Adorar a un Espíritu vivo y activo

Alemania

El camino recorrido en la iglesia entre la tradición menonita y la tradición pentecostal comenzó antes de que naciera. Debido a un comentario desconsiderado y francamente vergonzoso que se hizo sobre mi madre desde el púlpito cuando ella tenía quince años, dejó la iglesia menonita a los dieciocho años.

Mi padre y mi madre criaron a sus hijos en iglesias evangélicas, hasta que finalmente llegó la sanación emocional gracias a una iglesia fundada en New Holland, Pennsylvania, EE.UU. Curiosamente, aunque clasificada como no denominacional, esta congregación fue establecida por menonitas y se caracterizaba por los dones del Espíritu Santo que surgieron del movimiento pentecostal.

Tras ingresar a un instituto bíblico, mi propio camino en la iglesia me llevó a recorrer una gran variedad de movimientos, que algunas personas podrían considerar problemáticos en el mejor de los casos, y otras personas podrían denominarlos de carácter sectario en el peor de los casos. Finalmente, encontré estabilidad al fundar mi fe en mi relación con Dios y en el estudio de la Palabra de Dios, no en un movimiento o denominación.

La investigación anabautista abre interrogantes

Cabe señalar, asimismo, que es precisamente por la investigación que hice sobre la historia anabautista —un movimiento que enfatizaba los principios de la verdad a partir de la Palabra, el pacifismo y la justicia social—, que comencé a cuestionar algunas cosas. ¿Por qué tanto el movimiento pentecostal como el menonita relegaron a un segundo plano las cosas que eran características del movimiento de otros, cuando claramente surgían cosas buenas de ellas?

A saber, ¿por qué parecía que las iglesias carismáticas enviaban a sus hijos a campamentos menonitas y calvinistas para memorizar las Escrituras y aprender más historias bíblicas?

Por otro lado, ¿por qué parece que los predicadores menonitas a menudo relegan la enseñanza del Espíritu Santo a un sermón de pasada una o dos veces al año?

Aunque haya cuestiones doctrinales secundarias que nos definan de manera diferente como pentecostales y menonitas, finalmente me di cuenta de que no se trataba de pensar en términos de “esto o lo otro”, sino de “esto y esto/ambos”.

El celo pentecostal aviva la fe

Me di cuenta de ello cuando investigué la historia del movimiento anabautista, y vi el celo que encendió a tantas personas en los primeros días del movimiento, a fin de dar su vida por la verdad en la que creían. Cambió mi manera de pensar porque comprendí que su fuego encendía un celo igual o mayor por el Señor que el que sentía en cualquier iglesia pentecostal o carismática.

En lo que se refiere a mi propia historia, más de uno de mis antepasados perdieron familias enteras en Francia por no retractarse de sus creencias protestantes, o huyeron de Alemania con otros anabautistas perseguidos.

Así como se cerró el círculo del recorrido de mi madre para recibir sanación emocional y espiritual a través de una iglesia fundada por menonitas, también la sanación de mi familia continúa en los lugares a los que Dios me está guiando. Actualmente, integro el equipo de liderazgo de una iglesia internacional multicultural en Halle, Alemania, establecida por medio de la cooperación entre Verband Deutsche Mennoniten, Misiones Menonitas del Este, y Deutsches Mennonitisches Missionskomitee.

El equilibrio guía la acogida multicultural

Me ayudó mucho aprender a alcanzar un equilibrio al reconocer al Espíritu Santo tanto como amar al Padre por medio de Jesucristo, como una parte viva y activa del Dios que adoro.

En la Iglesia Soli Deo realizamos cultos en varios idiomas en casi todas las reuniones, incluidos los cultos dominicales, por lo que hemos aprendido que es necesario un equilibrio similar. Tenemos que ser pacientes y estar abiertos a personas de trasfondos diferentes, así como ellos tienen que ser pacientes con nosotros.

Se logra un equilibrio cuando, por un lado, nos aferramos a las creencias que podrían estar basadas en la cultura de la iglesia occidental y, por otro lado, reconocemos que otras culturas contienen expresiones de Jesús basadas en su trasfondo cuando se acercan al Padre por medio del Hijo y del Espíritu Santo. Tal vez nos veamos diferentes, pero somos uno cuando fijamos nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12,2).

Es muy importante aprender a escucharnos unos a otros mediante el amor. Algunos de los que se han unido a nosotros no se sienten cómodos con las expresiones abiertas del Espíritu Santo que surgieron del movimiento pentecostal, mientras que otros lo encuentran esencial para la práctica de sus creencias. Y, sin embargo, ambos grupos han encontrado un hogar con nosotros. Todos quisieran adorar juntos, así que encontramos la manera de hacerlo aunque algunos dirían que es imposible.

Lo que me prepara para ayudar a liderar una iglesia internacional es precisamente mantener en equilibrio la valoración de los principios anabautistas de seguir a Jesús y la espontaneidad de la presencia y acción del Espíritu Santo.

Este tipo de amor y valoración de las diferencias constituye el mensaje mismo del evangelio y es lo que nos mantiene en comunión a pesar de nuestro trasfondo multicultural. Y creo que aprender a alcanzar este equilibrio nos impulsará al próximo gran movimiento de Dios en esta Tierra.

—Kellie Swope, miembro del equipo de liderazgo de la Iglesia Soli Deo, una iglesia menonita de Halle, Alemania.


Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2022.