Una comunidad mundial: Ser el pueblo que Dios quisiera que seamos

Si alguien te pidiera que te definieras con unas pocas palabras, ¿cuáles serían? ¿Cambiarías esas palabras para describirte cuando estás con tu familia, en el trabajo o al viajar a un lugar lejano? 

Descubrí que las palabras que empleo para definirme cambian según el contexto cultural. Cuando vivíamos en Toronto, las dos palabrás más básicas que usaba eran “cristiana” y “mujer”. Constituían los dos aspectos de mi vida que marcaban la diferencia respecto al modo en que vivía. Imaginen mi sorpresa cuando nos mudamos a África del Sur y dichas palabras ya no reflejaban los aspectos clave de mi identidad.

Toda la gente con la que nos relacionábamos se definía como cristiana, así que esto se daba por hecho. Era mucho más importante ser madre que ser mujer. Además, en África del Sur, ser blanca era lo más importante, un aspecto de mi identidad que había dado por sentado en Canadá.

Mujer cristiana: dos aspectos importantes de mi identidad en Canadá. Madre blanca: dos aspectos distintos de mi identidad que se volvieron los más importantes en Lesoto. Cambió el modo de percibir mi identidad, aunque yo no hubiese cambiado. 

Este cambio ilustra la primera cuestión que quisiera plantear: la cultura importa, porque la cultura define quiénes somos.

La segunda cuestión es que el lenguaje importa. Sé un poco de varios idiomas, y me fascinan aquellas palabras que existen en un idioma y que no tienen una traducción directa en otro. En Sesotho, aprendí que existe una palabra para una parte del cuerpo que no se cura bien después de una fractura o herida; en inglés no existe tal palabra. En español y francés existe una hermosa palabra, animador/a o animateur, quien facilita el liderazgo de los integrantes de un grupo, concepto inexistente en inglés. Y en alemán existe la hermosa palabra, gemeinschaft, que personas de habla inglesa han traducido como “hermandad” y “comunidad”, aunque dichas traducciones no logran captar la profundidad que tiene en alemán. Cada uno de estos ejemplos destaca el hecho de que el lenguaje importa porque nos brinda los conceptos que son importantes en nuestra cultura.

Existen algunas diferencias profundas entre los diversos idiomas y culturas de todo el mundo, diferencias mucho más profundas de lo que nos damos cuenta. La cultura, determinada por el lenguaje, repercute en nuestra cosmovisión, el conocimiento de sí mismo y el sentido de identidad. Y esto representa un desafío especial para cristianos y cristianas, cuyas creencias y prácticas están determinadas por la cultura y el lenguaje, aunque nuestra fe trascienda tales categorías.

Ejemplos bíblicos de diferencias

La Biblia nos brinda algunas imágenes e historias para explicar y entender nuestras diferencias basadas en lenguas y culturas, y para mostrarnos cómo tales diferencias podrían de hecho ser parte del plan de Dios para edificar la Iglesia.

El primer libro de la Biblia, Génesis, relata la historia de la Torre de Babel, que ofrece dos razones para explicar los distintos grupos idiomáticos. Una razón es que la unidad basada en la identidad única, lleva al orgullo; y la otra es que la unidad basada en la identidad única, es una respuesta al temor. En Génesis 11:4-6, leemos que la gente quería ser famosa y temía estar dispersa. Ambos impulsos están arraigados en que las personas dependen de sí mismas en vez de depender de Dios: “Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Esto es lo que han comenzado a hacer, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer”.

El teólogo Walter Brueggeman señala que en esta historia querían ser grandes personas debido a su identidad única: la misma lengua, la misma comida, la misma vestimenta, misma cultura. Se puede lograr mucho en una cultura homogénea. Brueggemann plantea que Dios dispersa a la gente para mostrarle una manera mejor.

La unidad que Dios quisiera para la humanidad es la de una diversidad de personas reunidas por medio de la fe y valores comunes, y no por medio de la identidad única basada en el idioma y la cultura. Brueggemann sostiene que la variedad de idiomas y dispersión en esta historia no constituyen un castigo, sino que, en realidad, representan una oportunidad de estar a la altura del potencial mucho mayor que Dios desea para el mundo. Dios le dio a la gente de la Torre de Babel la oportunidad de experimentar las diferencias a fin de aprender a depender de Dios, y reunirse por medio de la fe en vez de la cultura. Hace falta una comunidad mundial para ser lo que Dios quisiera que seamos.

Otra imagen bíblica relacionada con las diferencias aparece al final de la Biblia, en el último libro, en Apocalipsis 7: 9-14, donde leemos que innumerables personas, de cada nación, tribu y lengua, cantan y adoran juntas a Dios. Es la imagen opuesta a la Torre de Babel, y es un pequeño anticipo del cielo.

Dicha imagen nos viene como parte de la historia en Apocalipsis, relacionada con la apertura de los siete sellos: siete acontecimientos que conllevan terribles consecuencias para la gente. En realidad, esta imagen figura entre la apertura del sexto y séptimo sello, como una pequeña pausa en la historia. Aquí nos encontramos con una imagen del pueblo de Dios, personas de cada cultura y lengua, que juntas adoran a Dios, a pesar de las pruebas, persecuciones y tribulaciones que padecen.

En la apertura de los sellos, surge una pregunta en el versículo 13: “¿Quién es capaz de resistir todas estas pruebas?” La respuesta se da  por medio de esta imagen: el pueblo multicultural de Dios que adora y alaba a Dios, con personas de todos los países y todos los idiomas, capaces de resistir toda persecución y tribulación. Hace falta una comunidad mundial para ser el pueblo que Dios quisiera que seamos, y para ser capaces de no desanimarnos ante la persecución.

Llegar a ser el pueblo multicultural  de Dios

Para el pueblo judío de Israel, que creía que era el único pueblo elegido de Dios, esta imagen del pueblo multicultural de Dios representa un cambio radical de enfoque. En Efesios 3, Pablo afirma explícitamente que alguna vez los gentiles no sólo eran extranjeros y forasteros sino no circuncidados, y por consiguiente no eran parte de Israel, no formaban parte del pueblo de Dios. Pero ahora, concluye, por medio de Cristo, pertenecen plenamente [al pueblo de Dios]. El comentario de Pablo significó un cambio enorme en el modo de pensar de los cristianos judíos. Sólo a partir de entonces comprenderían que podía haber otras formas de adorar a Dios que sus tradiciones judías, especialmente las prácticas que les otorgaban identidad, tales como la circuncisión y las normas alimentarias.

Para quienes piensen que su forma de adorar y comprender a Dios es la correcta, o la mejor o incluso la única forma, la imagen del pueblo multicultural de Dios en Apocalipsis 7 representa también un enorme cambio en su modo de pensar. Hace falta una comunidad mundial para ser el pueblo que Dios quisiera que seamos.

Somos personas culturales, y nuestras tradiciones e idiomas son el medio para que comprendamos y adoremos a Dios. Hay mucho para celebrar de nuestras formas de adorar y comprender a Dios, donde sea que vivamos y adoremos. ¡Pero nuestras formas no son las únicas! Pueden ser más agradables y conocidas, y nuestros/as líderes incluso nos pueden dar explicaciones bíblicas minuciosas de porqué creemos que nuestras prácticas son las correctas. Como la gente en la Torre de Babel, muy a menudo tememos que las diferencias generen desunión y nos dispersen. Estamos muy dispuestos a depender del idioma, la cultura y la tradición para mantenernos unidos, en vez de depender de Dios para mantenernos unidos a pesar de nuestras diferencias. Es necesario que podamos llegar a ser como la gente de Apocalipsis, un grupo multicultural de personas que adoran juntas a Dios, capaces de resistir toda persecución. Hace falta una comunidad mundial para ser el pueblo que Dios quisiera que seamos.

Un anticipo del cielo en la tierra

Habiendo estudiado sociología, sé que todo grupo se esfuerza por definir su propia identidad y su propio modo de hacer las cosas, y que tales modos de pertenencia son importantes. Todos/as deseamos pertenecer a un grupo para compartir una determinada identidad; es parte de la naturaleza humana. La pertenencia es algo bueno. Sin embargo, estas historias de Génesis, Apocalipsis y Efesios nos ayudan a ver que Dios  pretende que compartamos nuestra identidad fundamental con quienes siguen a Jesús, y no con quienes comparten nuestro idioma, cultura o nacionalidad. Pertenecemos a un pueblo cuya visión del mundo está determinada por Dios, la Biblia y nuestra comunidad de fe. Nuestra identidad primordial es ser cristianos y cristianas. Pertenecemos a una iglesia local y a una iglesia mundial. Esta identidad y pertenencia deberían ser la principal influencia que defina quiénes somos.

Nuestras congregaciones son lugares de pertenencia, donde nos conocemos y  gozamos similares estilos de adoración y seguimiento de Jesús. Pertenecer a una congregación local donde nos gusta cantar los mismos cantos u orar de la misma manera es algo bueno. Muchos/as pertenecemos también a convenciones regionales o nacionales, otro ámbito en el que compartimos costumbres y tradiciones que nos unen en una identidad común. Pero sé que aun en las congregaciones y convenciones siempre existen suficientes diferencias como para generar conflicto y tensión. Estas diferencias se magnifican cuando agrupamos un gran número de congregaciones y convenciones en un solo país, y luego según culturas, idiomas y países.

Pertenecer al Congreso Mundial Menonita es diferente a pertenecer a una congregación o convención local. El CMM es la comunidad mundial de la iglesia anabautista, donde nos reunimos porque compartimos convicciones respecto a Dios, Jesús, el Espíritu Santo y la iglesia. Es el lugar donde podemos apenas anticipar el cielo en la tierra, un anticipo de cómo adorar a Dios con personas de diferentes naciones, diferentes culturas y diferentes idiomas. Es un anticipo de cómo ser el pueblo que Dios quisiera que seamos, un pueblo unido por medio de algo más que el idioma, la cultura o costumbres y tradiciones locales. 

El CMM es el espacio donde podemos aprender de nuestra diversidad cultural sobre lo que significa seguir a Jesús. Creo que la mejor manera de responder la pregunta, “¿qué significa ser cristiano anabautista hoy en mi contexto cultural?”, es indagar cómo la gente de otros contextos culturales responde dicha pregunta. El CMM es el espacio donde transitamos el camino de la fe con quienes son diferentes a nosotros/as: diferentes culturas, diferentes países, incluso diferentes tipos de anabautistas de diferentes convenciones. El CMM es el espacio en el que estamos unidos por nuestras convicciones compartidas como cristianos y cristianas anabautistas. Juntos, somos un poco del cielo aquí en la tierra. Juntos, tenemos la fortaleza suficiente para resistir persecución y tentación.

Juntos con todos los santos

Volvamos al pasaje escrito por Pablo a los cristianos de Éfeso, no a los cristianos judíos sino a los cristianos gentiles. En los capítulos 2 y 3 les recuerda que son conciudadanos del pueblo de Dios, miembros plenos de la casa de Dios, y partícipes de la promesa en Jesucristo. Aquéllo era un concepto nuevo y asombroso, aunque controvertido en ese entonces, que sigue transformando nuestra comprensión de las acciones de Dios en el mundo de hoy día. Somos todos/as miembros plenos de la casa de Dios, y partícipes de la promesa en Jesucristo, pese a todas las diferencias que nos dividen tan fácilmente.

Pablo ofrece una oración para esta iglesia gentil en Efesios 3:14-21. Ora para que puedan entender la inmensidad del amor de Dios: su amplitud, extensión, profundidad y dimensión. Y ora para que puedan conocerlo “con todos los santos”. Me encanta esta pequeña frase. Creo que se refiere a que no podemos conocer verdaderamente la inmensidad del amor de Dios sin todos los santos. Es sólo en el desorden de las diferencias –culturales, lingüísticas, políticas, teológicas y económicas– con todos los santos, que podremos empezar a comprender el amor de Dios. Hace falta una comunidad mundial para empezar a comprender la inmensidad del amor de Dios, y para ser el pueblo que Dios quisiera que seamos.

Arli Klassen es directora de desarrollo del Congreso Mundial Menonita.

Anabautistas de todo el mundo comparten la Cena del Señor durante la reunión del Concilio General del CMM en 2012, realizada en Basilea, Suiza. Foto: Merle Good

 

 

 

 

 

 

 

Dos mujeres menonitas conversan entre ellas; una es oriunda de América del Norte y la otra de Indonesia. Para la comunidad anabautista, el CMM es el ámbito donde es posible este intercambio intercultural. Foto: Merle Good

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios