El 2 de octubre se realizó un plebiscito para que la ciudadanía colombiana avalara o no el acuerdo logrado luego de four años de negociaciones entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP). El proceso incluyó participación de distintos grupos ciudadanos, asesores internacionales, y muy notablemente, las víctimas. El Acuerdo tiene 6 puntos temáticos: (1) Reforma rural integral—que promueve el desarrollo agrario, acceso integral a la tierra y la disminución de la pobreza; (2) la participación política incluyendo el trámite pacífico de los conflictos, el abandono de las armas para hacer política y promoción de la reconciliación; (3) el fin del conflicto armado, la dejación de las armas por las FARC y su reincorporación a la vida civil; (4) la satisfacción de los derechos de las víctimas, incluyendo la verdad, la justicia transicional que lleve a la convivencia, la reconciliación y la no repetición; (5) la solución al problema de las drogas ilícitas; y (6) los mecanismos para la implementación, verificación y refrendación de lo acordado.
El impacto transformador del proceso se manifestó en el cese bilateral al fuego y el compromiso de las FARC de adelantar sus objetivos con la palabra y no con armas. También se manifestó en escenas como ilustra esta fotografía, en que el jefe negociador de las FARC, Ivan Márquez, pide perdón a las víctimas y luego es abrazado por una de ellas en un sentido acto de reconciliación.1 Hablando de Iván Márquez, cuando al Alto Comisionado de Paz se le pidió describir en una palabra a este hombre, dijo sencillamente, “transformado”.
Sin embargo, al someterse el acuerdo al plebiscito, 62% de la población se abstuvo, y de los que votaron, el 50,23% votaron “no”, y el 49,76% votaron “sí”. No pasó. En casi todas las regiones de mayor victimización por el conflicto armado, la mayoría votó “sí”. En las regiones menos tocadas, la tendencia fue por el “no”.
Al votar, todos afirmarían que estaban por la paz, pero los opuestos al acuerdo dirían, “Paz, pero no en esos términos”. El tema fue álgido en todos los espacios, y ciertamente lo fue en las iglesias, incluyendo las anabautistas del Congreso Mundial Menonita (CMM). Dada la fuerte campaña por el “no” adelantada por líderes de algunas de las grandes iglesias cristianas evangélicas, y en vista del estrecho margen de diferencia, es difícil no ver el impacto determinante de las iglesias cristianas evangélicas en el resultado del plebiscito.
Quienes votaron “sí” veían la bondad del acuerdo como camino para la dejación de las armas en favor de un accionar político noviolento, el trabajo por la paz sin estigmatización y amenaza, la justicia restaurativa, la prioridad de las víctimas y propuestas para abordar condiciones socioeconómicas estructurales hacia cambios para bienestar del país y su población más vulnerable.
Entre quienes votaron “no”, las preocupaciones incluían que la justicia transicional propuesta avalara la impunidad, que no era aceptable que líderes guerrilleros participaran en política, que se les daba demasiados beneficios a los desmovilizados, que la reforma rural afectaba la economía y que la atención preferencial a las mujeres y a personas de la población LGBTI, por haber sufrido victimización selectiva, introducía una ideología de género y atentaba contra la familia. Este último punto fue de particular preocupación para muchos en las iglesias.
Al mismo tiempo, es importante señalar supuestas distorsiones a la verdad del acuerdo en aras de promover posiciones e intereses partidistas, como en el caso reconocido por el gerente de la campaña por el “no” de un movimiento de oposición.
Como iglesias nos queda la pregunta de cómo es posible que hayamos podido llegar a conclusiones diferentes (sí o no), basándonos en la misma Biblia y afirmando el Señorío de Cristo. Igualmente, nos da la oportunidad de crecer en la capacidad de abordar temas álgidos sin división sino fortaleciéndonos en unidad, a la luz, por ejemplo, de 1 Corintios 12.7, donde se afirma que “Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos”.
Como iglesias anabautistas en Colombia miembros del CMM, Dios nos ha dado la gracia de ir creciendo en la capacidad de alabar a Dios y trabajar juntos, sin desconocer que hay diferencias. Esto incluye cultos unidos y trabajo en educación para la paz, objeción de conciencia, con víctimas, atención a la niñez y con poblaciones vulnerables. En esto es importante reconocer los espacios compartidos entre las iglesias e institutiones anabautistas con el apoyo del Comité Central Menonita y el CMM. Seguramente seguiremos orando por la paz y uniendo esfuerzos, cada uno aportando desde la luz que tiene. En esta coyuntura buscamos discernir la dirección del Espíritu Santo.
Luego del plebiscito, se están realizando reuniones y espacios de trabajo entre el Gobierno y partidos y grupos opuestos a los acuerdos con miras a revisarlos hacia un consenso nacional. Se están dando movilizaciones ciudadanas para insistir en no retornar a la guerra y para ser parte del proceso. Las FARC han reiterado su compromiso con la palabra como herramienta política en lugar del uso de las armas. Pero significa renegociar puntos sustanciales y lograrlo no será fácil. Si se logra, puede llevar a un acuerdo más incluyente de toda la población. Y a este proceso agregamos nuestra oración y trabajo por que otro grupo armado, el Ejército de Liberación Nacional, inicie negociaciones de paz.
Persistiremos en trabajar por la paz de Colombia, por su salvación, confiados en la promesa en Marcos 4.26-29 de que la semilla crece y se recogerá la cosecha del Reino de Dios.
–Pablo Stucky, representante regional, América Latina – Región Andina, Congreso Mundial Menonita