El milagro de la unidad

¿Qué puede unir a diferentes pueblos o comunidades? Desde los tiempos de la Torre de Babel son muchos los métodos que se han intentado. Tener una visión común que invite a trabajar por un mismo propósito fue el método que se intentó en aquel relato bíblico; y, como es bien sabido, dicho intento de unidad fracasó.

Tener una narrativa común es otra estrategia que se ha propuesto para crear unidad. Una historia unificada que describa un origen común e inspirador puede servir como material cohesionador. Sin embargo, encontrar una narrativa estimulante que involucre a varios pueblos o culturas diferentes es muy difícil.

Otra alternativa probada en la política y la religión en aras de la unidad, es la de suprimir toda diferencia y promover la existencia de una única forma de ver la vida, para así destruir la diversidad. La historia nos muestra de sobra el fracaso que esta alternativa representa.

Una opción que a veces se predica en medios eclesiales es la definición de un listado de creencias que deben ser sostenidas por un grupo de personas para determinar claramente quiénes pertenecen o quiénes están por fuera de dicho grupo. Lamentablemente, credos y confesiones de fe a veces han sido usados en este sentido.

Cuando observamos los resultados de la investigación del Perfil Anabautista Mundial (GAP por sus siglas en inglés), podemos hacernos la misma pregunta: ¿Qué puede facilitar la unidad entre grupos tan diversos como los que pertenecen al Congreso Mundial Menonita (CMM)?

Durante varios años iglesias miembros del CMM participaron en un proceso investigativo que buscaba develar quiénes somos como anabautistas hoy. En esta edición de la revista Correo vemos algunas conclusiones que arroja dicho estudio. Como dice uno de los artículos en esta entrega, semejante diversidad en medio de nuestra familia mundial se convierte en una oportunidad singular para lograr mayor unidad.

¿Pero qué es lo que hace posible esa unidad?

No se trata del texto de nuestras convicciones compartidas. Dicho texto surgió en los últimos años como expresión de lo que es nuestra experiencia de seguir a Jesús en cada contexto. Las iglesias miembros del CMM caminaron en unidad sin la existencia de dicho texto por más de 75 años.

Tampoco se trata de una historia común. Aunque como iglesias anabautistas nos identificamos con la Reforma Radical del siglo XVI, es claro que la complejidad de los orígenes de nuestra fe es tan asombrosa como nuestra diversidad actual.

De acuerdo a las Escrituras sólo hay una explicación posible. La unidad de nuestra comunidad global no ha sido el producto de esfuerzos humanos ni es algo que nosotros fabriquemos. Es un regalo y un don de Dios que hoy podemos disfrutar por el obrar del Espíritu Santo en medio de nosotros. La verdadera comunión se hace posible no por leyes y formalismos institucionales sino gracias a la obra de Cristo en la cruz. Fue allí cuando Dios creó un nuevo pueblo compuesto por muchas culturas, razas, tribus y lenguas.

Hoy es posible sentarnos en la misma mesa de comunión y apreciar la belleza de nuestra diversidad sólo si lo hacemos alrededor del Cordero de Dios, quien es el centro de nuestra fe y quien cimenta dicha unidad.

¡Ven y celebra con nosotros el milagro de la unidad y la belleza de nuestra diversidad!

—César García, secretario general del CMM, desde su oficina en la sede central en Bogotá, Colombia.

Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2016.

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