Y en Ucrania, muchos son desplazados por la guerra.

Pero a pesar de todo, estamos aquí: ¡ustedes llegaron! Y para aquellos que están en línea: ¡ustedes están presentes! (Tienen que levantarse demasiado temprano o quedarse despiertos hasta tarde, ¡pero están presentes!)

¿No es hermoso volver a vernos? ¿No es hermoso ver la reunión de tus hermanos y hermanas hoy en este lugar? ¿No es hermoso que, a pesar de la pandemia y la guerra, nos inscribimos a principios de este año y confiamos en que todo estaría bien para julio ¡Fue un gran acto de fe!

Como parte del equipo de inscripción de la Asamblea, me sorprende ver cómo muchos de ustedes se inscribieron enseguida, en cuanto abrimos la inscripción en el sitio web. Se inscribieron con antelación, a pesar de las incertidumbres alrededor nuestro. En ese entonces ni siquiera sabíamos qué pasaría con la guerra en Ucrania, pero aun así, las personas de Europa fueron algunas de las primeras en inscribirse.

Hoy quisiera recordar a nuestros hermanos y hermanas de Ucrania. Muchos de ellos optan por quedarse en medio de la guerra y ayudar a los necesitados. Las iglesias menonita-anabautistas reúnen todo lo que pueden para ayudar al pueblo de Ucrania. La guerra es fea, pero cuando las personas deciden unirse, ayudándose unos a otros en tiempos de necesidad, es algo hermoso.

En tiempos difíciles, somos la extensión de las manos de Dios. Los milagros de Dios llegan a través de nosotros.

Esto es lo que significa vivir juntos en tiempos de crisis. Nos olvidamos de nuestras diferencias, de nuestros desacuerdos, y coincidimos en nuestro objetivo común de procurar la paz. La paz no es un destino, sino un camino y ese camino no podemos recorrerlo solos, nos necesitamos unos a otros.

A todos los que responden al llamado de auxilio de sus hermanos y hermanas, a los que dan donaciones, para quienes son voluntarios, a los que ayudan a la gente a encontrar justicia, a los que cuidan de personas desconocidas: ¡gracias! Ya dieron un paso más hacia un mundo pacífico que todos deseamos. Son la extensión del brazo de Dios.

Ahora, desafío a todos también a hacer lo mismo por nuestros hermanos y hermanas en India y Myanmar. Tratemos de aprender más sobre su situación y descubramos cómo podemos ser las manos físicas de Cristo en este momento de necesidad.

Hace un año, durante nuestra crisis de COVID, mi familia tuvo que permanecer en aislamiento domiciliario durante más de un mes mientras mi papá se recuperaba de COVID. Fue necesario contar con la generosidad de nuestros amigos y miembros de la iglesia para suplir todas nuestras necesidades: alimentos, recargas de oxígeno y medicamentos. En retrospectiva, todavía me sorprende ver cómo Dios usó a las personas para satisfacer nuestras necesidades justo cuando más lo necesitábamos. Incluso en medio de la noche, hubo personas que no dudaron en ofrecer ayuda. Hasta la persona más inesperada, que crees que no puede darte nada porque también es una persona necesitada, llamaba a nuestra puerta para darnos algo debido a una preocupación genuina por nosotros.

Verdaderamente, las crisis y las dificultades sacan lo mejor de nosotros. Vemos las manos de Dios obrando a través de todos nosotros.

Quisiera finalizar con Romanos 15,13: “Que Dios, que da esperanza, los llene de alegría y paz a ustedes que tienen fe en él, y les dé abundante esperanza por el poder del Espíritu Santo” (DHH).

Confíen en el poder del Espíritu Santo porque hay esperanza en este momento difícil. Nosotros, como comunión de iglesias, seremos la ayuda mutua en tiempos de necesidad. Cuando el poder del Espíritu Santo fluye a través de nosotros, no podemos evitar actuar, el Espíritu Santo es nuestra fuerza impulsora para acercarnos a los necesitados. Y así es vivir juntos en tiempos de crisis para aquellos que siguen a Cristo.

—Ebenezer G. Mondez, representante del Comité YABs (Jóvenes Anabautistas) (2015-2022) para Asia y el Pacífico y consejero de los YABs (2022-2028). Es miembro de la Iglesia Bíblica Menonita de Lumban, Filipinas.


Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en Octubre de 2022.

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