Pequeños huéspedes

En el proceso de trasladarme a otro país, encontré una carta que mi hija menor me escribió cuando tenía siete años… Ahora ella tiene 23. ¡Qué gratos recuerdos de su infancia! 

Esa carta me trajo a la memoria otros momentos, como cuando a los cuatro años de edad me dijo: “Jesús está muy estirado, ¿verdad? … Él se estiiiiiiiira y se estiiiiiiiiira…” ¡Su primera afirmación de fe! Al preguntarle por qué Jesús estaba estirado, me respondió que era así porque él estaba en todas partes. 

Era su forma de entender la idea de la presencia de Dios en toda la creación.

Los niños y niñas son un hermoso regalo de Dios. Traen gozo, fuerza, esperanza… y también grandes retos (como tratar de explicar a una pequeña niña la idea de un Jesús siempre presente en medio de nosotros)

Los infantes entran a nuestras vidas como huéspedes que requieren nuestra atención, cuidado y afecto. Y como huéspedes también nos dejan para continuar su viaje después de visitarnos en casa. 

Mis hijas ya no viven con nosotros, pero continuamos hablando de asuntos de fe aun después de su partida.

A veces me pregunto si hoy en día podríamos continuar nuestras conversaciones sobre Dios sin el fundamento de buenas conversaciones durante su infancia. ¿Cómo sería nuestra relación hoy si no se hubieran sentido bienvenidas y seguras en nuestro hogar? 

La forma en que tratamos a aquellos huéspedes que llamamos descendientes, determina en buena medida cómo será nuestra relación con ellos una vez que partan de casa.

En la iglesia pasa lo mismo. Los ministerios infantiles en cada congregación son una forma muy importante de acoger y bendecir a los niños y niñas que llegan como huéspedes a nuestras comunidades. La forma en que se les trata puede determinar, en gran manera, cómo se relacionarán con la iglesia una vez que crezcan y sigan su camino como adultos. Desafortunadamente, son muchas las personas que han sido víctimas de la indiferencia, del rechazo, e incluso del abuso físico o emocional en contextos eclesiales.

Este número de Correo se ha centrado en el ministerio infantil, deseando que nuestra iglesia mundial continúe siendo un lugar de refugio y hospitalidad expresado en cada comunidad local para los niños y niñas de nuestra sociedad. Preparación cuidadosa de líderes y docentes, ambientes libres de abuso y participación activa en la vida de la iglesia son algunos de los aspectos que Correo nos invita a tener en cuenta en este ministerio tan importante.

Es mi oración que nuestras congregaciones continúen siendo lugares que traigan gratos recuerdos para nuestros niños y niñas de todo el mundo, lugares donde la presencia de Jesús continúe siendo palpable para cada huésped que recibamos.

César García, secretario general del CMM, trabaja desde la oficina de la secretaría general en Kitchener, Ontario, Canadá.

 

Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2019.

 

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