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Desigualdad económica: Examinemos nuestro compromiso común en pos del Shalom
Como comunión mundial de iglesias afines al anabautismo, compartimos el compromiso de procurar el shalom. En dicha búsqueda, creemos en la necesidad de intentar alcanzar la justicia y de compartir nuestros recursos, sean materiales, económicos o espirituales. Nuestra enorme diversidad implica llevar a la práctica este compromiso de muchas maneras. En el número de abril 2014 de Courier/Correo/Courrier, líderes de toda nuestra hermandad –promotores del shalom y seguidores de Cristo–relatan cómo los anabautistas abordan las problemáticas relacionadas con la desigualdad económica y las brechas de riqueza en nuestras comunidades.
Cristo, ejemplo de misión
La enciclopedia define “desigualdad económica” como la diferencia entre individuos y poblaciones en la distribución de bienes, riquezas o ingresos. El término se refiere generalmente a la desigualdad entre individuos y grupos en una sociedad. De modo más polémico se podría afirmar que la desigualdad económica en una sociedad no es accidental. De hecho, a cierto nivel, dicha desigualdad es el resultado de actitudes humanas como la codicia y el egoísmo.
Más allá de sus causas, la desigualdad económica es real. En la India, la desigualdad está profundamente arraigada, y afecta a gran parte de la sociedad. Y este sector sufre por ello.
No es fácil responder por qué la mayoría en una sociedad sufre la desigualdad económica. Habría algunas teorías. Los factores varían según el lugar, momento histórico y sociedad; el factor determinante en una situación puede no serlo en otra.
De todos modos, ésta es la realidad: la desigualdad económica ha dejado actualmente a muchos en una situación apremiante: falta de vivienda, hambre y pobreza, dificultad para acceder a la educación y atención médica. Los que sufren esta situación no tienen los mismos privilegios que los que están en las altas esferas de la sociedad, y su presencia frecuentemente pasa desapercibida por las élites. Los ricos se hacen más ricos, los pobres más pobres. En consecuencia, la brecha entre estos dos grupos crece rápidamente de modo alarmante.
La Biblia tiene mucho que aportar sobre la desigualdad económica y la brecha entre ricos y pobres. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, Dios crea el mundo perfectamente y le dice al pueblo que mantenga una sociedad justa y equilibrada (Génesis 1:10, 12, 18, 21, 25). Pero la humanidad se rebela contra Dios y su voluntad, y el pecado ingresa al mundo (Génesis 3:13-19). La actitud de Caín en Génesis 4 es un ejemplo fundamental de cómo el pecado le suma miseria e injusticia a la historia humana, las que han sido transferidas de generación en generación hasta el presente.
La pobreza también muestra su rostro atroz en el Antiguo Testamento. Dado que los pobres siempre serán parte de la sociedad (Deuteronomio 5:11), Dios ordena a su pueblo que sea generoso con ellos. El Antiguo Testamento nos recuerda la gran preocupación de Dios por la suerte de los pobres. No cumplir con su mandato genera la ira de Dios (Ezequiel 16:48-50; Isaías 1:16-25).
El Nuevo Testamento centra la preocupación de Dios en la desigualdad y ordena el cuidado de los pobres y oprimidos. Por ejemplo, Jesús se identificaba con los pobres cuando decía: “el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Mateo 8:20). Optó por la gente común –los pobres, los oprimidos, los sufrientes– como principio fundamental de su ministerio (Lucas 4:18-19). Le enseñó al joven cómo podía seguir a Jesús renunciando a las riquezas terrenales y cuidando de los pobres (Mateo 19:21). Echó a los prestamistas del templo y condenó su avaricia e hipocresía (Marcos 11:15-17). Y abundan muchos ejemplos más. Claramente, una parte del ministerio terrenal de Cristo se centró en desafiar las normas de la sociedad y exponer sus injusticias.
En su visión de la primera iglesia, el Nuevo Testamento también brinda quizá el ejemplo más claro de un estilo de vida que lleva a la práctica la justicia e igualdad entre las personas. En Hechos 2:42-47, se describe a la primera iglesia como un lugar donde se compartían las posesiones y recursos entre sí, donde las comidas eran motivo para confraternizar, y donde el crecimiento espiritual iba de la mano con la satisfacción de las necesidades físicas.
Como Hermanos en Cristo y menonitas, nuestro legado anabautista también brinda una perspectiva en cuanto a nuestra responsabilidad a la hora de ayudar a los pobres y necesitados. En los inicios del movimiento anabautista, los creyentes practicaban la obediencia en los asuntos económicos. H. B. Musser, líder de los Hermanos en Cristo en el siglo XIX, manifestó: “Creo que el deber de la iglesia es ayudarnos mutuamente ante las pérdidas sufridas. . . . Creo que ese deber nos corresponde, porque las Escrituras dicen: Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas.” Nuestro trasfondo anabautista nos enseña claramente –de acuerdo a las Escrituras– que la iglesia tiene un papel vital en reparar la brecha entre los ricos y los pobres, y en promover la justicia y la igualdad en la sociedad.
¿Cuál es la naturaleza de dicho papel? La Biblia nos dice que la iglesia debe ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Mateo 5:13-16); debe ayudar a las viudas y los huérfanos (Santiago 1:27); debe procurar la transformación –no sólo del corazón de los individuos, sino de las estructuras injustas y opresivas de la sociedad. De hecho, en tanto la iglesia forma a los creyentes en la fe, los creyentes a su vez procurarán la justicia en su propia vida, en su familia y en la sociedad en general. Aunque enfrente desafíos, la iglesia debe ser la voz que le recuerda a la sociedad la preocupación de Dios por la justicia y la rectitud.
La Iglesia de los Hermanos en Cristo de Odisha, India, procura crear justicia e igualdad de dos maneras. Primero, enseñamos la Palabra de Dios. Segundo, implementamos proyectos en relación a la educación, generación de ingresos, salud e higiene, mejoras en la agricultura, asistencia y rehabilitación. Nuestro objetivo a largo plazo es mejorar las condiciones socioeconómicas de nuestras regiones locales.
Específicamente, una manera de implementarlo es a través de la labor de las Castas Programadas (Scheduled Castes, SC) y las Tribus Programadas (Scheduled Tribes, ST), en los ocho distritos del estado de Odisha. Constituyen dos de los grupos más empobrecidos de la sociedad india, e históricamente han sido reconocidos como personas marginadas. Muchas personas de SC y ST viven de manera muy precaria. Tienen ingresos bajos; a veces cuentan con una sola comida diaria. Les sugerimos a los miembros de nuestra comunidad que compartan la carga de estas personas. Por supuesto, no es una tarea fácil fomentar equilibrio, igualdad y justicia; se trata de un proceso largo y continuo. Pero perseveramos, confiando en el Espíritu para que nos provea de fortaleza y capacidad.
Consideramos que nuestra misión refleja la misión de nuestro Señor Jesucristo: los pobres pueden serlo económicamente pero son ricos en espíritu, en fe, en obra y en acción (Santiago 2:5). Esta oportunidad de servir a otros y procurar justicia ha sido brindada por Cristo, quien, siendo rico, se hizo pobre por causa de ustedes, para que por su pobreza fueran ustedes enriquecidos (2 Corintios 8:9).

Bijoy K. Roul, Odisha, India.

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Hace unos años una amiga mía con acento extranjero llamó a la puerta de una de nuestras iglesias en Bogotá. El pastor de la iglesia –también amigo mío– abrió la puerta. La mujer estaba evangelizando en ese barrio y comenzó a hablar con mi amigo sin conocer su compromiso cristiano. Él la invitó a conversar, pensando que podría dar su testimonio a esta misionera extranjera, quien quizá perteneciera a alguna extraña religión.
Conversaron varios minutos antes de descubrir su fe en común. La sorpresa fue aún mayor cuando se dieron cuenta que pertenecían a la misma tradición –el anabautismo– y que además eran miembros de la misma denominación menonita. Ella se asombró al enterarse que había alrededor de doce iglesias anabautistas en Bogotá. Durante varios años, esta mujer proveniente de un país europeo, había servido en esta ciudad como misionera bajo los auspicios de su iglesia menonita, sin tener contacto con los menonitas colombianos pertenecientes a su misma familia eclesial.
Me gustaría poder decir que la historia de mi amigo-pastor y su visitante misionera europea fuera sólo un caso aislado. Sin embargo, historias similares se repiten una y otra vez alrededor del mundo en lugares donde las iglesias y organizaciones anabautistas sirven sin conocer lo que hacen otros miembros de nuestra comunidad mundial en ese mismo lugar. La presencia anabautista carece de fuerza e impacto cuando la comunicación mundial entre nuestros miembros e instituciones no es fluida. Ésta es una de las razones por las cuales el Congreso Mundial Menonita ha reconsiderado y revisado su estrategia comunicacional. Este número del Courier/Correo/Courrier describe cómo se está implementando esta nueva estrategia, aprovechando el poder de los nuevos medios de comunicación e invirtiendo prudentemente nuestros recursos donde sean más necesarios. Esperamos que el resultado sea una mejor comunicación entre nuestros miembros alrededor del mundo.
La comunicación tiene la misma raíz que otras palabras importantes de la misión y visión del CMM: comunión y comunidad. No es posible tener una verdadera comunión con quienes no nos comunicamos. Es imposible construir una comunidad mundial si no nos hablamos periódicamente. No es posible alegrarse con aquellos que se alegran y llorar con los que lloran (Romanos 12:15), si no conocemos sus alegrías y sufrimientos.
La buena comunicación hace posible compartir recursos, experiencias, dones y debilidades, fortaleciendo nuestro servicio y testimonio. La buena comunicación nos permite la articulación de equipos para lograr mayor eficiencia y eficacia en la fundación de iglesias, la promoción de la paz, el desarrollo social y la educación. ¿Qué pasaría si esta labor se realizara de forma multicultural y como expresión de la iglesia de Cristo? ¿Qué pasaría si consideráramos nuestra familia mundial como un cuerpo orgánico que está interconectado e intercomunicado, en vez de ser sólo una red de instituciones? ¿Qué pasaría si evitáramos duplicar esfuerzos, mientras celebramos las diferencias y la diversidad?
Hace algunas semanas fui a una reunión de pastores menonitas en Bogotá. Allí estaban mis dos amigos: el pastor y la misionera europea. Estos dos líderes han aprendido a comunicarse y a colaborar. Como resultado, la iglesia ha crecido de muchas maneras. ¿Podremos imitar este ejemplo? ¿Podremos seguir construyendo una comunidad mundial a través de una mejor comunicación? Seamos uno solo, para que el mundo crea que Jesús fue enviado por nuestro Padre (Juan 17:12).
César García, Secretario General del CMM, desde la oficina central de Bogotá, Colombia

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Reflexionamos sobre nuestro compromiso de celebrar el culto
Como comunión mundial de iglesias afines al anabautismo, compartimos el compromiso de reunirnos regularmente para celebrar el culto. Aunque nuestra enorme diversidad nos lleva a asumir este compromiso de maneras muy distintas. En el número de octubre 2013 de Correo, líderes de toda nuestra hermandad exponen sobre las diferentes maneras en las que los anabautistas abordan el culto: lo que se ve y se escucha, los desafíos y las bendiciones.
Integra todas las áreas de la vida
¿Fundar una nueva iglesia? Sí, pero ¿qué estilo de culto seguiremos? Esta pregunta se la hicieron varias personas interesadas en iniciar la iglesia Menonita de Quito hace doce años. Ellas provenían de diferentes tradiciones de fe.
La respuesta a tal pregunta era un reto por varias razones. Una de ellas es que en Ecuador, como en el resto de Latinoamérica, los cultos de las iglesias evangélicas reflejan la influencia del «movimiento de adoración y alabanza” traído desde los Estados Unidos durante los años 80: músicos profesionales, instrumentos clásicos, canciones cuyas últimas notas empatan con la siguiente, un tiempo de canciones con ritmos suaves llamado “tiempo de adoración”, y otro tiempo de canciones más alegres llamado “tiempo de alabanza”, cantos proféticos llamados “nuevo canto”, danza hebrea, uso de banderas, gritos de júbilo –al estilo de los guerreros que ganan una batalla-, canciones con contenido guerrerista, entre otros aspectos. Otra razón es que las iglesias de origen histórico (católicas, luteranas, anglicanas y presbiterianas) seguían un culto inflexible a la improvisación. Otra, muy fuerte, es que los asistentes apreciaban la tradición anabautista. Y otra es que los asistentes a la nueva iglesia, aunque tenían diferentes procedencias, deseaban que la identidad latinoamericana se reflejara en el culto.
Dado lo anterior, la iglesia de Quito rescató los ritmos latinoamericanos: son (de Cuba), chamamé y tango (de Argentina), sanjuanitos y pasillos (de Ecuador), y guabinas y cumbias (de Colombia), entre otros. Estos ritmos son acompañados por instrumentos autóctonos: guitarra acústica, charango, bombo, maracas y palo de lluvia. Pero la música de los cantos no lo es todo; también se tiene cuidado que la letra de las canciones no contradigan el evangelio.
Los símbolos también identifican la adoración. Dado que para los pueblos latinoamericanos la cruz -vacía- es una expresión de identificación con los sufrientes y al mismo tiempo de esperanza. Además, la cruz recuerda la confrontación de Jesús a los poderes y que somos Cristocéntricos. Asimismo, se usan los colores litúrgicos, matizados por los tejidos indígenas ecuatorianos. Éstos, puestos sobre una mesa, invitan a meditar en la belleza y el valor de la diversidad en medio de modelos imperantes que tratan de homogenizar el mundo. Igualmente, la vela recuerda que somos luz y que estamos comprometidos con la paz de Cristo. Además, las sillas ubicadas en forma semicircular y la ausencia de una tarima son símbolo de contracorriente en un contexto religioso que relaciona la santidad con la cercanía al púlpito.
Otro aspecto de la adoración es la revisión de la vida de quienes adoran, o confesión. Esta se expresa en una letanía inspirada en los textos bíblicos correspondientes al calendario litúrgico. Ayuda a saber cómo estamos caminando en las huellas de nuestro Maestro e invita a las personas involucradas en grupos armados a seguir a Cristo y el camino de la paz. Es decir, la confesión no llega a ser una mera recitación o hacer un mea culpa sino una confrontación con el evangelio de la paz. Esta parte de la adoración termina con un canto de paz y el saludo entre todos los asistentes.
La lectura de textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento es otra parte de la adoración. Así, se vive el principio anabautista de que la Escritura se interpreta a sí misma. Esta etapa culmina con la hermenéutica comunitaria donde se comparten otras interpretaciones y otras experiencias de la vida.
En conclusión, la adoración en la iglesia Menonita de Quito incluye a todas las personas sin distinción de edad, raza, clase social, género o raza y consta de varios momentos: introducción, convocatoria, confesión, liturgia de la Palabra, respuesta a la Palabra y ofertorio, intercesión y acción de gracias, y anuncios y bendición pastoral. Entre todos y todas nos bendecimos pastoralmente al final del culto, con el compromiso de anunciar el evangelio de la paz y servir en el contexto donde estemos.
Es decir, la iglesia de Quito entiende que el culto integra todas las áreas de la vida en una entrega a Dios y al prójimo, sobre todo a los más necesitados.

César Moya es pastor de la Iglesia Menonita de Quito en Ecuador con su esposa, Patricia Urueña.

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La comunidad menonita de Indonesia es diversa y dinámica. Al discutir sus orígenes y desarrollo podrían surgir muchas preguntas, especialmente para los del Norte del mundo: ¿Cómo echó raíces el menonitismo en Indonesia? ¿Cómo se convirtió Indonesia en el quinto centro menonita más grande del mundo? ¿Y cómo personas con nombres como Dharma, Widjaja, Pasrah, Arum y Sutrisno llegaron a identificarse como menonitas, dado que los nombres menonitas conocidos son Yoder, Roth, Neufeld y Rempel?
Como otros países del Sur del mundo, Indonesia tiene una historia singular respecto al encuentro de sus habitantes con el anabautismo. Por cierto, su historia es clave para entender el crecimiento explosivo del anabautismo fuera de los “lugares de origen” como Europa y América del Norte. Y, sin embargo, esta historia en particular también refleja los desafíos y oportunidades que enfrentan los cristianos en todo el mundo.
Un mosaico de culturas y religiones
Para poder comprender plenamente la comunidad menonita de Indonesia, primero tenemos que analizar (brevemente) la cultura, historia y cambios religiosos en nuestro país.
Indonesia es un país archipiélago, conformado por más de 17.000 islas dispersas en una región de 1.183 kilómetros cuadrados en el sudeste de Asia. A lo largo de su historia se ha convertido en un crisol de varias culturas, tradiciones, idiomas y religiones. Mercaderes chinos trajeron elementos de su cultura a la región a partir del siglo I hasta el VI. Entre los siglos V y XV, el hinduismo dominó el horizonte religioso y cultural de la nación. Al comienzo del siglo XIII, el islam se convirtió en la mayor influencia en la región, y actualmente es la religión mayoritaria.
El cristianismo llegó a Indonesia en 1522, cuando los colonizadores portugueses construyeron un puerto en la isla de Ternate, en las Molucas de Indonesia oriental. El cristianismo estaba estrechamente vinculado con la cultura moderna europea, que tuvo gran influencia en Indonesia durante el período colonial (del siglo XVI a principios del siglo XX). Durante la mayor parte de este período, Indonesia estuvo controlada por los holandeses, quienes llevaron el menonitismo –entre otras tradiciones– a la región.
Menonitas indonesios en la actualidad
Hoy día, aproximadamente 108.000 menonitas viven en Indonesia. Celebran sus cultos en más de 350 congregaciones menonitas afiliadas a una de tres convenciones o sínodos: Gereja Injili di Tanah Jawa (Iglesia Evangélica Javanesa, o GITJ); Gereja Kristen Muria Indonesia (Iglesia Cristiana Muria de Indonesia, o GKMI); y Jemaat Kristen Indonesia (Congregación Cristiana de Indonesia, o JKI).
La historia de GITJ: de iglesia-misión a sínodo independiente
El menonitismo llegó a Indonesia durante la última mitad del período del dominio colonial holandés, por iniciativa de Pieter Jansz. En 1851, Jansz –enviado por Doopsgezinde Zending Vereniging (DVZ), una junta de misiones holandesa– desembarcó en la isla de Java, y pronto se estableció cerca del Monte Muria. Al principio, no tuvo mayor éxito ya que tuvo que enfrentar tres grandes desafíos. Primero, la zona alrededor del Monte Muria no era propicia para la evangelización. Segundo, surgieron conflictos con el gobierno de las Indias Holandesas. Y tercero, las luchas anticolonialistas se fueron intensificando. La tarea en medio de este dilema político-cultural no fue fácil, y finalmente Jansz se dio cuenta de que la labor misionera no podía depender de extranjeros. La evangelización y la obra de la iglesia tenían que surgir de las convicciones de los pueblos autóctonos.
Lamentablemente, los esfuerzos de Jansz para que el pueblo autóctono participara en el ministerio no tuvo mayor impacto, dado que Jansz seguía procediendo según el concepto occidental del liderazgo, concepto que no siempre concordaba con la cultura javanesa. Dicha realidad nos ayuda a aclarar el conflicto de Jansz con el misionero autóctono javanés Tunggul Wulung, cuyas creencias místicas Jansz consideraba demasiado rigurosas (muy unidas a su trasfondo cultural). Ni la labor misionera de Jansz ni la de Wulung resultó en un crecimiento significativo.
La política también jugó un papel en el crecimiento lento de las iniciativas misioneras menonitas. A diferencia de otras organizaciones misioneras que obraban entonces en el país, los menonitas se negaron a valerse de la autoridad política para extender el cristianismo. Estudiantes de historia indonesia han señalado que por mucho tiempo la autoridad política tuvo un protagonismo clave en el crecimiento y propagación de religiones particulares, incluso el cristianismo. Debido a sus creencias respecto a la separación de la Iglesia y el Estado, los menonitas no ambicionaban poder político, confiando en cambio en obras educativas y médicas para extender el evangelio en Indonesia.
El crecimiento de la Iglesia Menonita de Indonesia comenzó en serio luego que la congregación GITJ fuese autorizada en 1925. La cuestión de la autonomía –que el pueblo autóctono asumiera el liderazgo de los misioneros occidentales– había sido motivo de tensión durante muchos años. Al ir madurando la congregación GITJ en los años 1920, hubo quienes comenzaron a señalar la dependencia de la iglesia con la junta de misiones, particularmente respecto a finanzas y liderazgo. De a poco, los creyentes locales determinaron que la autonomía era la única salida de la dependencia. Además, la crisis política causada por la Segunda Guerra Mundial, terminó de convencer a la junta de misiones de la necesidad de entregar el liderazgo a los líderes de las congregaciones autóctonas. La autonomía finalmente fortaleció la GITJ. Un informe de 1957 destacó que había once congregaciones consolidadas con 2.410 miembros adultos y 2.850 niños. Un crecimiento de tal magnitud se mantuvo bien entrado los años ochenta.
Aun así, el crecimiento generó problemas. Lograr independizarse de la junta de misiones no fue fácil, dado que las congregaciones habían dependido de este organismo como guía espiritual y para la ayuda financiera durante muchos años. Pese al duro trabajo, los conflictos por el liderazgo y las finanzas alcanzaron su punto máximo en los años ochenta. El sínodo se esforzó por decidir a quién convocar como líder y generar fuentes de ingresos para reemplazar los de la junta de misiones. Aun hoy, la iglesia lucha con estas cuestiones. Y a la vez, experimenta una gran vitalidad: en 2012, el sínodo tenía 43.250 miembros en 104 congregaciones.
La historia de GKMI: una iglesia autóctona desde el inicio
Mientras GITJ avanzaba hacia la autonomía a principios del siglo XX, surgía otro grupo menonita indonesio: GKMI. A diferencia de GITJ, que se inició con los auspicios de una junta de misiones occidental, GKMI comenzó a través de la iniciativa de un empresario chino, Tee Siem Tat, en Kudus, Java Central. Antes de su conversión, Tee era adepto al confucionismo; conoció a Cristo durante una enfermedad, de la cual fue liberado. Tee afirmó que había sanado de cuerpo y alma, y decidió compartir el evangelio con sus parientes y amigos chinos en Kudus, y los alrededores del Monte Muria.
En 1920, tres años después de su conversión, Tee y veinticuatro de sus amigos fueron bautizados en la casa de Tee, por Nicolai Thiessen, misionero menonita holandés. Después de ser bautizados, siguieron compartiendo el evangelio con sus amigos de la zona.
Tee decidió identificarse con los menonitas por sus valores, y pronto comenzó a colaborar con los misioneros cerca del Monte Muria. Sin embargo, la obra de su ministerio –el sínodo de GKMI– desde el comienzo fue financiera, teológica y administrativamente independiente de la junta menonita de misiones.
Al reconocer el llamado de Dios a compartir el evangelio con toda la gente y en todo país, Tee y sus amigos extendieron su ministerio más allá de sus amigos y parientes chinos, a los javaneses que vivían en la zona. En 1958, cambiaron el nombre de su iglesia, de “Iglesia Cristiana Menonita China” a “Iglesia Cristiana Muria de Indonesia”, y eligieron a un pastor javanés, Soedarsohadi Notodihardjo, como secretario general del sínodo.
Actualmente, el ministerio de GKMI se extiende a siete islas en Indonesia, y su membresía incluye personas de diversas tribus. El sínodo aún procura expresar claramente su identidad menonita, crear un orden eclesial apropiado y formar liderazgo confiable.
La historia de JKI: acercarse a la juventud
La comunidad menonita más nueva de Indonesia es JKI. En un lapso de menos de cuarenta años, JKI estableció más de cincuenta congregaciones; hoy, la iglesia tiene 45.000 miembros en un total de 189 congregaciones. Las iglesias están agrupadas en las ciudades cerca del Monte Muria, como también en Java Oriental y Occidental, y en algunos lugares en el exterior.
Este sínodo comenzó mediante el esfuerzo de un grupo de jóvenes de GKMI llamado Keluarga Sangkakala (Familia Trompeta), que inició varios ministerios creativos. Este grupo combinó reuniones de renovación con el ministerio social, y usó los medios de comunicación para dar a conocer el mensaje del evangelio. Con el tiempo, el grupo creció, y pronto se hizo evidente la necesidad de formar una iglesia independiente. El 4 de marzo de 1979, en Ungaran, Java Central, el bautismo de varios creyentes llevó al establecimiento formal de la iglesia JKI.
JKI sigue evidenciando gran crecimiento, especialmente en la juventud. Mientras la mayoría de las congregaciones rurales son pequeñas, las congregaciones más grandes están en las ciudades. De hecho, las cuatro congregaciones más grandes del sínodo son urbanas: Yakarta Praise Community Church en la capital del país, tiene 10.000 miembros; JKI Injil Kerajaan en Semarang, tiene 15.000 miembros; JKI Bukit Zion en Surabaya, tiene 5.000 miembros, y JKI Maranatha en Ungaran-Semarang, tiene 1.800 miembros.
Desafíos y oportunidades
Estas tres comunidades menonitas enfrentan desafíos similares; cuatro merecen ser mencionadas específicamente aquí.
1. El menonitismo no tiene raíces profundas en la cultura, sociedad o política indonesia.
La mayoría de los indonesios ve el cristianismo como ligado y asociado al colonialismo occidental. Por tal motivo, para la mayoría de la gente la religión tiene una connotación negativa. A diferencia de otras religiones, integradas sin problemas a las culturas locales, el cristianismo se considera un “intruso”. Por lo tanto, reelaborar la “oscura” historia del colonialismo, mientras introducimos la visión menonita, es un gran desafío para nuestras comunidades.
2. Las iglesias perciben cierta “competencia” con otras denominaciones cristianas.
No se puede negar que las iglesias de hoy perciben cierta “competencia” con otras denominaciones cristianas. Más aun, en las ciudades, muchas iglesias tienden a dirigir su ministerio hacia organizaciones interdenominacionales, en vez de desarrollar proyectos en sus comunidades locales. Con el tiempo, estas “para-iglesias” se convierten en sus propias iglesias, eclipsando aun más las congregaciones locales. Por lo tanto, fortalecer las congregaciones locales se ha transformado en una cuestión de suma importancia para los menonitas de Indonesia.
3. Los ministerios tienden a enfatizar el pragmatismo, el ritual (entretenimiento) y la satisfacción de las necesidades de la gente.
Según mi opinión, muchas iglesias contemporáneas se esfuerzan mucho por satisfacer las necesidades de la gente, en cuanto a su deseo de que se la entretenga y ministre personalmente. Por supuesto que esta tendencia hacia el pragmatismo en el ministerio no está mal, en tanto mantengamos los valores del cristianismo. Como menonitas, tenemos el desafío de mantener firme el énfasis comunitario, mientras le damos a la gente lo que desea (o espera).
4. Los políticos consideran la religión como una mercancía.
Tras la renuncia del presidente Suharto en 1998, la reforma transformó el escenario político de Indonesia. El proceso democrático tuvo como resultado la conformación de muchos grupos sociales y políticos nuevos. Particularmente, los grupos políticos nuevos han procurado crear redes para concentraciones masivas, habiendo intentado ganar a muchos grupos religiosos para sus fines. Las iglesias –especialmente las iglesias menonitas– deben estar atentas a dichas intenciones, y resistir la intención de convertir la religión en una mercancía política viable.
En medio de estos desafíos, la comunidad menonita de Indonesia también aprovecha muchas oportunidades para un ministerio renovado y revitalizado. Una oportunidad que se presenta es la de recuperar los cuatro pilares fundamentales de la iglesia: historia, teología, eclesiología y misiología. Necesitamos recordar y examinar la historia y los valores de nuestros antepasados menonitas. Hacerlo nos fortalecerá para enfrentar los desafíos actuales.
Además, es necesario fortalecer nuestra identidad menonita. Esto sucederá, en parte, al abocarnos a traducir y publicar libros sobre historia y teología menonita. A la vez, es necesario pensar cómo contextualizar más eficazmente los valores menonitas para la realidad de Indonesia. √âsta no es tarea fácil, aunque sabemos que nada es imposible para nuestro Dios.
Otra oportunidad que valora la comunidad menonita indonesia se relaciona con la familia mundial de fe. Los tres sínodos menonitas son miembros del Congreso Mundial Menonita. Agradecemos el apoyo de nuestros hermanos y hermanas del CMM en todo el mundo, confiados en que podamos corresponder dicho apoyo al invertir más y más en la obra del CMM.
Muchos rostros y una misma misión
La comunidad menonita de Indonesia tiene tres “rostros” –GITJ, GKMI y JKI. Cada “rostro” refleja un trasfondo diferente y un conjunto de experiencias. A la vez, los desafíos y oportunidades que enfrentan estos tres grupos son –de algún modo– los mismos desafíos y oportunidades que enfrentan otras comunidades menonitas en todo el mundo. En este mundo moderno todos tenemos nuestras luchas: todos procuramos contextualizar la fe cristiana de manera adecuada; todos nos esforzamos por llevar adelante ministerios locales sin suscitar un espíritu de competencia; todos luchamos con panoramas culturales cambiantes y expectativas personales; todos luchamos por comunicar la verdad con fuerza, ya sea en pobreza o en abundancia. Como familia mundial de fe, ¿trabajaremos juntos –de la mano– para ayudarnos unos a otros? De este modo, no sólo luchamos juntos sino también aprendemos y servimos juntos.
Por Adhi Dharma, Secretario General del Sínodo GKMI






