Dicho por todos, la Asamblea 16 del Congreso Mundial Menonita que se realizó del 21 al 26 de julio de 2015 en Harrisburg, Pennsylvania, EE.UU, fue un éxito rotundo. Los recuerdos de compartir momentos de adoración con más de 8.000 personas de 65 países; encuentros inesperados con viejos y nuevos amigos; la hermosa abundancia de imágenes y sonidos de una verdadera iglesia mundial; talleres sobre temas desafiantes y formas creativas de testificar; y los fragmentos de la música que transporta al alma que aún permanecen en mi memoria – todo esto, y más, hicieron de la reunión una experiencia verdaderamente gozosa.
Por extraño que parezca quizás, el punto a destacar de la asamblea para mí no fue nada producido por los participantes Menonitas y Hermanos en Cristo a nivel mundial. Más bien fueron los saludos ecuménicos que trajo Martin Junge, el secretario general chileno de la Federación Luterana Mundial.
En su breve presentación, Junge celebró “el don de la reconciliación y el perdón” que se realizó entre menonitas y luteranos en el año 2010 en la asamblea de la FLM en Stuttgart, Alemania. Pero luego, Junge sostuvo que la reconciliación entre los miembros del cuerpo de Cristo nunca puede ser un fin en sí. “La reconciliación tuvo que desplegar su pleno significado,” señaló, “convirtiéndose en testigo de las buenas intenciones de Dios para todo el mundo.”
Señaló una contribución financiera importante que los menonitas han hecho recientemente para apoyar las necesidades de unos 500.000 somalíes temporalmente alojados en un campo de refugiados administrado por la FLM. Este apoyo compartido para los refugiados “nos ayudó a bajar de la cima de la montaña, donde nosotros los menonitas y los luteranos estábamos disfrutando de las presencia de Cristo,… para darnos cuenta de que la gloria de Cristo que nos alumbraba necesitaba hablarle a la gente en los valles – a sus luchas, a su dolor, a sus sufrimientos. Solamente así la reconciliación está completa.”
“Hoy más que antes,” continuó diciendo Junge, “me he dado cuenta de que la firmeza en Cristo hoy significa ofrecer la unidad como un testigo profético en nuestro mundo fragmentado y herido.”
Así que ¿por qué estas breves palabras, compartidas en un contexto de tantos eventos maravillosos fueron para mí un punto tan destacado?
En primer lugar, en el contexto de una reunión familiar donde podemos estar fácilmente absortos en nosotros mismos en la celebración de nuestros dones distintivos como un órgano anabautista-menonita, las palabras de Junge nos recordaron que también somos parte de un cuerpo mucho más grande de creyentes cristianos. Aunque muchos en nuestros círculos permanecen profundamente escépticos sobre “el ecumenismo,” el cuerpo de Cristo se extiende, más allá de nuestra membresía en el CMM. Por nuestra cuenta, nuestro testimonio al mundo está incompleto; necesitamos los dones de cada miembro del cuerpo de Cristo.
La breve presentación de Junge también sirvió como un importante recordatorio para los menonitas de que no somos prisioneros de nuestro pasado – la historia no es el destino. Para estar seguros, la sombra arrojada por el legado de la persecución en el siglo XVI simplemente no desapareció con el servicio de reconciliación luterano-menonita en el año 2010. Sino que la historia de nuestra reconciliación es tanto un hecho histórico en la actualidad como los relatos más familiares sobre los mártires de Anneken Jans y Dirk Willems.
Nuestro compromiso a la reconciliación es un anuncio al mundo que el cambio es posible: los antiguos enemigos se pueden convertir en amigos; los recuerdos dolorosos pueden ser vistos con un lente diferente; la transformación en dirección al shalom de Dios es posible.
Por último, sigo regresando a las palabras de Martin Junge porque sé que nuestra fe y nuestro destino como anabautistas-menonitas están inevitablemente ligados al tema de la unidad en el cuerpo de Cristo.
Hay tantas razones para dividir. A menudo, nuestro primer impulso es asumir que la fidelidad a Cristo está en tensión con el objetivo de la unidad, como si la fidelidad y la unidad estuviesen en extremos opuestos de alguna escala espiritual. Pero ¿qué si la fidelidad cristiana – como la sugiere Jesús en Juan 17 – fuese imposible sin la unidad?
En su presentación plenaria, Wieteke van der Molen, una pastora menonita de los Países Bajos, invitó a los miembros del CMM a considerar el espacio entre unos y otros como un “espacio sagrado” – un espacio que puede ser unido solo por la presencia viviente del Espíritu. ¿Qué pasa si miramos nuestras diferencias no como una fuente de temor o ansiedad sino como lugares sagrados que solamente Dios puede llenar?
– John D. Roth, Secretario de la Comisión de Fe y Vida del CMM
Una versión más completa de este artículo apareció en The Mennonite. Publicado originalmente en https://themennonite.org/opinion/is-christian-faithfulness-possible-without-unity/ el 27 de agosto de 2015.