Viernes a la mañana
Dios vio todo lo que había hecho, y en verdad, era muy bueno. Esto es lo que nos relata Génesis cuando Dios había creado el cielo y la tierra.
Dios celebra la bondad de toda la creación.
¿Aún sigue siendo cierto? ¿El “muy bueno” aún existe en estos tiempos difíciles?
¿Dónde está cuando una madre tiene que ver con horror cómo los soldados matan a sus hijos? ¿Dónde está cuando las mujeres son violadas, cuando los terroristas atacan los pueblos? A veces, este “muy bueno” parece hundirse y desaparecer en una profunda oscuridad.
Me desempeño como diácono en el Congreso Mundial Menonita. Visitamos a las personas para acompañarlas y expresarles que el cuerpo mundial de la iglesia está allí con ellos. Visitamos a la iglesia cuando celebra con alegría, como en la inauguración de un nuevo edificio. También visitamos a personas que sufren, como en la Rep. Dem. del Congo, en Burkina Faso. Y he descubierto que sí, la belleza de Dios todavía está allí, morando entre nosotros en estas horas oscuras.
En la República Democrática del Congo, una delegación de diáconos del CMM visitó algunas de las iglesias cuyos miembros habían abierto sus hogares a las personas desplazadas que huían de las zonas de guerra en el este. Los visitantes escucharon historias de un horror inimaginable, a mujeres que habían sido obligadas a ver cómo mataban a sus maridos e hijos, a mujeres que habían sido violadas y apenas habían sobrevivido. Muchos de ellos se quedaron sentados en silencio, incapaces de contar lo que les había sucedido.
Como visitante, ¿qué palabras de consuelo puedes brindar? Los visitantes a menudo se quedaban sentados, llorando, sintiéndose impotentes, sin palabras.
Y fueron estas mujeres las que encontraron la fuerza y las palabras para consolar a sus visitantes que habían quedado anonadados ante estos horrores. Estas mujeres estaban paradas allí, consolando a quienes fueron a consolarlas. Veo la belleza de Dios Creador en ellas, en este abrazo profundo. El “muy bueno” de Dios resplandece en toda esta oscuridad.
Nos visitamos mutuamente como los amigos de Job que fueron a visitarlo para compartir su dolor; se sentaron en silencio con él durante siete días y siete noches. Me senté con él compartiendo su oscuridad. Se sentaron con Job, quien luchó por encontrar la justicia de Dios, luchó por encontrar un Dios al que pudiera amar.
Según su origen, la palabra diácono significa ‘actuar en lugar del que te envía’. Un diácono es la presencia de quien envía al diácono. Cerca de dichos enviados especiales están los ángeles que traen consigo la presencia de Dios, sacando a la luz el “muy bueno” de la creación. Sí, había ángeles presentes en estas visitas al Congo; y espero que a veces hayan entrado con los diáconos. Pero, en esos momentos de lágrimas sin voz, mientras quienes habían sufrido terrible violencia consolaban a sus visitantes, dichas mujeres eran los ángeles. Vi en sus rostros la bondad de Dios brillando en la oscuridad. Habíamos estado visitando las casas de ángeles.
Así que entremos en estas casas de ángeles, en este mundo quebrantado, sentémonos con ellos compartiendo su pena, en silencio, a veces con lágrimas, y luego, tal vez mucho después, incluso con gritos de alegría. Celebremos la bondad de Dios visitando entre nosotros.
—Jürg Bräker, secretario general de Konferenz der Mennoniten der Schweiz/Conférence Mennonite Suisse (Convención Menonita suiza), anciano y teólogo de Mennoniten Gemeinde Bern (Alttäufer). También integra la Comisión de Diáconos del CMM.