Llamados a ser una comunión mundial

Hace unos años una amiga mía con acento extranjero llamó a la puerta de una de nuestras iglesias en Bogotá. El pastor de la iglesia –también amigo mío– abrió la puerta. La mujer estaba evangelizando en ese barrio y comenzó a hablar con mi amigo sin conocer su compromiso cristiano. Él la invitó a conversar, pensando que podría dar su testimonio a esta misionera extranjera, quien quizá perteneciera a alguna extraña religión.

Conversaron varios minutos antes de descubrir su fe en común. La sorpresa fue aún mayor cuando se dieron cuenta que pertenecían a la misma tradición –el anabautismo– y que además eran miembros de la misma denominación menonita. Ella se asombró al enterarse que había alrededor de doce iglesias anabautistas en Bogotá. Durante varios años, esta mujer proveniente de un país europeo, había servido en esta ciudad como misionera bajo los auspicios de su iglesia menonita, sin tener contacto con los menonitas colombianos pertenecientes a su misma familia eclesial.

Me gustaría poder decir que la historia de mi amigo-pastor y su visitante misionera europea fuera sólo un caso aislado. Sin embargo, historias similares se repiten una y otra vez alrededor del mundo en lugares donde las iglesias y organizaciones anabautistas sirven sin conocer lo que hacen otros miembros de nuestra comunidad mundial en ese mismo lugar. La presencia anabautista carece de fuerza e impacto cuando la comunicación mundial entre nuestros miembros e instituciones no es fluida. Ésta es una de las razones por las cuales el Congreso Mundial Menonita ha reconsiderado y revisado su estrategia comunicacional. Este número del Courier/Correo/Courrier describe cómo se está implementando esta nueva estrategia, aprovechando el poder de los nuevos medios de comunicación e invirtiendo prudentemente nuestros recursos donde sean más necesarios. Esperamos que el resultado sea una mejor comunicación entre nuestros miembros alrededor del mundo.

La comunicación tiene la misma raíz que otras palabras importantes de la misión y visión del CMM: comunión y comunidad. No es posible tener una verdadera comunión con quienes no nos comunicamos. Es imposible construir una comunidad mundial si no nos hablamos periódicamente. No es posible alegrarse con aquellos que se alegran y llorar con los que lloran (Romanos 12:15), si no conocemos sus alegrías y sufrimientos.

La buena comunicación hace posible compartir recursos, experiencias, dones y debilidades, fortaleciendo nuestro servicio y testimonio. La buena comunicación nos permite la articulación de equipos para lograr mayor eficiencia y eficacia en la fundación de iglesias, la promoción de la paz, el desarrollo social y la educación. ¿Qué pasaría si esta labor se realizara de forma multicultural y como expresión de la iglesia de Cristo? ¿Qué pasaría si consideráramos nuestra familia mundial como un cuerpo orgánico que está interconectado e intercomunicado, en vez de ser sólo una red de instituciones? ¿Qué pasaría si evitáramos duplicar esfuerzos, mientras celebramos las diferencias y la diversidad?

Hace algunas semanas fui a una reunión de pastores menonitas en Bogotá. Allí estaban mis dos amigos: el pastor y la misionera europea. Estos dos líderes han aprendido a comunicarse y a colaborar. Como resultado, la iglesia ha crecido de muchas maneras. ¿Podremos imitar este ejemplo? ¿Podremos seguir construyendo una comunidad mundial a través de una mejor comunicación? Seamos uno solo, para que el mundo crea que Jesús fue enviado por nuestro Padre (Juan 17:12). 

César García, Secretario General del CMM, desde la oficina central de Bogotá, Colombia

 

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