Aprender juntos a abordar la diversidad

Miércoles a la mañana

Siempre ha habido dos tipos principales de aprendizaje: el académico y el vivencial. La mayoría de nosotros tenemos una inclinación hacia uno u otro, pero la realidad es que ambos son necesarios para aprender. El conocimiento no hace mucho bien a nadie si no se aplica. De manera alternativa, a menudo es contraproducente y un desperdicio implementar algo sin una investigación previa. Explorar perspectivas diversas se podría concebir en el marco de múltiples contextos, ya sea que se relacione con nuestra familia anabautista mundial, el cuerpo mundial de Cristo o nuestra sociedad multicultural más amplia. Nuestra capacidad de aprender de alguien solo está limitada por nuestra capacidad de ver la imagen de Dios en cada persona, y nuestra apertura para permitir que el Espíritu de Cristo en nosotros nos enseñe a través de cualquier persona o situación, sin importar cuán diferente, incómoda o antipática sea. Al pensar en cómo sería para nosotros aprender juntos como familia anabautista mundial, nos vienen a la mente cuatro cualidades esenciales que Jesús manifestó: humildad, integridad, discernimiento y responsabilidad.

Humildad e integridad

La humildad y la integridad están igualmente ligadas a nuestra identidad en Cristo. Salmos 119 comienza con: “Dichosos los que van por caminos perfectos, los que andan conforme a la ley del Señor” (NVI). Si sabemos quiénes somos como hijos amados del Padre salvados por la gracia a través de la fe, podemos entablar conversaciones con personas de diversas perspectivas con humildad y sin sentirnos orgullosos o a la defensiva. Saber quiénes y de quién somos nos da seguridad para actuar con integridad en diversos entornos.

Jesús es claro: si permanecemos en él, haremos lo que él ordena y nuestra vida lo manifestará. Cuanto más sinceros seamos sobre quiénes somos y a quién seguimos, menos personas se sorprenderán cuando nos comportemos de cierta manera y como respuesta se vean obligadas a tomar una decisión. De la misma manera, Jesús conoció su identidad como Hijo de Dios y su llamado desde una edad temprana, lo que determinó sus prioridades, su ministerio y cómo la gente reaccionaba ante él.

Para actuar acorde a nuestro propio llamado como sacerdotes y embajadores de Dios, debemos saber quiénes somos en relación a nuestro Padre. Cuando tenemos confianza en lo que somos por el amor y el perdón de nuestro Padre, somos libres de brindar lo mismo sin expectativas. Jesús sabía que era el Hijo amado de Dios y, sin embargo, vino a servir, no a ser servido. Somos capaces de vivir esa misma identidad divina de hijos e hijas y seguir su ejemplo de servicio.

Discernimiento

El discernimiento no es tan sofisticado, pero últimamente me he dado cuenta de que se volverá más esencial para la iglesia a medida que el ruido y las noticias nos inunden con información, tanto verdadera como falsa. ¿Cómo, en medio del clamor de las voces y de los medios en el mundo, vamos a aprender de los demás mientras discernimos y damos testimonio de lo que es verdadero y auténtico?

Un pastor recientemente me reformuló el discernimiento como la capacidad de identificar la fuente: el mundo, nuestra carne, Satanás o el Espíritu. Nuestra habilidad para hacer esto es algo que solo se logra a través del Espíritu. Un pasaje de las Escrituras que lo ilustra es 1 Corintios 2: “pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios …. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido…. El que es espiritual lo juzga todo…. por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo”.

Una de las cosas más difíciles de aprender a confiar es en la experiencia de Dios de otra persona. Entre los cristianos, existe una amplia variedad de maneras en que las personas viven su relación con Dios y disciernen la dirección y guía de Dios en su vida. A veces evaluamos el hecho de aprender de otros como si siempre estuviéramos aprendiendo directamente de Dios. Pero lo que aprendemos de los demás no siempre es de Dios o concuerda con la Palabra de Dios. Esto es algo que es discernido por el Espíritu, con quien siempre debemos poner a prueba todo lo que recibimos (1 Juan 4:1, 1 Tesalonicenses 5:21), ya sea profecía, enseñanza o experiencia y compararlo con la Palabra de Dios.

Responsabilidad

La responsabilidad es lo más peligroso que viene con el aprendizaje. Es un principio del reino que el conocimiento y las bendiciones conllevan la responsabilidad de administrarlos bien ante Dios. “A todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá aún más” (Lucas 12:48, NVI).

Ahí radica el peligro del aprendizaje unilateral: adquirir conocimientos sin ponerlos en práctica. Esto se aplica particularmente al Occidente y aquellos de nosotros que hemos crecido en ámbitos cristianos. Aun así, tener menos no exime a nadie de responsabilidad. Hay muchos recursos disponibles en mi cultura para ayudar a las personas, desde libros, conferencias, contenido de redes sociales, retiros y cohortes; es posible conseguir cualquier tipo de contenido. A veces me pregunto qué le pasaría a la Iglesia en el Occidente si se le quitara todo ello. Si todo lo que nos quedara fuese la Palabra de Dios, el mundo creado y el pueblo de Dios dirigido por el Espíritu Santo, ¿sería suficiente para que aprendiéramos?

No digo que debamos ignorar todos los recursos que existen, pero mi preocupación, incluso al evaluar mi propia vida, es cuán fácilmente puedo recurrir a otras fuentes de crecimiento y conocimiento además de la verdadera Fuente. Y lo que es más importante, ¿qué estoy haciendo con todo lo que he aprendido y adquirido?

Este es mi desafío para ustedes, amados hermanos y hermanas, en estos tiempos tumultuosos, como dice Efesios, “así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza, y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (Efesios 4:14-15). A medida que nos transformemos constantemente a la imagen de Cristo, que nuestra capacidad de aprender juntos con toda humildad e integridad propicie un mayor discernimiento a través del Espíritu para conocer la verdad y manifestar lo que significa vivir nuestra vida en consecuencia.

Este es el reino que Jesús inició y este es nuestro llamado como el cuerpo de Cristo: concretarlo para que el mundo lo vea.

—Larissa Swartz se desempeña como presidenta del Comité de Jóvenes Anabautistas, YABs (2015-2022). Actualmente, está por iniciar una nueva etapa en la ciudad de Nueva York con miras a formar parte de un movimiento de iglesias que se reúnen en casas.

Aprendiendo Juntos – Mañana Plenario: 6 de julio 2022


Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en Octubre de 2022.