Relaciones de solidaridad intergeneracional

Sábado a la mañana

Cuando pensamos en las generaciones mayores, pensamos en quienes nos precedieron, aquellos sobre cuyos hombros nos apoyamos. Sin embargo, cuando pensamos en la solidaridad de nuestra relación con dichas generaciones, parece haber un vacío.

Las relaciones intergeneracionales son de suma importancia; es muy valioso transmitir sabiduría de una generación a otra. Es así que podemos aprender de los errores de quienes nos precedieron, pero eso solo puede suceder si elegimos mantenernos vinculados. Un vínculo fuerte permite orientación, consejo y dirección. Las personas mayores han vivido experiencias y circunstancias que los jóvenes no han vivido, de modo que esta es la manera más acertada de compartir sabiduría.

Zanjar la brecha entre una generación y la siguiente también es una forma vital de preservar los valores fundamentales de la iglesia y de pasar la posta a la siguiente generación.

Desde una perspectiva bíblica, la solidaridad intergeneracional puede traer bendiciones o maldiciones. En Deuteronomio 28, hay una lista de bendiciones y maldiciones:

“Si de veras obedeces al Señor tu Dios, y pones en práctica todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy, entonces el Señor te pondrá por encima de todos los pueblos de la tierra. Además, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán por haber obedecido al Señor tu Dios. Serás bendito en la ciudad y en el campo. Serán benditos tus hijos y tus cosechas, y las crías de tus vacas, de tus ovejas y de todos tus animales. Serán benditos tu cesta y el lugar donde amasas la harina, y tú serás bendito en todo lo que hagas.” (Deuteronomio 28,1-6, DHH) “Pero si no obedeces al Señor tu Dios, ni pones en práctica todos sus mandamientos y leyes que yo te he ordenado hoy vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones: Serás maldito en la ciudad y en el campo. Serán malditos tu cesta y el lugar donde amasas la harina. Serán malditos tus hijos y tus cosechas, y las crías de tus vacas, de tus ovejas y de todos tus animales. Y maldito serás tú en todo lo que hagas. El Señor te enviará maldición, confusión y angustia en todo lo que hagas, y en muy poco tiempo te destruirán por completo, por haberlo abandonado con tus malas acciones.” (Deuteronomio 28,15-20, DHH) “Todas estas maldiciones vendrán sobre ti, y te perseguirán y te alcanzarán hasta acabar contigo, porque no quisiste obedecer al Señor tu Dios ni cumplir los mandamientos y leyes ordenados por él. Estas cosas serán una prueba contundente contra ti y tu descendencia, para siempre, por no haber adorado al Señor tu Dios con alegría y sinceridad cuando tantos bienes te había dado. Tendrás que servir a los enemigos que el Señor enviará contra ti; sufrirás hambre, sed, falta de ropa y toda clase de miserias. El Señor te hará sufrir una dura esclavitud, hasta que seas destruido.” (Deuteronomio 28,45-48, DHH)

En Deuteronomio 28, podemos ver cómo tanto las bendiciones como las maldiciones pueden pasar de una generación a otra. Algunos ejemplos hoy día incluyen, entre otros, los vestigios de colonialismo, racismo, injusticias, guerras, violencia, celos y asesinatos despiadados de personas inocentes o de grupos minoritarios.

Podemos ver el impacto negativo que todas estas acciones han tenido en las diferentes generaciones y razas. Todos estos pecados provocan maldiciones que pueden destruir las relaciones intergeneracionales.

Una generación podría preguntar a la otra: ¿Por qué no defendieron lo que era correcto? Cuando mataban a mujeres y varones negros, ¿por qué permanecieron en silencio? Durante la época del Holocausto, ¿por qué no defendieron lo que era correcto? Cuando la guerra estaba a punto de estallar, ¿por qué no hicieron oír su opinión?

Hasta el día de hoy, mi pregunta a las generaciones mayores sobre las injusticias del pasado sigue siendo: ¿Por qué no defendieron lo que era correcto?

¿Cómo podemos estar seguros de que Dios nos bendecirá y bendecirá a los que vendrán después de nosotros? Al vivir la vida de obediencia a la que Dios nos ha llamado.

¿Cuáles son las acciones que podemos realizar para crear, nutrir o reparar las relaciones intergeneracionales?

1. Arrepentirse

Podemos pedirle a Dios que perdone a nuestros antepasados (padres y madres) por los pecados que cometieron a sabiendas o sin darse cuenta. Pecados que han acarreado maldiciones sobre su generación y las generaciones venideras.

Según 1 Juan 1,9, “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. (NVI) Debemos confesar nuestros pecados, lo cual incluye confesar los pecados de las generaciones que nos precedieron.

Dios derramará una bendición sobre nuestras vidas y nuestras futuras generaciones. Está bien pedir perdón, sin embargo, es importante no mantener esas viejas costumbres ni seguir viviendo en pecado. Si hemos optado por seguir el camino de Cristo, entonces no hay lugar para la malicia, la violencia, el racismo o las injusticias.

2. Orar
Podemos buscar el rostro de Dios respecto al futuro de la iglesia. Podemos orar para que Dios zanje la brecha entre generaciones y para que se creen relaciones significativas. También podemos orar para que Dios revele la voluntad divina y su propósito para nuestras vidas. La Biblia nos anima a “orar en todo momento” (1 Tesalonicenses 5,17 DHH)

3. Crear

Podemos tener la intención de crear espacios para que interactúen diferentes generaciones y grupos de edad. Podemos procurar maneras de construir relaciones intergeneracionales a través de nuestras familias, la iglesia y nuestras comunidades. También crear programas de mentoría entre jóvenes y adultos mayores. “Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta si no va acompañada de hechos.” (Santiago 2,26 DHH)

La solidaridad intergeneracional también puede fortalecer nuestra relación con Dios. “De padres a hijos se alabarán tus obras, se anunciarán tus hechos poderosos. Se hablará de tu majestad gloriosa, y yo hablaré de tus maravillas. Se hablará de tus hechos poderosos y terribles, y yo hablaré de tu grandeza. Se hablará de tu bondad inmensa, y a gritos se dirá que tú eres justo.” (Salmos 145,4-7 DHH)

La fe se puede transmitir de una generación a la otra. Cuando reflexionamos sobre los maravillosos actos de Dios en nuestras vidas, podemos remontarnos a generaciones anteriores a nosotros. Solo podemos valorar la obra de Dios cuando haya buenas relaciones entre una generación y la otra. Compartir nuestros testimonios unos con otros puede fortalecer nuestra fe en Dios.

— Makadunyiswe Doublejoy Ngulube, miembro de la Iglesia de los Hermanos en Cristo de Zimbabue y representante de África en el Comité de YAB (2015-2022). Actualmente vive en Canadá, donde se dedica fervientemente a la ciencia ambiental y a concientizar sobre la responsabilidad dada por Dios de administrar bien los recursos de la Tierra.


Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en Octubre de 2022.