Al corriente: octubre 10, 2020
Volverse vulnerable ante los demas
Hay un momento en que todo cambia para los estudiantes que cursan la materia de Misión y Ecumenismo en la Universidad Vrije de Ámsterdam, Países Bajos. Este curso de carácter obligatorio está compuesto por una gran diversidad de estudiantes. La mayoría representa matices de la tradición reformada: algunos estudiantes (principalmente hombres jóvenes) se consideran “conservadores” o biblistas; otros estudiantes (principalmente mujeres) son “progresistas”. Hay bautistas (“evangélicos”), menonitas (considerados los más progresistas), pentecostales y estudiantes sin una clara afiliación religiosa.
La mayoría de los estudiantes son bastante escépticos sobre el ecumenismo. Algunos no creen que haya necesidad de reflexionar sobre su relación con otros cristianos. Otros estudiantes creen que las relaciones entre cristianos son irrelevantes en el contexto de los encuentros multirreligiosos y del secularismo extremo.
Sentar las bases
Durante las primeras sesiones del curso, Heleen Zorgdrager -mi colega de la tradición reformada- y yo guiamos a los estudiantes en el estudio de textos bíblicos sobre la unidad de la iglesia, tales como Juan 17 o Efesios 4.
Al reflexionar sobre la eclesiología (la naturaleza de la iglesia), descubrimos que “ser uno” es una característica esencial de la iglesia en todas las tradiciones.
Ser receptivo al otro es muy distinto a que trate de convencer a los demás de que mi camino no solo es legítimo sino superior. |
También aprendemos sobre la historia del movimiento ecuménico.
Hasta entonces la mayoría de los estudiantes prefieren permanecer en terreno conocido. Han aprendido a “tolerar” a los demás, pero puedo percibir que tienen estereotipos unos de otros (y de su profesor menonita).
Ninguno realmente cuestiona lo que ha creído hasta ahora. Les animo a expresar su propia identidad, y a valorar lo que han aprendido de sus sistemas de creencias y de sus experiencias personales con la iglesia.
Volverse receptivos
Entonces llega un momento en el que todo cambia.
Esto ocurre generalmente cuando introduzco el concepto de “ecumenismo receptivo”. En lugar de preguntar, ¿qué necesitan aprender otras tradiciones de la mía?, la pregunta principal sería, ¿cuáles son las debilidades que percibo en mi propia comunidad? Y, ¿hay “dones” en otras tradiciones que podrían ayudarme a superar estas debilidades? Paul Murray, quien ha desarrollado este enfoque en el Centro de Estudios Católicos de Durham, sostiene la siguiente premisa: “Si todos formuláramos esta pregunta seriamente y actuáramos en consecuencia, entonces todos nos movilizaríamos a fin de profundizar nuestras auténticas identidades, lo cual nos llevaría a establecer vínculos más estrechos”.
Por supuesto que al principio hay cierta reticencia. Los estudiantes se dividen en grupos de tres o cuatro, conformados por personas de diferentes trasfondos. Esto brinda un espacio seguro para compartir los problemas, dificultades, desafíos e incluso el dolor que atraviesan en su propia comunidad.
Compartir la vulnerabilidad
Cuando regresan al grupo más amplio, todo se siente diferente. Los estudiantes ahora expresan, a veces con lágrimas en los ojos, las experiencias que nunca pensaron que fueran a compartir con nadie, y mucho menos con alguien que no perteneciera a sus propios círculos.
Los otros estudiantes escuchan con empatía. Toda la arrogancia y la ignorancia de las sesiones anteriores ya no están.
Ahora se relacionan entre sí, construyendo confianza gradualmente. Ya no se trata de tolerancia en el sentido de indiferencia, sino que implica un interés real en el otro y una búsqueda común y honesta de sabiduría bíblica y reflexión teológica que responda a los desafíos expresados.
Los estudiantes comienzan a preguntarse unos a otros: ¿Cómo se hace eso en tu comunidad? ¿Por qué motivos? ¿Por qué no puedo hacer/creer lo mismo en mi propia iglesia? ¿O, sí puedo?
Entonces, el aula se convierte en un verdadero espacio ecuménico, una imagen de la “única casa de Dios” en toda su diversidad. Nos hemos convertido en creyentes que procuran fortalecerse mutuamente en la fe al compartir las dudas en presencia del otro. ¿Podemos recibir juntos aquello que es de Dios?
Recibir los dones
Para mí, siempre es un milagro cómo cambia el espíritu, cuán amablemente se comportan los estudiantes entre sí, cuán cautelosos son al señalar las fortalezas de la tradición del otro.
Después de haber participado en instituciones y diálogos ecuménicos oficiales durante décadas, me doy cuenta de que ser receptivo al otro es muy distinto a que trate de convencer a los demás de que mi camino no solo es legítimo sino superior. A menos que me haga vulnerable frente al otro ‒confiando en que no destruirá mi fe, sino que se convertirá en un compañero para hacerla crecer‒, no podré recibir los dones de una iglesia mundial que celebra su diversidad reconciliada como una bendición de Dios.
Además, ¿no es este enfoque exactamente la sabiduría de la iglesia de paz, que enseña la no violencia como otra característica esencial de la iglesia de Cristo? Ser no violento con otra opinión, cultura, mentalidad o tradición, hace que mi propia fe sea vulnerable. Como sabemos por nuestra propia historia, esto requiere mucho valor y una profunda confianza en la guía del Espíritu de Dios.
¡Me siento orgulloso de la confianza de mis estudiantes! Aprendo mucho de ellos.
Fernando Enns, miembro y vicepresidente de Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Gemeinden (Alemania), es docente de la Vrije Universiteit de los Países Bajos y la Universidad de Hamburgo (Alemania). Ha participado en los diálogos trilaterales del CMM con la Federación Luterana Mundial y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad Cristiana. Además, es miembro del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias.
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