Lecciones del fuego cruzado: Permanecer fieles a la paz de Dios

Colombia se encuentra en las primeras etapas de un proceso de paz, entre el grupo guerrillero más grande del país y el gobierno nacional, firmado a finales del 2016. A pesar de que muchos de nosotros teníamos grandes esperanzas que los acuerdos de paz traerían una transformación a la historia de violencia del país, aún quedan muchos actores armados y se incrementan los casos de corrupción política, asesinatos de líderes sociales y defensores de los derechos humanos. Todo lo anterior impide el cumplimiento de nuestros derechos humanos y nuestro llamado divino a la paz. El contexto de violencia de Colombia afecta a toda nuestra sociedad, incluyendo a las comunidades eclesiales, especialmente aquellas que están en áreas rurales que quedan atrapadas en el fuego cruzado entre grupos armados (legales e ilegales) y son abandonadas por el estado.

El pasaje en Filipenses 4,7 nos anima a confiar en la promesa de la paz de Dios, una paz que trasciende todo entendimiento. Una comunidad eclesial, en la región suroeste del país, que visité durante la etapa del post-acuerdo, personifica la confianza en la paz de Dios. Los residentes de dicho pueblo han sido testigos de enfrentamientos armados desde la década de 1960. El último enfrentamiento entre dos grupos armados insurgentes duró seis días. Cuando llegué a la comunidad, alrededor de tres días después de que terminaran los enfrentamientos, conocí a varios líderes de la iglesia de esa área. Entre esos líderes se encontraba una pareja campesina indígena que había venido desde la ladera de la montaña donde ocurrieron los enfrentamientos. Los saludé y les pregunté cómo había sido su semana, ellos respondieron “Muy bien por la gracia de Dios”.

Tras conversar un poco más, la pareja compartió que los enfrentamientos estaban afectando profundamente a su comunidad. Muchas personas tenían miedo de salir de sus hogares ya que los grupos armados habían instalado toques de queda. A varios miembros de la comunidad se les exigió que abandonaran sus tierras. El control de las tierras es el motivo por el que luchan los grupos armados: un suelo rico y fértil perfecto para cultivos ilícitos.

En efecto, la comunidad eclesial de esta pareja ubicada la montaña estaba enfrentando los efectos reales de la guerra una vez más, sin embargo, se mantuvieron fieles y confiando en la paz de Dios. Organizaron noches de oración comunitaria que iban desde las siete de la noche hasta las tres de la mañana, varias noches a la semana, en las que confiaban sus destinos a Dios. De la misma manera, continuaron alentando a los miembros de su comunidad a que siguieran cultivando alimentos y vegetales; y a no someterse a los cultivos ilícitos. Asimismo se estaban organizando con otros líderes de la iglesia en el área para planear métodos de resistencia no violentos. No iban a ser desplazados; esta era su tierra.

La pareja me comentó que estaban muy agradecidos por la protección de Dios por esa semana ya que nadie de la comunidad eclesial ni de la comunidad en general había quedado atrapado en el fuego cruzado (aunque hubo algunas muertes en ambos bandos de los grupos armados). “Lo único que podemos hacer», afirmaron, “es compartir el mensaje de Dios a través de Jesús para que esta violencia y guerra puedan terminar”.

Esto es exactamente lo que hacen. Esta comunidad encarna la promesa de la paz de Dios, la cual sobrepasa todo entendimiento. No tiene sentido orar, cuidar de la tierra u organizarse para mantener una comunidad arraigada cuando hay una guerra que busca destrozar a las personas, destruir cultivos y desplazar comunidades. Sin embargo, estas son las acciones de paz que la comunidad entiende como sinónimo de seguir el camino de Cristo.

Los enfrentamientos entre los dos grupos armados insurgentes han cesado por el momento, pero los grupos armados y su disputa por el control del territorio permanecen. La iglesia también permanece, demostrando que la paz de Dios es activa y tiene vida incluso en medio de la lucha y la incertidumbre, incluso en medio del fuego cruzado

—Andrea Moya

Este testimonio hace parte de los recursos para la adoración del Domingo de la Paz 2019. Haga clic aquí para ver más.

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