Al corriente: mayo 23, 2018
¡Justicia climática ya!” “¡El pueblo al poder!” “¡Mantengan los recursos donde pertenecen!”, resonó a través de los pasillos mientras caminaba por la Zona Azul, el lugar donde 197 Estados miembros de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), se reunieron en diciembre de 2015 para decidir sobre el futuro de nuestro clima. Era la primera vez que asistía a estas negociaciones sobre el clima y resultó ser una reunión histórica en la que se aprobó el Acuerdo de París (un acuerdo mundial para salvar/proteger el clima y las personas que viven en este planeta).
Era también la primera vez que entraba en contacto con un gran número de comunidades basadas en la fe que abogaban por entornos sostenibles y resiliencia climática, luchando junto a las comunidades y personas más vulnerables. Admitidos como observadores oficiales, las comunidades basadas en la fe tuvieron la oportunidad no solo de hacer un arduo trabajo preliminar de incidencia política acercándose a los negociadores uno a uno, sino que incluso se les dio un espacio para hacer oír su voz ante una audiencia de ministros y Jefes de Estado en el Diálogo de alto nivel.
El cambio climático no es una “noticia falsa”, sino una dura realidad en todo el mundo, que se hace sentir más intensamente en nuestros hermanos y hermanas del Sur global. La destrucción del medio ambiente y el cambio climático, intensificados a través del estilo de vida que se lleva en el hemisferio norte, son factores clave que contribuyen a la pobreza. La presión continua sobre nuestros recursos compartidos priva a los más pobres y más vulnerables de tener vidas sostenibles y dignas; y esto no es rara vez motivo de conflicto.
La crisis climática actual y las injusticias climáticas muestran claramente que un entorno sostenible, la dignidad humana y una mayor resiliencia de las comunidades más vulnerables, están estrechamente relacionados y son mutuamente dependientes. Por lo tanto, como menonitas y cristianos en Alemania, procuramos un mayor grado de sostenibilidad en nuestras acciones a fin de proteger la creación de Dios para las generaciones futuras y para el sustento de millones de personas en la actualidad.
A menor escala, esto comienza con algunas de nuestras congregaciones que tienen paneles solares en sus techos para reducir el consumo de energía de combustibles fósiles.
Continúa con algunos de nuestros miembros que se niegan a poseer un automóvil, porque simplemente no es necesario en las zonas urbanas.
Muchas de nuestras congregaciones participan en actividades de los barrios para fortalecer las comunidades locales y apoyar a los menos privilegiados.
Todas estas iniciativas derivan del compromiso de cuidar la maravillosa creación que se nos ha encomendado.
Sin embargo, es necesario que incluyamos más de estos temas en la agenda de nuestras iglesias: el 100 por ciento de energía renovable, consumo responsable, educación teológica para el desarrollo sostenible y trabajo de incidencia local. Además, participar activamente en la familia de fe ecuménica podría ampliar este compromiso local y llevarlo a un nivel mundial. A través del trabajo de incidencia en la escena política e influyendo en las políticas y decisiones, podemos cuidar a quienes son parte del pueblo de Dios y no son exactamente nuestros vecinos, sino miembros de la familia de Dios a nivel mundial.
Volviendo a las negociaciones sobre el clima: como comunidad ecuménica mundial de iglesias, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) tiene un rol prominente entre las comunidades basadas en la fe y las negociaciones sobre el clima. La AMG (nuestra convención) y otras convenciones menonitas que son miembros del CMI, se unieron al “Peregrinaje por la justicia y la paz”, en 2013, en resonancia con los valores anabautistas. En el contexto del clima, esto se ha traducido en el “Peregrinaje por la justicia climática y la paz”: creando conciencia de que no se debe olvidar la justicia climática y que se debe dar voz a los más débiles y vulnerables de nuestra comunidad mundial.
“Necesitamos la sabiduría de la creación”, dijo Olav Fykse Tveit, secretario general del CMI, durante el culto por la justicia climática en recientes negociaciones sobre el clima: “Una sabiduría que vea la realidad, entienda y reconozca los tiempos en que vivimos. Una sabiduría que [...] tenga el valor de actuar y de abrir un nuevo camino para que podamos prepararnos juntos para el futuro”.
Nuestro amor por Dios y por el pueblo de Dios nos impulsa a alzar nuestras voces, a acompañar a los vulnerables, a participar activamente en política y a luchar por la justicia climática en el mundo. Por lo tanto, unamos nuestras fuerzas ecuménicas y oremos mientras seguimos caminando en este peregrinaje: “Dios de la vida, guíanos a la justicia y la paz”.
--Rebecca Froese, miembro de AMG (Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Gemeinden en Deutschland), una iglesia menonita miembro de Alemania.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2018.
El Grupo de Trabajo de Cuidado de la Creación trabajará con las iglesias miembro del CMM para:
- Incrementar la conciencia sobre la crisis climática.
- Presentar maneras prácticas de alentar un estilo de vida fiel desde un punto de vista ecológico.
- Explorar las formas en la que los países representados están siendo afectados por la crisis climática.
- Alentar el desarrollo de capacidades bíblicas y teológicas relevantes para la crisis climática.
- Desarrollar un plan estratégico para el CMM que incluya proyectos prácticos a corto plazo y compromisos a mediano y largo plazo.
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