¿El libro o la pared?

Reflexionamos sobre nuestro compromiso de celebrar el culto   

Como comunión mundial de iglesias afines al anabautismo, compartimos el compromiso de reunirnos regularmente para celebrar el culto. Aunque nuestra enorme diversidad nos lleva a asumir este compromiso de maneras muy distintas. En el número de octubre 2013 de Correo, líderes de toda nuestra hermandad exponen sobre las diferentes maneras en las que los anabautistas abordan el culto: lo que se ve y se escucha, los desafíos y las bendiciones.

¿El libro o la pared?

Si uno participara del culto del domingo en alguna congregación menonita europea, probablemente se encontraría con dos estilos diferentes del culto. En uno, la congregación canta de un libro. Dicho estilo refleja su predilecci6n por la armonía a cuatro voces, que con frecuencia acompaña el canto con el órgano, el armonio o el piano.

En el otro estilo del culto, la congregación depende de un proyector para exponer la letra de los himnos en la pared. Este estilo responde más al “culto contemporáneo”: las melodías y ritmos se asemejan a la música pop, que, por lo general, va acompañada de guitarras eléctricas, bajo y batería.

Por supuesto, no es siempre fácil hacer distinciones tan precisas. Por ejemplo, en mi congregación, que es miembro de la Convención Menonita de Francia, los antiguos himnos de evangelización se cantan junto con los cantos evangélicos contemporáneos –por no decir cantos carismáticos– proyectados en la pared. Hace mucho que se dejó de usar el armonio, y la batería funciona bien. Algunos hermanos y hermanas, –mayormente ancianos– aún pueden cantar a cuatro voces, pero entre los más jóvenes va desapareciendo dicha habilidad. Parece que transitamos un proceso de transición: ¿cuánto tiempo seguiremos cantando de estos libros cubiertos de polvo? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que los cambios tecnológicos borren otra parte de nuestra memoria, prácticas y espiritualidad?

Puede ser que yo suene un tanto nostálgico, pero no considero que así sea. Ni tampoco creo que sea tecnofóbico: los proyectores pueden ser herramientas útiles. Aun así, es necesario que reflexionemos sobre cómo los usamos, ya que los objetos tienen un papel muy importante en nuestros cultos; son instrumentos que moldean nuestra espiritualidad.

A veces estamos conscientes de este hecho, pero la mayor parte del tiempo no lo estamos. Y cuando esto sucede, entonces la tecnología no se controla y se convierte en amo silencioso a quien obedecemos sin darnos cuenta.

Existe un contraste cultural entre los estilos del culto de los menonitas europeos, que impacta en las diferentes maneras en las que cultivamos la espiritualidad. Los objetos que usamos cuando nos congregamos para celebrar nuestra fe, domingo tras domingo, juegan un papel importante en dichas diferencias. Y los elementos que empleamos para cantar juntos, expresan la clase de cristianos que podríamos llegar a ser con el tiempo.

Cantar es una actividad potente que moldea profundamente lo que creemos. Nuestras mentes podrán dispersarse al oír un sermón que probablemente escucha- remos una sola vez. Muy diferente son los Salmos, himnos y cantos de alabanza, que cantamos con frecuencia porque pertenecen al repertorio de nuestra comunidad (que incluye a cada uno de nosotros). Los conceptos teológicos expresados en un sermón podrán aparecer y desaparecer, no importa cuán elaborados sean o cuán interesantes y profundos pudieran sonar. Si se comunicaran por medio de un canto, las mismas ideas probablemente perdurarían, ya que se asientan en algún lugar de nuestro subconsciente.

Una vez más, las congregaciones menonitas europeas resultan interesantes en este aspecto. Como se comentó anteriormente, algunas cantan de un libro, es decir, de un himnario menonita en el idioma de una convención y que las comunidades emplean para sus cultos.

En el norte de Europa se conserva la tradición de los himnarios menonitas: los Doopsgezinden holandeses tienen su propio himnario, y los menonitas de habla alemana de Alemania y Suiza comparten el mismo himnario. Por supuesto que los anabautistas no compusieron todos los himnos incluidos en esos libros. Muchos de los cantos son de origen reformado, católico o ecuménico. Sin embargo, el repertorio contenido entre las tapas de dichos himnarios, están en sintonía con la teología y espiritualidad anabautistas. En tal sentido, al celebrar sus cultos, estos creyentes y sus comunidades expresan un modo distintivo de ser cristianos.

La cuestión es diferente en el sur de Europa. Los menonitas españoles o de habla francesa (pensemos en Bélgica, Francia o Suiza), no disfrutan del privilegio de tener un “libro”. Tienden a cantar lo que aparece proyectado en la pared. Mayormente, su repertorio proviene de fuentes evangélicas y carismáticas. Los rasgos característicos del anabautismo tienden a desdibujarse, especialmente aquellos cantos que destacan el “poderío” de Dios, y con frecuencia le restan importancia al hecho de que, en Jesús, Dios se vació y se hizo débil a fin de acercarse a nosotros.

Durante la última década, los estudiosos anabautistas han avanzado tremendamente recordándonos a los menonitas europeos la importancia de nuestras raíces históricas. Nos han dado un sentido de identidad. Sin embargo, para lograr que dicho conocimiento se convierta en una espiritualidad más profunda, quizá necesitemos una generación de autores, compositores y teólogos que nos brinden, aquí en el sur de Europa, un “libro” que esté en sintonía con nuestras creencias. Y si dicho libro fuera compatible con un proyector o una Tablet, sería tanto mejor.  

Philippe Gonzalez, pastor no ordenado de una iglesia menonita francesa (Saint-Genis- Pouilly), y conferencista de una universidad suiza.

 

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