El mosaico de la Escritura y de la iglesia

Domingo de la Paz 2024 Recursos didácticos

La lectura de las Escrituras siempre ha estado en el corazón de la vida de la iglesia, pero desde el principio, diferentes formas de leer y comprender han llevado al conflicto y la división. 

¿Qué son las Escrituras? 

Ya desde los primeros siglos surgieron varios movimientos con diferentes afirmaciones sobre el significado del Evangelio y cómo entender las Escrituras. En el siglo II, Marción (c. 85-160 EC) se negó a reconocer las Escrituras del pueblo judío, escritos que los cristianos habían utilizado desde el principio. Él fundó una iglesia nueva y grande que utilizó únicamente el canon editado por Marción de las epístolas de Pablo y el Evangelio de Lucas. Durante este mismo período, el gnosticismo iba avanzando, negando la Encarnación y afirmando que el verdadero conocimiento provenía de los “secretos” de “quienes saben”, y componiendo sus propios Evangelios. 

Ireneo nació alrededor del año 140 en Asia Menor, se mudó a Lyon (en la actual Francia) donde se convirtió en obispo. Como parte de su ministerio, escribió para argumentar en contra de Marción y los gnósticos. Ireneo reconoció el desafío que representaba tratar de darle sentido a las muchas narrativas de las Escrituras judías, que la iglesia interpretó a la luz de nuestros Evangelios y muchas epístolas que también fueron comúnmente aceptadas como Escritura durante este tiempo, dado que el Nuevo Testamento tal como lo conocemos ahora, aún no estaba finalizado. 

¿Un rey o un zorro? 

Una forma en que Ireneo abordó esta cuestión fue describir las Escrituras como un mosaico. Usó la imagen de la Biblia como una hermosa imagen de un rey, construida por un hábil artista a partir de piedras preciosas. Lo que ocurrió con otras lecturas como las de Marción o las gnósticas fue que se desarmó el mosaico, reordenando las piezas para que la imagen final ya no fuera la de un rey, sino otra cosa, por ejemplo, un zorro. 

En la mente de Ireneo, el rey era, por supuesto, Jesús. El obispo de Lyon formaba parte de la iglesia cuando esta aún era una minoría perseguida y no se había alineado con el poder político del imperio romano. En este contexto, el rey Jesús no era como el César romano, sino el Cristo no violento de los evangelios, muy parecido al de la tradición anabautista. 

Junto con otros teólogos de esta época, Ireneo entendía la encarnación como un reflejo profundo de la naturaleza de Dios, el Dios cuya resurrección y amor abnegado en la cruz redimieron a la humanidad del cautiverio de Satanás, quien usó la violencia para mantener a la humanidad aprisionada. Para Ireneo, el mosaico de la Escritura, es decir, su lectura adecuada, debía señalar a este Jesús y no a otro; no debía convertir al rey en zorro. Su teología ha seguido influyendo en la iglesia hasta el día de hoy. En 2022, por ejemplo, el Papa Francisco atribuyó a Ireneo el título de “doctor de la unidad”. 

Por supuesto, la solución de Ireneo no resolvió el problema. Persistieron las diferentes lecturas de las Escrituras. Durante este mismo período, la iglesia primitiva reconoció que se necesitaban criterios de referencia para este tipo de lectura de las Escrituras. 

Reglas para guiar 

Estos criterios de referencia se llamaron “reglas de fe” y las Escrituras debían interpretarse de acuerdo con esas señales. Dejaron mucho margen de discusión, pero también establecieron límites más allá de los cuales el rey se convertiría en un zorro. Las primeras reglas de fe se formularon como reacción a Marción y al gnosticismo, y el proceso ha continuado desde entonces. 

La comprensión que tiene el Congreso Mundial Menonita del “rey” en el mosaico es cercana a la de Ireneo. Jesús, que anunció el reino de Dios y fue crucificado como “rey de los judíos”, enseñaba y vivía la no violencia. Su aceptación de la muerte en una cruz correspondió a su rechazo del odio y de la venganza, su resurrección señaló la derrota frente a la muerte y el mal. 

Desafortunadamente, a lo largo de su historia, la iglesia a veces ha convertido al “rey” en un “zorro”, usando las Escrituras para interpretar a un Jesús que llamó a los cristianos a luchar y hacer la guerra. El movimiento anabautista reaccionó a estas reestructuraciones del mosaico. 

Convicciones compartidas 

En tiempos más recientes, las iglesias miembros del CMM produjeron en conjunto unas pautas para la lectura de las Escrituras que se denominan “Convicciones compartidas”. La cuarta de estas siete convicciones reconoce la importancia de las Escrituras. 

Como comunidad de fe, aceptamos que la Biblia es nuestra autoridad para la fe y la vida, interpretándola juntos bajo la guía del Espíritu Santo a la luz de Jesucristo, para discernir la voluntad de Dios y obedecerla. 

La quinta convicción describe una comprensión de Jesús cercana a la de la iglesia primitiva. 

El Espíritu de Jesús nos llena de poder para confiar en Dios en todos los aspectos de la vida, de manera que lleguemos a ser hacedores de paz que renunciamos a la violencia, amamos a nuestros enemigos, procuramos justicia, y compartimos nuestras posesiones con los necesitados. 

Ireneo describió el mosaico de las Escrituras como una “colección de joyas”. Pero los relatos que nos llegan en la Biblia hablan de mucho quebrantamiento. Ruptura de las relaciones, entre la humanidad y Dios, entre humanos, así como la relación de la humanidad con la naturaleza. Las “joyas” de las Escrituras cuentan historias de un mundo quebrantado, de violencia, de rechazo y de abuso. 

Pero la verdadera joya es la narrativa de la fidelidad de Dios, la determinación de Dios de restauras las cosas, a través del amor abnegado. Dios, en Cristo, está tomando los aspectos quebrantados de nuestras vidas y del mundo y trabajando para arreglar las cosas, para reconciliarnos. Estamos llamados a dar testimonio de ello, a través de acciones y palabras y a través de nuestra vida común como comunidad mundial. 

La séptima convicción compartida refleja este proyecto de reconciliación y sanidad y lo incorpora a la vida de nuestras comunidades. 

Como comunidad mundial de fe y vida trascendemos fronteras de nacionalidad, raza, clase social, género e idioma, y procuramos vivir en el mundo sin conformarnos a los poderes del mal, dando testimonio de la gracia de Dios por medio del servicio a los demás, cuidando de la creación, e invitando a toda la humanidad a conocer a Jesucristo como Salvador y Señor. 

Para trascender estos límites, debemos ser conscientes de las narrativas de quebrantamiento en las Escrituras y en nuestras vidas que Dios está redimiendo a través del amor abnegado. Entonces el mosaico de la comunidad mundial se compone de quebrantamiento convertido en joyas. 

—Neil Blough es ex director del Centro Menonita de París y profesor emérito de historia de la iglesia en la “Faculté Libre de Théologie Évangélique Vaux-sur-Seine”, Francia.