En este centenario del Congreso Mundial Menonita, los líderes se reunieron en mayo, en Schönblick, Alemania, para celebrar y continuar la labor del CMM mediante la reunión del Concilio General.
La editora de Correo reunió a ex líderes (Danisa Ndlovu, J. Nelson Kraybill, Larry Miller, Nancy Heisey), a fin de reflexionar sobre los “dulces recuerdos” de cómo el CMM se fue transformando en una comunión mundial y sobre nuestro llamado a tener la valentía de amar y de pronunciarnos como iglesia de paz ante los conflictos en el mundo actual.
Danisa Ndlovu, presidente (2009–2015)
J. Nelson Kraybill, presidente (2015–2022)
Larry Miller, secretario general (1990-2012)
Nancy Heisey, presidenta (2003–2009)
Convicciones
Las Convicciones Compartidas del CMM surgieron de un proceso de trece años: desde sus inicios, pasando por borradores, hasta su aprobación en el Concilio General.
Se habían recopilado unas treinta y cuatro o más Confesiones de Fe de iglesias miembros de todo el mundo.
“Nos enviábamos correos electrónicos constantemente –¡quizá incluso faxes!”, añade Larry Miller– “buscando puntos en común”, explica Nelson Kraybill, quien participó en la redacción del documento.
“Ver realmente en dichos documentos que, estas eran las cosas que teníamos en común, fue una experiencia espiritual”, expresa Nelson Kraybill. “Seguir a Cristo; la construcción de la paz; la misión.”
“La declaración de que ‘somos anabautistas’ que estaba al principio, la pasamos al final”, señala Nancy Heisey. “Al principio dice: Como parte del cuerpo unido de Cristo en todo tiempo y lugar… En lugar de empezar con: Somos anabautistas, empezamos con: la iglesia de Jesucristo”.
“Al final, adoptar las siguientes palabras: estas convicciones están inspiradas en la fe de nuestros antepasados anabautistas del siglo XVI, fue una decisión realmente decisiva”, afirma Nancy Heisey.
“Nuestra intención era que el principio y el final fueran tan importantes como los siete puntos”, expresa Nelson Kraybill.
La reunión en Pasadena en la que el Concilio General aprobó las Convicciones Compartidas en 2006, fue la primera en utilizar el modelo de consenso.
“Nancy (entonces presidenta) estaba sentada a la izquierda, Danisa (entonces vicepresidente) a la derecha, y una palabra seguía siendo problemática: Jesucristo encarnado”, recuerda Larry Miller.
“Los delegados norteamericanos estaban al fondo defendiendo la palabra encarnado, que se había insertado durante las reuniones del Concilio General en Zimbabue.
Joren Basumata era un hombre cálido, tranquilo y risueño, oriundo de la India. No hablaba mucho en las reuniones. Pero en esa ocasión se levantó para decir: “Si incluyen esa palabra, no podré usarla en la India. Todos los dioses en la India son encarnados”.
“Todas las tarjetas azules (desacuerdo) se convirtieron instantáneamente en naranjas (acuerdo).”
Todo el proceso de cómo surgieron las Convicciones Compartidas demuestra cómo el CMM puede trabajar en conjunto de acuerdo con la misión de ser una comunidad mundial de fe.
“Las Convicciones Compartidas no tenían como objetivo reemplazar lo que las iglesias ya han discernido, sino afirmar lo que compartimos juntos”, explica Larry Miller, “y lo que tenemos en común”, añade Nelson Kraybill.
“Mi oración es que continuemos usándolas de esa manera y no las convirtamos en motivo de disputa”, dice Nancy Heisey.
“No deberíamos ser el espacio en que se crea una síntesis de algo por votación mayoritaria, procurando reconciliar diversas opiniones. En cambio, es un espacio en que el cuerpo reunido recibe su revelación y la ofrece al mundo y ve qué sucede”, declara Larry Miller.
“Ha sido asombroso ver el uso generalizado de las Convicciones Compartidas”, comenta Larry Miller. “Afirmar lo que compartimos juntos ha sido muy significativo al procurar descubrir cómo ser el pueblo de Dios en el mundo.”
Fraternidad
La Asamblea Mundial llevada a cabo en 2003, en Zimbabue, fue decisiva para la misión del CMM de facilitar los vínculos entre las iglesias afines al anabautismo a nivel mundial. El país se encontraba bajo un régimen dictatorial. Había una crisis económica con la multitud de desafíos que conlleva la hiperinflación. Sin embargo, los anabautistas de todo el mundo tenían la intención de reunirse para adorar juntos.
“Tuvimos largas discusiones sobre si debíamos ir o no”, señaló Nancy Heisey.
“No queríamos imponer más sufrimiento a la iglesia allí”, dijo Larry Miller. “Pero los Hermanos en Cristo decían: ¿Dónde está su fe?”
La Iglesia de los Hermanos en Cristo (BICC, por su sigla en inglés) envió una carta a los Países Bajos, ya que a la Doopsgezind le preocupaba (al igual que en la Asamblea en Brasil, en 1974) que al asistir darían la impresión de apoyar a un régimen.
“¡No es el gobierno quien los está invitando, sino la iglesia!”, respondió la iglesia BICC de Zimbabue. Los menonitas holandeses asistieron.
Los organizadores animaron a los asistentes a llevar un pequeño obsequio de té o azúcar para los anfitriones. “Jamás olvidaré a los tres hombres de Angola que trajeron bolsas de pescado seco. ¡Qué gesto tan maravilloso de lo que quisiéramos ser los unos para los otros!”, exclama Nancy Heisey.
“Veíamos el asunto desde la perspectiva de dos mundos distintos”, explica Danisa Ndlovu. “En el contexto africano de Zimbabue, hay un dicho: ‘El estómago del forastero es tan grande como el cuerno de un dios’. Cuando llega un forastero, hay comunión, fraternidad. No se dice: ‘¿Por qué viene a comerse lo poco que tengo?’”
“El mundo tiene sus propios problemas, pero como iglesia aún podemos reunirnos y ser una iglesia unidos”, afirmó Danisa Ndlovu. “El tema de la Asamblea, Compartiendo los dones en el sufrimiento y en la alegría, ayudó a lograrlo. La gente se fue con la sensación de que había valido la pena asistir.”
“Esa fue una experiencia fundamental en nuestro movimiento con miras a comprender nuestro cuerpo mundial como una comunión”, declara Larry Miller.
Unidad
Parte de la misión del CMM es relacionarse con otras confesiones y organizaciones mundiales.
Paul Kraybill, el primer secretario remunerado del CMM, participó en la conferencia de secretarios de Comuniones Cristianas Mundiales. Esta es una reunión de líderes de organismos cristianos organizados de todo el mundo.
Desde entonces, todos los secretarios generales del CMM se han sumado al grupo. César García y Larry Miller también han sido convocados para presidirlo. “Decidimos participar conscientemente en dichos espacios. Cuando nos convocan, es un reconocimiento al aporte del mundo menonita”, afirma Larry Miller.
“Parte de la labor del CMM consiste en ayudar a que crezcan los momentos de reconciliación en el movimiento ecuménico, tanto a nivel de diálogos internacionales y nacionales, así como el desafío permanente de propiciarlos en los lugares donde la gente vive y adora”, afirma.
“Uno empieza con una semilla de mostaza”, asevera Nancy Heisey.
Las primeras semillas de la reconciliación del CMM con la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas en 2025, fueron sembradas en 1952 cuando el entonces presidente H.S. Bender asistió a un evento oficial en la Grossmünster.
Otra semilla fue lo que los luteranos llaman “la Resolución Menonita”, en la Asamblea de la Federación Luterana Mundial (LWF, según su sigla en inglés) en Stuttgart, Alemania, en 2010. Esta disculpa por el repudio a los anabautistas en la Confesión de Augsburgo fue la culminación de un largo proceso.
El presidente de la LWF presentó la resolución a los delegados y dijo: “Nos gustaría que expresaran su aprobación a esta resolución, ya sea poniéndose de pie o arrodillándose en oración”, recordó Larry Miller.
“De repente, todos estaban de rodillas o de pie. Los únicos que permanecieron sentados fueron los invitados menonitas.”
“No pude contener las lágrimas”, expresa Danisa Ndlovu. “Fue increíble ver a esas personas de rodillas. Fue como una descarga eléctrica; todos se dejaron caer de rodillas.”
“A medida que esa historia se ha ido difundiendo por el mundo ecuménico, quienes estudian estos temas la han resaltado como una nueva forma de recepción: no solo se trata de que aceptemos documentos, sino también de que nos recibamos unos a otros en nuestro culto”, dice Larry Miller.
El culto llevado a cabo el 29 de mayo de 2025, en Zúrich, fue una representación impactante de dicha “recepción” como una unidad que se experimenta, no necesariamente un acuerdo de unidad. Ese día, en la Grossmünster, no solo debatían teólogos y autoridades eclesiales, sino gente común que participaba en el culto, la liturgia y la vida cotidiana: menonitas y reformados en este lugar de división histórica.
Testimonio
Crecer en términos de ser una comunión ha estado acompañado de este cuidado mutuo, y aprender a encontrar nuestra voz colectivamente.
“Las situaciones pueden ser diversas, pero es fundamental hablar sobre la situación. Las palabras públicas deben estar bien pensadas; quienes lean nuestra declaración deben ver nuestra integridad”, afirma Danisa Ndlovu. “Las palabras elegidas apresuradamente pueden echar más leña al fuego en lugar de propiciar la reconciliación.”
“Tras décadas en el movimiento ecuménico, tengo dudas sobre el impacto de las declaraciones, salvo quizá el impacto en nosotros mismos. Quizás sean más efectivas cuando en algún lugar de nuestro organismo exista el sufrimiento del que hablamos y al que respondemos. Podrán tener un impacto, especialmente si surgen de nuestro propio pathos”, declara Larry Miller.
Cuando el Concilio General se reunió en Guatemala en 2000, el caucus de África solicitó una declaración sobre la violencia en la región oriental de la República Democrática del Congo. Si bien en ese momento no había iglesias miembros del CMM en dicha región, “decidimos que, dado que muchas iglesias miembros tenían la idea de que era necesario un compromiso con dicho conflicto, debíamos pronunciarnos”, afirma Nancy Heisey.
“Se mostró suma prudencia, pero recuerdo haber dicho con firmeza, que debíamos escribir la carta”, dice Danisa Ndlovu.
Un año después, la iglesia de la República Democrática del Congo escribió una carta fraterna a la iglesia de Estados Unidos, justo después del 11 de septiembre (los ataques a las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York y al Pentágono en Washington).
“Eso fue realmente significativo”, dice Nancy Heisey.
Como residente de Estados Unidos, se sintió nuevamente conmovida por un mensaje de la iglesia mundial justo después de las elecciones estadounidenses de 2024. “Quiero que sepan que estoy orando por ustedes”, escribió un profesor del CEMTA (Centro Evangélico Menonita de Teología Asunción) de Paraguay.
Habiendo vivido bajo una dictadura militar, “él entiende lo que significa el autoritarismo para la iglesia, con la complejidad que implica la manera en que los menonitas lo abordaron”, explica Nancy Heisey.
“No sé hacia dónde se dirige el mundo, pero creo que los norteamericanos –las iglesias–tendremos que prestar mucha más atención a la sabiduría de otros lugares si quisiéramos seguir siendo iglesia.”
“He valorado el uso actual de cartas pastorales que invitan a la oración. Recomendaría usar ese formato para encarar no solo nuestras preocupaciones inmediatas, sino también para orar por la sabiduría para abordarlas, cómo deberíamos reflexionar sobre nuestras acciones; animarnos a examinar nuestros corazones en relación a nuestra misión; y cómo expresamos nuestro testimonio de paz frente a las situaciones concretas de hoy en día”, expresa Nancy Heisey.
“Dichos llamados a la oración se difunden ampliamente. Quizá las personas de las congregaciones, a nivel general, realmente les presten atención. Es sorprendente lo que surge, por ejemplo, en nuestros pequeños grupos de la Hora de Oración en línea.”
“Parte de ello es ayudar a nuestros propios miembros respecto a lo que decimos. Brinda dirección y alguna forma de unificación, de movilización en torno a un tema”, explica Danisa Ndlovu.
“Esto se vincula con nuestro papel como iglesia de paz”, dice Nelson Kraybill. “Es necesario que sigamos fortaleciendo las relaciones y los lazos de amor y fraternidad en la comunión anabautista mundial, siempre manteniendo unidas la construcción de la paz y la misión.”
“Si podemos seguir fortaleciendo esas relaciones internas en el cuerpo mundial, la teología del shalom, entonces es necesario que lo encarne cada parte regional de la iglesia. Los apoyamos. Oramos con ellos. Hacemos un llamado a la oración si hay alguna preocupación. Es el vínculo espiritual el que tendrá el efecto más duradero, más que las declaraciones políticas”, afirma.
“No creo que deberíamos politizar, pero podemos ser personas que procuran cumplir con lo que su fe les llama a hacer”, afirma Nancy Heisey. “En cada carta que escribo [a mis representantes políticos] digo: Soy cristiana menonita y a mi gente le importa este asunto. Uno es poderoso si es capaz de decir: Mi iglesia mundial nos llama a orar por este tema. Como dijo el obispo Charles Nseemani de la Iglesia de los Hermanos en Cristo de Zambia: Podemos hablar con nuestros líderes, pero deben saber que nos presentamos como cristianos, no como partidistas”.
“Cuando se habla de menonitas, la gente piensa en la paz”, dice Danisa Ndlovu. “Somos conocidos como una iglesia histórica de paz. Si lo usamos sabiamente, es un buen testimonio.”