“Tenemos que ir a la escuela con Jesús”, afirma Erwin Cornelsen. Este pastor ya jubilado y con casi 100 años de edad lee la Biblia todos los días: “Todavía estoy aprendiendo lo que Jesús tiene para enseñarme”.
El Congreso Mundial Menonita (CMM) siempre le ha ofrecido a Cornelsen un panorama general del mundo. Ahora como persona de la tercera edad viviendo en Abbotsford, Columbia Británica, Canadá, los boletines del CMM son un portal al mundo más allá de su hogar.
Recuerda cuando era niño en una aldea de Prusia Occidental (ahora Polonia), la emoción durante los inicios del CCM y del CMM en los años 20’s y 30’s, cuando estas organizaciones contribuyeron en dar respuesta a las dificultades en Ucrania: “¡Venían menonitas del otro lado del planeta [Estados Unidos]!”
Comenta que, “ese fue el momento en el que me di cuenta de la existencia de la Iglesia Menonita a nivel mundial”.
Mientras crecía, “Dios, la congregación y los menonitas estaban en el centro de mi vida”, explica Cornelsen, sin embargo, fue voluntario de la fuerza aérea alemana. La enseñanza en las iglesias sobre la posición en cuanto a la paz era ambivalente; para un niño campesino pobre, la promesa de una educación gratuita después de 12 años de servicio disipaba las inquietudes sobre la participación militar.
Durante mi servicio en la Segunda Guerra Mundial, “Nunca tuve que dispararle a nadie”, argumenta Cornelsen. Mi trabajo con la Cruz Roja consistía en la recuperación: “Rescatábamos a cualquier persona, sin importar quién fuera. Como cristiano me sentí bien realizando este tipo de servicio”.
Su madre había expresado su deseo de que él fuera misionero. El hombre que se convirtió en su suegro, un ministro en la iglesia de confesión, justo después de la guerra permitió que Cornelsen enseñara clases bíblicas y pronto lo hizo predicar en los bares.
Después de mudarse a Canadá, tuvo la oportunidad de tomar algunos cursos en las universidades bíblicas menonitas en Winnipeg y Vancouver, mientras realizaba su labor como pastor de la Iglesia Menonita Sherbrook, en Vancouver, Columbia Británica, “Traté de aprender todo lo que pude”, mientras cuidaba del rebaño, comenta Cornelsen.
Por medio de su asistencia a cuatro Asambleas del CMM así como la suscripción a los comunicados escritos de la organización, “Estoy muy contento de enterarme de hermanos y hermanas en diferentes países que están de acuerdo con la visión anabautista”, explica. “No deberíamos tener timidez para decir quiénes somos”.
Un recuerdo conmovedor de la Asamblea en Estrasburgo es el de su madre abrazando a dos mujeres japonesas; compartiendo una fe y un amor en común a pesar de la falta de palabras.
Zimbabue fue su último viaje importante para el CMM. “Quería convivir con la gente”, así que aprovechó la opción de alojarse con una familia. “Todavía mantengo correspondencia con ellos”.
A su edad, a su edad ya no considera realizar viajes largos, pero “me resultó difícil perderme la última [Asamblea No 16]”.
“Me encanta pensar en los menonitas alrededor del mundo teniendo un solo sentir. Tomará mucho trabajo, mucha paciencia, entender mucho sobre otras culturas,” explica este anciano pastor. “Tenemos que aprender a llevarnos bien con personas que piensan diferente”.
Todos los días ora. “No pienso solamente en mi congregación, sino en el desafío a nivel mundial. Jesús no esperaba que sus discípulos fueran prácticos, sino que fueran fieles testigos y dejaran el resto a Dios”.
“Donde sea que esté, quiero ser como Jesús”.
—Karla Braun, Comunicado del Congreso Mundial Menonita