La existencia interdependiente

 

¿Por qué importa la comunidad mundial? Profundizar nuestro compromiso común de ser una familia mundial

Como Congreso Mundial Menonita, compartimos el compromiso de ser una hermandad (koinonia) mundial de fe y vida. Juntos, anhelamos ser una hermandad que trascienda las fronteras de nacionalidad, raza, clase, género e idioma. Pero debido a nuestra diversidad, cada iglesia miembro del CMM aporta una singular comprensión de la importancia de la hermandad mundial al participar e invertir en el CMM.

El número de abril 2015 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Por qué mi hermandad local o regional necesita una hermandad mundial?

La existencia interdependiente

Cuando yo era niña, mi madre ya fallecida tenía una cocina con techo de pasto delante de una orundu, pequeña huerta con todo tipo de verduras. La orundu servía de “campo de prueba”, donde se podían plantar semillas nuevas para comprobar su poder de germinación y maduración. Tras pasar por esta prueba, el nuevo cultivo podía ser plantado en la puodho, finca más grande.

Una orundu bien cuidada no era suficiente para la familia; pero la puodho se abastecía de la orundu de muchas maneras. Durante mi infancia, la familia se alimentaba de la orundu mientras esperábamos las cosechas de la puodho. La orundu era más fácil de cuidar ya que estaba más cerca que la puodho; ésta era más grande pero estaba lejos de la vivienda y exigía un mayor cuidado, aunque tenía mayores cosechas.

Cuando pienso en la conexión entre la congregación local y la familia de la iglesia mundial, orundu y puodho constituyen símbolos contundentes. Aún más importante, las imágenes expresan la manera en que lo mundial depende de lo local y viceversa, lo que denomino la existencia interdependiente.

Los términos “mundial” y “local” son intrínsecamente interdependientes, especialmente en la iglesia como comunidad de creyentes reunidos por su fe en Dios. Como pastora y representante regional del Congreso Mundial Menonita, son dos mis ámbitos de orundu: Eastleigh Fellowship Centre (EFC), pequeña congregación menonita al este de Nairobi, Kenia, y la comunidad menonita de África Oriental.

En la congregación EFC, por ejemplo, adoramos a Dios mediante canciones de alabanza, oración, predicación, fraternidad, visitas, enseñanzas y clases de escuela dominical, en un contexto en el que la mayoría de la gente es de origen musulmán y somalí. Este contexto no constituye sólo un desafío sino que, a veces, es desgarrador. Aunque valoramos cómo está conformada nuestra región, reconociendo que todos los pueblos son fruto de la creación de Dios, en cuestiones de fe es necesaria la hermandad de una comunidad más amplia: una comunidad mundial que trascienda la localidad donde seamos minorías religiosas, una comunidad en la que nos vinculemos con hermanas y hermanos en Cristo de todo el mundo. Es posible que nuestra orundu se estanque si no nos nutrimos permanentemente del valor, consuelo y fortaleza de Dios mediante la existencia y aliento de la comunidad en su totalidad.

Nuestras asociaciones regionales con la comunidad menonita de África Oriental facilitan nuestros vínculos mundiales. Compartimos a nivel regional para poder identificarnos mejor con la comunidad mundial y participar eficazmente en ella. Las reuniones regionales brindan una intermediación eficaz entre lo local y lo mundial. Obispos, directivos y varios departamentos de la Iglesia Menonita de Kenia y la Iglesia Menonita de Tanzania (Kanisa la Mennonite Tanzania) a nivel nacional, cumplen una función central en guiar a los/las creyentes hacia un objetivo común: ser el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27).

¿Cuáles son algunos de los beneficios que brindan estos vínculos entre las comunidades locales y la comunidad mundial? 

 Un beneficio es la armonía. Desde la sociología, se ha definido el concepto del “otro” o la “alteridad” como la fuerza que divide a la gente. Esta alteridad no es innata sino construida. La gente decide qué es lo “diferente” y lo excluye. Esto podría ser muy destructivo para el cuerpo de  Cristo. Como creyentes, compartimos la posibilidad de ser un cuerpo en Jesucristo, y ello debería ser nuestro eje central, independientemente de las diferencias geográficas, culturales o raciales, o en ocasiones, desequilibrios económicos y crisis políticas. Deberíamos abocarnos a iniciativas tendientes a eliminar las fuerzas de “alteridad” en la iglesia, a fin de que el “otro oprimido” pueda tener un lugar entre los cristianos como el “otro agraciado”. Por ejemplo, la existencia armoniosa de EFC con la comunidad predominantemente no cristiana no debería pasar desapercibida.

Como iglesia mundial, acompañemos a los grupos minoritarios en las zonas donde el evangelio esté amenazado. Es hora de reexaminar la relación entre teología y economía. La iglesia mundial debería orientar sus objetivos hacia el bienestar de sus miembros. Se trata definitivamente de una enorme responsabilidad, aunque Jesús fue claro al decir que no era fácil entrar en el Reino de Dios (Mateo 18:3-4; Marcos 9:47; Lucas 18:24-25), pero que podíamos hacer todas las cosas por medio de Cristo (Filipenses 4:3).

Otro beneficio es la identidad. Habiendo asistido y participado en numerosos foros del CMM, puedo atestiguar el enorme esfuerzo que se realiza para fomentar una identidad común. Es de vital importancia la elaboración de teologías y terminologías teológicas que promuevan la unidad en vez de la homogeneidad.

Participar en foros de la iglesia mundial, nos empodera y, posteriormente, iremos sintiendo la necesidad de redefinir nuestras categorías sociales, a fin de reforzar la identidad común como cuerpo de Cristo. Una identidad común no nos impone la homogeneidad. En cambio, nos permite  ir más allá de nuestras posturas cómodas hacia una hermandad valiosa y profunda. Cuando participamos juntos como comunidad mundial, podremos identificar y procurar redefinir verdaderamente nuestras categorías sociales.

Los acuerdos, desacuerdos y negociaciones son elementos saludables en la redefinición de nuestra identidad. No deberíamos apartarnos de la hermandad por temor a estos conflictos saludables, porque sería equivalente a cerrar las puertas a la misma hermandad con Dios que quisiéramos desarrollar. En definitiva, modificamos nuestras conductas y autoimagen en base a  nuestras interrelaciones y a las reflexiones que hagamos sobre estas interrelaciones.

Para concluir, conforme se aproxima y hacemos los preparativos para la Asamblea del Congreso Mundial Menonita, no deberían subsistir puntos de vista progresistas, conservadores ni intermedios. En cambio, nuestro lema debería ser, “la hermandad del cuerpo de Cristo”. Necesitamos tanto orundu como puodho, local y mundial. Nos necesitamos mutuamente.

Rebecca Osiro, pastora y teóloga, es la primera mujer ordenada para el ministerio de la Iglesia Menonita de Kenia. Es representante regional de África Oriental del CMM y miembro de la Comisión de Fe y Vida. Además, ha representado al CMM en el diálogo trilateral entre menonitas, católicos y luteranos.

 

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