La valentía de amar

Throughout the day, participants gathered
at the “Schipfe” to view the site where
early Anabaptists were drowned as
punishment for their beliefs.

Ella era una joven esclavizada. No sabemos su nombre, pero sí sabemos que era prisionera de guerra. Tan solo podemos imaginar la vulnerabilidad, la pérdida y el trauma que debió haber sufrido como persona desplazada y como refugiada esclavizada en una tierra extranjera. 

Se cuenta la historia en 2 Reyes, capítulo 5. Naamán, comandante del Ejército arameo, acababa de obtener una importante victoria militar sobre el pueblo de Israel. Como parte del botín de guerra, se apoderó de una joven y la obligó a servir como sierva de su esposa. 

Pero ahora Naamán, el que la esclavizó, está enfermo. Y la joven sabe exactamente lo que se necesita para curarlo. 

Este es el momento de la verdad: la joven se enfrenta a una decisión fundamental ya que vive con las personas que destrozaron sus sueños, cortaron sus vínculos, destruyeron su familia y quitaron sus posesiones, su libertad e identidad cultural. 

¿Cómo responderá a quienes han representado una grave amenaza a su bienestar? 


Hace unos quinientos años, Ulrich Zuinglio se enfrentó a la misma pregunta: ¿Cómo debía responder a quienes ponían en peligro su bienestar y el de su ciudad? Las circunstancias eran muy diferentes. Él era el líder de la Reforma en Zúrich y pastor de esta misma iglesia. 

En la primavera de 1529, las autoridades católicas amenazaban con aplastar la Reforma en Zúrich. Preocupado de que sus reformas estuvieran a punto de derrumbarse —y que se frenaran los avances del Evangelio—, un Zuinglio frustrado redactó un llamado urgente al Concejo municipal, instándolo a movilizar un ejército. 

En la carta al Concejo, Zuinglio incluyó una frase que más tarde se convertiría en lema de la Reforma suiza. “¡Por el amor de Dios!”, escribió Zuinglio, “¡hagan algo valiente!” 

Para Zuinglio, el enfoque era claro: la valentía, ante los enemigos del evangelio, significaba movilizarse para la guerra. 


¿Cómo se manifiesta la valentía cuando afrontamos decisiones difíciles? Esta pregunta es tan relevante actualmente como lo fue hace quinientos años o en el siglo IX antes de Cristo. 

Todo indicaba que la sierva de Naamán debería haber permanecido en silencio. Después de todo, era joven, era mujer, era israelita, y estaba esclavizada. No tenía derecho a hablar. 

Por otra parte, Naamán era gentil y era un opresor, razones suficientes para ser odiado por los israelitas. Y su enfermedad de la piel lo hacía aún más impuro, según la perspectiva de la ley judía. 

Ella no tenía autoridad para hablar, y aun así lo hizo. Encontró la valentía para actuar de una manera que trascendió su condición de víctima… encontró la valentía para responder con compasión e incluso con amor. 

“Hay un profeta en Samaria —la tierra de tus enemigos— que tiene el poder espiritual para devolverte la salud”, dijo. 

La valentía es precisamente lo que las víctimas necesitan para encontrar su voz y resistir el silencio que otros quieren imponerles. 

No obstante, la valentía —especialmente en respuesta a quienes abusan de nosotros, en respuesta a los perpetradores o enemigos— se presenta de muchas formas. 

Para Zuinglio, la valentía ante los enemigos del evangelio significaba movilizarse para la guerra. 

Para algunos cristianos, la valentía a menudo incluye la expectativa de una justicia punitiva, que exige que los perpetradores paguen por sus acciones y sufran represalias justas por sus crímenes violentos. 

Para muchos líderes políticos, la valentía incluye tomar represalias justas contra los enemigos. 

Algunas personas exigen justicia de tal manera que se cierra la posibilidad de perdón y transformación para el opresor, garantizando así que los ciclos de violencia simplemente continúen en la siguiente generación. 

Jesús, sin embargo, ofreció un modelo diferente. No negó ni ignoró la violencia, opresión e injusticia terribles de su época. Pero tampoco buscó represalias ni venganza. En Lucas 4, inmediatamente después de anunciar su ministerio en la sinagoga leyendo Isaías 61, Jesús menciona la historia de Naamán y su sanación milagrosa. 

Aunque no la menciona, en las acciones de la joven reconocemos algo que apunta al centro mismo del evangelio. Jesús nunca tuvo miedo de confrontar la injusticia; sin embargo, la justicia que predicó permite la transformación del opresor. En los Evangelios, la justicia no es retributiva; no da a los opresores lo que merecen, sino más bien lo que necesitan: verdad, amor, compasión, la posibilidad de transformación y perdón. 

En la historia de 2 Reyes, la joven se niega a ver la vulnerabilidad de su opresor como una oportunidad para la venganza o represalias. En cambio, su voz encarna la esperanza y la inclusión para alguien que le ha causado un daño increíble. 

Ella tuvo la valentía de amar, ofreciendo a su agresor lo que no podía obtener por medio de su poder: sanación, libertad y la posibilidad de un nuevo comienzo. Le dio a Naamán no lo que merecía sino lo que necesitaba: la oportunidad de ser transformado. 

Es un amor que escapa a toda comprensión humana. 


Hace quinientos años, un nuevo movimiento en la Iglesia de Zúrich y en otras regiones de Europa encontró valentía en su relación con Jesús, en su vida y enseñanzas, en su muerte y resurrección, afirmando que el llamado de Dios a amar al enemigo no es “idealista” ni “ingenuo”. Para ellos, la valentía de amar, que había sido posible debido a la obra del Espíritu Santo, era el único camino hacia una nueva humanidad. Este movimiento llegó a conocerse como anabautismo. Ésta es la tradición cristiana que conmemoramos hoy aquí. Lamentablemente, Zuinglio y otros líderes de la iglesia europea de esa época consideraron el movimiento anabautista como una amenaza y respondieron con violencia y persecución. 


¡Por el amor de Dios, hagan algo valiente! 

Temprano por la mañana del 11 de octubre de 1531, Zuinglio condujo a un grupo de soldados de Zúrich hacia un campo de batalla en las afueras de la ciudad, para enfrentarse al Ejército católico que ponía en peligro su visión de una Zúrich reformada. Casi de inmediato, fueron rebasados. Al intentar retirarse, Zuinglio fue asesinado, junto con al menos quinientos ciudadanos de Zúrich. 

Hoy, al honrar la memoria de los primeros anabautistas, les invito a que nos preguntemos, como individuos y como iglesias: ¿qué significa, “hacer algo valiente, por el amor de Dios”? 

Foto: Tras la “perturbación”, César García, secretario general del CMM, predicó sobre La valentía de amar/Preshit Rao

Following the “disruption,” César García, MWC
general secretary, preaches on The Courage to Love.

Fortalecidos por el Espíritu Santo, ¿tendremos la valentía para romper los ciclos de violencia? 

¿Podremos enfrentar directamente nuestro pasado, no para afirmar y revivir nuestra victimización, sino como una forma de sanar nuestras heridas y las de los demás, y reparar las relaciones rotas? 

¿Podremos convertirnos en faros de esperanza en un mundo donde la fragmentación y la división parecen avanzar por todos lados? 

¿Podremos imaginar nuestro futuro apuntando hacia una nueva creación, en que la compasión y el amor permitan nuevos comienzos? 

La valentía de amar —de manera activa, imaginativa y vulnerable— es más que una técnica de resolución de conflictos; es una espiritualidad profundamente arraigada, una estrategia notablemente original. En un mundo donde el mal engendra el mal y la violencia genera más violencia, el amor tiene el poder de romper esas cadenas. El amor tiene el potencial de sanar tanto a quien ama como a quien es amado. 

Amigas y amigos cristianos, al seguir los pasos de Jesús, tengamos juntos la valentía de amar, ¡por el amor de Dios! 

César García, secretario general del CMM, oriundo de Colombia, reside en Kitchener, Ontario, Canadá.