Forjando caminos con quienes sean diferentes

La realidad ecuménica en los países latinoamericanos es muy diversa por los contextos sociopolíticos, históricos, y por supuesto, económicos. Así, el factor religioso tiene sus propios matices y desafíos en la dinámica ecuménica. Lo abordaré en relación al contexto de la Ciudad de México.

Oportunidades de cohesión

Es importante el contexto en que mi país se encuentra en 1997, con los cambios políticos que fueron relevantes. Las elecciones de ese año provocaron que llegara a ser regente de la ciudad un hombre de la izquierda mexicana, el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Esto llevó a que se promovieran oportunidades de cohesión y búsqueda de diálogos para seguir impulsando la unidad entre los sectores sociales como así también las diferentes instituciones religiosas, y proponer procesos alternativos de cambio social, económico y político en ese tiempo. Asimismo, surge un movimiento social más fuerte que aprendió a ser más inteligente frente a los poderes del país.

En este contexto, surgieron reuniones ecuménicas con personalidades de las diferentes instituciones religiosas con la intención de buscar el diálogo interreligioso, procurando que su voz pudiera ser escuchada en medio de ese movimiento social.

Una visión teológica anabautista

Como anabautista, siempre me sentí seguro de que la propuesta cristiana desde nuestra visión teológica, pudiera ser pertinente en esta circunstancia. Fue un encuentro donde se escuchó la voz de todos y todas. Más allá de la idea que se tenga en relación a la intervención o no en asuntos sociales y políticos como el mencionado, el contacto con quienes sean diferentes siempre será enriquecedor.

En México hay un rechazo generalizado de las iglesias cristianas al movimiento ecuménico. Sin embargo, existen líderes denominacionales que entienden el movimiento ecuménico como un espacio de diálogo, trabajo y de acompañamiento mutuo en el caminar de nuestra fe. En este sentido, surgieron varios encuentros de diálogo donde asistieron luteranos, metodistas, presbiterianos, episcopales o anglicanos, bautistas, pentecostales y católicos, compartiendo experiencias eclesiales y sociales. Varios de estos líderes aún son mis amigos y hermanos en la fe y en la construcción del Reino en la Tierra.

Este acompañamiento nos ayudó a tener más visión respecto al significado de lo ecuménico, no sólo en reuniones de negocios, sino en la elaboración de proyectos de servicio, y de incidencia social y política.

Sigamos a Jesús, nuestra esperanza

El imperativo ecuménico se funda en la oración de Jesús y el compromiso irreversible de que los cristianos se amen según la voluntad de Jesús. En el Getsemaní, en la vigilia de su pasión, Jesús oraba a Dios y le pedía por sus discípulos: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Juan 17,21). Una oración siempre abierta al tiempo, cuestionando al cristianismo en general y, por supuesto, al anabautismo en particular.

La respuesta depende de la manera intencional con la que estamos realizando el ministerio del Reino de Dios en este mundo. El encuentro intercultural e interreligioso nos dará la respuesta. No es con buenas intenciones con las que se hará realidad el sueño ecuménico, sino forjando caminos intencionalmente (con actos) con quienes sean diferentes.

Fernando Pérez Ventura, mexicano, fue pastor en la Ciudad de México durante 34 años. Ha trabajado en la Red Menonita de Misiones en varios países de América Latina. Actualmente, sirve en la Conferencia Menonita de Mountain States en Denver, Colorado, EE.UU. Junto con su esposa Rebeca González Torres, coordinan la Comunidad de Instituciones Teológicas Anabautistas (CITA), una red teológica anabautista para América Latina.

 

Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2020. Haga clic aquí para leer otros artículos de este número

Comentarios