Iglesias y psiquiatría: “un tema complicado”

¿Cómo debería la iglesia plantearse la salud mental?

 Nuestro estado mental está conectado al cuerpo y al espíritu, y por tanto, podemos padecer de mala salud mental. En esta sección de Perspectivas, líderes y profesionales de la salud de las congregaciones afines al anabautismo de todo el mundo, abordan el rol de la iglesia en el cuidado de la salud mental de sus miembros.

Iglesias y psiquiatría: “un tema complicado”

Una de las cosas que más me sorprende al trabajar en Psiquiatría es el gran número de personas creyentes internadas en nuestros servicios; y más precisamente el número de cristianos.

“Sin duda, los pacientes hablan sobre sus creencias y esperanzas más que en otras especialidades.” Pero si nos valemos de un indicador objetivo tal como la presencia de la Biblia al lado de la cama del paciente, pareciera confirmarse esta impresión: los cristianos rebasan los servicios psiquiátricos. Existe el rumor de que, incluso, los menonitas han sido hospitalizados.

Temor a la pérdida de control

Es difícil aceptar que un cristiano pueda padecer de una enfermedad psiquiátrica. Comprendemos que la gente sufra de Alzheimer o de confusión mental que aparece después de una enfermedad, porque contamos con la explicación para ello. Por otra parte, los trastornos psiquiátricos no se explican por una causa directa. Esto nos asusta porque implica que no somos inmunes. Si la causa es desconocida, ¿por qué no podría pasarme a mí? ¿Y quién sabe qué podría decir en un momento de delirio? Aun los anabautistas más pacifistas, podrían volverse amenazantes si se sintieran objeto de una intensa persecución. Nos sentimos abrumados y procuramos respuestas.

Por lo tanto, preguntamos: “¿No cree que los que sufren una enfermedad mental están con frecuencia/por lo general/a veces poseídos?” Es difícil aceptar que las enfermedades psiquiátricas sean muchas veces una consecuencia de la Caída. La persona debe de haber hecho algo malo para perder el control de sus pensamientos, palabras o acciones. Procuramos tranquilizarnos atribuyendo la responsabilidad de la enfermedad a quien la sufre.

Según un estudio de 2013 de la Asociación Francesa Federativa de Estudiantes de Psiquiatría (Association Française Fédérative des Etudiants en Psychiatrie), el número de creyentes internados en Psiquiatría es considerablemente menor que en otras especialidades. Y, sin embargo, hablan más de su fe que en otras áreas del hospital.

Nuestros pacientes oran. Nuestros pacientes van a misa.

Y los médicos preguntan: estas personas vulnerables, ¿no estarán en riesgo de ser captadas por desviaciones sectarias? ¿Es necesario que las protejamos, y si así fuera, cómo? ¿Cuál es el límite entre la fe y el delirio místico?

La fe en medio de la enfermedad

Cuando una persona ingresa al hospital psiquiátrico donde trabajo, pronto notará la capilla. No es una simple habitación convertida en capilla, sino una verdadera iglesia que celebra

cultos religiosos, dotada de capellanes. Recientemente, un psicoanalista le dijo a los pacientes internados que los curas se destacaban por sus diagnósticos de delirio místico justamente porque la experiencia de fe aportaba otra perspectiva.

¿Las iglesias desempeñan un papel respecto a personas con enfermedades mentales? Y bien, ¿por qué no habrían de hacerlo? Todas las iglesias ya albergan a personas que tienen esquizofrenia, trastornos bipolares, depresión crónica, etc. Me atrevo a decir que si una iglesia recibe a más de un centenar de personas y ninguno de sus miembros presenta trastornos psicológicos, entonces la iglesia no conoce demasiado bien a sus miembros o debería cuestionarse su capacidad de ser hospitalaria.

La iglesia se ve afectada, lo sepa o no. Se estima que el 0,8% de la población sufre de esquizofrenia, que comprende alrededor de 600.000 personas en Francia. Hagan los cálculos: ¿cuántas personas con esquizofrenia debería haber en su iglesia? ¿Cuántas hay en realidad? No se trata de culpar a la iglesia por no acoger a estas personas. En la mayoría de los casos, la evolución de la enfermedad las lleva a retraerse y rechazar el trato social.

¡Qué desafío para nuestras iglesias!

Y luego está la ansiedad, común denominador de todos los trastornos de la salud mental. La iglesia brinda un marco tranquilizador que puede contribuir a que las personas se afiancen en la realidad: la regularidad y liturgia del culto, el reencuentro semanal con personas de apoyo, la pertenencia a una familia que no se rinde.

Como psiquiatra en un país secular, mi trabajo consiste en ayudar a la gente a sentirse mejor, a poder comunicarse con los demás, a estar presentes en el mundo y a llevar “una vida normal”.

La tarea de la iglesia respecto a la gente que lidia con la salud mental es la de ser un ámbito de relaciones seguras y saludables, donde cada uno encuentre un lugar de pertenencia y los miembros estén listos para recibir y acompañarlos. Nuestro rol es considerar a quienes tengan una enfermedad mental como personas creadas, amadas y capaces de recibir la gracia mediante la fe en Cristo. No subestimemos el impacto de expresar un interés compasivo en los demás, libre de temor. De hecho, integrar en la iglesia a dichas personas es a la vez posible y extraordinario. Estoy convencida de que son exactamente las personas entre las cuales habríamos hallado a Cristo cuando él estuvo en la tierra. Así que, iglesia: ¡manos a la obra!

Alexina Yoder, oriunda de la región de Belfort-Montbéliard (iglesia de Delle), miembro de la Iglesia Menonita de Estrasburgo, Francia, y pasante en Psiquiatría.

Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril 2017

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