Llamado a ser libres – una fe que sobrepasa fronteras

Mi nombre es Eileen, tengo 22 años y vivo en Suiza. Cuando me pidieron que compartiera un pequeño testimonio acerca del “llamado a ser libres – una fe que sobrepasa fronteras”, inmediatamente recordé una experiencia relacionada con este tema.

Hace dos años y medio tuve el privilegio de viajar a Ciudad de Cabo, Sudáfrica, y con el apoyo de la Misión Menonita de Suiza (SMM) pude realizar un servicio voluntario de 8 meses en un hogar de niños. Durante esos meses tuve que vivir en Mitchels Plain, el barrio marginal más grande de la ciudad. Tuve muchas nuevas, valiosas y preciosas experiencias, algunas divertidas como también otras muy tristes. Uno de estos desafíos tuvo que ver con el tema “seguridad”.

En Suiza es común para mí pasearme sola por las calles a cualquier hora del día. Eso no fue posible en Mitchels Plain debido al alto nivel de delincuencia, mucho menos siendo una mujer jóven. En un comienzo me costó bastante adaptarme a no poder moverme independientemente por las calles, a siempre tener que caminar en grupo y a no poder estar afuera después del atardecer. También se me prohibió hablar con gente extraña y siempre tuve que mantener todas mis cosas de valor escondidas.

Eileen Hofer (Suiza)

El hogar de niños se dividía en varias residencias y nosotros los voluntarios fuimos asignados para abarcar cada una de ellas. Dado que estas casas estaban a cierta distancia la una de la otra, no podíamos siempre movernos en grupo. Fue por eso que tenía que caminar sola cada mañana desde mi casa hasta la residencia a la cual fui asignada como voluntaria. Cada mañana pasaba cerca a una casa, en frente de ella solía haber dos mujeres conversando y mirándome como si me estuvieran criticando. Siempre tenía una sensación desagradable al pasar por ese lugar, pero cada mañana trataba de saludar a las damas de manera cordial. 

Un día al caminar al trabajo, estas mujeres me llamaron para preguntarme algo. No supe qué hacer ni cómo reaccionar, ya que no debíamos hablar con extraños en la calle por motivos de seguridad. Me armé de valor y me acerqué a ellas. Las mujeres me miraban con preocupación y me preguntaban: “¿mag ons vir u bid?” – ¿podemos orar por ti?

¡Me hubiera imaginado cualquier cosa pero nunca que ellas quisieran orar por mí! Luego, las mujeres me contaron que eran buenas amigas, una cristiana y la otra musulmana, y cada mañana se reunían para orar por el vecindario y el barrio en general. Me compartieron que hace rato me habían estado observando y que se preocupaban por el hecho de que yo tuviera que caminar sola por esta zona, debido a que es muy peligrosa.

Es por eso que desde el primer día que me vieron habían pedido a Dios que me protegiera en mi camino al trabajo.

Desde ese entonces me encontraba con estas mujeres cada mañana, y siempre me detenía para orar junto a ellas además de conocerlas un poco mejor.

Me impacto profundamente tener esta experiencia y encontrar que la fe y la oración pueden traspasar las barreras del idioma, nacionalidad, cultura y religión.

–Eileen Hofer (Suiza), Comunicado del Congreso Mundial Menonita

Este testimonio hace parte de los recursos para el culto de la Semana de la Fraternidad YABs 2018. Haga clic aquí para ver más: mwc-cmm.org/semanafraternidadyabs

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