• ¿Cómo expresan nuestras iglesias miembros la hermosa diversidad local de las Convicciones Compartidas del CMM en nuestro organismo mundial?

    El número de octubre 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?


    Nuestra misión y las Convicciones Compartidas

    Como cristianos anabautistas-menonitas nuestra misión está íntimamente ligada a nuestra identidad reconocida y confesada. Es por esto que Lo que juntos creemos: las convicciones compartidas de las iglesias anabautistas menonitas, es un material necesario para transmitir en las comunidades de fe lo que somos y la tarea que el Señor nos ha encomendado realizar.

    En México se ha intensificado la injusticia social, económica y cultural. La violencia provoca víctimas cotidianamente. Ser testigos de Jesús en este contexto exige claridad en quiénes somos, por quién y para qué hemos sido llamados. Me parece que a tales interrogantes responde con claridad Lo que juntos creemos, particularmente en el punto siete: “Como comunidad mundial de fe y vida trascendemos fronteras de nacionalidad, raza, clase social, género e idioma, y procuramos vivir en el mundo sin conformarnos a los poderes del mal, dando testimonio de la gracia de Dios por medio del servicio a los demás, cuidando de la creación, e invitando a toda la humanidad a conocer a Jesucristo como Salvador y Señor”.

    Cada iglesia local, cada comunidad de fe, así lo creemos en la Conferencia de Iglesias Evangélicas Anabautistas Menonitas de México (CIEAMM), es una semilla y fruto del Reino de Cristo Jesús. En consecuencia con esta convicción, nos esforzamos por entender y vivir el Evangelio de paz, justicia y reconciliación que Jesús anunció de forma holística (integral), ya que cuando recorría ciudades, pueblos y aldeas anunciaba las buenas nuevas del Reino y sanaba toda enfermedad y toda dolencia del pueblo (Mateo 9:35).

    Así también nosotros debemos ser agentes de sanidad integral en cada área de la vida comunitaria y social en la que se desarrolla nuestra existencia. Nuestra misión tiene que ser encarnada en el mundo, al igual que Jesús, y él nos recuerda cada día que como el Padre lo envió a él, así él nos envía a nosotros (Juan 20:21).

    En la CIEAMM somos conscientes de que cada iglesia local es potenciada por el Espíritu Santo, verdad que está bien asentada en Lo que juntos creemos. El Espíritu Santo es el espíritu de Cristo, que nos llama y fortalece para la misión compasiva. Jesucristo sentía como propio el dolor, sufrimiento y condiciones vividas por las personas, y sentía compasión por ellas. Compasión no es sentir un dolor pasajero, sino identificarse con la persona que está en desgracia y ser movido a la acción y el servicio para aliviar el dolor que lacera a los seres humanos.

    Jesús fue compasivo y su profunda identificación con las personas sufrientes le llevó a la acción (Mateo 9:36, Mateo 14:14, Marcos 6:34, Mateo 15:32–37, Lucas 7:12–15). Si decimos seguir a Jesús, es ineludible ser compasivos como él lo fue.

    En la CIEAMM hemos difundido tanto el libro impreso como la versión digital de Lo que juntos creemos. En cada iglesia afiliada a la CIEAMM se ha estudiado el volumen en distintas formas. En algunos casos cada capítulo fue una lección de la escuela dominical, en otros cada una de las siete afirmaciones se expuso como tema de predicación. También hemos impulsado la modalidad de estudio en grupos. Un objetivo para difundir Lo que juntos creemos es entregar una copia del material a cada nuevo integrante de nuestras iglesias y guiarle en su estudio.

    En español hay poco material impreso y digital sobre la identidad y misión del anabautismo. Por esta razón Lo que juntos creemos es apreciado en la CIEAMM como un buen resumen de las creencias distintivas de la familia mundial de la que formamos parte. Sobre todo porque buena parte de quienes conforman nuestras iglesias son personas con escolaridad baja y media, que han tenido poca práctica lectora y de estudio sistemático.

    Ha sido muy enriquecedor y de bendición para los integrantes de la CIEAMM saberse parte de una comunidad global, cuya identidad está centrada en Cristo, conformada por “gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9, NVI). Este principio identitario es central para construir comunidades reconciliadoras y que buscan poner en práctica el Evangelio de paz enseñado por Jesús el Cristo.

    Las comunidades eclesiales que integran la CIEAMM tenemos como visión, “ser una familia de iglesias cuya autoridad es la Palabra de Dios, que es y hace discípulos para el crecimiento integral en el ejemplo de Jesús, guiados por el Espíritu Santo para encarnarnos en nuestra realidad”.

    Nuestra misión es, “servir y reflejar el Evangelio de paz desde el modelo de Jesús”. Para elaborar lo que confesamos como visión y misión de la CIEAMM tuvimos como base bíblica-teológica Lo que juntos creemos. El documento ha sido una herramienta para pensar/actuar como anabautistas en el contexto social, económico y religioso mexicano.

    —Carlos Martínez García es pastor y periodista de México, y moderador de la Conferencia de Iglesias Evangélicas Anabautistas Menonitas de México (CIEAMM).


    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2016.

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  • ¿Cómo expresan nuestras iglesias miembros la hermosa diversidad local de las Convicciones Compartidas del CMM en nuestro organismo mundial?

    El número de octubre 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    Cantos de la Trinidad y el shalom

    Como Iglesia de los Hermanos en Cristo de Zimbabue, compartimos las creencias y prácticas de la familia anabautista mundial. Los cantos que entonamos manifiestan nuestra fe, nuestros pensamientos y nuestra particular teología. En la mayoría de los cultos, ya sea en congregaciones rurales o urbanas, se canta el Nº75 de nuestro himnario zulú, Amagama okuhlabelela: Sinomhlobo onguJesu unothando (Jesús es un amigo bondadoso).
     
    Una encuesta rápida, realizada durante mayo y junio de 2016, demostró que era el canto que no sólo se elegía en las reuniones del consejo del distrito, sino que la mayoría de los feligreses lo mencionaba como el canto que se incluyó en la música de muchos cultos de la congregación durante dicho período.
     
    Se canta incluso en los velatorios, y expresa nuestra fe en Jesús. Los atributos de Jesús que aparecen en este canto se vinculan directamente con Dios. Él no es como otros amigos; no se decepciona; es verdaderamente servicial. Regresará a elegir a los suyos. Jesús nunca defrauda. Regresará a llevarse a los suyos debido a su amor inquebrantable. Aquellos que andan buscando son llamados a ir al encuentro con Jesús, dado que él los separará de sus pecados.
     
    La última estrofa llama a los creyentes a andar movidos por el amor de Jesús con la promesa de la victoria. El himno Nº4 del himnario zulú se canta habitualmente en las iglesias de los Hermanos en Cristo. Es otro canto que expresa lo que creemos acerca de Dios.
     

    Creemos en el shalom

    Nuestra fe en el shalom constituye un aspecto constante que nos identifica con la familia anabautista mundial. La fe en el shalom se expresa en diferentes niveles. El primer nivel es la ausencia de guerras y conflictos a nivel comunitario y nacional. Zimbabue ha presenciado dichas épocas.
     
    El difunto obispo Steven Ndlovu, encabezó las denominaciones durante los disturbios en Matabeleland en la década de los ochenta. Movilizó a la dirigencia nacional de las denominaciones para reunirse con Joshua Nkomo y Robert Mugabe, hecho que llevó al cese del conflicto sangriento entre los disidentes que simpatizaban con Nkomo y la Quinta Brigada de las fuerzas de defensa de Zimbabue. (La historia está registrada en, The Gender of Piety, de Wendy Urban-Mead.)  El liderazgo de la iglesia no tomó partido en el conflicto, aunque se manifestó a favor del shalom del Señor.
     
    La Sra. Madlela expresó el shalom a nivel individual. Logró escaparse milagrosamente de un incendio en su vivienda. Al ver al pirómano en manos de la policía, le dijo, “Hijo mío, por qué intentaste matarme si no te hice mal alguno. No te guardo ningún rencor. Sólo ruego que el Señor te toque el corazón y que puedas recibir su poder salvífico.”
     
    Los himnos de la Iglesia de los Hermanos en Cristo afirman nuestra fe en el trino Dios. Se cantan con el fervor de la afirmación. Cuando cantamos, afirmamos lo que juntos creemos como anabautistas para que podamos seguir a Jesús, a fin de expresar el shalom.
     
    Bekithemba Dube es profesor del Instituto Bíblico Ekuphileni en la Misión Mtshabezi, uno de los puestos misioneros más grandes de los Hermanos en Cristo en Zimbabue. Se ha desempeñado como maestro; profesor de una Escuela Normal estatal; coordinador del programa de VIH/SIDA de la Iglesia de los Hermanos en Cristo de Zimbabue; y durante muchos años, intérprete de los sermones del Congreso en inglés o ndebele. Él y su esposa tienen un hijo adulto, que enseña en una de las escuelas misioneras.
     
    Zulu
     
    Woza Thixo Wethu
    Woza Thixo wethu
    Onga mandla
    ethu usisize;
    Baba obusayo
    Wena onqobayo,
    Wena osizayo,
    Usibheke.
     
    JesuMbusu wethu
    Nqobizithazethu,
    Uzahlule;
    Vez’ amandla akho
    Ukuhleng’ abakho
    Inhliziyo yabo
    Ime kuwe.
     
    Moya oyingcwele
    Woza usihole,
    Sibusise;
    Uzihlanzisise
    ’Zinhliziyo zethu;
    Ube phezu kwethu
    Silungise.
     
    Nkulunkulu wedwa,
    Abathathu ’Munye,
    Mananjalo!
    Ubukhosi bonke
    Naw’ amandla onke,
    Nal’ udumolonke,
    Kungo kwakho.
     
     
     
     
    Español
     
    Ven, nuestro Dios
    Ven, nuestro Dios, nuestra fortaleza,
    ven, ayúdanos ahora.
    Padre, nuestro gobernante,
    nuestro conquistador,
    nuestro ayudante,
    fija tu mirada en nosotros.
     
    Jesús nuestro gobernante, vence al
    enemigo;
    conquístalo, despliega tu poder,
    la redención de todos los tuyos,
    que sus corazones
    permanezcan firme en ti.
     
    Santo Espíritu, ven y guíanos,
    ven y bendícenos,
    purifíca nuestro corazón,
    desciende sobre nosotros.
    Haznos justos.
     
    Dios, el triuno.
    Permanece firme para siempre.
    Tuyo es el reino,
    el poder y la gloria.
     
     
     

     
     
     
     
     
     
     
     

     

     

  • ¿Cómo expresan nuestras iglesias miembros la hermosa diversidad local de las Convicciones Compartidas del CMM en nuestro organismo mundial?

    El número de octubre 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    Centrarnos en Jesús en  estos tiempos cambiantes

    La iglesia de América del Norte atraviesa cambios rápidos. Muchos dicen que los cambios son tan grandes como los que se produjeron en la Gran Reforma del siglo XVI. Se están cuestionando las creencias tradicionales. Ya no funcionan las estructuras del pasado. Surgen nuevas formas de ser iglesia. En época de cambios, las convicciones básicas ofrecen valor, estabilidad y la base para nuevos rumbos. Las siete Convicciones Compartidas de los anabautistas mundiales brindan ese tipo de fundamento.

    Jesús es el Señor

    En algunas de nuestras iglesias, hay un nuevo énfasis en Jesús el Señor, algo esencial en la nueva Reforma. Así como nuestros antepasados anabautista redescubrieron un Jesús vivo después de que había sido sacralizado, envuelto en misterio y rituales, en la actualidad existe un mayor énfasis en seguir a un Jesús vivo en la vida cotidiana. Con frecuencia se enfatiza a Jesús el Señor aun más que Jesús el Salvador. De hecho, ¡debemos ser salvados de seguir a otros señores! Suele ser malinterpretada la declaración, “Jesús es el Hijo de Dios” de la Convicción Compartida Nº 2, especialmente por mis amigos musulmanes.

    Hay aproximadamente 13.000 personas de dicha fe en la comunidad canadiense donde resido. Suelen entender ‘Hijo de Dios’ en términos biológicos y de procreación, y no en términos de la profundidad del vínculo. Prefiero decir, “Jesús, el Mesías, es la mejor manera de entender a Dios”. Mis amigos musulmanes entienden y afirman a Jesús como un ser humano que estaba lleno del Espíritu de Dios. Esto puede llevarnos a conversar acerca de cómo nos abrimos a un Dios aleccionador, fortalecedor, revelador, por medio de Jesucristo.

    Jesús es la paz

    En América del Norte tenemos muchas divisiones y discrepancias, que se originan en distintos enfoques a la hora de interpretar las Escrituras. Algunos miembros e iglesias tienen un enfoque bastante literal y simple respecto a la Biblia. Suelen aceptar que las enseñanzas del Antiguo Testamento y las Epístolas equivalen a las enseñanzas de Jesús. La Convicción Compartida Nº4 nos alienta a interpretar las Escrituras a la luz de Jesucristo.

    Estamos angustiados ante la cultura de las armas que ha surgido en Estados Unidos y cómo lleva a la violencia. La Convicción Compartida Nº5, que enfatiza la promoción de la paz, la justicia y el compartir recursos, necesita ser subrayada continuamente. Durante la Guerra de

    Vietnam, la Iglesia Menonita Conferencia General (USA) del Distrito Oeste, realizó campamentos previos al reclutamiento para que asistieran todos los jóvenes de 17 años de la zona. Estas sesiones enseñaban claramente las causas del conflicto y el fundamento bíblico de la paz. La mayoría de los participantes optó por alternativas a la guerra. Hoy día necesitamos maneras nuevas y creativas de enseñarnos unos a otros y a nuestros jóvenes los caminos que conducen a la paz.

    Jesús es el maestro

    La pregunta que surge constantemente en América del Norte, y probablemente en todo el mundo, es la siguiente: “¿Cómo podemos fortalecer la singular manera anabautista en la que concebimos la fe cristiana y a la vez destacar la unidad con otros grupos cristianos? ¿Cómo podemos fortalecer nuestra fe sin volvernos competitivos y críticos respecto a cristianos con otras creencias o personas de otras religiones?”

    Paralelamente a las Convicciones Compartidas del CMM, hay tres valores fundamentales muy concisos: “Jesús es el centro de nuestra fe”, “la comunidad es el centro de nuestra vida”, y “la reconciliación es el centro de nuestra labor”. Dichos tres valores fundamentales, que fueron esenciales para el movimiento anabautista y la iglesia primitiva, han adquirido mayor importancia a través del folleto, ¿Qué es ser cristiano anabautista?, publicado por la Red Menonita de Misiones en 2008, y ahora traducido a más de veinte idiomas.

    Los tres valores fundamentales han sido la base del plan de objetivos definidos a largo plazo de la Iglesia Menonita USA. Muchas congregaciones los han incluido en sus folletos a fin de expresar su identidad, y pastores han basado sus sermones en dichos temas. El folleto ha sido muy provechoso para los grupos de estudio en cuanto a explicar lo que significa ser cristiano.

    Dann Pantoja, de PeaceBuilders Community Inc. en las Filipinas, informó que, “lo hemos adoptado como nuestra visión del mundo”. Después de un taller en Tailandia, los participantes manifestaron que, “¡por fin sabemos lo que significa ser cristiano menonita!” En tanto enseñamos las Convicciones Compartidas y los tres valores fundamentales, creo que es imperativo que reconozcamos que ninguno de nosotros es dueño de toda la verdad. Es necesario que aprendamos unos de otros. En la medida en que profundicemos juntos nuestros conocimientos, todos nos fortaleceremos.

    Las Convicciones Compartidas de los anabautistas mundiales declaran claramente lo que creemos. Estas creencias ayudan a definir nuestros sentimientos respecto a Dios, entre nosotros y en toda la tierra. A su vez, estos sentimientos nos ayudan a guiar nuestras acciones.Los primeros cristianos y anabautistas vivían sus convicciones valientemente, aun frente a la persecución y la muerte. Que dichas convicciones nos ayuden también a llenarnos del amor y valor que necesitamos para vivir de acuerdo a Jesús en estos tiempos cambiantes.

    Palmer Becker dedicó su vida a servir a la iglesia como pastor, fundador de iglesias, misionero, directivo del Congreso y educador. Es autor de, What is an Anabaptist Christian? y Anabaptist Essentials…Ten signs of a Unique Christian Faith (de próxima publicación). Palmer y su esposa Ardys tienen cuatro hijos adultos y viven en Kitchener, Ontario, Canadá.

  • Inspiración y reflexión:

    • Proyecto Anabautista Mundial: una oportunidad singular para lograr mayor unidad

    Perspectivas:

    Nuestras iglesias miembros expresan la hermosa diversidad local de las Convicciones Compartidas del CMM en nuestro organismo mundial

    Perfil regional

    • África Oriental
  • ¿Qué puede unir a diferentes pueblos o comunidades? Desde los tiempos de la Torre de Babel son muchos los métodos que se han intentado. Tener una visión común que invite a trabajar por un mismo propósito fue el método que se intentó en aquel relato bíblico; y, como es bien sabido, dicho intento de unidad fracasó.

    Tener una narrativa común es otra estrategia que se ha propuesto para crear unidad. Una historia unificada que describa un origen común e inspirador puede servir como material cohesionador. Sin embargo, encontrar una narrativa estimulante que involucre a varios pueblos o culturas diferentes es muy difícil.

    Otra alternativa probada en la política y la religión en aras de la unidad, es la de suprimir toda diferencia y promover la existencia de una única forma de ver la vida, para así destruir la diversidad. La historia nos muestra de sobra el fracaso que esta alternativa representa.

    Una opción que a veces se predica en medios eclesiales es la definición de un listado de creencias que deben ser sostenidas por un grupo de personas para determinar claramente quiénes pertenecen o quiénes están por fuera de dicho grupo. Lamentablemente, credos y confesiones de fe a veces han sido usados en este sentido.

    Cuando observamos los resultados de la investigación del Perfil Anabautista Mundial (GAP por sus siglas en inglés), podemos hacernos la misma pregunta: ¿Qué puede facilitar la unidad entre grupos tan diversos como los que pertenecen al Congreso Mundial Menonita (CMM)?

    Durante varios años iglesias miembros del CMM participaron en un proceso investigativo que buscaba develar quiénes somos como anabautistas hoy. En esta edición de la revista Correo vemos algunas conclusiones que arroja dicho estudio. Como dice uno de los artículos en esta entrega, semejante diversidad en medio de nuestra familia mundial se convierte en una oportunidad singular para lograr mayor unidad.

    ¿Pero qué es lo que hace posible esa unidad?

    No se trata del texto de nuestras convicciones compartidas. Dicho texto surgió en los últimos años como expresión de lo que es nuestra experiencia de seguir a Jesús en cada contexto. Las iglesias miembros del CMM caminaron en unidad sin la existencia de dicho texto por más de 75 años.

    Tampoco se trata de una historia común. Aunque como iglesias anabautistas nos identificamos con la Reforma Radical del siglo XVI, es claro que la complejidad de los orígenes de nuestra fe es tan asombrosa como nuestra diversidad actual.

    De acuerdo a las Escrituras sólo hay una explicación posible. La unidad de nuestra comunidad global no ha sido el producto de esfuerzos humanos ni es algo que nosotros fabriquemos. Es un regalo y un don de Dios que hoy podemos disfrutar por el obrar del Espíritu Santo en medio de nosotros. La verdadera comunión se hace posible no por leyes y formalismos institucionales sino gracias a la obra de Cristo en la cruz. Fue allí cuando Dios creó un nuevo pueblo compuesto por muchas culturas, razas, tribus y lenguas.

    Hoy es posible sentarnos en la misma mesa de comunión y apreciar la belleza de nuestra diversidad sólo si lo hacemos alrededor del Cordero de Dios, quien es el centro de nuestra fe y quien cimenta dicha unidad.

    ¡Ven y celebra con nosotros el milagro de la unidad y la belleza de nuestra diversidad!

    —César García, secretario general del CMM, desde su oficina en la sede central en Bogotá, Colombia.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2016.

  • ¿En qué piensas cuando oyes la palabra hospitalidad? Por lo general, me recuerda la experiencia que tuve cuando visité un país de otro continente.

    Creía que los colombianos eran buenos anfitriones hasta que me hospedó una familia de una cultura diferente. Fue algo increíble: la cantidad y calidad de la comida que me ofrecían, sus esfuerzos tan evidentes en hacerme sentir bienvenido, cada detalle de mi habitación, sus preguntas, su respeto y buena disposición para servirme tanto como fuera posible.

    No obstante, lo que me conmovió más que cualquier otra cosa fue su actitud. Estaban dispuestos a dejar de lado todas sus actividades y concentrarse muy generosamente en servir a su huésped.

    La hospitalidad se define como la capacidad de prestarle atención a un huésped. Esto es muy difícil porque estamos preocupados por nuestras propias necesidades. Nuestra ansiedad nos impide desviar la atención desde nosotros hacia los demás. Si pecado es cuando el alma se centra en sí mismo, como lo definiera Agustín de Hipona, entonces una vida sin pecado sería poder centrar nuestra atención en los demás. Es decir, cuando uno vive brindando hospitalidad, vive sin pecado.

    Jesús es el mejor ejemplo de lo que significa la hospitalidad. Mediante su vida y muerte en la cruz, Dios ingresa al mundo de la existencia humana. Por medio de su compasión, centra su atención en los demás, en vez de en sí mismo. Es a través del sufrimiento y quebrantamiento de Jesús que Dios comparte la mortalidad, fragilidad y vulnerabilidad de la humanidad. Y entonces, en el libro de Apocalipsis, Jesús hace lugar en su gloria para la multitud de todas las naciones que llegan a adorarle. 

    La actitud y atención de Jesús en el otro trae sanación a las personas que han sido abusadas, que han padecido dolor y sufrimiento. Ni la injusticia de las heridas de Jesús ni la realidad de su triunfo y señorío finales lo llevan a cuidarse de sí. Está presente, cual pastor, para brindar consuelo y guía a los demás. Jesús ha venido a servir, no a ser servido, y esto es así aun en su gloria.

    Actualmente, al afrontar la crisis de los refugiados que observamos en todo el mundo, nuestro llamado a la hospitalidad como cuerpo de Cristo nos convoca a revelar la presencia de Dios en medio de dicho sufrimiento y dolor. Es un llamado a brindar esperanza, sanación, guía y cuidado. Es un llamado a  centrar nuestra atención en los perseguidos, enfermos y sin techo. Aunque quizá tengamos muchas necesidades y bastantes motivos para estar preocupados, el llamado a servir a los demás aún está presente. Al margen de nuestra pobreza, falta de recursos, desacuerdos, conflictos, proyectos y planes, el llamado a centrar nuestra atención en los demás aún está presente. 

    Ésa es la razón por la que este número de Courier/Correo/Courrier aborda dicho tema. La familia que me recibió fue una anfitriona excelente, tanto por su cultura como por la manera en la que vivían su experiencia con Cristo. Que Dios guíe a nuestra comunidad mundial a fin de responder a los demás con la misma actitud, viviendo nuestra experiencia con Dios, ¡siguiendo los pasos de nuestro Señor Jesucristo!

    —César García, secretario general del CMM, desde su oficina en la sede central en Bogotá, Colombia.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016. 

     

  • Estas reflexiones articulan muy brevemente el desarrollo histórico, perfil y tendencias de las comunidades anabautistas e iglesias menonitas multiétnicas en América Latina pertenecientes al CMM; y presenta los desafíos de los menonitas en sus tareas misionológicas, trabajo pastoral y en su testimonio de justicia y paz siguiendo a Jesús en un continente multiétnico.

    1. El carácter multiétnico de las comunidades e iglesias menonitas y anabautistas

    Argentina. En 1917, Josephus W. y Emma Shank, Tobías K. y Mae Hershey, misioneros de la Junta Menonita de Misiones y Caridades de Elkhart, Indiana, se instalaron en Argentina; en 1919 fundaron la primera iglesia menonita de América Latina, en el pueblo de Pehuajó. De esta iniciativa misionera surgiría en 1943, el trabajo y fundación de iglesias entre el pueblo toba/qom.

    México. Desde las primeras décadas del siglo pasado, la presencia menonita tuvo un carácter étnico de migración. Un ejemplo es Old Colony Mennonite, de origen ruso y procedente de Manitoba y Saskatchewan (Canadá). Se ubicó en la ciudad de San Antonio de los Arenales, México, desde 1922 hasta 1926, con una migración de aproximadamente 6.000 personas.

    Paraguay. Un total de 1.763 colonos menonitas provenientes de Canadá, emigraron a Paraguay entre 1926 y 1927, estableciendo la Colonia Menno. La Colonia Fernheim, que se ubicó también en el Chaco paraguayo, estuvo conformada por 2.000 emigrantes provenientes de: a) Molotschna en Rusia (1930–32), b) Amur, región cercana a Charbin en China (1932) c) y un pequeño grupo proveniente de Polonia. La tercera colonia llamada Friesland se formó en 1937 debido al desmembramiento de la Colonia Fernheim y se ubicó en el este de Paraguay. Desde dicha colonia se inició el trabajo misionero entre el pueblo enhelt en 1937, surgiendo así una nueva organización eclesial indígena menonita en Yalve Sanga (Lago Armadillo).

    La historia menonita-anabautista en América Latina debe verse como el encuentro entre las hermanas y hermanos evangélicos enviados por sociedades misioneras norteamericanas, y los pueblos latinos y autóctonos de este continente. Por otro lado, las colonias menonitas con muchas costumbres étnicas y culturales heredadas en Europa desde el siglo XVI, se asentaron en los territorios de pueblos indígenas, afrodescendientes y mestizos. En contextos históricos y países muy distintos se produjo el encuentro de personas de gran diversidad cultural; por medio de ayudas mutuas y de tensiones culturales, étnicas y sociales, surgieron las iglesias que hoy conforman el Congreso Mundial Menonita.

    En las comunidades e iglesias menonita-anabautistas se puede escuchar conversaciones y alabanzas a Dios en inglés, francés, alemán, español, portugués, inglés-criollo, francés-criollo, pero también en toba/qom, guaraní, bribri, enlhet, cabécar, kekchí, tupí, garífuna, quechua, emberá-wounaán y en muchas otras lenguas autóctonas. Esa dinámica de interacción entre las diversas culturas en la conformación de las iglesias y comunidades de fe se vio impulsada desde sus inicios por la acción del Comité Central Menonita, los cuerpos voluntarios menonitas, organizaciones educativas, seminarios y universidades menonitas (mayormente de Estados Unidos y Canadá, pero también de Europa), aportando elementos de vital importancia en la práctica de seguir a Jesús. A lo largo de esta historia de constantes migraciones, puede verse la tensión entre quienes percibieron como prioridad el crecimiento de comunidades y la edificación de templos – sin cuestionar las estructuras sociales de sus tiempos – y quienes enfatizaron la lucha por la justicia y la paz como exigencia prioritaria del Evangelio. A partir de dichas migraciones – tanto de grupos menonitas de origen germano, como también de las migraciones dentro y fuera de los países por parte de comunidades y familias de pueblos autóctonos – surgieron comunidades e iglesias anabautistas.

    Algo característico de las últimas décadas (1980–2015) con respecto a los inicios de este movimiento en América Latina, es que prácticamente en todos los países ya hay presencia de iglesias y comunidades menonita-anabautistas. Al comparar las estadísticas del CCM de 2009 con sus estadísticas de 2015, se observa que los países de mayor crecimiento del movimiento se localizan en Cuba (150%), Haití (70%) y Bolivia (80%). Aquí se percibe que el perfil de las comunidades menonitas que están cruzadas por el encuentro intercultural y el entendimiento de lo que debe ser la evangelización y la pastoral, tienen grandes trazos que las unen con su pasado.

    Cuba. En los años cincuenta, los Hermanos en Cristo llegaron a La Habana, Cuba, a evangelizar junto con los cuákeros y nazarenos en Cuatro Caminos. En 1954, la Junta Menonita de Misiones y Caridades de Franconia, EE.UU., también envió a los misioneros Henry Paul Yoder y su familia para fundar una iglesia en la provincia de Las Villas, en el pueblo de Rancho Veloz. La revolución encabezada por Fidel Castro contra la dictadura de Fulgencio Batista en 1959, produjo una gran desbandada de misioneros norteamericanos que abandonaron la isla en los años sucesivos. Durante los años de la revolución, el liderazgo de Juana M. García fue fundamental para mantener el trabajo eclesial que iniciaron los Hermanos en Cristo en el pueblo de Cuatro Caminos, en La Habana. El 19 de agosto de 2008 se inició un nuevo trabajo misionero de los menonitas en Cuba. El pastor Alexander Reyna Tamayo y su familia habían trabajado anteriormente como pastores en la Iglesia Evangélica Misionera. En 2004 conoció a Janet Breneman de EE.UU. y Jack Suderman de la Iglesia Menonita de Canadá, después de que ellos ofrecieran cursos sobre la tradición anabautista en la Iglesia Evangélica Libre. En común acuerdo con la Iglesia Evangélica Misionera, Alexander Reyna inició contactos con la Iglesia Menonita de Canadá y llegó a conformar esta nueva organización que trabaja en pequeñas células en los hogares, en las provincias de Santiago de Cuba, Olguín, Granma, Villa Clara y Cienfuegos. El enorme crecimiento experimentado en Cuba, sobre todo en la última década, nos remite a la nueva situación política que vive la Isla, que últimamente inició relaciones diplomáticas con Estados Unidos, y la apertura religiosa que está experimentando.

    Haití. País de origen afrodescendiente y el más pobre de América Latina, sacudido además por el devastador terremoto del 12 de enero de 2010, y la crisis económica y política de sus gobiernos. Es otro ejemplo que remueve la temática del perfil anabautista de las iglesias y las tendencias del servicio que prestan organizaciones anabautistas y sociedades misioneras. Tanto en el caso de Cuba como en el de Haití, se hace necesario un detallado estudio que explique su gran crecimiento numérico así como el perfil cultural presente en la vida y misión de los miembros de sus comunidades.

    Bolivia. Se ha convertido en el país de mayor migración de menonitas conservadores de origen alemán en América Latina en las dos últimas décadas. Desde 1980 hasta 2007, se han establecido un total de 53 nuevas colonias en las provincias de Pando, Beni y Santa Cruz. Estas colonias provenían de la división interna de muchas otras colonias menonitas en Bolivia y otros países como: Belice, Paraguay, México, Argentina y Canadá. En 2007, estas nuevas colonias completaban una población de 30.618 personas (adultos, niños y niñas).

    En la sociedad civil, una de las reacciones a esa situación es que pareciera que la Reforma Agraria aún no ha llegado a América Latina para fortalecer a los grupos más desfavorecidos, como las poblaciones indígenas o de origen afrodescendiente. Nuestras preguntas se orientan otra vez sobre: a) la relación que surge en este contexto, entre colonias de grupos menonitas de origen europeo con las poblaciones indígenas de sus alrededores; b) el rol de las sociedades misioneras y la conformación de iglesias que tienen el propósito de seguir a Jesús desde sus propias raíces culturales y étnicas. Los desafíos del evangelio en el encuentro y/o desencuentro de comunidades con un trasfondo étnico y cultural tan diverso, están presentes y latiendo fuertemente como el tiempo de las primeras migraciones étnicas de los menonitas en América Latina.

    2. Estadísticas de los menonitas en América Latina

    I. Región de Mesoamérica:

    País:¬† Número de miembros:
    México 33.881
    Guatemala 9.496
    Honduras 21.175
    El Salvador 909
    Nicaragua 11.501
    Costa Rica 3.869
    Panamá 820

    II. Región del Caribe

    País:¬† Número de miembros:
    Bahamas 25
    Cuba 8.664
    Jamaica 733
    Haití 5.566
    República Dominicana 5.780
    Puerto Rico 798
    Belice 5.405
    Granada  8
    Trinidad & Tobago 300

    III. Región América del Sur

    País:¬† Número de miembros:
    Venezuela 596
    Colombia 3.664
    Ecuador 1.340
    Perú 1.524
    Brasil 14.748
    Bolivia 26.661
    Chile 1.452
    Paraguay  34.574
    Uruguay 1.464
    Argentina 4.974

    Gran Total: 199.912

    Estadísticas del Congreso Mundial Menonita, Membresía, Una comunidad de iglesias afines al anabautismo, Membresía, Junio de 2015.

    3. Desafíos pastorales desde la realidad multiétnica de América Latina

    Estas breves reflexiones nos llevan a considerar los siguientes desafíos pastorales desde la realidad multiétnica de América Latina.

    Renovación en el Espíritu. La experiencia en el Espíritu, al igual que nuestros antepasados del siglo XVI, debe significar iluminación y fortaleza para recrear nuestra identidad anabautista, a fin de asumir una actitud crítica ante el Estado, una teología y práctica pastoral a favor de los pobres, una hermenéutica contextual de la Biblia de no resistencia, un compromiso por la justicia y la paz, una tolerancia grande hacia las diversas formas de concebir el misterio profundo de Dios en la multietnicidad de las iglesias y comunidades anabautistas y la sociedad civil.

    Movimiento de teólogas latinoamericanas. El encuentro con teólogas africanas en Zimbabwe, marcó un gran desafío para las mujeres latinoamericanas que se dieron cita en la Asamblea del CMM realizada en Bulawayo, en 2003. De ahí surgiría el ‚ÄúMovimiento de teólogas latinoamericanas‚Äù, que en base al apoyo del proyecto ‚ÄúCompartir Dones Globalmente‚Äù del CMM, ha realizado diversos encuentros en América Latina. En la Asamblea del CMM realizada en julio de 2009, en Asunción, Paraguay, 120 mujeres menonitas latinoamericanas se reunieron para reflexionar respecto al lema: ‚ÄúEl mensaje liberador de Jesús para las mujeres hoy‚Äù. En la reciente Asamblea del CMM celebrada en Pennsylvania, EE.UU., del 21 al 26 de julio de 2015, el ‚ÄúMovimiento de Teólogas Anabautistas de América Latina‚Äù se reunió con las teólogas anabautistas de todo el mundo para promover una red mundial. Uno de los grandes desafíos de este movimiento es cómo integrar en su liderazgo y en el seno de su trabajo, a mujeres que representen ese carácter multiétnico de los menonitas en América Latina. Es a partir de esa gran diversidad de pueblos y culturas que nuestras familias, iglesias y movimientos alcanzarán un mayor testimonio en la sociedad y en el seno mismo del CMM.

    Testimonio de paz. El testimonio de quienes trabajan por la paz, arriesgando inclusive sus vidas por el bienestar de otras personas, nos recuerdan las palabras de Jesús: ‚ÄúBienaventurados los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos e hijas de Dios‚Äù. (Mateo 5:9) Los testimonios ofrecidos por el trabajo de organizaciones menonitas como Justapaz en Colombia, y el Comité Central Menonita durante la revolución en Centroamérica durante los años setenta y ochenta, nos recuerdan que es posible dar nuestra contribución por la paz. Pero, esto nos lleva a reflexionar cómo hemos de dar este testimonio en los nuevos escenarios de nuestra América Latina, frente al crecimiento de la población, la destrucción de las culturas y pueblos ancestrales, el racismo, la xenofobia, la desocupación laboral de los jóvenes, la polución y contaminación ambiental, y nuevas formas de opresión y violencia que destruyen poblaciones y la vida del planeta.

    Modelos pastorales. Se hace necesario un análisis más detallado de lo que ha sido el testimonio de los anabautistas y menonitas en América Latina. En la década de los setenta, se desarrolló un método que orientaba la acción pastoral de muchas comunidades tomando como punto de partida las palabras: ver, juzgar y actuar; en otras palabras, analizar con las ciencias sociales lo que¬† acontece actualmente en nuestros pueblos latinoamericanos, juzgarlo a la luz de los desafíos de la Palabra en el seguimiento de Jesús, y finalmente responder pastoralmente con acciones concretas. Quizá sea hora de reconocer que el método antes descrito nos desafía nuevamente a revisar nuestras tareas pastorales, pero no sólo en el sentido de analizar la situación de injusticia a nivel macroeconómico y social, sino también desde las necesidades de una pastoral que esté atenta a las nuevas expresiones de familia en todo el continente, a los gritos de nuevos grupos marginados en nuestra sociedad, que incluye también a nuestros pueblos indígenas, afrodescendientes y a los pueblos mestizos pobres.

    La expresión afrocaribeña. El Caribe ha sido la región latinoamericana que más dificultades ha tenido en organizarse desde la colonia a causa de su historia, su complejidad política y la gran diversidad de lenguas. En la Asamblea del CMM celebrada en Asunción, Paraguay en julio de 2009, los representantes de la zona del Caribe expresaron en el caucus latinoamericano la necesidad de organizarse también como región. El fortalecimiento de las reflexiones teológicas, sociales y pastorales de las iglesias y comunidades anabautistas del Caribe debe ser una prioridad del CMM. La realidad de las iglesias afrodescendientes del Caribe enriquece enormemente el carácter multiétnico del CMM, que permitirá fortalecer el diálogo de dichas iglesias con las iglesias afrobrasileñas, y también con las iglesias menonitas de √Åfrica.¬†

    La gran diversidad étnica y cultural. En medio de la pobreza económica, las comunidades menonitas de los pueblos originarios y de trasfondo africano de todo el continente, comparten con nosotros su riqueza histórica, cultural y espiritual. Por medio de sus historias y sus mitos hundidos en las entrañas de la selva, los mares, los ríos, las rocas y las praderas, nos exhortan a proteger y velar por la madre tierra. Sus visiones y sueños nos hacen ver el desorden provocado en la creación por los sistemas económicos que protegen los intereses económicos de las transnacionales, o ‚Äúpromueven el desarrollo‚Äù a costa de la destrucción de la diversidad cultural.¬†

    La visita de hermanos y hermanas de los pueblos originarios como los métis y ojibwe (América del Norte), los quechuas (Perú), los kekchíes (Guatemala), los emberá y wounaan (Panamá), a las tierras de los pueblos originarios del Chaco paraguayo durante la Asamblea del CMM en Paraguay (2009), es una bella señal de fraternidad y unidad en medio de la diversidad. Desde este anhelo de aprender unos de otros y de poner nuestros talentos al servicio de los demás, es que esta gran variedad étnica de los menonitas en América Latina sólo puede nutrir a la comunidad anabautista; y, además, hacer real nuestros esfuerzos de ser instrumentos de Dios en la creación que añora con dolores de parto su liberación, así como nosotros gemimos y suspiramos por la redención de nuestros cuerpos (Romanos 8:18–25).

    ‚ÄîJaime Prieto es costarricense, casado con la brasileña Silvia de Lima; juntos tienen un hijo llamado Thomáz Satuyé. Jaime es Doctor en Teología por la Universidad de Hamburg, República Federal de Alemania (1992), miembro de la Iglesia Menonita de Costa Rica desde 1971, y actualmente pertenece a la Asociación de Iglesias Evangélicas Menonitas de Costa Rica (miembro del Congreso Mundial Menonita). Es autor de Misión y migración, el tomo sobre América Latina de la Colección de Historia Menonita Mundial publicada por el CMM.

    Este artículo apareció¬†por primera vez¬†en¬†Correo/Courier/Courrier¬†en abril de¬†2016.¬†

     

     

  • Los primeros menonitas llegaron a Brasil en el transcurso del año 1930, en calidad de refugiados de Rusia/Ucrania, donde sus propiedades, iglesias y escuelas fueron confiscadas por el Estado durante la era estalinista.

    Miles de menonitas (15.000–25.000) y otros grupos se trasladaron a Moscú en 1929 para obtener una visa. Sólo 5.000 fueron autorizados a irse del país. Al llegar a Alemania, no se les permitió permanecer allí, de modo que optaron por emigrar a Canadá. Debido a la depresión económica de la década de 1930, Canadá sólo aceptó a unos pocos de estos inmigrantes, principalmente aquellos que gozaban de buena salud y que tenían parientes radicados en el país.

    Los otros dos países que los recibirían eran Brasil y Paraguay. Líderes de iglesias de Europa y América del Norte alentaron a los refugiados a trasladarse como grupo a Paraguay, donde había un asentamiento de menonitas de Canadá. En Paraguay, los menonitas ya gozaban de varios privilegios tales como la exención al servicio militar y el derecho a la autonomía de las colonias; alrededor de 3.000 optaron por ir a Paraguay.

    Las primeras luchas

    Otros 1.300 decidieron trasladarse a Brasil. Los verdaderos motivos de esta elección no son muy claros. Al llegar a Brasil, se dispuso su asentamiento en una región serrana de bosques tropicales en el sur, totalmente diferente a lo que habían conocido en Rusia. Un grupo de colonos (Stolz Plateau) no pudo progresar, y encontraron un buen sitio en Curitiba (300 km al norte), donde había llanuras y un clima más frío. En unos años, todos los menonitas se habían mudado del lugar de asentamiento original.

    Entre los colonos, había tres grupos diferentes: Hermanos Menonitas, Iglesia Menonita (kirchliche) y Evangélicos Menonitas. Al principio, todos los cultos se realizaban conjuntamente, excepto las asambleas, y todo en alemán. Durante la Segunda Guerra Mundial – a la que Brasil entró en 1942 – se prohibió hablar en alemán en público hasta fines de 1945. Por consiguiente, las iglesias celebraban sus cultos en alemán bajo, a veces en ruso, e incluso empezaron a emplear el portugués.

    Acción social

    El primer proyecto social comenzó en 1948 con un orfanato para niñas/os abandonados, y con la primera congregación exclusivamente de habla portuguesa en las afueras de Curitiba. Contaban con el apoyo de los obreros fraternales de la Iglesia de los Hermanos Menonitas (MB) de América del Norte. Luego, siguieron otros proyectos de fundación de iglesias, y poco después se conformó la Asociación de Iglesias de los Hermanos Menonitas con las congregaciones de habla portuguesa. En 1994, la Convención de habla alemana y la Convención de habla portuguesa se unieron y conformaron la Convención de Iglesias Evangélicas de Hermanos Menonitas de Brasil (COBIM, Convenção Brasileira das Igrejas Evangélicas Irmãos Menonitas). Actualmente, COBIM tiene más de sesenta congregaciones y varios proyectos misionales en Brasil y África.

    En 1955, la Junta Menonita de Misiones y Caridades de la Conferencia General, de la Iglesia Menonita de Estados Unidos, enviaron sus primeros misioneros a Brasil. Se establecieron varias congregaciones en San Pablo, en la región central de Brasil y en la región amazónica, conformando la Alianza Evangélica Menonita (AEM). La Asociación de Iglesias Menonitas de Brasil (AIMB) – fruto de la unión de dos grupos de habla alemana y otros evangélicos menonitas – y COM (Comisión sobre la Misión en el Extranjero), se sumaron a este proyecto de fundar iglesias, comenzando a enviar misioneros en 1976. La AEM tiene actualmente unas treinticinco iglesias y congregaciones, y proyectos misionales en Brasil y Albania.

    En 1965, el Comité Central Menonita (MCC) inició varios proyectos agrícolas y de desarrollo social en el noreste de Brasil. En 2012, finalizó esta labor social y comunitaria. Algunas organizaciones locales (AMAI) le están dando continuidad a varios de los proyectos que promueven la paz y la reconciliación. Se establecieron tres congregaciones, afiliadas a la AEM.

    AIMB, la Convención conformada por menonitas y evangélicos menonitas, tiene nueve iglesias y congregaciones. Durante muchos años, sus cultos se celebraban en alemán. Esto empezó a cambiar en la década de 1980, a medida que las iglesias fueron empleando más el portugués, procurando un mayor acercamiento con sus vecinos y el contexto brasileño. Su proyecto misional más importante es el de la Asociación Menonita de Asistencia Social (AMAS), que cuenta con seis guarderías para familias de bajos ingresos que atienden diariamente a más de mil niñas/os.

    En la década de 1960, un grupo de menonitas Holdeman (menonitas de la Iglesia de Dios en Cristo) se trasladaron desde EE.UU. a la región central de Brasil (400 km al oeste de Brasilia, la capital del país), y establecieron su colonia en Rio Verde, en el estado de Goiás. Se mantienen en contacto con la comunidad menonita general de Brasil a través de la distribución de literatura anabautista/menonita.

    Tras ochenta y cinco años en Brasil, se calcula que el número de miembros de las iglesias de todas las convenciones es de 12.000 a 15.000. En los últimos treinta años, ha habido varias divisiones y escisiones en las iglesias y convenciones, mayormente a causa de los movimientos de renovación pentecostales/carismáticos. El deseo de alejarse de la cultura de una iglesia étnica alemana ha sido también un factor que llevó al establecimiento de varias congregaciones menonitas independientes.

    ¿Cuáles son los principales desafíos para los menonitas de Brasil?

    1. Identidad. ¿Qué significa ser cristiano menonita en Brasil, donde el 90 por ciento de todos los cristianos evangélicos son pentecostales/carismáticos/neocarismáticos? Relacionado con esto, aún tenemos la cultura de una iglesia étnica. Un líder hacía la siguiente observación: “Ya no vivimos en una colonia, pero la colonia aún la llevamos dentro de nosotros”. Los brasileños no entienden esta mentalidad menonita y les parece que es ajena a su cultura.
    2. Extensión comunitaria y aculturación. Cómo comprometerse con y ser fiel a una interpretación de la Biblia que esté centrada en Jesús, en medio de un contexto en el que existe todo tipo de religiosidad, “superstición cristiana”, “revelación divina directa”, evangelio centrado en el control del poder, evangelio de la prosperidad, etc.
    3. Diversidad y conflicto. Las congregaciones con trasfondo de habla alemana están llegando al final del proceso de cambio idiomático. Algunas tienen dos cultos, uno en cada idioma, y otras tienen cultos bilingües. Los casamientos interétnicos son más comunes que antes. Los miembros bautizados nuevos son mayormente de trasfondo no alemán. La diversidad cultural y teológica está cada vez más presente.
    4. Liderazgo. El concepto del líder servidor designado por la congregación, y que establece un liderazgo en equipo, está siendo cuestionado por un liderazgo jerárquico, autodesignado, centrado en la productividad y en ambiciones de poder.

    No obstante, el Espíritu Santo está presente en las diferentes convenciones y congregaciones, a fin de que se apoyen y ayuden unas a otras. El Instituto Teológico Fidelis pertenece a las tres entidades: AEM, COBIM y AIMB.

    Existen otros proyectos tales como la Escuela Menonita Erasto Gaertner y el Hogar de Ancianos Lar Betesda, que están bajo la dirección conjunta de menonitas y Hermanos Menonitas.

    Cada vez se hace más importante la necesidad de dialogar, compartir experiencias y aprender unos de otros.

    Peter y Gladys Siemens conforman un equipo pastoral de la Iglesia Vila Guaíra, Curitiba, Brasil. Gladys integra, además, la Comisión de Diáconos del Congreso Mundial Menonita.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016.

    Iglesias menonitas nacionales de Brasil

    *Alliança Evangélica Menonita

    Miembros: 2.900

    Congregaciones: 35

    Sede: Paulista, Brasil

    Presidente: Cristiano Maiximiano de Oliveira

    *Associação das Igrejas Menonitas do Brasil

    Miembros: 1.184

    Congregaciones: 9

    Sede: Curitiba, Brasil

    Presidente: Fridbert August

    Church of God in Christ, Mennonite

    Miembros: 344

    Congregaciones: 5

    ¬±Convenção Brasileira das Igrejas Evangélicas Irmãos Menonitas

    Miembros: 6.960

    Congregaciones: 70

    Sede: Curitiba

    Presidente: Emerson Luis Cardoso

    Igreja Evangélica Irmãos Menonitas Renovada

    Miembros: 3.350

    Congregaciones: 27

    Sede: Sao Paulo

    Presidente: Jose Eguiny Manente

    * Indica membresía en el CMM.

    ¬± COBIM ha reanudado la solicitud de aceptación como miembro del CMM.

    Fuente: Mapa Mundial del CMM

    www.mwc-cmm.org/maps/world

    Consultado, enero de 2016

  • La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre del 2015, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios.

    El número de abril 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    Un ministerio de hospitalidad incluyente

    Escritura: “Este fue el pecado de tu hermana Sodoma: ella y sus aldeas se sentían orgullosas de tener abundancia de alimentos y de gozar de comodidad, pero nunca ayudaron al pobre y al necesitado” (Ezequiel 16:49 DHH).

    Cuento: “Un refugiado se quejaba amargamente ante Dios porque no lo habían dejado entrar en una iglesia, y Dios le contestó: No te preocupes que a mí tampoco me dejan entrar”.

    Teniendo como punto de referencia para la reflexión este pasaje bíblico y la historia anexa, quiero hacer esta pequeña y sencilla nota desde mi propio testimonio personal para marcar la diferencia con el texto referido.

    Colombia, donde vivo actualmente, es un país en guerra interna desde hace más de sesenta años, siendo el último conflicto armado interno que queda en el hemisferio occidental. Más de cinco millones de personas en desplazamiento forzado, segundo país en el mundo con este fenómeno según datos de las Naciones Unidas, y cerca de un millón de refugiados en otros Estados. Veinticinco mil muertes violentas cada año, miles de desaparecidos y secuestrados, y más de seis millones de víctimas reconocidas por el gobierno.

    Un cuadro social impresionante, que si estuviera impregnado de petróleo o cualquier otro interés económico de las multinacionales, hubiese aparecido en las noticias de los medios masivos de EE.UU., Canadá y Europa, y entonces las iglesias anabautistas del Norte se hubiesen enterado.

    Amenazas e incertidumbre

    Después de vivir por muchos años en Bogotá, en 1986 nos trasladamos con mi esposa e hijos a un pequeño pueblo en el caribe colombiano, al norte del país, llamado San Jacinto.

    Allí adquirimos una finca, casa, maquinaria agrícola, vehículos, y vivíamos con mi esposa y cuatro hijos de la abogacía, la agricultura y el periodismo. Apoyábamos el trabajo social y organizativo de los campesinos de la región.

    Debido al trabajo con los campesinos me acusaron de ser un ideólogo de la guerrilla, y comenzó contra mí una persecución y amenazas permanentes por parte del comandante de policía del lugar, y más tarde por un grupo paramilitar llamado “MAS” (Muerte a Secuestradores).

    En marzo de 1988, el Ejército Nacional colombiano y la policía unieron fuerzas y nos hicieron un allanamiento en nuestra casa; las amenazas de muerte aumentaron, nuestros amigos nos evadían, los bancos no nos atendían. Vivir allí se hizo insoportable. Huyéndole a la muerte, nos vimos forzados a desplazarnos hacia la cercana ciudad de Cartagena, perdiendo todo lo que habíamos adquirido con nuestro trabajo.

    Allí en Cartagena recibimos la hospitalidad de un tío mío, quien nos abrió las puertas de su casa. En el patio construimos un lugar para habitar mientras pasaba la tormenta, gracias al apoyo de la Iglesia Menonita.

    Pero la situación del desplazado, nacional o internacional, es bien difícil. Por un lado está dejando atrás su territorio, amigos, familiares, trabajo, bienes, cultura, contactos, buen nombre, y por otro, entra en un terreno desconocido, amenazante, inhóspito, y se adentra al mundo de los prejuicios y estigmas.

    De ser una persona “de bien”, de pronto entra a ser sospechoso de terrorismo, de criminalidad, creando un gran temor entre sus vecinos. Entra en el ámbito del miedo, no sólo del desplazado sino de las personas que lo rodean, sus amigos, familiares, iglesias, todos con el miedo de que los confundan o los señalen como enemigos, los declaren “objetivo militar”, los amenacen y les hagan daño.

    El miedo impregnado en los demás es lo que más afecta a los desplazados, pues paraliza e impide la hospitalidad y la solidaridad. Existen muchas personas, miembros de una iglesia que creen y quieren ser hospitalarios, pero tienen familia, hijos pequeños, deudas hipotecarias, y tienen miedo de poner en peligro la vida y estabilidad de estas personas que dependen de ellos. Dicen que si estuvieran solos darían la vida por ayudar, pero en esas condiciones sería irresponsabilidad e injusto con los menores.

    En julio de 1989 llegamos nuevamente a Bogotá, derrotados pero no vencidos, una pareja de amenazados y desplazados, con cuatro hijos menores de edad. Llegamos a una ciudad afectada por el terrorismo, llena de muertos vivientes pidiendo limosna en cada semáforo, niños y niñas abandonados en las calles, una delincuencia amenazante, cercada por zonas de miseria, racista y discriminadora.

    El gobierno central había aprovechado la excusa de la guerra para suprimir la mayoría de las libertades públicas, y ordenaba allanamientos y detenciones arbitrarias cada día en la ciudad y el país. La desconfianza y el miedo reinaban en la ciudad. Como dice el maestro oriental, “la guerra es el arte del engaño” y “donde la primera víctima es la verdad”, lo que dificulta creer en alguien y aun creerle a Dios.

    Recibir y cobijar

    Pero hoy mi familia y yo estamos vivos gracias a la acción decidida de un grupo de personas, perteneciente a la Iglesia Menonita de Teusaquillo (Bogotá), encabezado por el pastor Peter Stucky. Aunque tenían hijos menores de edad y personas a su cargo, vencieron el miedo a la estigmatización y ser declarados auxiliares de la guerrilla; organizaron una acción de hospitalidad incluyente que nos cobijó y nos dio energía suficiente para despertar nuestro poder de resiliencia y recuperarnos.

    Es allí con ese acto de hospitalidad donde se rompe la maldición de Sodoma y se hace realidad esa bella recompensa de Jesús cuando dice, “Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento, les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí lo hicieron” (Mateo 25:35–40).

    Pero esto no terminó allí con el auxilio a una familia miembro de esa iglesia, sino que se amplió el concepto de hospitalidad incluyente, que no excluye a nadie. Siempre encuentra lugar para el forastero, el extranjero, el que sufre, abriendo las puertas de la iglesia; se creó

    todo un ministerio eclesial para apoyar a cientos de desplazados que llegaban allí huyendo de sus territorios después de haber perdido sus bienes y la esperanza. “El refugiado o desplazado es el vivo mensajero del infortunio, trae con él la imagen, el olor y el sabor de la tragedia de la guerra, del genocidio, de la masacre y del abandono del hogar por la violencia.”(Javier Jurado).

    Durante muchos años ha funcionado este ministerio en la Iglesia Menonita de Teusaquillo en Bogotá. Cientos de personas han sido auxiliadas y reconfortadas; decenas de desplazados fueron acogidos desde allí por la iglesia menonita canadiense y hoy gozan de tranquilidad y nueva vida en ese país. Además se amplió a la ciudad de Quito (Ecuador), para recibir a los cientos de colombianos que huían y huyen de su país buscando refugio.

    Crear, iniciar y mantener un ministerio así, abierto a cualquier persona sin importar de dónde venga, en qué crea, qué ideología política tenga, que sea perseguido por guerrilleros o paramilitares, significa un gran riesgo y hace que muchos de los miembros de la congregación dejen de asistir. Pero se siente la coherencia con el mandato de Jesús y el derecho de asilo; la comunidad se fortalece y surgen nuevos liderazgos abiertos a la hospitalidad.

    Se siente la satisfacción de ser una iglesia anabautista histórica de paz donde ningún refugiado se queje ante Dios porque no lo dejan entrar, y que como Job podamos decir, “siempre abrí las puertas de mi casa al forastero” (Job 31:32).

    ‚ÄîRicardo Esquivia, abogado, es miembro de la Iglesia Menonita de Colombia, y tiene más de 45 años de experiencia en la construcción de paz integral desde una base eclesial y comunitaria. Actualmente, es director de Sembrandopaz y trabaja con comunidades en retorno en el caribe colombiano.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016.

  • Correo: Perspectivas

    La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre pasado, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios. ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    Los refugiados han formado parte de la historia de la Iglesia de los Hermanos Menonitas de Neuwied desde sus comienzos: la historia de nuestra iglesia está marcada por las iniciativas tendientes a la integración de personas de diferentes trasfondos culturales.

    Evangelische Freikirche Mennonitische Brüdergemeinde Neuwied, Alemania, fue fundada tras la Segunda Guerra Mundial por refugiados de Prusia Occidental (actualmente Polonia), y es la iglesia de los Hermanos Menonitas más antigua de Europa Occidental. Al principio, los menonitas que habían fundado la iglesia tuvieron que resolver la manera de adorar junto con hermanas y hermanos de distintas tradiciones cristianas, tales como protestantes, bautistas y Hermanos de Plymouth. La generación siguiente aprendió a integrar a cristianos de Croacia y América del Sur, que se sumaron a la iglesia en la década de 1960. A mediados de la década de 1970, fue un desafío la integración de un gran número de menonitas de la ex Unión Soviética. Aunque tenían las mismas raíces menonitas, adherían a tradiciones particulares que diferían de la cultura de nuestra iglesia. Pero con Dios, nada es imposible.

    Con los años, hermanas y hermanos de América del Norte, Asia y África han formado parte también de esta comunidad diversa de seguidores de Cristo.

    Actualmente, somos una congregación conformada por 460 miembros, que alberga a cristianos provenientes de más de catorce naciones. Aunque el trasfondo y las tradiciones de los miembros de nuestra iglesia son a veces muy diferentes, su fe en y compromiso con un solo Señor Jesucristo ayudan a fortalecer los vínculos unos con otros.

    Un nuevo capítulo

    Hace ocho años comenzó un capítulo completamente nuevo en la historia de la iglesia, cuando tuvimos el valor de abrir nuestras puertas a personas con un trasfondo religioso totalmente diferente.

    ¿Cómo sucedió?

    Líderes comunitarios de nuestra ciudad nos hicieron la siguiente solicitud: ¿estaríamos dispuestos a abrir un club para jóvenes y ayudar a la ciudad a atender a jóvenes inmigrantes de 12–17 años? En retrospectiva, somos conscientes de que fuimos muy ingenuos; no obstante, fuimos fieles cuando respondimos que sí a fin de obedecer el mandato de Dios de, “procurar la paz y prosperidad de la ciudad…” (Jeremías 29:7).

    Entonces, así es cómo este club de jóvenes (treinta jóvenes de trasfondo musulmán y yazidí) encontró un hogar en el edificio de nuestra iglesia. Pronto nos dimos cuenta que estos jóvenes daban por sentado que podían asistir a “su lugar de reunión” en cualquier momento. Cuando las puertas estaban abiertas, entraban, aunque hubiera una reunión de mujeres, un momento de oración o algún otro evento. Cuando las puertas estaban cerradas, simplemente se juntaban en los escalones a la entrada, sin importarles si era de noche o de día.

    ¡Los primeros tres meses de apertura del club de jóvenes fueron realmente estresantes para la iglesia! Pudimos sobrevivir esta etapa gracias a mucha oración, paciencia, intercambio de opiniones, y estableciendo algunas reglas y consecuencias para los jóvenes.

    Reconocimiento, respeto y caridad cristiana

    Para nuestra sorpresa, el vínculo con los jóvenes fue mejorando en los meses siguientes. En nuestra iglesia, los jóvenes vivieron algo que no habían conocido hasta ahora: reconocimiento, respeto y caridad cristiana. Los líderes de la ciudad estaban sorprendidos al ver cómo el comportamiento de estos jóvenes cambiaba para bien.

    Por medio de la experiencia con el club de jóvenes, estábamos preparados para recibir con los brazos abiertos a refugiados y a quienes solicitaban asilo, cuando llegaban a la iglesia en busca de ayuda y fraternidad. Para nosotros, su religión era muy extraña. No era fácil oír lo que estas personas habían vivido en su travesía a Alemania, huyendo de la guerra y del terror.

    Pero, por otro lado, tampoco era fácil para ellos establecerse en una cultura totalmente nueva, en vista de todas las experiencias traumáticas que habían tenido. Nos han expresado con frecuencia que no es lo que decimos lo que los hace acudir a la iglesia sino el amor y cuidado que sienten.

    Este amor les abrió los corazones para aprender más acerca de ese Jesús del que hablábamos. Y entonces, iniciamos un grupo de estudio bíblico en farsi, y luego otro en árabe. Cuando personas de estos grupos encuentran la fe en el Dios vivo y son bautizados, sabemos que habrá más cambios en nuestra iglesia a través de estos nuevos hermanos y hermanas.

    Todas las naciones y lenguas

    Todos advirtieron cuando el primer hermano de Irán fue bautizado. Al salir del agua, sus amigos persas respondieron jubilosamente, dejando sorprendidos y sin palabras al resto de los miembros de la congregación.

    Pero, cuando nos dimos cuenta de que éramos testigos de la promesa de Dios que se hacía realidad –“una gran multitud de todas las naciones y lenguas” (Apocalipsis 7:9)– ¡hubo alegría por doquier!

    Mientras tanto, hemos aprendido que es una bendición que características típicas alemanas tales como la puntualidad y el orden, se estén complementando con características de otros países, tales como la espontaneidad y la hospitalidad. Aunque se supone que la hospitalidad sea una marca especial de los cristianos, estamos aprendiendo mucho al respecto de las personas del Medio Oriente. Ellos siempre parecen tener tiempo para conversar y disfrutar de una taza de té mientras fraternizan. Sus puertas siempre están abiertas y sus mesas disponibles para los huéspedes.

    Hace falta valentía para dedicarle tiempo a extraños, porque cuando lo hacemos salimos de lo que nos es familiar. Sin embargo, lo que aprendemos al vivir de esta manera es indescriptible. Los encuentros con mis nuevas amistades de todo el mundo, han cambiado mi vida tan positivamente que no puedo imaginar cómo era cuando aún no formaban parte de mi vida.

    Walter Jakobeit, pastor de la iglesia de los Hermanos Menonitas (Evangelische Freikirche Mennonitische Brüdergemeinde Neuwied, Alemania), es presidente de AMBD (Arbeitsgemeinschaft Mennonitischer Brüdergemeinden Deutschland), una iglesia nacional que fue aceptada para integrar el Concilio General del CMM, en julio de 2015.

    interacting
  • La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre del 2015, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios.

    El número de abril 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    El corazón de un extraño

    Una vez escuché que un recién llegado a Canadá describía el alivio que sintió al ser recibido en una comunidad religiosa conformada por otros recientes inmigrantes tras una prolongada etapa de desorientación. Me quedaron grabadas sus palabras:

    Sabían cómo abrazar al extraño porque ellos mismos tenían el corazón de un extraño.

    Es decir, quienes han vivido la experiencia de ser forasteros –la deseperación y soledad que acompañan la separación de todo lo que es familiar y de todo lo que les brinda seguridad y estabilidad; la frustración de no poder hablar el idioma; lo que significa añorar un abrazo–, ellos son los que tienen el corazón de un extraño; un corazón que esté dispuesto a hacer lugar a los demás.

    Elegir lo extraño

    Y, sin embargo, la experiencia de ser un “extraño” de una manera significativa es algo ajeno para muchos de nosotros. Algunos nos hemos sentido incómodos al transitar contextos no familiares por elección propia. No obstante, constituyen mayormente los inconvenientes surgidos de las opciones que existen dentro de los parámetros del privilegio. Otras personas ni siquiera han tenido el lujo de ser “extraños” porque nunca han podido viajar más allá de su lugar de nacimiento.

    Pero, ¿cuántos de nosotros habremos sido empujados a tierras lejanas por la violencia, inestabilidad política y pobreza? ¿Alguna vez habremos llegado a una tierra desconocida con pocas pertenencias, sin conocer el idioma, y habiendo sufrido situaciones traumáticas durante años? ¿Nos habremos aventurado en contextos donde pocas personas se nos parecían o hablaban como nosotros, donde las costumbres eran incomprensibles y las creencias insondables? ¿Cuántos de nosotros habremos sido extraños de manera tal que hayamos generado “el corazón de un extraño?”

    Entonces, ¿qué haría falta para adquirir el “corazón de un extraño” en nuestro presente cultural, con tanto discurso que polariza a cristianos (y a otros) respecto a la crisis de los refugiados sirios, y qué exigiría de nosotros? Hay tanto temor y sospechas, tantas palabras cargadas de enojo y desinformación, tanto rechazo reaccionario e impulsivo, tantos brazos que, en lugar de abrirse en un abrazo, se cierran en actitud defensiva. ¿Cómo podríamos avanzar más allá de estas respuestas automáticas y vislumbrar mejores caminos?

    Memoria e imaginación

    ¿Podría ser tan sencillo como mirar en retrospectiva varias generaciones atrás y recordar que, en algún nivel, casi todos somos parte de una historia de extraños? ¿Podría ser que nuestra reticencia a abrazar a un extraño se debe, en parte, al hecho de que nuestro corazón ha perdido u olvidado, o nunca ha desarrollado la capacidad de ponernos en su lugar?

    ¿Podría ser que nuestro principal problema sea más que nada falta de memoria o de imaginación, no poder recordar cómo es ser el “otro” que anhela ser acogido o ni siquiera imaginar dicha posibilidad? ¿Podría ser que el “corazón de un extraño” esté tan cerca de cada uno de nosotros en la medida que elijamos recordar e imaginar de manera diferente?

    En las Escrituras hebreas, el mandamiento divino de cuidar al extraño está vinculado directamente al hecho de que los hijos de Israel alguna vez también fueron extraños (Deuteronomio 10:19). En el Evangelio de Mateo, Jesús resume toda la Ley y los Profetas –y se deber recordar que “todo” es una palabra bastante amplia– en la sencilla exhortación de que hagamos a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros (Mateo 22:40). Primero, nos insta a que tengamos mejor memoria; segundo, a que tengamos mejor imaginación. Ambas son necesarias si alguna vez habremos de adquirir un buen corazón. Y una vez que empecemos a seguir estos consejos, –una vez que procuremos recordar e imaginar de una manera mejor– será más fácil acercarnos deliberadamente al extraño.

    La iglesia a la que pertenezco recibirá a nueve personas de Siria en nuestra comunidad y en nuestras vidas; y, durante meses, hemos estado haciendo los preparativos para su llegada. Conseguimos una vivienda, le dimos una mano de pintura, compramos comida, ropa y juguetes. Hicimos contacto con otras personas de la comunidad: otras iglesias cristianas, gente de la universidad, un grupo de médicos locales, y miembros de la comunidad musulmana local. Tuvimos la oportunidad de compartir la mesa con familias sirias que ya vivían en Lethbridge, y de aprender de ellos en clases improvisadas de cocina y veladas de información cultural. Entablamos nuevas amistades.

    Hemos procurado adquirir el corazón de un extraño. Y al hacerlo, descubrimos que, en realidad, el corazón de un extraño no está lejos de ninguno de nosotros, mientras estemos dispuestos a recordar e imaginar correctamente.

    Ryan Dueck es pastor de la Iglesia Menonita Lethbridge de Alberta, Canadá. La iglesia forma parte de un Grupo Ecuménico local de Acción Social, que patrocina la reubicación en Lethbridge de dos familias de refugiados sirios. Escribe frecuentemente en su blog en ryandueck.com y colabora con Wondering Fair, “un café online” para el intercambio de ideas sobre cuestiones de fe.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016.

  • La hospitalidad: Consideremos qué significa brindar hospitalidad como seguidores de Cristo

    En septiembre del 2015, el mundo occidental tomó conocimiento de la crisis de los refugiados a través de las fotos impactantes difundidas en los medios informativos. Ante una mayor conciencia del problema, la comunidad anabautista mundial considera qué significa recibir al extraño, en tanto personas de diferentes trasfondos religiosos se integran a nuestros barrios.

    El número de abril 2016 de Courier/Correo/Courrier procura discernir la variedad de razones que motivan a las comunidades anabautistas de todo el mundo a reunirse para constituir el CMM. A continuación, escritores y escritoras reflexionan en sendos artículos sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo el amor de Cristo por nosotros motiva y guía nuestra respuesta a los extraños en nuestro contexto local?

    La hospitalidad transforma

    La historia de Deymaand

    A fines de la década de 1970, durante el período de la historia de India conocido como la Emergencia (cuando se suspendieron de hecho las libertades democráticas, Deymaand, un joven de dieciocho años, decidió bautizarse en una iglesia menonita local. Dado que su familia profesaba otra religión, se opusieron a su decisión de aceptar la fe cristiana. Cuando Deymaand se negó a dar marcha atrás, su familia lo repudió. Entonces Deymaand decidió irse de su aldea, produciéndose allí una situación conflictiva con la gente. Debido al descontento político que había en India en ese momento, Deymaand fue arrestado inmediatamente para evitar cualquier tipo de incidentes, y encarcelado en Rajnandgaon. Un mes después, cuando se controló la situación en la aldea, Deymaand fue liberado pero se le pidió que no volviera allí.

    Repudiado por su propia familia, Deymaand no tenía adónde ir ni quién lo albergara. Pero el pastor de la Iglesia Menonita de Rajnandgaon (MCR) lo recibió en la iglesia y como un hijo en su propia familia. Deymaand decidió estudiar Teología y completó sus estudios en el Seminario Bíblico Union, Yeotmal. A continuación, sirvió al Señor mediante la predicación y la enseñanza de la Biblia en toda India. Ante las amenazas a su vida y la iglesia, MCR ayudó a sostener a Deymaand y su fe en Jesús el Señor.

    La historia de Sarika

    En la década de 1990, con el liderazgo del pastor Theo Philus Singh, MCR inició un programa de extensión en el estado de Maharashtra, estableciendo algunas iglesias nuevas en las aldeas. Hubo mucha oposición y persecución por parte de los extremistas. Miembros de la iglesia recientemente fundada visitaban con frecuencia las casas de los miembros de MCR, en procura de apoyo y crecimiento espiritual. Al recibir a los nuevos creyentes en sus hogares, arriesgaban su reputación social y sufrían amenazas de los fanáticos. Los miembros de MCR visitaban las iglesias nuevas y atendían sus necesidades, incluso ante tal oposición.

    Un hombre joven de MCR se casó con una mujer joven llamada Sarika. Con el tiempo, Sarika descubrió que su esposo era alcohólico, sufriendo abuso físico por parte de él. Cuando Sarika ya no podía seguir soportándolo, se acercó al grupo de mujeres de MCR. El consejo de la iglesia hizo lo que pudo para reconciliar a la pareja, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Entonces, el grupo de mujeres ayudó a Sarika y a su hija de nueve años a huir de su esposo. Recibieron a Sarika y a su hija en sus hogares y las protegieron, brindándoles apoyo espiritual, moral y económico.

    Actualmente, y después de quince años, su hija, luego de recibir una buena educación, se desempeña como enfermera en un hospital muy renombrado. Sarika reconoce que MCR la recibió cuando era una extraña y la ayudó cuando necesitaba encontrar una solución a su problema. Está agradecida al grupo de mujeres por todo lo que hizo para protegerlas y apoyarlas.

    Hospitalidad y evangelización

    Estas historias son sólo algunas entre tantas en las que los menonitas se acercan a sus comunidades y acogen a los extraños que están entre ellos. Dichas oportunidades han transformado no solamente la vida de la iglesia, sino que también han ayudado a la iglesia a transformar la vida de muchas otras personas. Concebimos la hospitalidad no sólo como la acción de ofrecer agua y comida a extraños, y ayudarlos a que sigan su camino, sino también estar dispuestos a acompañarlos e incluso satisfacer las necesidades básicas de la vida.

    Hemos llegado a comprender que la hospitalidad es parte integral de la evangelización. Si no hacemos lugar a los demás en nuestras vidas, no podremos motivar a los demás a que hagan lugar a Cristo en sus vidas.

    La hospitalidad nunca ha sido fácil porque altera nuestras vidas.

    La hospitalidad, en el contexto de la evangelización, pone en riesgo nuestra propia identidad como iglesia. Acoger a personas de otras confesiones aumenta nuestra lucha por evadir la integración de los ritos, rituales, y tradiciones de otras religiones. Esto nos ha enseñado la importancia de estar enraizados firmemente en el Señor, estar unidos como iglesia y discernir el bien del mal.

    Desde sus inicios, la Convención de la Iglesia Menonita de India (MCI) ha participado en actividades que tiendan a brindar hospitalidad. Cada unidad de la iglesia tiene historias para contar. Mi iglesia local agradece a Dios el privilegio de poder recibir a los extraños entre nosotros y atenderlos de diversas maneras. Ser parte de esta iglesia ha sido una experiencia formativa que me ayudó a definir mi comprensión de la hospitalidad.

    Elisabeth Kunjam, anteriormente miembro de la Iglesia Menonita de India, se incorporó al Consejo Directivo de las Iglesias de los Hermanos Menonitas de India en 2005, tras su casamiento con Frank Sanjay. Integra la Comisión de Diáconos del CMM. Además, es coordinadora de Mujeres Anabautistas con Formación Teológica de Asia (TTAWA), una asociación que comenzó en 2012 con la ayuda de la Comisión de Diáconos del CMM.

    Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2016.

    Elisabeth Kunjam