Diálogo: “A través de la Palabra”

“Para quienes no quieren creer, ningún argumento es válido, y para quienes quieren creer, los argumentos no son necesarios”.

Compartí dicha frase (de autoría desconocida) con una amistad de Ontario hace unos días. Hablamos de lo difícil que es que alguien cambie su posición sobre cualquier tema por una conversación que incluya argumentos lógicos y racionales. En cuestiones de fe, es aún más complicado porque comúnmente cada participante de una discusión sobre temas doctrinales o éticos, cree que tiene razón.

¿Conoce a alguien que haya cambiado su forma de pensar luego de escuchar un debate lógico?

La frase: “Ah sí, estaba seguro de lo que creía, pero cambié de posición después de escucharte”, según mi experiencia es algo poco probable. En cambio, he visto cómo las emociones se interponen en una discusión, se alza el tono de la voz y los interlocutores no escuchan ni comprenden en su afán de responder y contradecir.

Al conversar con esta amistad, llegamos a la conclusión de que los cambios en nuestro pensamiento constituyen más un proceso a largo plazo. A menudo, requiere al menos una relación constante y cordial en lugar de argumentos lógicos y bien estructurados.

Sin embargo, el diálogo entre los discípulos de Jesús es fundamental para fortalecer la identidad y fomentar la unidad en el cuerpo de Cristo.

Consideremos un ejemplo en el evangelio de Lucas, capítulo 24. En los versículos 13-35, conocemos la historia de dos discípulos que discutieron, con cierto grado de desacuerdo, sobre la persona de Jesús y los acontecimientos que acompañaron su muerte. Esa conversación fue indispensable para desarrollar la identidad de los discípulos como seguidores del Resucitado. También fue esencial para la unidad, que se encuentra en la comunión o al partir el pan a la mesa con Cristo.

¿Y si los discípulos hubieran rechazado la posibilidad de conversar dada la seguridad de sus convicciones? Hablar con el deseo sincero de escuchar y comprender a la otra persona requiere un inmenso grado de humildad y apertura. Sin esta actitud, la identidad y la unidad –ambos elementos necesarios para seguir a Jesús– son imposibles, según el texto de Lucas.

Los diálogos doctrinales y éticos que elaboramos dentro y fuera de nuestra hermandad en el Congreso Mundial Menonita (en diálogos oficiales entre iglesias, por ejemplo), tienen la intención de construir nuestra identidad y mantener el don de la unidad que solo el Espíritu de Dios hace posible. El diálogo entre iglesias requiere la claridad y firmeza de nuestras convicciones, como también humildad y apertura en nuestros encuentros.

Por tal motivo, en este número de Correo destacamos las conversaciones que hemos tenido recientemente dentro de nuestra comunión en relación al bautismo, y al diálogo intereclesial que hemos entablado sobre este tema en los últimos años con la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial.

Mi oración es que, como iglesia mundial, mantengamos posiciones claras y firmes en un marco de humildad y apertura, que nos permita crecer en identidad y unidad como discípulos de Cristo. ¡Que nuestro entendimiento siga iluminado por la presencia de Jesús, y que nuestros corazones sigan ardiendo a medida que el Espíritu obre en nuestras vidas y relaciones!


 

 

César García, secretario general del CMM, oriundo de Colombia, reside en Kitchener, Ontario, Canadá.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2021.