Etiopía
Etiopía es un país muy pobre situado en el Cuerno de África, con una población de alrededor de 110 millones. Somos únicos en algunos aspectos, pero en otros somos iguales al resto de los países africanos.
No es fácil vivir en un país donde los problemas son como el aire que respiras, especialmente cuando tienes la posibilidad de salir del país y proclamar tu libertad. Aunque quedarme y vivir con mi gente sea una realidad agridulce, eso es lo que soy. Ahí es donde puedo descubrir el propósito de mi vida.
Drama de calamidades
Este último año 2022* fue muy alegre y, a la vez, muy triste en lo personal y como nación.
Nuestro país está atravesando muchas dificultades. En algún momento del año pasado nos alegramos de que el conflicto en el norte haya terminado, pero desafortunadamente comenzó otro en la parte occidental del país.
Hablemos de nuestra economía. Empezó a deteriorarse, al igual que les pasó a ustedes, durante el COVID-19, pero sigue cayendo debido a los conflictos incesantes en mi país.
Lamentablemente, al conflicto también le sigue el tribalismo, que se tornó un problema crónico. La convivencia entre nosotros se ha convertido en un desafío; esta intolerancia a las diferencias ha comenzado a desmantelar el propio tejido social de nuestra sociedad.
Esto también ha llevado al país a otra ola de desastre económico y político, que va de mal en peor. La inflación de los alimentos se está disparando e impulsa a mucha gente a luchar.
Además, las sequías también azotaron la parte sureste de nuestro país, donde actualmente empeora tanto que la gente empieza a morir de hambre.
El conflicto religioso entre ortodoxos y evangélicos, y entre protestantes y musulmanes, juega otro papel en este drama de calamidades.
Por consiguiente, la vida que vivimos en nuestro país es muy difícil de vivir.
Vivir a pesar de todo
Tal situación realmente desafía a nuestras iglesias, nuestras sociedades, nuestras congregaciones, nuestros amigos y a nuestra sociedad en general, pero aun así vivimos.
No sabemos cómo, pero somos capaces de vivir todos los días como nación. Se suponía que nos debíamos haber desplomado, pero seguimos funcionando. Por supuesto, no según los estándares de Occidente, pero estamos avanzando.
Si tengo que dar una explicación, simplemente no la tengo.
Todas las explicaciones y análisis político y socioeconómico indicarían que debíamos desplomarnos. Deberíamos ser ‘la nueva Siria’.
Para algunos, vivir todos los días es solo un milagro. Despertarse por la mañana, para algunos, es realmente un milagro.
Pero vivimos. ¿Cómo?
Una respuesta en Dios
Como cristiana, tengo una explicación. Creo que Dios es nuestra fortaleza. Dios es nuestro creador, nuestro Salvador que nunca se cansa ni se fatiga de nuestra pobreza o nuestros conflictos.
Sé que mucha gente se cansa. Incluso a mí me cansa pedirle a la gente que ore por nuestro país mes tras mes, año tras año, sobre esto o aquello: oren por el conflicto en Etiopía; oren por los niveles de pobreza. Se vuelve agotador para tantas personas en todo el mundo escuchar que seguimos “rogando”.
Pero creo en nuestro Creador, nuestro Salvador, que nunca se cansa, nunca se cansa de nuestros problemas.
Dios les dio poder a los débiles, asiste a los necesitados y nos da fuerza para avanzar y la habilidad de mirar hacia el futuro. No sabemos cómo, pero Dios lo hace y Jesús es nuestra esperanza.
Encontré una definición de “esperanza” en internet. Dice: “Resiste; el dolor termina”. Por lo tanto, Dios es nuestra esperanza. Esperanza que nos hace resistir hasta que el dolor desaparezca o que nos permita soportarlo.
Soy capaz de atravesar esto. Puedo atravesarlo de principio a fin, con toda esta crisis personal y nacional, en comunión con mis hermanos y hermanas.
Oramos juntos todos los días
Comenzamos temprano, de 5:00 a 6:30 de la mañana. Quizá suene muy piadoso, pero simplemente oramos y le pedimos a Dios fuerza, poder, más gracia para vivir cada día.
Nos reunimos para compartir nuestras cargas personales y también el clamor de nuestro país. Nos animamos unos a otros con la esperanza que recibimos de Cristo, él mismo nuestra esperanza.
Entonces, hermanos y hermanas, al celebrar nuestra historia y fundación como movimiento anabautista, recurrimos a la misma fuente que nuestros antepasados y antepasadas que fueron perseguidos: precisamente Jesucristo. Él es la única esperanza a la que aspirar, con o sin dolor.
—Tigist Tesfaye, consejera y capacitadora de jóvenes, es miembro de la Iglesia Debub Meserete Kristos de Etiopía y autora de Mewetacha (La escalera: conector de sueños). Es secretaria de la Comisión de Diáconos.
Tigist Tesfaye fue una de las oradoras de Renovación 2023 – Jesucristo, nuestra esperanza – en Abbotsford, Columbia Británica, Canadá, el 25 de marzo de 2023 (por video). Este artículo fue adaptado de su presentación.
*Se refiere al sistema de calendario gregoriano. En Etiopía, usamos el calendario oficial de la Iglesia Ortodoxa Tewahido, que tiene trece meses y un punto de partida diferente que lo sitúa siete u ocho años por detrás del calendario gregoriano.