“No llores”, me dijo un miembro de la iglesia cuando perdí trágicamente a un familiar. “Lee este versículo de la Biblia”, prosiguió. Sin embargo, no la podía escuchar. Necesitaba que alguien me escuchara, alguien dispuesto a llorar conmigo y a acompañarme durante esos días de profunda tristeza. No necesitaba una lección bíblica, necesitaba a un amigo o una amiga.
Hace unos años, un pastor de una congregación local me decía, “no creo en los consejeros. Las personas necesitan saber cómo obedecer la palabra de Dios, en vez de depender de lo que alguien les diga. Aconsejar genera dependencia”, decía. Años después, escuché a un miembro de su congregación expresar su resentimiento contra la iglesia, debido a la soledad y desamparo que sintió durante la enfermedad terminal de un familiar. ¿Dónde estaba su pastor durante los difíciles momentos de sufrimiento, interrogantes y desesperanza?
Necesitamos a alguien que nos acompañe durante momentos difíciles. Necesitamos el apoyo de los demás cuando lidiamos con conflictos, resentimiento, enfermedades y muerte. Necesitamos la compañía de personas sabias que nos ayuden a identificar nuestras debilidades y fortalezas, y a descubrir sus causas. Necesitamos guía cristocéntrica sobre la sexualidad, cómo administrar nuestro dinero, y cómo transitar momentos cruciales de la toma de decisiones en nuestra vida: el casamiento, la crianza de los hijos, la elección de una profesión, la jubilación, entre otras decisiones.
Es decir, necesitamos el discipulado. La consejería cristiana no tiene que ver con dar consejos o decirle a los demás lo que deberían o no deberían hacer. Se trata de acompañar a los demás de modo tal que los ayude a tomar decisiones en base a su decisión de seguir a Cristo. De eso se trata el discipulado. Tiene que ver con seguir el ejemplo de Cristo en nuestra vida cotidiana y, para ello necesitamos la compañía compasiva de otros miembros de nuestra comunidad, y el apoyo de los dones especializados que nos puedan ayudar a afrontar problemas concretos.
Actualmente, en círculos cristianos el discipulado se denomina de muchas maneras: orientación personal (coaching), terapia, orientación espiritual, asesoramiento (mentoring), tarea pastoral, orientación psicológica (counselling). Esto sólo demuestra la gran necesidad que existe de encontrar personas que sean competentes, que puedan ser realmente útiles para los ámbitos específicos de las necesidades del discipulado. La depresión, por ejemplo, o un problema de aprendizaje, son cuestiones que requieren una formación especial de la persona que se desempeñe como consejero.
A un nivel básico, todos tenemos la maravillosa oportunidad de acompañar a los demás en su experiencia de discipulado. Aun en momentos sumamente difíciles y de grandes desafíos para quienes están sufriendo, podemos acercarnos compasivamente sin ofrecer palabras o consejos vacíos. Sólo escuchar. Muchas congregaciones locales del Sur global, en un contexto de violencia y sufrimiento, están aprendiendo cómo apoyar a otros mediante la escucha activa. Han descubierto el poder sanador que se esconde en la sencilla acción de brindar su presencia sin juzgar. La compasión, repito, se ha convertido en su rasgo distintivo.
Sin embargo, en muchos lugares del Sur global, es enorme la necesidad de ministerios especializados en orientación psicológica. ¿Cómo abordaremos la enfermedad mental? ¿Cómo ayudaremos en la sanación de los recuerdos que requiere habilidades específicas de orientación psicológica? ¿Cómo se podría compartir los enormes recursos del Norte global con nuestras iglesias del Sur global? Me refiero a los recursos educativos en el área de orientación psicológica, resolución de conflictos, asesoramiento, terapia, etc.
Este número de Correo sólo intenta ser una humilde iniciativa que procura invitar a nuestras iglesias a pronunciarse más sobre estos temas y de modo multicultural. Es necesario que compartamos nuestros recursos educativos, experiencias y necesidades a fin de crecer juntos en nuestro llamado al discipulado.
Que Dios guíe a nuestras iglesias de todo el mundo a que lleven a la práctica un acompañamiento compasivo, sirviendo así como comunidades de sanación que toman en serio nuestro llamado al discipulado.
—César García, secretario general del CMM, desde su oficina en la sede central en Bogotá, Colombia.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2017.