África
Uno de los acontecimientos que congregan a la gente de nuestro pueblo son los velatorios y funerales.
El año pasado, la esposa de uno de los líderes de nuestra iglesia fue llevada a la presencia del Señor. Fue un momento difícil no sólo para el hombre, su familia y la iglesia, sino también para la comunidad. La comunidad se reunió todas las noches durante cuatro días antes del funeral.
El hombre que perdió a su esposa era pastor y un líder respetado. La muerte de esta querida mujer reunió a líderes de la iglesia y a personas que, de otro modo, no se reunirían ni celebrarían el culto juntas.
Hubo oradores y predicadores durante cada uno de los días, que procedían de diferentes iglesias y denominaciones. La unidad del cuerpo de Cristo se hizo realidad para muchas personas. Cristo fue enaltecido, y el velatorio se convirtió literalmente en una especie de avivamiento. La presencia de Cristo se hizo sentir cuando el Espíritu de Dios tocó a muchas personas que participaron en dichos servicios.
Los funerales suelen ir acompañados de duelo y dolor. En este caso, había señales de pérdida pero mayormente se celebraba la vida de alguien que anduvo con Jesús de manera ejemplar.
Un andar ejemplar
Testimonio tras testimonio fueron compartidos por personas que no formaban parte de la iglesia, expresando cómo esta hermana fallecida y este hermano (el esposo) habían influido significativamente en sus vidas.
En el funeral, una de sus compañeras de trabajo (la fallecida era maestra) dio un testimonio conmovedor. Cuando otras maestras se declararon en huelga para reivindicar lo que consideraban sus derechos, la fallecida nunca había participado, pues creía que para ella la enseñanza era un llamado. El bienestar de los niños y niñas era su prioridad.
Las personas que representaban a las madres y a los padres de familia también dieron testimonio de lo mismo, y de que a lo largo de los años, los niños y niñas a quienes enseñaba, casi siempre obtenían los mejores resultados.
Asistieron a su funeral muchas personas que no tenían absolutamente nada que ver con la iglesia, dando testimonio del amor y bondad de Dios y del valor de seguir a Jesús.
Permítanme señalar que los encuentros en velatorios son en cierto modo culturales y esperados. Sin embargo, fue la manifestación del Espíritu de la unidad de la iglesia y la realidad del poder transformador de Jesús lo que se experimentó en ese momento.
La gente sigue dando testimonio de aquel velatorio hasta el día de hoy. El poder transformador de Jesús hizo que este funeral fuera diferente a los demás.
Para nosotros los cristianos, y para muchas otras personas, el velatorio y el propio funeral hicieron revivir las palabras de Pablo en Romanos 14:7-9. Estas palabras nos siguen animando:
“Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.”
Amén.
—Danisa Ndlovu, representante regional del CMM para África de Sur y obispo de la Iglesia de los Hermanos en Cristo de Zimbabwe.
Este artículo es una adaptación del discurso que presentó en Renovación 2024, “Siendo transformados, vivimos a Jesús”, el 6 de abril de 2024, en Brasil.