Aleja de mí la falsedad y la mentira, y no me hagas rico ni pobre; dame sólo el pan necesario, porque si me sobra, podría renegar de ti y decir que no te conozco; y si me falta, podría robar y ofender así tu divino nombre. (Prov. 30,8-9 DHH)
Cuando comencé a escribir estas palabras el Ciclón Freddy estaba causando estragos en Malawi y Mozambique. Mientras pensaba en nuestras congregaciones allí recordé las palabras que escuché de un participante en nuestra última asamblea: “El cuidado de la creación es un tema de interés para las iglesias del norte. Nosotros estamos más interesados en asuntos espirituales”. Con esa frase un líder de una de nuestras iglesias declaró su desacuerdo con que el Congreso Mundial Menonita incluyera el cuidado de la creación como un tema esencial en la Asamblea mundial del 2022.
Dada la realidad del cambio climático y las crisis provocadas por el mismo en los últimos años, tal afirmación me sorprendió. Los temas climáticos se han convertido en un tema más de polarización política en nuestras sociedades. En medio del miedo y la culpa, de discusiones sobre hechos y noticias falsas, ¿es posible encontrar esperanza y sanidad para un mundo dividido? ¿Podemos hablar de nuestro llamado a cuidar la creación como un tema profundamente espiritual que va más allá de la crisis climática actual?
Seguir las enseñanzas de las Escrituras, las disciplinas espirituales de la vida sencilla y el contentamiento han sido parte de la espiritualidad anabautista durante muchos años. Podemos recordar aquí las ideas bíblicas de vivir con lo necesario (Lucas 11,3), dejar de trabajar para descansar (Éxodo 20,10), evitar la acumulación (Lucas 12,15-21), no estresarse con respecto a las necesidades económicas (Lucas 12,22-31) y el practicar la generosidad (Lucas 18,22-25). Dichas enseñanzas bíblicas junto con otras han dado forma a las disciplinas cristianas de una vida sencilla y contentamiento durante siglos. Estas disciplinas van directamente en contra de los valores de una sociedad que desperdicia y consume excesivamente, que fomenta la búsqueda de la felicidad en las cosas materiales y que anima la acumulación egocéntrica de riqueza como medio para alcanzar la seguridad. La crisis climática que hoy amenaza con destruir nuestro planeta es principalmente el resultado de nuestro apetito voraz que consume sin saciarse y no escatima las consecuencias de una vida que siempre necesita más en su vana búsqueda de satisfacción, identidad y afirmación.
En nuestra tradición anabautista, el cómo vivimos nuestra vida cotidiana es un tema profundamente espiritual. Las decisiones que tomamos con respecto a nuestro estilo de vida son profundamente espirituales. Hablar de cómo afectan ambos el medio ambiente, teniendo en cuenta la invitación divina de cuidar y administrar la creación (Génesis 2,15) no es sólo espiritual; es un imperativo urgente ante las crecientes calamidades climáticas que afectan a las comunidades más vulnerables del mundo, donde, por cierto, hoy se encuentran la mayoría de nuestras congregaciones locales.
Estas son algunas de las razones por las que el Congreso Mundial Menonita estableció un grupo de trabajo mundial y multicultural (Grupo de Trabajo de Cuidado de la Creación) para guiar a nuestra Comunión en este asunto. Por tal motivo, en este número de Courier se abordan temas relacionados con el cuidado de la creación desde diferentes perspectivas culturales y teológicas. Por eso celebramos la creación de recursos e iniciativas como las que se muestran en el video Transmisión América Latina (mwc-cmm.org/es/resources/ transmission-2022-america-latina), donde iglesias de varios lugares comparten cómo su fe impacta su relación con la naturaleza.
Es mi oración que nuestra comunidad mundial crezca en el cuidado de la creación y que mi propia vida pueda desarrollar más y más las disciplinas de la vida simple y el contentamiento porque, como dijo Gandhi, necesitamos “vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir”.
— César García, secretario general del CMM, oriundo de Colombia, reside en Kitchener, Ontario, Canadá.