Actualización de la colaboración en el ministerio: ICOMB – Mayo 2022

Con el poder del Espíritu

La llenura del Espíritu de Dios en nuestras vidas se refleja tanto en el proceso de maduración por el que somos transformados a la imagen de Cristo como en el poder del Espíritu para proclamar a Cristo. El Espíritu ha venido a dar testimonio de quién es Jesús y a ser testigo de su obra salvadora en el mundo (Juan 15,26-27; 16,8-11). El Espíritu también capacita a los discípulos de Jesús para que sean testigos (Hechos 1,8), testificando no sólo a través de lo que dicen y hacen (Mateo 10,17-20), sino también a través del testimonio de sus vidas (2 Corintios 3,2-6). 

En el Antiguo Testamento vemos que el Espíritu viene sobre el pueblo de Dios, permitiéndole actuar por su poder o profetizar bajo su influencia (Judas 14,6; 1 Samuel 10,10-11). Del mismo modo, el Espíritu de Dios llenó a los discípulos de Jesús en la iglesia primitiva para cumplir su propósito de anunciar a Cristo (Hechos 2,4; 4,7-8; 4,31). El poder del Espíritu de Dios se manifestaba tanto en la palabra como en los hechos, así como en las señales y los prodigios (Romanos 15,18-19; 1 Corintios 2,4-5). Sin embargo, el poder del Espíritu tiene un aspecto muy diferente al de las expresiones mundanas de poder: Jesús vino en la debilidad de la carne humana y, sin embargo, vivió con el poder de Dios (2 Corintios 13,4). Así también, es en nuestra propia debilidad donde el poder de Dios se manifiesta a través de la fuerza de su gracia y su amor (2 Corintios 12,9-10). 

El poder del Espíritu también se expresa en el don que da a todos los creyentes para servir a los demás y edificar la iglesia (1 Corintios 12,11). El Espíritu se revela a través de los dones que otorga a cada miembro del cuerpo de Cristo, que distribuye a hombres y mujeres según su elección (1 Corintios 12,7). Hay diversidad de dones, pero la fuente es el mismo Espíritu (1 Corintios 12,4). Cada don contribuye al propósito del Espíritu de servir y edificar la iglesia. Dado que los dones son una expresión de la gracia de Dios, el amor de Dios debe ser la motivación para usar los dones propios (1 Corintios 13,1-3). 

Puesto que Cristo mismo sufrió, no debemos sorprendernos cuando también experimentamos el sufrimiento (1 Pedro 2,21; 3,17-18; 4,12-14). La presencia del Espíritu de Dios en nuestras vidas nos ofrece consuelo y esperanza en medio de nuestro sufrimiento y ayuda en nuestra debilidad (Romanos 8,26-30). Es en nuestra debilidad donde el poder de Dios actúa haciendo visible la vida de Jesús a través de nosotros (2 Corintios 4,7-12). 

¿Cómo has experimentado el poder del Espíritu esta semana? 

—Doug Heidebrecht 


ICOMB
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