Dejemos que Dios haga la selección

Desde un barco en el Mar de Galilea, un pescador demuestra el antiguo arte de echar una red con forma circular, al agua. Las pesas a lo largo del borde exterior se hunden rápidamente, halando la red alrededor de cualquier ser vivo que se encuentre debajo de ella. Las aguas cercanas al lugar que Jesús tuvo como base para su ministerio, en Capernaum, estaban llenas de diferentes tipos de peces como tilapias, carpas y sardinas, esto, cuando sus primeros discípulos ejercían el oficio de la pesca.

La pesca era una aspecto significativo en la economía regional durante el siglo primero, esto se podía evidenciar en los nombres de las ciudades cercanas: Betsaida (“casa de pesca”) era el lugar de origen de Pedro, Andrés y Felipe; Tariacheae (“Pueblo de pescados en conserva”, llamado Magdala en Hebreo) era probablemente el hogar de María Magdalena. En los evangelios, los discípulos de Jesús aparecen en diferentes momentos arreglando redes de pescar, pescando toda la noche, contando peces, sacando una moneda de la boca de un pez e incluso desayunando comida de mar en la playa con el Cristo resucitado.

“Sucede también con el reino de los cielos como con la red que se echa al mar y recoge toda clase de pescado” dijo Jesús a sus seguidores. “Cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la playa, donde se sientan a escoger el pescado; guardan el bueno en canastas y tiran el malo. Así también sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles para separar a los malos de los buenos, y echarán a los malos en el horno de fuego” (Mateo 13,47–50).

En una época en la que algunas denominaciones cristianas se separan y dividen por cuestiones controversiales, la parábola de Jesús acerca de la pesca resulta formativa. Los pescadores de Galilea generalmente usaban redes y no anzuelos para atrapar los peces. El evangelismo y la disciplina de la iglesia, de acuerdo con esta ilustración, son amplios e incluyentes. Nadie es atraído de forma individual debido a la astucia o usando la violencia. Por el contrario, el amplio rango de una red implica una captura heterogénea y diversa. Al final de los tiempos, se realiza una selección – pero esta no es llevada a cabo por usted o por mí, sino por los ángeles.

¡Qué tentado me siento a comenzar a seleccionar ahora!

A desechar peces cuya política me irrita.

A descartar a aquellos que no son de mi agrado.

A deshacerme de cualquiera cuyos puntos de vista no parezcan bíblicos, de acuerdo con la forma en que interpreto la Biblia.

Pero en lugar de ponernos a usted y a mí a cargo de la selección, Jesús da a entender que debemos lanzar la red ampliamente. “Síganme, y yo los haré (redes) pescadores de hombres” dijo (Mateo 4,19).

De la misma manera, otras ilustraciones bíblicas sugieren que Jesús abogó por lograr conformar un grupo de personas incluyente. El reino de los cielos es como el campo de un agricultor el cual tiene tanto trigo como hierba mala, Él enseñó. Estos productos crecen simultáneamente hasta la cosecha, entonces los trabajadores (¿ángeles?) los seleccionan y arrancan las malas hierbas (Mateo 13,24-30).

En el Apocalipsis de Juan, es Cristo quien puede quitar los candelabros (las congregaciones), no las iglesias mismas (Apocalipsis 2,5).

Nuestro Señor no sugirió que las creencias y el comportamiento son irrelevantes para la salvación; hay consecuencias para aquellos que no logran estar a la altura. Cuando Dios traiga la cosecha al final de los tiempos, las malas hierbas se convertirán en humo y los peces malos terminarán en el horno, “en donde habrá llanto y crujir de dientes”. Hacemos bien en aprender, practicar y enseñar lo que Dios requiere para una vida santa.

Así que gracias a Dios, podemos enfocarnos en lanzar las redes y dejar que Él haga la selección.

– Comunicado del Congreso Mundial Menonita escrito por su presidente J. Nelson Kraybill. Adaptado de “Holy Land Peace Pilgrim” (5 de mayo de 2018, http://peace-pilgrim.com).

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